Ella conoció a William Calcraft
Por José Alberto Nápoles Torres
A Marilú Rodríguez Castañeda
Cuando leí, por segunda vez, mi
ensayo: Ella conoció a William Calcraft,
tuve la sensación, que con esta investigación ganaría el Premio de la crítica. Corregí
algunos detalles (insustanciales como el querido lector imagina), me permití
endulzar un poco más el café (que desde hacía unas semanas atrás había
suspendido por razones cósmicas, es decir teològicas-antropològicas…), tostar
un pedazo de pan (tampoco describiré la composición y su resultado en mi boca.
No es necesario).
Los detalles son insignificantes: mi obra es casi perfecta.
Descansa sobre ideas geniales, como por ejemplos:
1-
La idea de la existencia era necesaria: reflexionar sobre
algo que te presiona insistentemente (Aquí subrayo la palabra oprime y luego sin darme cuenta, borro
para evitar la censura)
2- Ese algo persistente se torna
invisible de tal modo que no se puede discernir cuál es el cuerpo u objeto que
presiona
3- ¿Qué áreas son presionadas?
4- ¿El alma recibe algún daño?
5- ¿Qué sentido puede tener la
felicidad ante tantas presiones unidireccionales?
6- ¿Debería delimitar o precisar la
fuerza etimológica de la palabra: dirección?
Mi obra es perfecta. Deletreo el título regocijado mientras
algunas fuerzas distorsionantes entorpecen mi lectura: Amaneció el día entoldado y tronando…
Decido acompañar el café con una
vieja melodía de Carlos Varela, aunque ya no recuerdo si es una guitarra o un
laúd que interrumpía el segundo sorbo…
Por suerte llueve. En la calle
solo escucho legiones de fantasmas, bacterias volátiles, un artefacto andante
que viene de algún lugar y que viola las leyes de la física o, al menos. las de
mis percepciones.
Me pregunto si estos sentires son únicos como lo fue Buda,
Cristo, el Varón rapante, Carlos Manuel de Céspedes, El Caballero de París.
Creo que podría agregar otras ideas:
1-
¿Quién puede regresar de algún lado sino hay modo de salir?
2- ¿De qué lado está la muerte?
3- ¿Aún persiste la idea de William
Calcraft en el ensayo?
La azúcar no me alcanza para
endulzar el café.
El café está tibio en estrecha
relación con la casualidad. No me lo digas, sé que soy un intelectual de
primera línea; y mi cabeza no puede confundirse de esa manera (borro palabras
innecesarias como: honestidad, eternidad, estrategias, cadalso, sentencias,
semánticas sospechosas, Resistencia
creativa…).
Si la idea fuera sustancia o, al
menos, se pudiera transformar a voluntad tuviera una colección de ellas para…
Llueve: he arreglado con C.
García varios asuntos personales. Sé que no entenderás ahora, le respondo que
un ensayo se estructura en ideas simples que gradualmente toman formas
absurdas, ridículas y que al final se le pide al lector: respeto (y casi un
poco de cinismo critico).
La lluvia, ahora, se cuela por
los agujeros del techo. No intento hacer nada. No pienso en el agujero, ni en
los gastos futuros. Me detengo en qué momento la lluvia fue lluvia, y otras
preguntas formidables.
¿Cuánto me darán por el Premio de la crítica?
Nota: ayer vino a verme un tal P. Rios de no sé qué instancia
del gobierno. Dice. que el ensayo, a su parecer, es excelente; pero que ha
tenido ciertas direcciones semánticas inapropiadas para una persona como yo.
Además, añadió: si haces algunos cambios podemos tenerlo en cuenta para
próximas publicaciones.
Esta fabuloso
ResponderEliminarMuchas gracias...
EliminarGracias José Alberto también por tu prosa, conoces de muchos temas y ahí va tu imagen quien te lee debe saber de poesía, de esperanza y de espera gracias hermano
ResponderEliminarMuy bueno
ResponderEliminarWow