Tengo menos de un dólar en mi cuenta de banco y sigo publicando libros de otros. A menudo me pregunto si vale la pena el tiempo que dedico a publicar libros de otros. Son muchas horas a la semana. Los días se repiten uno tras otro. A veces, en las madrugadas me despierto a leer correos, mensajes y comentarios en las redes sociales sobre esos libros, a los que he dedicado muchas horas. Algunos de esos comentarios me hacen dudar de si estoy haciendo lo correcto. No por las emociones negativas que generan algunos de esos comentarios, escritos por supuestos conocedores de la literatura y el mundo de los libros. Desde hace mucho tiempo, estoy convencido de que existen dos tipos de personas en el mundo: los compasivos y los egoístas. Los compasivos (y me incluyo en ese grupo) vivimos en el lado de la luz, los egoístas no, por mucho que brillen en sus carreras, en sus vidas, o profesiones, son seres oscuros. Ayudar a otros, no pensar en uno, dedicar tiempo para que otros puedan lograr sus
En un momento no determinado de nuestras existencias emigramos y dejamos atrás nuestros más preciados tesoros: familias, amigos, libros y hasta alguna que otra tumba. Lo que creíamos como algo intangible, sobrenatural, desaparece mientras la nave sobrevuela. Ya no volveremos a ser de un solo lugar, para ser de muchos lugares a la vez. Perdemos nuestra memoria colectiva, para sobrevivir únicamente de nuestras personales memorias. Las Memorias del Hombre Nuevo: la mayor mentira del mundo.