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Mostrando entradas de diciembre, 2020
  Eso que oyes rugir Por Carlos González Carvajal   Eso que oyes rugir, no te asustes, es el río. Está así por el ciclón, pero normalmente es mansito, como tu madre, que tienen que darle y darle para que se defienda… Aquellas dos cositas son las chimeneas del central. Antes, en tiempo de   zafra, si el viento batía por esta vuelta se sentía el olor de la melaza, que es lo más rico que hay. Allí trabajaba tu abuelo y siempre que venía del pueblo me traía algo: un caramelo, un pedacito de raspadura… Eso gris es la mina que le prestó su nombre al barrio: “La Calera”. Ahí vivimos nosotros hasta que pasó lo que pasó. Era un lugar feo, por las tardes se levantaba un viento seco que se te metía en los pulmones y los dejaba en carne viva. Pero eso no es nada, comparado con lo que pasé después.    A tu abuelo lo mataron por allí, donde están esas tres palmas. Si le hubiera hecho caso a mamá las cosas habrían sido distintas. Ella quería que nos fuéramos para La Habana cuando cerraron
  Triscaidecafobia   Por Joel Peñuela Quintero     Ese martes la muerte estaba desocupada.   Desde hacía cinco años trabajada de corrido y literalmente no había tenido ni un solo segundo de descanso, pero ese día era distinto: Desde el mediodía y hasta dos minutos pasados de la media noche del día siguiente la muerte no tendría nada por hacer.   Apenas se insinuaba el día y ya la muerte comenzaba a sentir una molesta comezón en sus enjutas carnes, era tanto que hasta le rascaba el esqueleto. «¡Esta vaina es insoportable!». —Pensaba la muerte.   Eso de vagar por ahí dando vueltas como si fuera una vagabunda no le apetecía para nada, pero qué podía hacer, ella era solo una soldada siguiendo órdenes siempre.   Salió a observar a la gente que pasaba por la avenida Primera de Riohacha, capital de la Guajira colombiana, su ciudad predilecta en esos días. La muerte puso boca de morro y miró a José Valencia, un comerciante de cuarenta y dos años que empujaba una carreta llena de
  Maldita mala suerte Meylin Rivero Chang ( Isabella Bosch)   Alicia Mi nombre es Alicia, tengo cuarenta años y estoy soltera, solterísima, y sin compromiso. Hoy he decidido comenzar a escribir la historia de mi vida. Bueno, en verdad, de una parte de mi vida, la más reciente, y también, la que más pone en evidencia esa maldita mala suerte que me persigue.   Menos mal que la adversa fortuna no se ceba, con su ahínco malintencionado, en todos los aspectos de mi vida, sino que ha clavado sus garras, solamente, en las relaciones amorosas, dejándome intactos los planos laborales, de familia y salud. ¡Oh sí, soy fatal en el amor! Tanto, que el hecho de ser una profesional, tener un buen trabajo, una salud a prueba de balas, un hijo maravilloso, mis padres vivos, y gozar de lo que todo el mundo define como una buena vida , no logra   satisfacerme por completo, ni me deja decir, así, a todo pulmón, que yo soy feliz .   Sé que puedo lucir como una grandísima malagradecida, como me di