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El Marinero

 

Seudónimo: Liricman

  El parque, el mismo adonde veníamos a mataperrear al salir del instituto, luce un ambiente más decente con los cuatro álamos y la ceiba centenaria, bicicletas, patines, balones de football.

─Mira mamá, ya se eleva ─ un niño vuela un papalote.

La mujer teje al crochet, como tu madre, como la mía cuando teníamos la edad de ese pequeño. Le inclino la cabeza y me sonríe. Me siento, el entorno canaliza los recuerdos.

Necesita restauración la estatua del prócer encargada a un artista sobrevalorado, que trajo las primeras nubes negras a tu incipiente carrera de líder comunitario... y aquella motocicleta que te vimos conducir. La novatada del año fue patrocinar la única edición del Premio Internacional de la Bodega del Barrio para congraciarte con una cantantucha de tangos y milongas.      

Más allá de historias y leyendas, nunca supimos por qué te llaman Marinero. Habrías sido pirata, porque de ladrón y mentiroso no eres segundo de nadie. Respetable funcionario, endiosado por crédulos, aduladores y odiado por las masas: la plebe, como decías en la intimidad de tu despacho entre amigotes y canchanchanes: los mosquitos, por aquella cualidad de chupasangres.

Debiste dedicarte a la pintura; tus aguadas de relativa calidad nos remitían a la obra del español Bartolomé Esteban Ventura, el maestro de los retratos infantiles; claro, para esta asociación ayudaba tu apellido, que no venía del maestro como pretendías hacernos creer. Era vox pópuli que tu apellido Ventura provenía de la Casa Cuna, único legado del abuelo paterno, a quien cantaban los muchachos del barrio a sus espaldas imitando la voz de Pedrito Rico: “Nunca se supo quien fue su mare”, todavía te estremeces si la ponen en la radio.  

De adolescente ya ostentabas un don de dirigente, aunque no aceptaste la presidencia de la Comisión Estudiantil te las arreglabas para que te designaran Responsable de los Recursos Materiales, estricto en la repartición pero siempre quedaba alguito para ti: la plusvalía escolar. Si algo elemental te daba tan buenos resultados: ¿Cuantos beneficios te podrían aportar los recursos de todo un país? Habías encontrado vocación, serías economista.

En la Universidad, tutelado por un joven profesor, organizaste la Alianza Juvenil del Partido Social Continuista, cantera de jóvenes aspirantes al PSC, invicto en el sillón presidencial por más de medio siglo. Alto coeficiente intelectual y poca ética era lo necesario para hacer un doctorado y avanzar en la política, siempre de la mano de Carlos Muro el profesor devenido Ministro de Economía y Finanzas del país, de quien habías ganado confianza y amistad.

Razón no le faltaba a tu mentor cuando expresaba con aquella voz forzada en medio del ahogo que le provocaba la gordura:

─Marinerito, por el mismo trillo vamos todos como corderos al pasto, o al matadero que algún día nos va a tocar ─ pero no dijo que los trillos tenían encrucijadas.

Carlos Muro, alias Murito más por su pobreza de espíritu que por falta de estatura, no es tan bajito y goza de un volumen que mucho le ha costado mantener, aunque medicinas y alimentos el partido le garantizaba suficientes.

Al frente de un programa destinado a mejorar la economía del país, mal asesorado y sin el apoyo requerido, el proyecto fracasó y provocó la inflación más grande de la historia. Tenía que rodar una cabeza y Carlos Muro ofreció la suya. Entregó el cargo y aceptó sacrificar algunos beneficios. Relegado a su mansión, administra la refinería más importante del país y recibe las ganancias de trescientas veintisiete habitaciones de un hotel cuatro estrellas registrado a nombre de un testaferro extranjero. No ha dejado de soñar con aquella cartera de ministro que podría recuperar si su alter ego consolida una posición destacada en el partido.

Marinero necesito un hombre de confianza y eres tú, ven urgente ─ dijo y fue lo último que accediste a compartirnos.

Del nombramiento supimos por los bombos y platillos de la prensa... “Un joven Doctor en Ciencias Económicas, orgullo local, es convocado a ocupar la dirección... bla, bla, bla...”

Se te abrió el cielo y no es metáfora: consulados, aeropuertos, aviones, viajes, compras, importaciones. Aumentaba la cuenta, la casa creció, el garage parecía concesionario. ¡Y el yate! Siempre es bueno tener un yate a nombre de un amigo, por si las moscas, digo yo... El Departamento de Logística Ministerial cubría el abastecimiento doméstico, para ocio y diversión tenías colaboradores de confianza. ¿Qué más necesitabas Marinero? ¿Una playa privada en el Caribe? Codicia, inconformidad, el Síndrome de Masicas.

Sólo debías efectuar la transacción de pago y verificar el embarque de las piezas revisadas y aprobadas por la comisión técnica que había viajado una semana antes.   

─Le tengo una propuesta, señor Ventura, la va a querer considerar ─ el proveedor limpió los espejuelos mirando al suelo mientras hablaba─  conversaremos en la noche. 

Aceptabas reuniones nocturnas con clientes y proveedores en el exterior; cenas, brindis, música, formaban parte del protocolo. Pero este casi era tu amigo, compartían tragos y chicas entre conversaciones más desinhibidas.

─Tenemos dos rotores que no cumplen los parámetros técnicos a cabalidad ─ soltó a quemarropa mientras vertía Don Pernigón en las copas─ Necesitamos recuperar esa inversión.

Pausa, un sorbo de champan, intuías por donde le iba a entrar el agua al coco:

─La empresa los remata al cuarenta por ciento de su precio, haces la transferencia, yo me encargo del desglose y del cambio de los rotores por dos de los cinco que ya están supervisados, nos quedaríamos con el treinta por ciento cada uno.

Otra pausa. La voz, un sonido apenas perceptible luchaba por salir:

─¿Por qué me haces esto? La oferta es tan peligrosa como tentadora. Podría perder el cargo, las comodidades, mi libertad.

“Podrías perder la vida” ─ pensó el otro. Era verdad, ahora sabías demasiado, podías subir al tren o caer bajo sus ruedas; o ponerte a resguardo en la embajada y denunciar aquel complot. 

─¿Qué durabilidad le pronostican a las piezas?

─Entre cinco y siete años.

─Hecho ─ respondió el demonio que te habita, mientras vaciabas la copa de champán.

¿Aceptaste Marinero? ¿Acaso no conoces el sistema?

─Su correo, director.

“...almuerzo... solicita su presencia... Traslado y seguridad a cargo... Presidente de la República...” ─ lo normal, las veladas del presidente para celebrar que algo salió bien. Ya estaban instalados los rotores y ese correo confirmaba que nada había que temer. Alivio, respiración profunda, inspirar tranquilidad después de varios meses, fuera incertidumbre, inseguridad, desasosiego, limpiar la conciencia y los pulmones.

El cansancio emerge cuando afloja la tensión, los párpados empiezan a pesar. Llamaste al chofer para ir a casa, necesitabas comer algo, un baño tibio y dormir catorce horas de un tirón. La seguridad de la casa había cambiado, pero eso no es problema tuyo, la agencia contratada es muy confiable.

Como siempre, te has levantado muy temprano, gimnasia matutina, un aseo y después desayunar. Retocar barba y cabello con tu estilista personal, elegir traje, no todos los días te recibe un mandatario, aunque para ti esta deferencia es recurrente.  

La guardia personal del presidente llegó a las once menos cuarto, no había nada extraño, subiste al tercer carro y perdiste el contacto con el mundo, conoces cuan complejos son los protocolos de seguridad presidenciales.

El almuerzo transcurrió ni fu ni fa, en el mismo salón, la misma gente: el presidente, tan malagradecido que no engorda, porque la alta cocina no le falta; La Ministra de Cultura y Turismo, la mujer más adinerada del país, conocida popularmente como El hisopo insomne por alguna torpeza expresada ante los medios; El recién nombrado Ministro de Economía y Finanzas, el más hipócrita de todos, dijo una vez en conferencia que subsidiar materiales de construcción y vender comida barata a los ancianos son gratuidades indebidas que hay que eliminar. Estaban todos, la cúpula republicana posmoderna en pleno. Nunca te habías detenido a observar esta jauría, hoy has superado la extraña timidez que te asaltaba en las visitas anteriores, te sientes libre, eres uno de ellos.

El café después del postre, pequeña sobremesa antes de abordar el tema convocado y de pronto un resorte activa las alarmas... ¡Cabeza de puerco, Marinero! No está Cabeza de puerco. ¿Como no te diste cuenta? Ese barrigón no se pierde una comida.

Aquí se le pone un mote a todo el que se atraviesa en el camino y a Gonzalo Martorell, el Ministro de Gobierno, el pueblo lo tiene más que atravesado. Este personaje es quien mueve los hilos del país, inescrupuloso, déspota, no pierde oportunidad para humillar al presidente, revocar cualquier mandato e imponer su voluntad.     

Esta ausencia no es casual, Cabeza de Puerco dirige el operativo, Martorell viene por ti, te engañaron como a un niño. Sabían que no podían darte una señal, sabían que tu barco era un señuelo para desviar la atención de tus captores, a pesar de tu mediana juventud eres el funcionario más inteligente del gobierno y tenías otra vía de escape que no pudieron detectar.

Estaba claro el cambio de guardia en tu casa, no pertenecen a la agencia, son seis soldados de las Fuerzas Especiales, ya te rodean y te esposan bajo la mirada inquisidora del Ministro Martorell que acaba de irrumpir en el salón.

Es difícil ser el centro de atención en estas condiciones, esposado de pies y manos, sentado en medio del salón con los seis mastodontes a la espalda. Cabeza de Puerco preside la reunión; minimizado como un cero a su izquierda, el presidente. A la derecha el Ministro de Economía; acomodada en un rincón, El Hisopo insomne hace de testigo sordomudo. Suficiente, no es mucho lo que tienen que decir:

─Ventura, Ventura, Ventura... ¿Nos lo cuentas tú o te lo explico yo?

─¿Contar qué? No sé de qué va todo este circo.

─Claro, no sabes todavía que de los cinco rotores uno estaba descompensado y otro se partió a las seis horas de haber sido montado. No sabes que en respuesta al reclamo, el informe del proveedor nos prueba que nada más compraste tres, que son los tres que están en buen estado. ─Experto malversador sale estafado, ironía, la investigación arrojó que los dos rotores defectuosos no estuvieron nunca en venta porque la orientación fue destruirlos; tu cómplice escapó con el dinero, la Interpol lo capturó.─  Y a ti Marinerito de charca, te esperan treinta años de prisión.  

Ahora hay mucha presión política, nada está perdido, con varias declaraciones que cierta prensa va a querer podrás revertir la situación, sembrar una duda favorable; arroja algunos peces a la sopa, le sabes cositas a todos estos camajanes. Por suerte o por desgracia, así funciona la justicia en este plagio de país. No todos los pícaros son tontos, Marinero.  

─¡José Julián nos vamos! ¡Recoge el papalote! ¡Va a llover! ─ los gritos me hacen reaccionar, mejor voy a mi casa y pongo una película.

Comentarios

  1. Ha sido un gusto leerte hermano, espero este sea el inicio de una larga afluencia de escritos, que nos permitan reconocernos en este continente de todas las sangres como la esperanza de nuestro mañana.

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  2. Me ha gustado mucho. La caracterización del Marinero y el desarrollo de la trama están muy bien logrados. Gracias.

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  3. Bello cuento, me gustó leerte. Gracias por publicar. Espero leer más cosas tuyas

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  4. Excelente hermano, me gusto

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  5. Ha sido un gusto leerte
    Gracias por compartirlo.

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  6. Ha sido estupendo leerte

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  7. Gracias por esta bella historia. La disfrute mucho

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  8. Felicitaciones vas por buen camino. Que digan más historias

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  9. Disfrute leer el Marinero
    Muy buena historia. Me hubiera gustado leer más. Espero próxima lectura

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  10. Buena historia. Gracias.

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  11. Excelente, muy bueno!!!

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  12. Excelente texto. Me atrapó la estructura en Caja China, el juego con los puntos de vista y los conceptos manipulados, muy acordes a la realidad imperante en muchos países del continente; el lenguaje también me parece muy acertado.

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  13. Me sorprendió tu cuento, primero porque siempre fuiste decidiste, segundo porque ese estreno tuyo ha sido muy bueno. Es bueno tener sorpresas así.

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  14. Excelente, una exquisita ficción basada en la realidad que experimentamos

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  15. Bueno de verdad muy bueno hay que leerlo con tiempo,dos o tres tiempos, hasta que la realidad te haga pensar.gracias.

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