El Marinero
Seudónimo: Liricman
─Mira mamá, ya se eleva ─ un niño
vuela un papalote.
La mujer teje al crochet, como tu
madre, como la mía cuando teníamos la edad de ese pequeño. Le inclino la cabeza
y me sonríe. Me siento, el entorno canaliza los recuerdos.
Necesita restauración la estatua del
prócer encargada a un artista sobrevalorado, que trajo las primeras nubes
negras a tu incipiente carrera de líder comunitario... y aquella motocicleta
que te vimos conducir. La novatada del año fue patrocinar la única edición del Premio
Internacional de la Bodega del Barrio para congraciarte con una cantantucha
de tangos y milongas.
Más allá de historias y leyendas, nunca supimos por qué te llaman Marinero. Habrías sido pirata, porque de
ladrón y mentiroso no eres segundo de nadie. Respetable funcionario, endiosado
por crédulos, aduladores y odiado por las masas: la plebe, como decías
en la intimidad de tu despacho entre amigotes y canchanchanes: los mosquitos,
por aquella cualidad de chupasangres.
Debiste dedicarte a la pintura; tus
aguadas de relativa calidad nos remitían a la obra del español Bartolomé
Esteban Ventura, el maestro de los retratos infantiles; claro, para esta asociación ayudaba tu apellido, que no venía del maestro como
pretendías hacernos creer. Era vox pópuli que tu apellido Ventura provenía de la Casa Cuna, único legado del abuelo
paterno, a quien cantaban los muchachos
del barrio a sus espaldas imitando la voz de Pedrito Rico: “Nunca se supo quien fue su mare”, todavía te
estremeces si la ponen en la radio.
De adolescente ya ostentabas un don de
dirigente, aunque no aceptaste la presidencia de la Comisión Estudiantil te las
arreglabas para que te designaran Responsable de los Recursos Materiales,
estricto en la repartición pero siempre quedaba alguito para ti: la
plusvalía escolar. Si algo elemental te daba tan buenos resultados: ¿Cuantos
beneficios te podrían aportar los recursos de todo un país? Habías encontrado
vocación, serías economista.
En la Universidad, tutelado por un
joven profesor, organizaste la Alianza Juvenil del Partido Social Continuista,
cantera de jóvenes aspirantes al PSC, invicto en el sillón presidencial por más
de medio siglo. Alto coeficiente intelectual y poca ética era lo necesario para
hacer un doctorado y avanzar en la política, siempre de la mano de Carlos Muro
el profesor devenido Ministro de Economía y Finanzas del país, de quien habías
ganado confianza y amistad.
Razón no le faltaba a tu mentor cuando expresaba con aquella
voz forzada en medio del ahogo que le provocaba la gordura:
─Marinerito, por el mismo trillo vamos
todos como corderos al pasto, o al matadero que algún día nos va a tocar ─ pero
no dijo que los trillos tenían encrucijadas.
Carlos Muro, alias Murito más por su
pobreza de espíritu que por falta de estatura, no es tan bajito y goza de un
volumen que mucho le ha costado mantener, aunque medicinas y alimentos el
partido le garantizaba suficientes.
Al frente de un programa destinado a
mejorar la economía del país, mal asesorado y sin el apoyo requerido, el
proyecto fracasó y provocó la inflación más grande de la historia. Tenía que
rodar una cabeza y Carlos Muro ofreció la suya. Entregó el cargo y aceptó
sacrificar algunos beneficios. Relegado a su mansión, administra la refinería
más importante del país y recibe las ganancias de trescientas veintisiete
habitaciones de un hotel cuatro estrellas registrado a nombre de un testaferro
extranjero. No ha dejado de soñar con aquella cartera de ministro que podría recuperar si
su alter ego consolida una posición destacada en el partido.
─Marinero necesito un hombre de confianza y eres tú, ven urgente ─ dijo y fue lo último que accediste a
compartirnos.
Del nombramiento supimos por los
bombos y platillos de la prensa... “Un joven Doctor en Ciencias Económicas,
orgullo local, es convocado a ocupar la dirección... bla, bla, bla...”
Se te abrió el cielo y no es metáfora:
consulados, aeropuertos, aviones, viajes, compras, importaciones. Aumentaba la
cuenta, la casa creció, el garage parecía concesionario. ¡Y el yate! Siempre es bueno
tener un yate a nombre de un amigo, por si las moscas, digo yo... El
Departamento de Logística Ministerial cubría el abastecimiento doméstico, para
ocio y diversión tenías colaboradores de confianza. ¿Qué más necesitabas Marinero?
¿Una playa privada en el Caribe? Codicia, inconformidad, el Síndrome de
Masicas.
Sólo debías efectuar la transacción de
pago y verificar el embarque de las piezas revisadas y aprobadas por la
comisión técnica que había viajado una semana antes.
─Le tengo una propuesta, señor
Ventura, la va a querer considerar ─ el proveedor limpió los espejuelos mirando
al suelo mientras hablaba─ conversaremos
en la noche.
Aceptabas reuniones nocturnas con
clientes y proveedores en el exterior; cenas, brindis, música, formaban parte
del protocolo. Pero este casi era tu amigo, compartían tragos y chicas entre
conversaciones más desinhibidas.
─Tenemos dos rotores que no cumplen
los parámetros técnicos a cabalidad ─ soltó a quemarropa mientras vertía Don Pernigón
en las copas─ Necesitamos recuperar esa inversión.
Pausa, un sorbo de champan, intuías por
donde le iba a entrar el agua al coco:
─La empresa los remata al cuarenta por
ciento de su precio, haces la transferencia, yo me encargo del desglose y del
cambio de los rotores por dos de los cinco que ya están supervisados, nos
quedaríamos con el treinta por ciento cada uno.
Otra pausa. La voz, un sonido apenas
perceptible luchaba por salir:
─¿Por qué me haces esto? La oferta es
tan peligrosa como tentadora. Podría perder el cargo, las comodidades, mi
libertad.
“Podrías perder la vida” ─ pensó el
otro. Era verdad, ahora sabías demasiado, podías subir al tren o caer bajo sus
ruedas; o ponerte a resguardo en la embajada y denunciar aquel complot.
─¿Qué durabilidad le pronostican a las
piezas?
─Entre cinco y siete años.
─Hecho ─ respondió el demonio que te
habita, mientras vaciabas la copa de champán.
¿Aceptaste Marinero? ¿Acaso no conoces
el sistema?
─Su correo, director.
“...almuerzo... solicita su
presencia... Traslado y seguridad a cargo... Presidente de la República...” ─ lo
normal, las veladas del presidente para celebrar que algo salió bien. Ya
estaban instalados los rotores y ese correo confirmaba que nada había que
temer. Alivio, respiración profunda, inspirar tranquilidad después de varios
meses, fuera incertidumbre, inseguridad, desasosiego, limpiar la conciencia y
los pulmones.
El cansancio emerge cuando afloja
la tensión, los
párpados empiezan a pesar. Llamaste al chofer para ir a casa, necesitabas comer
algo, un baño tibio y dormir catorce horas de un tirón. La seguridad de la casa
había cambiado, pero eso no es problema tuyo, la agencia contratada es muy
confiable.
Como siempre, te has levantado muy
temprano, gimnasia matutina, un aseo y después desayunar. Retocar barba y
cabello con tu estilista personal, elegir traje, no todos los días te recibe un
mandatario, aunque para ti esta deferencia es recurrente.
La guardia personal del presidente
llegó a las once menos cuarto, no había nada extraño, subiste al tercer carro y
perdiste el contacto con el mundo, conoces cuan complejos son los protocolos de
seguridad presidenciales.
El almuerzo transcurrió ni fu ni fa,
en el mismo salón, la misma gente: el presidente, tan malagradecido que no
engorda, porque la alta cocina no le falta; La Ministra de Cultura y Turismo,
la mujer más adinerada del país, conocida popularmente como El hisopo
insomne por alguna torpeza expresada ante los medios; El recién
nombrado Ministro de Economía y Finanzas, el más hipócrita de todos, dijo una
vez en conferencia que subsidiar materiales de construcción y vender comida
barata a los ancianos son gratuidades indebidas que hay que eliminar.
Estaban todos, la cúpula republicana posmoderna en pleno. Nunca te habías
detenido a observar esta jauría, hoy has superado la extraña timidez que te
asaltaba en las visitas anteriores, te sientes libre, eres uno de ellos.
El café después del postre, pequeña
sobremesa antes de abordar el tema convocado y de pronto un resorte activa las
alarmas... ¡Cabeza de puerco, Marinero! No está Cabeza de puerco. ¿Como no te
diste cuenta? Ese barrigón no se pierde una comida.
Aquí se le pone un mote a todo el que
se atraviesa en el camino y a Gonzalo Martorell, el Ministro de Gobierno, el
pueblo lo tiene más que atravesado. Este personaje es quien mueve los hilos del
país, inescrupuloso, déspota, no pierde oportunidad para humillar al
presidente, revocar cualquier mandato e imponer su voluntad.
Esta ausencia no es casual, Cabeza de
Puerco dirige el operativo, Martorell viene por ti, te engañaron como a un
niño. Sabían que no podían darte una señal, sabían que tu barco era un señuelo
para desviar la atención de tus captores, a pesar de tu mediana juventud eres
el funcionario más inteligente del gobierno y tenías otra vía de escape que no
pudieron detectar.
Estaba claro el cambio de guardia en
tu casa, no pertenecen a la agencia, son seis soldados de las Fuerzas
Especiales, ya te rodean y te esposan bajo la mirada inquisidora del Ministro
Martorell que acaba de irrumpir en el salón.
Es difícil ser el centro de atención
en estas condiciones, esposado de pies y manos, sentado en medio del salón con
los seis mastodontes a la espalda. Cabeza de Puerco preside la reunión;
minimizado como un cero a su izquierda, el presidente. A la derecha el Ministro
de Economía; acomodada en un rincón, El Hisopo insomne hace de testigo
sordomudo. Suficiente, no es mucho lo que tienen que decir:
─Ventura, Ventura, Ventura... ¿Nos lo
cuentas tú o te lo explico yo?
─¿Contar qué? No sé de qué va todo
este circo.
─Claro, no sabes todavía que de los
cinco rotores uno estaba descompensado y otro se partió a las seis horas de
haber sido montado. No sabes que en respuesta al reclamo, el informe del
proveedor nos prueba que nada más compraste tres, que son los tres que están en
buen estado. ─Experto malversador sale estafado, ironía, la investigación
arrojó que los dos rotores defectuosos no estuvieron nunca en venta porque la
orientación fue destruirlos; tu cómplice escapó con el dinero, la Interpol lo
capturó.─ Y a ti Marinerito de charca,
te esperan treinta años de prisión.
Ahora hay mucha presión política, nada está perdido, con varias declaraciones que
cierta prensa va a querer podrás revertir la situación, sembrar una duda
favorable; arroja algunos peces a la sopa, le sabes cositas a todos estos
camajanes. Por suerte o por desgracia, así funciona la justicia en este plagio
de país. No todos los pícaros son tontos, Marinero.
─¡José Julián nos vamos! ¡Recoge el
papalote! ¡Va a llover! ─ los gritos me hacen reaccionar, mejor voy a mi casa y
pongo una película.
Ha sido un gusto leerte hermano, espero este sea el inicio de una larga afluencia de escritos, que nos permitan reconocernos en este continente de todas las sangres como la esperanza de nuestro mañana.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. La caracterización del Marinero y el desarrollo de la trama están muy bien logrados. Gracias.
ResponderEliminarBello cuento, me gustó leerte. Gracias por publicar. Espero leer más cosas tuyas
ResponderEliminarExcelente hermano, me gusto
ResponderEliminarHa sido un gusto leerte
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Ha sido estupendo leerte
ResponderEliminarGracias por esta bella historia. La disfrute mucho
ResponderEliminarFelicitaciones vas por buen camino. Que digan más historias
ResponderEliminarDisfrute leer el Marinero
ResponderEliminarMuy buena historia. Me hubiera gustado leer más. Espero próxima lectura
Buena historia. Gracias.
ResponderEliminarExcelente, muy bueno!!!
ResponderEliminarExcelente texto. Me atrapó la estructura en Caja China, el juego con los puntos de vista y los conceptos manipulados, muy acordes a la realidad imperante en muchos países del continente; el lenguaje también me parece muy acertado.
ResponderEliminarMuy agradecido.
EliminarMe sorprendió tu cuento, primero porque siempre fuiste decidiste, segundo porque ese estreno tuyo ha sido muy bueno. Es bueno tener sorpresas así.
ResponderEliminarExcelente, una exquisita ficción basada en la realidad que experimentamos
ResponderEliminarBueno de verdad muy bueno hay que leerlo con tiempo,dos o tres tiempos, hasta que la realidad te haga pensar.gracias.
ResponderEliminar