Por dejarme sola…
Jesús Romero
A las 10:30 de
la mañana mientras Claudia ayudaba a su madre Ester a lavar la ropa en las
orillas del rio Vaslú, que era un rio de poco caudal que cruzaba como a un kilómetro
de la casa principal; se escuchó en la radio pequeña que llevaba su madre, una noticia
que pondría a Ester de cabeza en un espectáculo de asombro y emoción. Ambas lavaban
la ropa con los manducos, que son pequeños palos hechos de corazón de madera
con el que se golpea la ropa y se despercude en el lavado. Usaban dicho
elemento pues no había lavadora en la finca como para darse ese lujo de lavar
automáticamente y por ello debían irse hasta el rio con una ponchera de ropa en
la cabeza, jabón y el respectivo manduco; aunque Ester llevaba también un
tabaco para la distracción mientras lavaba pues esa era la costumbre de la
mujer lavandera.
Resulta que mientras
Ester daba golpes a la ropa con el manduco contra las enormes piedras a las
orillas del rio y restregaba los jeans de su esposo Vladimir, Claudia ayudaba a
enjuagar la ropa y de inmediato la abría para que se secase bajo el inclemente
sol y con la fuerte brisa fresca que corre ahí. Pero ambas escuchaban atentas
la música que colocaban en una emisora local llamada: “El Torín” que ambientaba
al pueblo con buena música y daba reportes de última hora de los sucesos más
relevantes del pueblo y de los alrededores.
Aconteció que
en ese momento el locutor de turno detiene la música de bachata que estaba
sonando para dar un reporte de último minuto:
¡atención!
¡escuchen bien! Es la hora de la verdad… decía el locutor.
¡paren orejas!
¡pongan cuidado! Llego el momento de anunciar al ganador de la lotería: “La
única” – seguía diciendo el locutor
Cuando esto
pasó Ester dejo el manduco a un lado para prestar atención a lo que se
anunciaba en la radio y con los nervios de punta porque ella había hecho un número
de lotería el día anterior debido a que ese número lo había soñado y cuando se
levantó la mañana siguiente fue a la lotería con la esperanza de ganar porque
las deudas la tenían casi loca…
¡Por favor
presten atención! Voy a dar a conocer el numero ganador – decía el locutor.
Deja tanto
rodeo y habla rápido – decía Ester con la radio pequeña en la mano y cruzando
los dedos.
Y el numero
ganador es: jaja ¡qué emoción! Decía el locutor
Rápido, por
Dios, se me va a salir el corazón – decía Ester.
El número es
1022… ¡felicitaciones a los ganadores!
Cuando Ester
escuchó ese número y se dio cuenta que era el miso que ella había hecho, que
era el mismo que ella había soñado, dejó todo tirado y no tuvo en cuenta ni
siquiera a Claudia, sino que por el contrario gritó de alegría y emprendió la
carrera rumbo a su casa.
Claudia al
escuchar los gritos salió rápidamente a ver que le había pasado a su mamá ya
que ella se encontraba abriendo ropa cerca; pero mientras ella corría hacia su
madre; Ester corría hacia su casa a ver como hacia para recamar el monto que había
ganado como premio mayor.
Era tanta la
alegría, la emoción y la satisfacción de Ester por haber ganado ese dinero que
se le olvidó por completo su hija de 8 años y no se acordaba que su hija estaba
allí con ella, solo se dedicó a correr y a correr como loca. Claudia por su parte
grito en varias oportunidades a su madre y hasta corrió detrás de ella pues no sabía
absolutamente nada de lo que había pasado, y al no obtener ninguna respuesta de
su mamá, se detuvo a pensar y se dijo a sí misma:
─No puedo irme
también yo y dejar toda esta ropa aquí porque, o se la lleva la corriente del
rio o se la roban, mejor recojo todo y cuando llegue a casa me entero lo que le
pasó a mami...
─¡Ganamos,
ganamos, uy Dios mío que dicha! – eran lo que decía Ester al llegar a casa con
fuerte y alta voz.
¿Qué pasa
mujer? ¿Cuál es el escándalo? Cuidado te va a dar algo - Le decía Vladimir mientras
se bajaba de la hamaca donde estaba acostado reposando después de haber ido al
campo desde la madrugada a limpiar los cultivos de yuca y de maíz que tenía.
Ester le dijo:
hace dos días soñé con un número y decidí hacerlo en la lotería ayer para ver
si contaba con la suerte de ganar, y acabo de escuchar en la emisora que ese número
fue el ganador. ¡qué emoción tan grade!
Vladimir y su
esposa se abrazaron y gritando salieron a la plaza principal del pueblo para
reclamar el premio en la oficina de la lotería, y salieron con tanta prisa y
acelero que no tuvieron en cuenta la ropa que llevaban puesta ni el calzado ni
mucho menos la hija que dejaban sola a la orilla del rio Vaslú.
Al llegar al
centro del pueblo, en la plaza había gente tomando café, conversando, caminando
y contando historias debatiendo temas sobre política y educación, algunos
jugaban ajedrez y otros vendían ambulantes productos de consumo inmediato como
arepas de queso, jugos de fruta natural o algodones de azúcar. Cuando Vladimir
y Ester llegaron a la plaza, era tanto el desespero que no saludaron a nadie, a
pesar de que en la plaza había gente conocida; ellos solo se concentraron en la
oficina de lotería que se encontraba frente a la plaza central y diagonal a la
parroquia del pueblo.
Raúl, un viejo
amigo de Vladimir los vio llegar como desesperados y decidió acercarse a
saludar y a ver que les pasaba. Raúl se acercó y le dijo: amigo Vlacho (como le
decía por cariño y amistad) ¿Qué haces por aquí? ¿Por qué la prisa? Acuérdate
que “de la carrera no queda sino el cansancio”. Fue entonces cuando Vladimir lo
abrazo y le dijo: Amigo mío, mi mujer se ganó la lotería y no aguantamos la
felicidad así que te dejo, luego hablamos porque el premio nos está esperando.
Claudia recogía
la ropa y organizaba todo para el regreso a su casa, pero literalmente no sabia
como, pues eran muchas cosas para llevarlas ella sola, así que agarró en su
mano lo que pudo llevar pensando en regresar por todas las demás cosas mas
tarde. Ella se lavó la cara con agua del río y se lavó los pies y se puso sus
sandalias pues estaba descalza y salió para su casa con ganas de llorar por la
ausencia de su madre y mucho dolor por saber que la había ignorado por más que
ella la llamara, pero, la niña no aguanto más y soltó el llanto acompañado de
una queja y mucha nostalgia; su paso era
muy lento prácticamente no avanzaba nada, iba solita por ese camino
rodeado de árboles frutales de mango y guayaba, y por la fincas solo se veía el
ganado (vacas) pastando y los enormes cultivos de maíz y de arroz que habían a
uno y otro lado del camino.
Cuando estaba
como a 100 metros de su casa, dos perros salieron a recibirla con mucho agrado,
moviendo la cola de un lado al otro y saltando de alegría, ella se sonrió y
dijo: Esos perros tienen mas amor al verme llegar que mi propia madre que me
dejó y se fue como loca. Claudia dejó lo que traía en las manos en una mesa
vieja de árbol de campano que había afuera en el patio de la casa.
Era casi medio día
y la niña no aguantaba el hambre, por lo que empezó a ver en la cocina a ver si
encontraba algo pero no había nada preparado, solo había comida por preparar
pero nadie que la preparara, así que como pudo junto la leña pues no había estufa
en su casa y les tocaba con leña, además tampoco había servicio de gas natural así
que les tocaba con leña, no tenían otra opción y encendiendo bolsas plásticas intentaba
encender el fogón, pero nunca lo había hecho antes, así que no le estaba
funcionando mucho su estrategia y lo que salían no eran llamas de fuego, sino
mucho humo y humo que casi la asfixiaban y le cortaban la respiración.
Ella quería
comer plátanos cocidos y huevos fritos con una tajada de queso, era lo que le provocaba
con tanta hambre que tenía; pero el fogón de leña no quería arder en llamas y Claudia
entonces no se dio por vencida y a su corta edad logra prender al fin el fuego
y peló con un viejo cuchillo dos plátanos para ponerlos a cocinar y ahí los dejó
puestos en el fogón en el caldero con agua y un poquito de sal; hecho esto se fue
para su cuarto. Estaba tan cansada y triste porque llegó a su casa y no estaba
ni su mamá ni su papá, tenía dolor, indignación y tristeza y no sabía que hacer
porque el pueblo no estaba cerca, y la casa más cerca que tenía estaba lejos
también, así que se quedó profundamente dormida…
Pasada una hora
aproximadamente un campesino que pasaba por la casa vio las enormes llamas de
fuego y la columna de humo que había en la casa del señor Vladimir, se bajó del
caballo donde iba y entró en la casa, de la cual ya se había consumido la
cocina, sala y algunas habitaciones; las llamas consumían muy rápido pues la
casa tenía las paredes de madera y el techo de palmas de vino; este hombre entró
a una de las habitaciones y despertó a la niña y la sacó de ahí desesperadamente,
ella despertó y salió y cuando vio todo prácticamente consumido por el fuego,
empezó a llorar y a gritar: ¡mamá! ¡papá! Y solo lloraba sin consuelo alguno.
“El pájaro”
como vulgarmente era conocido ese agricultor sacó a la niña y la montó en su
caballo y dieron aviso a las fincas vecinas, y gente del sector llegaba con la
intensión de ayudar, pero ya era casi imposible controlar el fuego. Busquen a
Vladimir en el pueblo - dijo uno de los vecinos, porque yo lo vi ahora rato en
la plaza con Ester.
De manera que
un capataz de unas de las fincas aledañas se encargó de dar aviso a los padres
de Claudia, que no hacía otra más que llorar debajo de un árbol de mango
mientras veía como el fuego consumía lo que quedaba de la casa y como los
vecinos se solidarizaron ayudando con agua y arena, de esta forma trataban de
apagar el incendio. Como a la media hora venia corriendo Ester, dando gritos
llamando a Claudia... ¡Al fin se acordaba de la hija! El afán y la emoción por
el premio de lotería era tan grande que se le había olvidado su pequeña;
Vladimir estaba sin palabras, con un nudo bien grande en la garganta por lo que
estaba pasando.
La niña está bien
– dijo” el pájaro” (campesino y amigo de Vladimir)
Por fortuna llegué
a tiempo y pude despertarla antes que el fuego consumiera las habitaciones que
están del lateral izquierdo de la casa. Cuando la niña vio a sus padres, gritó
y corrió a su encuentro y lo mismo hicieron sus papas, gritaron y corrieron a
su encuentro, desconsolados.
¡Perdón hija mía!
Perdonameeee – era lo único que decía Ester con su hija echada en las piernas.
Yo tenía hambre y como pude prendí el fogón, tenía hambre mami perdóname – era
lo que decía Claudia; la verdad me dormí y cuando desperté todo se estaba
quemando, de no ser por el amigo de mi papá, me hubieran encontrado asada en
esa habitación.
Las perdidas
monetarias son muchas dijo Vladimir con los ojos aguados, no tenemos donde
dormir y prácticamente todo se perdió; mientras él hablaba con Ester sonrió y
dijo: lo mas importante es que mi pequeña esta bien y afortunadamente tenemos
dinero para suplir y reponer todo, afortunadamente el dinero del premio nos resulta
de mucha utilidad para comprar todo lo que se perdió y después de haber
comprado todo lo que perdimos, quedamos otra vez sin dinero, quedamos en la
inmunda, en quiebra otra vez ¡qué rabia!
Vladimir y
Ester se miraron fijamente e indignados y de repente: Jajaja jajaja – la pareja
soltó la risa después de tanto llorar, en quiebra otra vez jaja que ironía...
La niña en su
inocencia también soltó la risa y dijo: yo no sabía prender el fogón así que
cuando lo prendí, dejé eso puesto en el caldero y me dormí profundamente y no
sentía absolutamente nada jajaja, pero mami, con todo el respeto que usted se
merece, pero todo esto pasó por culpa suya ¡por dejarme sola!
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