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Mostrando entradas de febrero, 2022
La Virgen de los Mares   Juan J. Parera López       Nuestra Señora que libras a los que te invocan de muchos peligros, y a los navegantes los guardas en los viajes dilatados y peligrosos y los llevas a buen puerto. Venerando tu memoria, oh reina del cielo, imploramos tu protección … Fragmento de oración a la Virgen de Regla Después de descargar la mercancía: tabaco, azúcar, artículos de piel y toneles de ron, en el puerto de Matthew Town de la isla Gran Inagua de Las Bahamas, el esbelto velero La Aguja se desliza sobre las azules aguas del Canal de Bahamas rumbo a su puerto de origen en la Bahía de Nipe, al norte de la provincia de Oriente, Cuba. Como carga de regreso trae aperos agrícolas, utensilios  del hogar, armas de fuego y tejidos finos, fundamentalmente sedería procedente de la India, para las esposas de hacendados cubanos ricos. La Aguja es una goleta de dos mástiles y estrecha manga, con óptimas cualidades marineras que le permiten navegar veloz aun tra
La mancha en la pared   Seudónimo: Dorio       Mi madre está parada frente al fogón. Contempla los restos de comida que descienden por la pared blanca; los pedazos de vidrio sobre la meceta, entre la meceta y el fogón. Tiene los ojos enrojecidos y muerde un extremo del delantal azul. Papá está en el cuarto. Lo escucho maldecir por lo bajo abriendo y cerrando gavetas con violencia. Mi madre también lo escucha y no dice nada; no dijo nada cuando él lanzó el plato contra la pared; ni cuando la empujó con brusquedad y salió rumbo al cuarto como una fiera. Así dice ella cuando papá se pone de esa forma. Y me pega a su cuerpo metiendo mi cabeza debajo de su antebrazo, como hacen las gallinas con sus pollos. Eso también se lo e escuchado a mi madre, que las madres cuidan a los hijos como las gallinas a sus pollos. Mamá sabe que hace él por allá adentro, peleando bajito como un loco y tirando las cosas. Yo tambié lo se porque lo he visto por las noches esconderla con msiterio. Mi m
Las Oraciones por el Alma Autor(a): Anagke       Era junio y mi madre cantaba “Noche de paz”. Siempre fue una creyente empedernida, de las rezadoras, que tienen una oración para cada momento, y un versículo para cada oración. Mi madre era una buena mujer, de pelo rubio y ojos verdes. Tenía la piel tan sensible y fina que le comenzaron a salir manchas y arrugas por doquier antes de los treinta. No era estudiada aunque sabía leer y escribir, pero lo hacía tan mal que era mejor que no lo hiciera. Ella había venido desde Holguín y nunca se pudo desprender del cantaíto. Pero yo recibía un golpe si soltaba algún gallo en una oración llana. Mi padre era de golpes y de orgullo. Según él, como todo buen militar debía ser. Ella me llevó de la mano a la iglesia, él al colegio. Él sí no sabía ni leer ni escribir, pero tenía una puntería y una sangre fría únicas. Se lo habían encontrado comiéndose los huevos de una gallina en una finca monte adentro de uno de los pueblecitos cerca d