Estado de pánico Seudónimo: Esperanza Veloz como el viento caminábamos, buscando la salida del Hospital "Salvador Allendeˮ, quedé detrás, evitaba chocar con las voces descontroladas que gritaban -Pinja… Pinja-; he irrumpían golpeando mi tímpano como una campana en reverberación. En corte directo, el oído aludido respondió al mandato de la voz aguda e imponente de mi amiga - apúrate y cierra las piernas, que las Pinjas están por todas partes-. De inmediato los ojos en aviso intentaron ubicar el agresor, - juro que no solo las piernas se tensaron_, rápidamente mi mano cubrió la boca como una señal; con un audaz movimiento ocular descubrí los oídos desprovistos de cualquier protección; pero sentía que no eran los únicos que la necesitaban, y francamente solo atinaba a correr. En la guagua, mi amiga seguía parloteando, estaba indignada; la miré y me quedé impávida, trataba de entender porque a su alrededor volaban Pinjas de todo color mientras ella seguía hablando. &
En un momento no determinado de nuestras existencias emigramos y dejamos atrás nuestros más preciados tesoros: familias, amigos, libros y hasta alguna que otra tumba. Lo que creíamos como algo intangible, sobrenatural, desaparece mientras la nave sobrevuela. Ya no volveremos a ser de un solo lugar, para ser de muchos lugares a la vez. Perdemos nuestra memoria colectiva, para sobrevivir únicamente de nuestras personales memorias. Las Memorias del Hombre Nuevo: la mayor mentira del mundo.