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Mostrando entradas de marzo, 2022
  Bunker     Félix José Rosales Antúnez     He vendido helados por todos los suburbios: barriadas con pasajes, ciudadelas, cuarterías, recovecos, casas solitarias entre basureros, viviendas dentro de tanques, manzanas misteriosas con muchos pasadizos secretos. Un día antes de mi oración de fe me fui deslizando con mi carrito por una pendiente, de pronto sentí un olor a mar abierto por encima de los olores albañales característico de estas riveras de cañada oscura pensé que me había extraviado porque en una cuarta de tierra no tenía noción de los puntos cardinales; pregunté a un niño que me parecía algo extraño por su alegría contagiosa y su mirada inteligente ─¿Hacia dónde queda el zoo? Se rió y me dijo ─puro brinque la calle y siga. Sabía que estaba perdido pero no podía creerle y tome el rumbo opuesto. Subiendo la pendiente de un elevado; centrado en el esfuerzo de empujar con mis piernas ya viejas la pendiente,   cuál fue mi sorpresa al ver la mar esplendida con su ver
  PATRULLA 598   (Seudónimo: NEPTUNO)   ─Berto, Alicia llamó para decirnos que Rodolfo falleció anoche y el entierro es a las diez de la mañana. ─ dice mi esposa cuando me trae el café a la cama. ─Que en paz descanse, el pobre, bastante que sufrió, Hay que admitir que fue un buen vecino, tenemos que cumplir con su familia. En la funeraria, después de ofrecer el pésame a los familiares, se acerca Arturo, mi primo y me dice al oído: Berto, mira aquel loco que está haciendo musarañas, como se parece a ti, y para colmo trae un pullover igual al tuyo. ─Ah, déjate de jodedera, es verdad que anda con un pullover idéntico al mío, pero hasta ahí, y discúlpame, voy por flores. Regreso enseguida. Ordeno hacer una corona, pero cuando voy a pagar quedo sorprendido al percatarme que había olvidado la billetera en la casa. Regreso a la capilla y le cuento lo sucedido a Raquel, quien me entrega un billete de cien pesos. En el trayecto oí decir que al loco lo habían echado de la funeraria porque empezó
  SENTIDO COMÚN   Yolanda Felicita Rodríguez Toledo   No sé qué tanto miran esos dos; lo que tienen que hacer es darme el permiso. El artefacto era de mi abuelo, antes de que yo naciera lo guardó en el varaentierra. Lo único malo sería el hidrógeno, pero bueno no puedo empezar a plantearme problemas tan pronto. He leído en algunos libros de química que se puede obtener hidrógeno utilizando ácido clorhídrico y limallas de zinc. La otra vez que vine fue lo mismo, planillas, papeles y preguntas de doble sentido: “Dice usted que su abuelo es el propietario legal. Y qué tiempo hace que usted lo tiene. Ha pensado en los riesgos. Una vez que sea aprobada su solicitud qué piensa hacer. Cuál es la finalidad que persigue. Usted cree que su proyecto será beneficioso para la sociedad. Tiene usted algún pariente ruso; algún amigo. De dónde sacará los recursos para los suministros”. La cara del tipo no me gustó, tenía una sonrisita burlona y una rascadera de cabeza como si no me estuviera to
La canción más bonita del mundo Carolina Saba Moltó (Cuba) 13 años     Él se la pasaba escribiendo poemas de amor en su habitación, sin remitente o destinatario. Quizás era la inspiración que lo ataba para no soltarlo, quizás eran profundos deseos que impregnaba la tinta en el papel. Ella era amante de componer melodías vacías, melodías que lloraban y gritaban al compás de un triste violín, como una sonata ciega que buscaba los ojos para ver y el relleno para su corazón. Aquella tarde, ella salía de su casa con su instrumento en brazos, cargándolo como una madre a su hijo para que no se mojara con la lluvia. Y sin propósito alguno se paró en medio de una acera y comenzó a tocar, el violín lloraba, ella también, mientras, a dos metros del espectáculo, se encontraba él, se acercó, y comenzó a ponerle letras a su llanto. Pasaron horas de esa manera, en perfecta armonía. Ninguno paró hasta que se esfumó la lluvia y un arcoíris sonreía en el cielo. Se miraron, pareció una eternidad. Y enton
La otra orilla Seudónimo: Cilia   Tres mujeres, una meta común: alcanzar el sueño americano. No eran amigas, solo conocidas del campamento de refugiados El Paso. Sin equipaje, sin pasado, la identificación en un nylon cosido al ajustador. A Rosita, apenas una niña, su padre la había cambiado por dos sacos de maíz y unas botellas de tequila, al hombre de espuelas plateadas y sombrero de vaquero. Él ganó la puja entre varios que soñaban con desflorar la inocencia de sus años. Aún los negros ojos y el cuerpo infantil no comprendían el porqué del llanto silencioso y a escondidas de la madre. Esa tarde el padre llegó borracho. Había cerrado un buen negocio así que la arrastró hacia afuera tirándola en brazos del desconocido, quién, la lanzó en el campito cercano, gozándola hasta el cansancio a pesar de sus gritos. Luego, desecha, la subió a la grupa del caballo alejándose del lugar. Al llegar Al Paso, el vaquero, cansado de los llantos doloridos de la pequeña, se la vendió al co
El contrato   Doá   Tiemblan sus manos. Arrugadas, como el tiempo. Un pincel se le desborda entre los dedos, con tinta negra, tan negra como el petróleo. El olor de la tinta espesa huele a hierro fuerte, putrefacto. Marea a la pobre anciana de los brazos de gelatina. Se le caen los ojos como pesadas puertas de metal, impenetrables. La tristeza se le resbala en agua escurridiza, que se mezcla con la tinta espesa, y como vinagre y aceite, se repelen. La tinta y la lágrima no se llevan, o por el contrario, entonan su danza agridulce. El papel tenso espera su destino, en una quietud absoluta, encima del escritorio de madera destruido por roedores. Pobre anciana. Su tembladera parece un baile descompuesto, movido por las últimas fuerzas de la vida. Una presión de dedos se esparce por toda la curvatura de su espalda , hasta llegar a sus orejas, a sus oídos. El profundo ronquido de la sombra le susurra amablemente que el tiempo no tiene prisa, pero ella sí. Mucha prisa. La sombra to
Muñeca de trapo   Siliw”     ─¡Madre, devuélveme mi muñeca! ─¡Mira, como llora Bomboncita! Pásame una gasa, voy a limpiarla, pobrecita. ─¡Pero, mamá…! Siempre fue una situación invariable: lidiar por el cariño de su madre. Mirtha recordaba poco a su papá, murió cuando tenía cuatro años. Pasados cinco meses nació Paolo, su hermanito. Cambió toda su existencia. No concebía que ese pequeño pedacito de carne rosada le quitara el cariño de su madre, que hasta ese momento era sólo para ella. Para contentarla, su madre le obsequió una preciosa muñeca de trapo. Se llamará Bomboncita , Mirtha sentenció con decisión y fue la compañera de sus juegos: conversaban, comían, dormían… era todo su existir, al punto que la madre y el hermano quedaron a un lado. Tienes muchísima imaginación, sueñas mucho, mi querida hija. No mami, solamente trato de pasarla bien con Bomboncita . Pronto fue a estudiar y en su mochila iba siempre la muñeca. Años más tarde, la madre le regaló a Paolo una
  Yo sigo siendo aquel   aguilarjlr   «Supongo que Dios tiene un plan para todos nosotros… Dios es un niño con una granja de hormigas, señorita. No está planeando nada» John Constantine , en Constantine .   «El que tiene un vicio, o se mea en la puerta o se mea en el quicio» Refrán español.     Se las daba de culto y de docto por chapurrear algunos latinajos y escuchar La Traviata en las noches de lluvia. Sí, él era de esos que ocultan bajo su sotana un deseo inmenso de ser otro, porque en su tiempo no lo había podido ser. Por eso, en las tardes de domingo, después de misa, se transformaba en Toña la Negra o en Rosita Fornés. Se escondía a escribir sus novelas picantonas, llenas de escenas tomadas de las múltiples confesiones que le hacían los travestis, proxenetas, delincuentes y prostitutas que asistían a su parroquia buscando quien los perdonara. Pero en silencio, a través de la magia de la literatura, ocupaba el espacio y el rol protagónico de cada cuento