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Trámite para un derrumbe


Austín Llerandi Pérez

 


 

Te lo deben, muchacho.

La imperfección se cumple rigurosa

Viaje aplazado Julio Cortázar

 

—Sería bonito, ¿no?

—Sí. Podríamos arreglar la casa, ¿no crees?

Y la casa se nos venía encima en un aletear de pestañas herrumbradas y viguetas sonrientes de óxido sobre nosotros en la cama, pidiéndonos que no la dejáramos morir, que cuando ganáramos el Cortázar, el Carpentier o cualquier otro premio importante y remunerado, no almorzáramos lezamianamente o nos atiborráramos de Fra Angélico o Dom Pérignon, sino que fuésemos raudos hacia nuestro proveedor de cemento más cercano y pactáramos la compra y posterior entrega llena de porteadores, they are the walrus cucucuchoo, cucucucuchoo, ellos son las ballenas que vienen y abrirán la posterior boca mecánica de algún vehículo y nos dejarán en el jardín en el que hace tiempo nuestra desidia no siembra nada, ni rosas, ni cilantro, ni claveles, nos dejarán la salvación materializada en un polvo gris que se endurece al mojarse y mezclado con otros tres elementos fragua una alquimia que permite a la casa un maquillaje alentador, y no más aquella grieta que desciende por la esquina, tan parecida a la raíz de todos los males posibles. La casa es un dragón que devorará a las doncellas vírgenes del premio en metálico de los concursos importantes, según se podrá apreciar.

Y así… no sé cuanto tiempo estuvimos en camino, y we can´t get no satisfaction, a medida que íbamos por la ciudad nuestro asombro ramificaba en el descubrimiento de la gravedad imposible, el apuntalamiento espejo del nuestro, ¿recuerdas?, aquella viga de madera oscura salvada de no sé que derrumbe en donde me bailabas desnuda y le puteabas a un imaginario miembro del Jurado, como si yo fuese aquel que dictaminara tu entrada al Parnaso o algo parecido, mientras sabías que el Premio estaba ganado por otra escriba-poetisa de senos tatuados y promesas efímeras, hasta el dictamen y el acta donde no estaría escrito “Dadas su originalidad, su ars amandi y su disposición para dejarse penetrar por cualquiero orificio corporal, se le otorga el Primer Premio a…”, y entonces el llanto, la renuncia, el más nunca participo en este concurso, el Jurado ni nos lee, no lo ves, solo sympathy for the devil y se acabó, el mejor efebo o la mejor meretriz vincit y ya, nosotros a enfrentarnos con la casa y las resquebrajaduras y las columnas que a cada empellón de mi sexo contra tu sexo amenazan con ceder, como si el sexo no fuera en realidad otra manera de construirse. La casa protesta ya, but casa, you can´t always get what you want, lo siento, tendrás que esperar a que algún Juez incorruptible lea estas palabras y salte y maldiga y grite en público: ya denle al que escribió esto el Primer Premio, dos Emmy, un Oscar, tres MTV, el Balón de Oro, la iglesia que quiera, el Premio Nobel de Literatura y un caballo último modelo, o tendrás que esperar, casa, a que ese mismo individuo, elevado a la categoría de Jurado Plenipotenciario, dé con alguno de nosotros, (casualmente), proveedores de fantasías eróticas y combustible erógeno, lo invitamos a un ménage à trois o algún comedido adulterio elevándolo, por dos o tres horas, a la categoría de Monstruo Sexual, Supremo Sacerdote de Vaginas o Anos y Provocador de Orgasmos y otras mil paparruchas que se enuncian en la cama cuando el amor no sirve para nada.

Pasaron dos meses y todos los esfuerzos parecían ser estériles, el Premio David vencido, aunque tú mandaras un poemario que, según opiniones especializadas, dos exnovios y una lesbiana siempre al acecho de la ruptura,  revolucionaría la Generación Cero, los Novísimos y nada, en la sala Rubén Martínez Villena no se escuchó tu nombre, ese nombre que yo repetía quizás diez noches sí y una no acaso, sin querer desplazarte por otra más talentosa que me permitiese reparar la casa y despojarla para siempre o hasta que pasara el tránsito oneroso de los hijos, de esas venas negras que le van saliendo contra la pared del Norte, donde nunca da el sol, y se le ha formado un callo de humedad a la casa, se va a morir y otro derrumbe entonces, otra cifra más en la lista de damnificados, otro nombre para asignar, otra estadística, otro número.

Casa, resiste. Ya casi. Estoy seguro de que pronto me llamarán… y entonces, la realidad supera a la ficción, el teléfono que suena y yo dándole de comer a la gata, ¿lo atiendes tú?, no puedo, me estoy afeitando, desde el baño tu voz navajoza y de pronto el auricular, sí, dígame, buenos días le informamos que debe Usted de asistir el día 26 de agosto, aniversario del natalicio de Julio Cortázar, a la premiación que tendrá efecto en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, 19 y E, Vedado, La Habana, Cuba, a las 4:00 p.m, y tú y yo nos reímos, como si tanta especificidad, día, evento, institución, calle, municipio, ciudad, país y hora fueran evadibles, como si esa presencia espacio-temporal que requieren los Dioses no fuera a ser cumplida a rajatabla y yo con mi camisa a cuadros azules y negros y tú con ese vestido que permite tu humanidad depilada y ver que no hay tela debajo recubriendo la gruta que permitiría el acceso al arreglo de la casa, la casa que no nos no verá expectantes y el guiño cómplice, la mordida de labios y el gesto de nervios que sigue porque ahora sí, alguien rompe el sobre y procede a la lectura del acta, tercera mención a “Rayuela y las cortinas de París”, de…, título evidente en exceso, al parecer de nosotros y el Jurado, que decreta una segunda mención a “Los laureles”, este se acerca a las posibilidades de no ser porque de nuevo el mismo, el año pasado, otra vez, que triste un buen relato malgastado en la espera y entonces tú y yo la primera mención y el gesto apocado, tanto elogio sin dinero y exaltación de la calidad sin remuneración, la casa que seguirá cayéndose y la artrosis de las vigas que la sostienen sin remedio posible, la casa así para siempre o hasta que se pueda, hasta que ante cualquier orgasmo de estos nos caiga encima sobre tus gritos o el clamor secreto de algún Premio que venga a ser lo mismo que el renacer de la casa y un portal amplio donde fundar una familia, sin el agobio de la reparación o la compra de esa alquimia a voces del cemento para darle forma y sustancia a los muslos de la casa, que nuestra imaginaria parentela espere hasta la culminación del ensayo donde aparentemente seducimos al Jurado que accede y entonces el cheque, el Banco y el vehículo en la acera, cualquier mañana de estas, para darle descanso a la casa, para el cierre del trámite y para que puedas gritar en paz y cabalgata, para que no se nos derrumbe la casa.

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