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El pornógrafo

 

El discípulo de "A"

 

 

Llegué tarde en la noche, estuve en un bar. Abrí mi apartamento, ubicado en el centro de la ciudad, y noté que estaba un poco mareado. Aun así pude percatarme de la presencia de un sobre pequeño en el suelo. Alguien lo había deslizado por el resquicio de la puerta. Al principio no le di importancia. Podía ser alguna factura o una oferta de trabajo. A veces algún empleador, queriendo mantener un perfil bajo, no usa teléfono y me envía los detalles de la siguiente grabación en un sobre. También adjunta unas pocas fotos. Encendí de la luz. Comprobé que el sobre tenía mi nombre escrito a mano con letras grandes. Era un DVD. En ese momento no tenía ningún reproductor instalado en la tv. Estaba cansado y los tragos me habían dejado en un letargo. Dejé el disco sobre el multimueble y me fui de cabeza a la cama.

Me llamo Lázaro Laforgue. Ese fue el nombre que elegí cuando me inicié en la industria y, por sonar mejor que el verdadero, sumado al uso diario, me acostumbré a él hasta tal punto que todos, yo incluido, me identifican de esa forma. Me levanté a eso de las nueve y me fui a trabajar. Pagué un taxi hasta la calle Garayalde, allí me estaban esperando para comenzar el rodaje. Entramos a una casa que clandestinamente alquilaban como hostal. Dentro ya había tres chicas, pude notar que una de ellas era extranjera. Sus rasgos finos, su piel demasiado blanca y su alta estatura le daban un aire mediterráneo.

Pablo Molinero, el director, me llamó aparte para fijar los detalles de la grabación. Teníamos la confianza que da haber trabajado varios años juntos. Amistad profesional. Lo curioso es que fuera del rodaje no conocía nada de su vida, solo que viajaba mucho. Tampoco es que importe.

“Hoy te toca grabar los segundos planos”, me explica. Siempre me ha llamado la atención su fuerte acento español. Lleva muchos años viviendo aquí y no ha podido deshacerse de él, quizás porque viaja mucho y no ha perdido el contacto con su país. “Los primeros planos y tomas principales las tomará el jabao, vamos a probar una cámara nueva que le traje”, añade.

La habitación está bien iluminada. Tiene una cama amplia y llena de adornos. Las cortinas a veces se mueven cuando el aire acondicionado sopla sobre ellas. En el monitor de la tv hay una foto de un cuadro, quizás un Picasso (¿Guernica?, no sé mucho de cuadros...) para darle un toque de glamour a la escena. Nos movemos hacia la sala, el rodaje comenzará ahí. Camino junto a Molinero y el jabao para ultimar detalles. Nos siguen las tres chicas. La extranjera todavía no ha dicho una palabra, las otras dos conversan. Parece que son amigas o ya se conocían.

Nos reunimos en torno al sofá donde se sientan las mujeres. Molinero conversa con ellas dándoles indicaciones. Antes de comenzar nos presentan y cambiamos algunas palabras. Estaba en lo cierto, la extranjera es italiana, se hace llamar Alessandra. Las otras dos son pareja, es la primera vez que las veo aunque Molinero ya las había empleado en otras ocasiones.

Tan solo en Estados Unidos la industria porno genera una ganancia neta de 14 millones de dólares. 60 millones en todo el mundo. Cualquier persona tiene acceso a infinidad de vídeos. En este país todavía no es un negocio bien establecido, aunque está dando sus primeros pasos dentro del cine porno profesional. Debido a que tenemos que grabar en secreto, nuestra capacidad para producir gran cantidad de vídeos todavía es mínima, y aun así un gran número de clientes se siente atraído por el exotismo de nuestras mujeres. Pablo Molinero es un director contratado por las principales industrias de los Estados Unidos, ha realizado vídeos para Pornhub, Xvideos y Brazzers. A su vez él nos contrata como equipo técnico, también a los actores.

Comenzamos a grabar en la sala. Las chicas conversan como tres buenas amigas hasta que una se insinúa y comienza a tocar a la otra. La extranjera finge sorpresa y amenaza con irse, pero la toman de la mano y la seducen. Se besan las tres y se desnudan. Molinero les va indicando, su voz saldría en la grabación final, por eso luego se graba otra pista aparte con las voces y los gemidos que se fusiona al vídeo en la postproducción. Recuerdo mi primera sesión como camarógrafo, hace algunos años. Tuve una incómoda erección. Luego me fui acostumbrando. Mis inicios fueron como actor, ahí adopté el seudónimo por el cual se me conoce. Luego de dos o tres vídeos me descartaron. Nunca me acostumbré a las cámaras perturbando mi intimidad y me costaba concentrarme. Pero me gustaba la industria y mediante un amigo pude continuar, pero en las cámaras.

De la sala nos movimos de nuevo a la habitación, donde debía terminar el vídeo del trío lésbico. Molinero me indica que realice una toma donde se vea el cuadro proyectado en el tv. Terminamos de grabar al mediodía. A la mañana siguiente tendría que reunirme otra vez con el director para colaborar en la producción definitiva.

Tomé un taxi de regreso a mi departamento. Hacía calor, por lo que luego de destapar una botella de cerveza me senté en el sofá. Prendí la tv y estuve viendo durante unos minutos un aburrido documental acerca de la filosofía de Byung Chul Han. Sobre el multimueble todavía estaba el DVD de la noche anterior. Lo había olvidado por completo. Sentí curiosidad por ver su contenido, así que fui hasta mi habitación a buscar mi viejo reproductor. Un artefacto pasado de moda rápidamente, pero que por suerte conservaba. Conecté los cables y lo enchufé al tv. El disco era completamente rojo, no tenía nada escrito que indicara su contenido. Mi curiosidad iba creciendo. Pude sentir cómo daba vueltas en el interior de la bandeja. La pantalla está en negro por completo. ¿Algún desperfecto técnico? ¿El disco en blanco? No. Luego de unos segundos empiezan a surgir las imágenes. Una habitación en penumbras, seguro es obra de algún aficionado que no sabe manejar la iluminación. Dos hombres y una mujer desnudos aparecen en primer plano. A pesar de la mala iluminación se pueden ver bien sus sexos: los miembros erectos de los hombres, de gran tamaño. De ella solo se aprecia una hendidura que comienza debajo del ombligo. Los tres llevan extrañas máscaras. Los hombres cubren su rostro con antifaces que les dan aspecto de toros con las bocas abiertas mostrando algunos dientes y unos pequeños cuernos en la cabeza. La mujer lleva una máscara que tiene dos grandes ojos como de mosca, pero debido a unas pequeñas mandíbulas que sobresalen se asemeja a un insecto extraño, quizás una mantis religiosa. No me cuesta deducir que se trata de un vídeo porno. Sadomasoquismo tal vez. ¿Algún novato quiere darse a conocer y me envió la grabación en busca de mi ayuda? Podría pensarse, no obstante, lo más lógico era que también colocara algo que sirviera de carta de presentación. Continué viendo el vídeo. Parecía bastante vulgar, o hasta el momento no ofrecía nada que no hubiera visto antes. Los dos hombres besan y manosean a la mujer. Uno comienza a penetrarla mientras el otro se masturba. Luego acerca su pinga hasta la boca de la mujer, que empieza a chupar y lamer.

En la siguiente escena los dos la penetran a la misma vez, uno por el culo y el otro por la vagina. Vuelve a verse la pantalla completamente negra. Creí que la película se había terminado y me dispuse a quitar el disco cuando de súbito la grabación se reanudó. Eran los mismos protagonistas, llevaban las mismas máscaras. La iluminación había mejorado. Ahora la chica estaba amarrada a la cama. Como había intuido, se trata de un episodio de bondage. Nunca he grabado algo por el estilo, lo mío es lo tradicional. Uno de los hombres comienza a golpearla con un látigo, el otro observa. La mujer grita, primero de placer, luego de dolor ya que los latigazos son cada vez más fuertes. Por uno de sus muslos corre un hilo de sangre. Todo su cuerpo está lleno de surcos sanguinolentos. Grita fuerte mientras uno de los hombres la sodomiza. Los dos cuerpos se llenan de sangre.

Se ve una mezcla viscosa de sangre y fluidos sexuales entrando por la vagina. La pinga queda así lubricada y ahora parece un órgano visceral. ¿Se les fue de las manos? Todo parece premeditado. Un vídeo con tanta violencia no podría circular libremente por Internet. ¿Dónde habrá sido grabado? Imposible saberlo. ¿Y por qué me lo envían a mí? El sobre tenía mi nombre. Acelero la velocidad de reproducción, no es algo que disfrute ver. Y, sin embargo, busco alguna señal que lo aclare todo. Algo me llama la atención. El hombre tiene un cuchillo en su mano. Ya esto se sale de control. Corta ligeramente en el seno de la mujer y lame el cuchillo, saborea la sangre. El otro hombre se acerca a lamer directamente en el seno, mientras se hace masturbar por la mujer. Acelero nuevamente la reproducción hasta que algo vuelve a llamar mi atención. El hombre, todavía con su antifaz, va deslizando el cuchillo sobre el cuello de la chica. Corta ligeramente y se oye otro grito, no de dolor, sino de desperación. El cuchillo juega sobre su cuello hasta que en una de esas oscilaciones corta profundamente en la garganta.

La mujer, bañada en sangre, lanza un aullido que pronto queda ahogado. Detengo el vídeo. Noto que estoy sudando. Me surgen dudas acerca de la veracidad de lo visto, podía ser un efecto digital, algún truco. Eso me tranquiliza, aunque todavía siento una extraña inquietud. No estoy acostumbrado a ver esas cosas. Doy play nuevamente al reproductor, tuve la idea de dejar de mirar, pero quería saber si el final escondía algo que me diera respuestas. Uno de los hombres toma una toalla y se limpia la sangre, también limpia con cuidado a la mujer, que aparenta estar muerta. La herida de su garganta se ve muy real cuando la toalla pasa sobre ella y quita algunos coágulos. Desata sus extremidades. Abre sus piernas y la penetra. La cámara está colocada de manera que permite ver la penetración en un primer plano. El otro hombre observa y se masturba, hasta que eyacula sobre la mujer. Me niego a llamarla muerta, hacerlo sería darle credibilidad a un asunto que no tiene pinta de serlo. La pantalla completamente negra y luego de unos segundos aparece la fecha: 20 de septiembre de 20..., 1 PM. Sentí escalofríos. La fecha, si era exacta, correspondía a tan solo dos meses atrás. Intenté olvidar el asunto durante el resto de la tarde. Hasta cierto punto lo conseguí, aunque un dejo de angustia quedaba en el fondo, un gusanillo impertinente que había penetrado en mi alma y que, sin saberlo, amenazaba con llenarla de huecos.

Al otro día desperté tarde. No dormí bien. Había tenido pesadillas llenas de sangre y fluidos sexuales. Medio adormecido contesté el teléfono, Pablo me llamaba para recriminar mi retraso, esperaba por mí para terminar con la producción del vídeo del día anterior. Rayaban las once de la mañana cuando llegué a su casa, se estaba quedando en un chalet en el reparto Peralta. Me recibió en la sala, donde tenía instalado un ordenador de gran tamaño. Ya tenía gran parte del producto terminado, pero necesitaba de mí para darle solución a algunos problemas relacionados con las tomas que hizo El Jabao con la cámara nueva. Me sorprendió la presencia de Alessandra en la cocina. Preparaba café. Parecía acabada de levantar y traía una camisa blanca de hombre. No sabía que estaba teniendo sexo con Molinero, aunque no me extrañó.

A pesar de que Pablo tiene cerca de sesenta años se mantiene en buena forma y aparenta menos edad. Lleva una barba, muy sensual, de tres días con algunas canas. Discutimos algunos aspectos relacionados con las tomas, la mejor manera de rellenar los espacios y la transición de una escena a otra. Quedamos conformes. Expresó su intención de enviarlo el mismo día a la plataforma de Xvideos. Antes de irme pasé al baño, al caminar contemplé algunos cuadros que colgaban en la pared. Entre ellos estaba una copia del mismo cuadro que había visto el día antes en el monitor de aquella habitación. Al lado colgaba otro que captó mi atención.

-Es El viejo guitarrista ciego, uno de mis cuadros preferidos de Picasso. Me señala Molinero, que se acerca a mí al notar que miraba la pintura. -Dicen que el original es un palimpsesto. Primero había una mujer desnuda. Claro, eso se sabe solo por estudios. La intención de Picasso era tapar esa pintura, por eso encima pintó al guitarrista.

Al final Molinero me obligó a un almuerzo con él y Alessandra. En algún momento se me ocurrió comentarle lo del vídeo. Era algo que, aunque consiguiera olvidar, al cabo volvía a inquietarme, a formularme preguntas. No me atreví de hecho a contarle, sobre todo porque no tenía ninguna confianza en Alessandra, así que desistí.

Regresé a mi departamento por la tarde. Se me ocurrió que podía buscar información en Internet acerca de vídeos parecidos, tal vez encontrara algo en algunas de las webs prohibidas. Para acceder tuve que abrir una pestaña de incógnito y conectarme desde una VPN segura. No podía creer que hubiera tal cantidad de grabaciones que circulaban en la web oscura. Violaciones, pedofilia, formas atroces de sadomasoquismo. Pasé horas mirando diferentes vídeos. Me sorprendió la gran demanda de estos por parte de un grupo amplio de usuarios, los cuales se escondían tras un nombre y una cuenta falsa. Quizás porque la pornografía obligue a esconderse, a exhibir ocultando, como la mujer desnuda del cuadro de Picasso.

Pasé horas delante de mi laptop, pero no encontré nada que se asemejara a la violencia de aquel vídeo. Tuve que recuperar el sosiego convenciéndome de que definitivamente era falso. Lo que nunca sabría es quien lo había enviado. Supuse que daría la cara con el tiempo.

Las siguientes tres semanas transcurrieron sin novedad. Con el dinero del último trabajo pude vivir con tranquilidad esos días, sin tener que realizar ninguna grabación de cumpleaños o fiestas de quince, que era lo que hacía normalmente cuando no me contrataban para grabar porno. Gané una buena plata trabajando con Pablo y pude darme algún que otro gusto, sobre todo con las mujeres. Pagué a varias prostitutas en ese tiempo, no me molesta tener que pagar, yo mejor que nadie comprendo que el sexo es un negocio. Días después Molinero me escribe un correo para fijar la próxima grabación. Será dentro de una semana.

Nunca he sido aficionado a la lectura, de hecho me pesa leer un libro, prefiero los audiovisuales. Por eso quedé sorprendido con algunas novelas que encontré de casualidad navegando por Internet. Leí algunas reseñas y sentí curiosidad. Nunca se es demasiado viejo para adquirir una nueva afición. Me interesé por las novelas del Marqués de Sade, estuve leyendo unas páginas salteadas de Las 120 jornadas de Sodoma, sus relatos eróticos eran explícitos y descritos tan minuciosamente que los podía imaginar como si los estuviera viendo. No la leí completa porque se me hacía un poco pesada. Sin embargo, La historia del ojo, de George Bataille, la completé en tan solo dos días, tras los cuales quedé un poco angustiado. Cuando se toca la fibra de la sensibilidad con la clara intención de dañarla queda sacudida una parte importante del alma. Me impactó una escena final donde Simone, luego de estrangular a un joven cura mientras tienen sexo, hace que le saquen un ojo al muerto, luego se lo introduce en la vagina, orina con el ojo dentro y solo así logra satisfacer su deseo.

 

Faltaban cuatro días para la siguiente grabación. Tuve que salir a comprar comida. Pasé toda la tarde de tienda en tienda porque casi todas estaban desabastecidas. Regresé con algunos bolsos en la mano, me costó cierto trabajo abrir la puerta. Casi piso sin querer el sobre que había sido deslizado por debajo. Otra vez la misma mierda, pensé mientras un resquemor me erizaba. El sobre, al igual que el anterior, estaba remitido a mi nombre, Lázaro Laforgue, pero fue otro el detalle que me impactó: entre paréntesis también habían escrito mi otro nombre, el auténtico, con el que me bautizaron mis padres y pocas personas conocen. O sea, quien me está enviando esto me conoce personalmente o me ha investigado y me da a entender que quiere que lo sepa. ¿Cuál será el siguiente paso, darse a conocer? Pues que lo haga y no siga con el juego.

Arrojé el sobre al cesto de la basura, adonde también había ido a parar el otro aquella noche. Seguí con mi rutina, tratando de olvidar el asunto, y me fui a dormir y comprendí que no podría conciliar el sueño, no sin revisar el sobre. Parecía ser otro DVD, pude sentirlo cuando lo palpé. Pero ¿por qué mi subconsciente quería ver semejante cosa y se negaba al descanso? Me levanté molesto y fui derecho al cesto, saqué el sobre nuevo, también el anterior y los guardé en una gaveta. Si eran las piezas de algún rompecabezas de algo me podrían servir.

La sala de mi casa está totalmente a oscuras, sólo brilla mi tv, que parpadea sobre mi cara, produciendo una intermitencia de luces entre mi cuerpo y el resto del lugar. La pantalla proyecta las imágenes perturbadoras que hasta hace poco me negaba a ver. Hubo un momento preciso, durante la reproducción, en que recordé una película de Kubrick, en la que un hombre era atado a un sillón y con unas extrañas pinzas que abrían sus párpados era obligado a ver escenas atroces. La recordé pues vi algo semejante.

Una niña, de unos nueve o diez años quizás, estaba atada de pies y manos a una pared, la cabeza fijada con correas y sus ojos abiertos: unos ganchos halaban hacia arriba los párpados para que no pudiera cerrarlos ante la escena que se desarrolla frente a ella. Al lado de la niña había un cuadro de mujeres desnudas, deformadas a propósito, que se bañaban en un lago o una playa. La pequeña es obligada a mirar a dos hombres que tienen sexo entre ellos. Ambos usan máscaras de toros, pero se puede notar en las arrugas que son mayores. Esta vez el vídeo termina rápido, sólo dos minutos de relaciones sadomasoquistas entre dos viejos homosexuales y una pobre niña obligada a mirar y ver. La pantalla queda en negro unos cuantos segundos hasta que aparece una fecha que intuyo es en la cual sería grabado: 23 de septiembre 20...; 2 PM.

En determinado momento palidecí al notar cierta morbosidad que erotizaba mi cuerpo. Imaginaba que solo una persona de mente enferma pagaría por ver algo así, pero yo no sería tan distinto de esa persona. No pude pegar un ojo en toda la noche. Esta vez se trataba de mis párpados: parecían sujetos con pinzas a mis pensamientos. A ellos se añadían temores que me rondaban como insectos. Podía imaginar sus élitros dejando un rastro de inmundicia.

 

Me resultaba extraño que en esta segunda ocasión ni siquiera dudé de la veracidad de lo visto. ¡Había leído y observado tantas cosas en mis investigaciones acerca de lo ilimitado de la perversión! El sexo, ya se sabe, está relacionado de forma inextricable con la muerte. La muerte seduce tanto como el sexo, la dominación y reducción del otro ser hasta un estado de enajenación cercano al desfallecimiento. El sexo en estado puro, donde el amor ni ningún otro sentimiento tiene cabida. La búsqueda del placer que desdeña la integridad del otro. La muerte fálica penetrando en la miseria del hombre. Suprimiendo los sentidos, ahogando a sus víctimas en un mar tormentoso de sangre y fluidos donde no queda otra opción que dejarse llevar hasta el fondo, en un precipitado descenso hacia el abismo.

Demasiados pensamientos y poco elástica la noche.

 

Casi un mes después de recibir el último DVD me llegó un correo electrónico, no daba muchos detalles y la dirección de la cual fue remitida esclarecía menos aún. Había una foto adjunta que provocó en mí un nuevo desazón. Una foto de cuando era actor, en esta me estoy masturbando sentado. Me sujeto la pinga y miro hacia un costado, en dirección a una persona que es el objeto de mi morbo, pero la cual no sale en la imagen. La fotografía había sido retocada, mostraba nuevos contrastes y los contornos más nítidos, las sombras eran más tenues y brindaban un mejor apoyo a la imaginación.

El resto del mensaje era confuso. De soslayo aludía a determinada fiesta de índole sexual a la que sería invitado. Pasé días en espera.

 

Continué con mi trabajo, el porno era un negocio en aumento. De cierta forma, como es normal, me refugiaba en esa rutina para no darle demasiada importancia a ningún otro asunto.

 

Era descabellado pensar que aceptaría una invitación a un lugar desconocido, a una posible orgía que, seguramente, estaría relacionada con los vídeos que tanto me habían perturbado y con la foto donde poso desnudo como un rey árabe en el medio de su harén de vírgenes, pero que esta vez, lejos de ser asediado por huríes lo era por el deseo, como luego supe, sádico y homosexual de alguien que creía conocer.

 

La invitación a 'la fiesta de las máscaras surrealistas' llegó de imprevisto, como todo suceso que nos trastorna inevitablmente y nos impide reaccionar o poner excusas, y hace un pacto diabólico con la curiosidad, con la desesperación, con el hastío.

Fui a la dirección indicada, el lugar es fácilmente identificable por tener una tapia alta que impide la visión externa. En un sitio apartado del centro de la ciudad, en una casa grande y finamente terminada entré ese día. En el interior habrían unas catorce o quince personas, de ambos sexos y diferentes edades. Una melodía clásica se dejaba oír de fondo y le añadía un aire gótico a un ambiente que, en los tiempos modernos, podría considerarse pueril o desusado. Todos usaban antifaces, al estilo de las fiestas que celebran los millonarios en países que parecen más lejanos en el tiempo que en el espacio. Con el particular detalle que las máscaras usadas en esta ocasión tenían un aspecto surrealista, picassiano, sin ningún tipo de glamour o elegancia. Creí reconocer a la chica del primer vídeo, pero me fue imposible cualquier certidumbre al respecto. Algunas parejas se besaban y se acariciaban con voluotuosidad, otras iban pasando a las habitaciones en un frenesí de lujuria. Señalé la existencia de varios juguetes sexuales, látigos, cuerdas, consoladores e incluso otros más arriesgados, que en otras circunstancias menos imaginativas servirían a necesidades cotidianas, como cuchillos y tenazas. Otro hombre enmascarado y desnudo sostenía una cámara de video. En un sillón, como un Califa a quien todos veneran y rinden todos los placeres, Pablo Molinero, lúbricamente desnudo, se masturba a la misma vez que se quita su máscara y, con una seña, me da la bienvenida. Ante mí vi desfilar un mundo de sensaciones extrañas y contradictorias, todas las preguntas, que antes me atormentaron, encontraron respuestas en mi propio cuerpo. Me encontré de lleno con un pensamiento que antes lo intuía como amenazador, pero ahora se presentaba ante mí como primordial, inocente y definitorio. El mismo pensamiento que estuvo presente, e intentaba acallar, mientras veía los vídeos, el mismo que visitaba mis masturbaciones. No tenía miedo, pero vez tras vez sentía espasmos musculares, un ligero temblor que sacude mi vientre y le inyecta un flujo de sangre cargado de deseo. Busqué la mirada del califa Pablo y le hice señas para que notara, en mi mano, ese bulto que despertaba debajo de mi portañuela.

 

 

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