Ir al contenido principal



 

Supervivencia

Aymara Hernández

 

La tierra se viste de blanco mientras el mar se oculta bajo los témpanos. Desde la colina cercana unos ojos agazapados esperan, observan con angustia la ruta por donde las presas deben cruzar.

La Osa levanta sin prisas su cabeza, olfatea y aguza los sentidos, no la volverán a sorprender. Es difícil alimentarse en estos tiempos, siempre llega primero uno más fuerte reclamando lo encontrado y el olor de la bestia mayor flota en el viento helado.

Cerca de la costa, los oseznos, hambrientos, vagan con su madre en busca de comida.

De las heladas aguas, frente a la osa madre, surge un feroz macho dispuesto a devorarle sus cachorros, presas fáciles en estos tiempos de hambruna y él hace muchos días no come.

La Osa en dos patas ordena la rápida retirada, sin embargo, el cachorro más pequeño se ha quedado atrás, ocasión que aprovecha el oso para atacarle de un zarpazo y a pesar de que la nieve se ha teñido de rojo, la madre no lo dejara y embiste al oso con furia desmedida, una y otra vez empujándolo con fuerza hacia la trampa que conoce desde el invierno anterior. El hielo se fractura y el oso al pisar el resorte cae en la emboscada de los hombres.  

La madre lo contempla un segundo luchando por su vida, no hay alternativa. Él o ellos. Satisfecha se da la vuelta. No le importan sus heridas, no mira hacia atrás, solo corre, cuanto le dan sus patas, empujando al osezno herido, tras el cercano olor de la foca que ha salido del agujero. Sus cachorros tendrán otra oportunidad.

Los hombres, desde la colina cercana, sonríen; se acentúa el olor de la bestia mayor flotando en el viento helado. Ellos también comerán.

Comentarios

Entradas populares de este blog

  Verónica vence el miedo   Manuel Eduardo Jiménez   Verónica es una jovencita de 18 años. Ella y su novio llevan ya 17 meses juntos. La relación ha sido afectiva en todo momento, claro, con sus altas y sus bajas como suele ocurrirle a la mayor cantidad de parejas. En las últimas dos semanas Verónica no es la misma, no sabe que le sucede a su cuerpo. Se siente agotada, cree que no puede con el cansancio que le da de momentos. Los deseos de vomitar no se le quitan cada vez que intenta comer algo. Piensa ser demasiado lo que tiene arriba. Y en realidad quiere ir al médico, pero teme solo algo, estar embarazada. No quiere platicar con nadie, su madre aprecia su hija un tanto rara, pero no logra entender lo que ocurre… Camilo, su novio, interrumpe la conversación cuando ella empieza a contarle a su amiga lo que pasa. Unas horas antes llegó con un test rápido de embarazo, entonces no quedaba más remedios que contarle a su amiga lo sucedido y esperar el resultado ...
  Ratoncito Pedro Antonio Castelán Castillo Ciudad de México Ratoncito vivió en la calidez de mi sala, durante mucho tiempo. En el cual compartimos historias y vivencias en nuestros momentos de ocio, como la que a continuación les cuento. Pasó su niñez en una vieja granja en el poblado de queso, estado de mozzarella, donde vivió y creció como cualquiera otro pequeño. Conociendo amigos pasajeros, compañeros de vida y a quién por algún tiempo fue su esposa, en fin. En aquellos tiempos ratoncito solía dormir hasta después del mediodía como rutina diaria, con sus algunas excepciones como lo fue aquel día. Esa mañana la familia decidió salir de compras, aprovechando que apenas amanecía y el pequeño aún roncaba. Tendrían suficiente tiempo para volver antes de que ratoncito despertará. Así salieron mamá ratoncita, papá ratoncito y hermano mayor ratoncito, volviendo 30 minutos después como lo planeado. La sorpresa al llegar fue encontrar la puerta entreabierta, y al pequeño...
  La cola de Lola Nuris Quintero Cuellar   A mí sí que no me van a comer los perros, dijo la anciana no tan desvencijada pero agresiva. Tenía un pañuelo en la cabeza o más bien una redecilla negra que disimulaba un poco la calvicie y el maltrato de los años. Achacosa esclava de la máquina de coser y doliente de una voz casi nula. Como toda señora marcada por el quinto infierno, soledad y otros detalles del no hay y el no tengo, llevaba la desconfianza tatuada en los ojos. Miembro mayor de una familia rara, corta, disfuncional. Unos primos en el extranjero y cuatro gatos distantes al doblar de su casa. Familia de encuentros obligados en la Funeraria pero fue deseo de su sobrina Caro, contemporánea con ella regresar a Cuba. Vivir lo mucho o lo poco que depara la suerte en la tierra que la vio nacer. Gozar la tranquilidad de no sentirse ajena. Esa decisión preocupó sobremanera a la pirámide absoluta y el día de los Fieles Difuntos, no fue al cementerio. Nadie la vio por tod...