Hielo seco
Iran Capote
Los tres
estamos desnudos en el cuarto. Un cuarto ajeno. No quisimos hacerlo en el
nuestro. Desde el principio, cuando él apareció en nuestras vidas y quisimos
tenerlo donde lo tenemos ahora, desnudo y excitado, tuvimos muy claro -y eso
sin hablarlo nunca- que no podía ser sobre nuestra cama matrimonial. Peter
sonríe porque suda mucho y en la habitación hace un frio inaguantable. Un frío
que eriza los pezones de ella y los míos. Somos dos seres minúsculos frente a
Peter, que se erotiza de vernos temblar. De ver cómo los cuerpos nos traicionan
en el momento de la verdad. Yo busco un trago en la nevera del cuarto ajeno que
ahora es como nuestro. En casa no tenemos nevera. Y si la tuviéramos no estaría
tan llena de cervezas como esta. Nunca hemos tenido bebidas en la casa. Fuera
de este lugar ajeno somos abstemios, vegetarianos, filántropos, escritores,
defensores de las causas de los perros, académicos de renombre. Pero dentro de
estas paredes extrañas somos solo dos cuerpos con los pezones encañonados
frente a Peter. Y nada más. Abro la
puerta de la nevera y sale humo del frío seco. Siento cómo mi cerebro se
congela con la escarcha gaseosa. Dudo ya sin remedio: ¿Y si la cerveza nos pone
peor a ella y a mí? ¿Y si nos da por llorar antes de hacer lo que llevamos
tiempo buscando? Saco dos cervezas de un golpe, con una sola mano, agarrándola
con los dedos. Y cierro rápido. Abro las latas y finjo tener el control. Finjo
frente a Peter que esto lo hacemos frecuentemente. Finjo frente al joven de
veinte años que cambió el curso de nuestro matrimonio. Finjo estar bien, excitado,
feliz, indiferente ante la desnudez perfecta de un hombre, ante la estupefacción
de ella mirando cómo su pinga es más linda, más gorda, más rosada y más parada
que la mía.
Ella y yo
tomamos la cerveza a pum pum. Peter no la necesita. Peter no la soporta, como
no soporta la espera. Con dos buches largos. Pum por el matrimonio. Pum por
nosotros hasta que la muerte nos separe. Pum por Peter que es un chiquillo
hermosamente nuestro. Hermosamente mío. Hermosamente de ella. Hermosamente
Peter de sí mismo. Ponemos las latas sobre la mesita de noche mientras Peter revisa
cosas en su teléfono. Ella apaga la luz. Yo hubiera preferido que no lo
hiciera. Yo hubiera preferido grabar cada cosa que Peter hará con nosotros.
Grabarlo con su mismo teléfono y correr el riesgo de que nos publique en Internet.
Pero ella se avergüenza de sus estrías. Y ni Peter ni yo le reclamamos nada
cuando apaga la luz. Ahora solo nos alumbramos con la luz de Peter. Una luz
cuadrada que él dirige hasta su ombligo y allí refulge el minúsculo piercing en
el centro. Nos dice que es la estrella de Belén. Y se ríe. Ella seguro supone
que lo hace para relajar la tensión que ni la cerveza ni el apagón lograron
disminuir. Yo estoy convencido de que se
ríe porque es tan feliz como nosotros. Ella también comienza a reír recostada a
la cama del cuarto ajeno, sobre sábanas que tal vez no son cambiadas todos los
días como nuestras sábanas matrimoniales. Debe estar muy nerviosa para no pensar
en lo mismo que yo pienso en fracciones de segundos. Las sábanas de los cuartos
ajenos huelen a sudores extraños. Y tienen manchas escondidas, por eso siempre
los dueños eligen sábanas reventadas de unas flores cheísimas. Son manchas que
no pueden descubrirse de paso porque la iluminación se hace con luz de algún
color morboso, para taparlas. Mucho menos pueden descubrirse con la luz del
teléfono de Peter. Y eso ella, si estuviera al cien por ciento de su lucidez,
no lo soportaría. A mí me dan igual las manchas que puedan estar en cualquier
parte de este cuarto. Me dan igual los gérmenes, las infecciones. Lo único que
me importa ahora es Peter masturbándose
frente al espejo. Peter es una obra de
arte cuando jadea frente al espejo y el ojo de su pinga se dilata de una manera
única y hermosa.
Peter nos
mira por el espejo en la penumbra. Sé que lo piensa. Tal vez ninguno de
nosotros llegue siquiera a tocarlo. Y él solo consiga lo que hace con tanto
disfrute frente al espejo. También sé lo que ella piensa. Y sé que sabe lo que
yo pienso. Siempre fue la cabeza pensante del matrimonio. No es boba si está
pensando que yo no podré moverme de mi sitio si ella no lo hace antes. Nunca
fui bueno con las iniciativas. A menos que Peter se me acerque, lleve mi cabeza
directamente a su Estrella de Belén y me pida por fin que la bese. Pero ella
rompe su imagen de Donna en la sábana manchada y se sienta en el borde la cama,
con los ojos clavados en Peter. Abre las piernas y se cosquillea el clítoris en
un ademán que desafía la quietud del cuarto. Peter se masajea la pinga sin
prisa. Un masaje perfecto que yo imito desde atrás, junto a la lata de cerveza
vacía. Mi pinga se parece a esta lata. Solo me falta la rigidez del aluminio y
la descongelación. Ella comienza ahora su rutina de ejercicios. Sé que lo hace
para que nada en este cuarto ajeno, en este momento de los tres sea más
impresionante que la habilidad suya para subir las piernas abiertas hasta su
boca y lamerse con la punta de la lengua. Una vez. Dos. Es una ceremonia que observé durante los
quince años de matrimonio. Por eso sé que ahora la hace nada más que para Peter.
Está levantada sobre sus hombros, con las piernas abiertas en uve y la lengua
se pasea de lado a lado de la hendija, iluminada por el reflejo que la luz del
teléfono contra el espejo proyecta sobre ella. Peter ha dejado de masturbarse y
se voltea para mirarla, con la mano derecha se soba los huevos. Unos huevos
también hermosos. Ella deja la lengua batiéndose en el aire frío de la consola
y Peter acerca la cabeza del glande para que la lengua encuentre un sitio
firme. Ella alcanza desde su postura atrapar con los labios el glande de Peter.
Y yo estoy solo ahora en la habitación. Con la pinga fría como la lata de
cerveza vacía. Siento el miedo que tiene la lata ya usada a ser aplastada por
algo más fuerte. Tengo miedo de ellos que ahora se penetran mutuamente con los
dedos. Se han olvidado de mí. Han olvidado mi parte en el trato.
Voy hasta
la nevera, saco otra cerveza. Dejo la puerta abierta y la luz hace unos dibujos
rarísimos con el humo del frío seco. La luz de la nevera me deja contemplarlos
mejor. Peter mete los dedos dentro ella y le pasa la lengua por los pezones.
Ella deja que su dedo índice quepa hasta el segundo nudillo dentro del culo de
Peter. Como si quisiera taparlo por detrás y que no respire. Que se muera ahora
mismo por acceder a nuestra proposición. Que se muera ahora mismo por
enamorarnos. Sé lo que ella desea. Un infarto por erección. Un paro que lo mate
redondo. Sé que planea la coartada. Cuando Peter caiga como una piedra sobre la
cama, nos singamos sobre su cuerpo sin vida, dejamos nuestras leches en su cara
y huimos antes de que el dueño de este cuarto asqueroso, con sábanas manchadas,
se aparezca para decirnos que el tiempo se acabó. Peter tiene que pagar por jodernos
la vida. Sé que ella lo piensa ahora con la perfecta pinga de Peter silenciando
su garganta.
Abro la cerveza. Me doy un buche largo. Pum
por los que se aman. Juego con la puerta de la nevera. Quiero ser advertido. Y
sé que saben que lo hago para que me llamen. El frío es algo terrible cuando
estás desnudo y entre las piernas tienes una lata de cerveza descongelándose y
no un rabo que debe responder como un rabo.
Tiro la
lata de cerveza contra la pared del fondo. Salpico la cama y embarro de espuma
la estrella de Belén. El hilillo corre por la pelvis de Peter. Es tierra firme
y por eso traza una línea perfecta que se cuela entre la comisura de los labios
de Ella y la pinga de Peter. Ahora debe saberle mucho mejor. Peter también le
mete el dedo en la boca y se estira hacia atrás. Hace un arco de triunfo. Y
abre la boca mirándome. No tiene que decírmelo. Me acerco y le vierto un poco
de cerveza en la caverna de dientes y lengua. Quiero que se ahogue. Y que ella
también muera atragantada por meterse sola un pedazo de carne que compramos
entre los dos. Peter estira el brazo. Cuánto me gustaría haber grabado todo
esto. Estira el brazo y alcanza mi pinga que ya es casi un pedazo de hielo. Me
acerca halándome y se introduce toda la dimensión de mi sexo hasta su garganta.
Yo empujo con fuerza para dejarlo sin aire. Pero respira. Respira como un mulo.
Nos hemos
convertido en una máquina. Una de esas maquinarias que funcionan con sistemas
hidráulicos. Con sus dedos Peter se desliza por entre mis nalgas. Pienso en
pararlo. En decirle que voy a todas por el frente. Pero firmé en el pacto que
iría a todas por todas partes. Y el dedo
frío se encaja en mi culo. Estamos tapados los tres. Solo dejamos vacíos los
huecos de los oídos. Y repetimos cada movimiento con fuerza, como queriendo
matarnos para no recordar nada cuando el dueño nos pida que salgamos, que se
acabó el tiempo. Y ya estemos vestidos como hace una hora. Tendremos que hablar
de algo. Esquivar todo el tiempo cualquier indicio de lo que estamos haciendo. Y
sé que saben que estoy pensando en ellos. En nosotros. En que nuestra vida no
será la misma desde este instante en que Peter con sus hermosos veinte años
coloca su pinga en mi culo. Y ella empuja su puño por el culo de Peter.
La vida
no será la misma después de este frío.
maravilloso, intenso!!! Es el que mas me gusta!!
ResponderEliminarSingular y espectacular...sencillo y certero como bala...
ResponderEliminarMe encanto!!!!!
ResponderEliminarBrillante. Cada día nuestras más tu talento. Bravo!
ResponderEliminarBravísimo!!!!!....profundo como el océano.
ResponderEliminarMe vine!!brutal!!
ResponderEliminarGran trabajo amigo 👏👏👏
ResponderEliminarIrán Capote, joven y talentoso. Gran descripción.
ResponderEliminarBravoooooooo.....mi voto es por ti.
ResponderEliminarGenial...crudo...intelectual... Literalmente un coctel de sabores. Magistral manera de sumirnos en un momento de incertidumbre y placer... Maravilloso Irán...maravilloso...😊
ResponderEliminarUffff, intenso!!!
ResponderEliminarBuenísimo
ResponderEliminarEspectacular
ResponderEliminarEspectacular mi voto es por ti
ResponderEliminarWow! Incluso yo estaba allí, observándolos, en cada frase de la narración. Adoré el cuento!
ResponderEliminarDios mío presentenme ya a ese autor. Lo necesito. Lo amé desde la primera línea. Mi sexualidad ya no será la misma.
ResponderEliminar❤️✨💋 fue un placer y un buen orgasmo leerlo
ResponderEliminarJajaja, seguro que yessss
EliminarVaya!!! Teemine nerviosa. Botó por ti
EliminarMe encantó, desde chile
ResponderEliminar¡Excelente cuento! Mi voto para este joven y talentoso narrador.
ResponderEliminarEsta muy bueno el cuento. Reconocimientos para su autor.
ResponderEliminarHermosssoooooooooooooo
ResponderEliminar❣️❣️❣️❣️
ResponderEliminarMoriiii, que fuerte todo!!!
ResponderEliminarMe encantó Iran...
ResponderEliminar😋😋😋😋😋😋
ResponderEliminarFelicidades Iran, por el texto y por hacernos viajar a ese momento, sentirlo y vivirlo....muy bueno, real, fresco y con textura, buen sabor
ResponderEliminarEl mejor que he leído 👍👍👍👍👍👍👍👍👍👍
ResponderEliminarLo mas grande k eh leido en el concurso,el premio se lo mereceeeeeee es el mejor
ResponderEliminarErótico. Hermoso
ResponderEliminarIntenso y hermoso¡¡¡ Espero que el premio sea suyo¡¡¡ Me encantö
ResponderEliminarCómo en la Maldición de la Mariposa... Sordidamente Genial!!!!
ResponderEliminarRecordé,en el exquisito carácter aforístico: «Hay que darle a las palabras solo la importancia que tienen en los sueños»...
Chapó...
Pedro Pablo Ferreiro González
ÉlReverbero
Impresionante como siempre gran amigo.... Irán capote... Eres grande entre los grandes un besote
ResponderEliminarChapó!😎🙌🏻👏🏻
ResponderEliminarMuy bueno. Super erótico. Me encantas Irán Capote
ResponderEliminarEspero que ganes este certamen. Las imágenes son tremendas!!!
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