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Agua bendita

Alina Moreno.

(suceso real)

Llovía a cántaros. Estaba a la mira desde los bajos del hospital; construido en las afueras del pueblo de San Cristóbal. Recogí el Certificado Médico que me pidieron en mi trabajo; con el apuro aquel día me fui sin solicitarlo. Gracias al aguacero me tuve que sentar en aquella terraza; con vistas a mi naturaleza favorita: la Sierra del Rosario. La bruma me ocultaba el verde impetuoso. Mi guagua para regresar demoraba. Tejía el tiempo.

Los vi a los tres cuando llegaron. La enfermera se dirigió hacia el interior del hospital. Se quedó el guardia de seguridad (por el uniforme). La joven se sentó frente a mí; un poco distante por el moderado espacio de la terraza. Nos divisamos. Era rubia soleada, frágil, no alcanzaba los veinte. Su ropa humilde, los zapatos los vi grandes para sus pies, y un poco ausente; sumergida en la lejanía, hacia los cerros. Nos mirábamos de hito en hito. No lo soporté. Fui a su banco. Me preguntó con sus cejas y ojos qué hacía allí.

El guardia haciendo un gesto para saludarme dijo: ─ La ambulancia en la que nos íbamos se rompió. Hay que esperar que escampe. Suerte que faltan casi dos horas.

─¿Ya se van de Alta? – le dije.

─No, ella está ingresada en la Sala de Psiquiatría. Vamos al Tribunal con el resumen de Historia Clínica y no sé si… Me dejaron cuidándola; aunque ella es tranquila. La Seño está en lo del transporte. Soy el guardia de la sala, tú sabes, ¡allí nadie tiene cabeza!  ─como la joven escuchaba intenté ignorarlo.

 ─Hola, ¿cómo te llamas? –dirigiéndome a ella.

 ─ ¡No! Solo contesta a la doctora. Ella es de los Acuáticos; de Machuca. No hablan con desconocidos; se esconden. Eso queda detrás del lomerío aquel ─ señaló con un dedo─, donde el diablo dio las tres voces; se llega por un camino rústico. Allí permanecen cerca de cien personas semisalvajes, de los trescientos originales; el resto se han ido incorporando a la vida normal. Son una secta religiosa; creen en la Biblia, y la curación con agua: la toman, se la untan, se dan baños de asientos o se meten en el río. No van al médico, ni las embarazadas; esas tienen comadrona, y si hay alguna complicación o padecimiento que no se cure con agua, ─ se pasó el dedo índice por el cuello─. ¡También tienen un cementerio! No están inscriptos. No tienen carnet de identidad ni Libreta de Abastecimientos. No se dejan censar. Los padres enseñan a los hijos a poner sus nombres; casi nadie sabe leer. Sólo usan zapatos los niños. Ella llegó descalza aquí. ¡Vaya, imagínese la comunidad primitiva en el mil novecientos noventa y ocho! parecido, pero con ropa. En chozas sin electricidad, trabajan cantidad y se autoabastecen. Los hombres bajan en mulos o caballos y trapichean en el pueblo: productos del campo o animales por ropas u otras cosas. Son pacíficos. El asunto es que no quieren contaminarse; dicen ser los Elegidos. Tienen un líder, un viejo que les lee la Biblia y le da fórmulas para los malestares: agua y plantas medicinales.

Enmudecí. Todo eso ocurriendo dentro de mi provincia. Traté de imaginarlos, pero, regresé por la chica. ─ ¿Qué hace aquí?

─Se llama Ele tiene tres meses de parida, mató al hijo o lo desapareció; por eso la investigan, ahora vamos al Tribunal.

Se me sacudió el pecho, la miré y vi a mi hija. ¿Cómo es posible? –me dije.

 ─ Por favor, déjeme un ratico con ella, vaya para el otro banco, desde allí nos vigila, además usted tiene como intervenir.

─Es por gusto; ella es terca. ¡Aconséjela, es joven para estar dando esos dolores de cabeza! – el guardia cruzó al banco del frente.

Sujetándole una mano le dije: ─ ¿Sabes que tengo una hija de tu edad?

Se soltó arisca. – No hablaré. ─viró su cara.

─Pero sucede que no soy una desconocida. Llevamos un buen rato mirándonos. Ya sé casi todo de ustedes; los Acuáticos. ¿No quieres saber algo de mí? – se negó firme.

Enseñándole mi mano operada dije: ─Mira, todavía tengo los puntos; es una operación del Túnel Carpiano. Me abrieron aquí, ─le señalé, ella miraba de soslayo, me cortaron un pedacito, una vaina redonda por donde pasan los nervios, venas, tendones que van del brazo a la mano, todos esos nombres hacen que la mano y los dedos puedan moverse, ¿me entiendes?, está aquí, dentro de la muñeca; no sé quién le puso el nombre de muñeca, ¿eh? – dibujé una sonrisa─. Hubo que cortarla porque mis dedos dolían, se hinchaban, y casi no podía trabajar – ella comenzó a mirarla ─. Dentro de tres meses me operarán la otra mano.

Por fin, intervino: ─ ¿Y no te duele?

─No, ahora sólo hay molestia por los puntos. Aunque no me lo creas, el dolor continúa en esta otra. ─le extendí mi mano sin operar, la sujetó entre las suyas.

─ ¿Qué pasa pequeña, qué vida te ha tocado? Eres tan bonita, ¿con quién vives?

─Con mis padres, mi marido. –dijo mansa.

─ ¿Por qué no hay nadie de ustedes?

─ No se puede dejar la tierra. Alguien bajó al pueblo, lo dijo en la policía y le creyeron. Mi familia sabe que no maté al niño, tarde o temprano tendrán que soltarme y regresaré a Machuca.

─ Ele, ¿qué pasó con el bebé?

─Dice la doctora que lo escribió todo, que no estoy loca. Quería curarle la fiebre.

─El bebé era de meses, tenía fiebre, lo bañaste con agua fría, a ver sí entiendo, ¿qué pasó?

─No fue así. Llevaba dos días muy caliente. Le pasaba pañitos y nada. No quería mamar. Le daba agua con una cucharita. Pensé que en el río sería mejor. Pero como estaba crecido, resbalé y se me fue de las manos. Me le mandé detrás, cuando pude agarrarlo me di cuenta de que estaba ahogao. Me asusté mucho. Lo sacudí y no abrió los ojos. Pensé que, en vez de enterrarlo era mejor que el agua lo bendijera, ¿comprende? Se lo di a Dios, parece que el agua no pudo curarlo ─hablaba conmovida.

Se me perdieron las palabras. Concibiendo aquel torrente, al niño, no vi que había escampado. Me consterné por la muchacha culpable e inocente. Retornó la enfermera que se intrigó al verme.

Estirando las vocales le dije a esta: ─ Miré el guardia. – aquel regresaba a nosotras.

La enfermera tomó de la mano a la joven y dijo: ─Ya se resolvió. Iremos en otro carro.

 Me puse de pie. Los vi alejarse. Ele miró hacia atrás, con su otra mano me hizo un adiós, conocido, y esbozó una discreta sonrisa.                                  

                                                                 Fin                                                                                                              

Comentarios

  1. Me ha gustado ese cuento de esa compañera, impresionante que pasen esas cosas todavía,muy bueno, me erisó los pelos.

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  2. Sinceramente, considero que este cuento debería ser premiado. Es excelente! Magnífico! Me impresionó mucho. Gracias.

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  3. Conmovedor, escalofriante,respeto las culturas, religiones pero ni imaginar lo sucedido,pero Si me ha conmovido, excelente y humano relato

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  4. Esta súper . Eres la mejor .Mereces ganar. Dios te continúe bendiciendo, para que nos sigas deleitando con tus historias.

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