La mariposa y la lluvia
Adelaida Simancas Valdés
Cierto día, ya próximo a llegar la
primavera, una bella mariposa salió a dar un paseo por el campo y a medida que
volaba comenzó a sentirse mal.
─¡Qué seco está el campo! –pensaba─ Si
yo pudiera ir hasta allá arriba, donde vive la lluvia y explicarles a las nubes
lo que pasa en la tierra, pero es imposible, soy tan pequeña que pronto me
cansaría; así que lo mejor que hago es ir a libar las flores.
Y girando sobre sus alas se dirigió al
jardín. Al llegar allí, ¡qué sorpresa!, todas las flores discutían. La mariposa
se fue acercando lentamente y oyó que la rosa Roja decía:
─Es mía porque está en uno de mis
pétalos.
─¡Y eso que importa! Es mía porque yo
la vi primero. –replicaba el Crisantemo.
─¡Y yo le digo que es mía! porque la
necesito más, miren ya mis hojas empezaron a secarse. –explicaba la Azucena.
Cada vez más intrigada, la mariposa se
posó en la rosa Roja y al ir a libarla, vio que en uno de sus pétalos brillaba
una gota de agua. Entonces, rápidamente se volvió hacia las flores y mirándolas
fijamente les dijo:
─Comprendo la situación en que ustedes
se encuentran, lo que no puedo entender es el porqué de la discusión. Acaso no
será más inteligente dejarla marchar para que le explique a la lluvia y venga a
regar los campos.
Después de oír a la mariposa, las
flores se miraron entre sí y dijeron a coro:
─Puedes marcharte gótica de agua para
que avises a tu familia.
─Pero, para irme necesito un rayo de
Sol y en este jardín apenas llega la luz a esta hora del día.
─Ven sube a una de mis alas que yo te
llevaré donde están esos rayos. –intervino la mariposa.
Y con su delicada carga voló y voló,
hasta sentir que todo se iluminaba y el calor iba aligerando el peso de sus
alas, cuando estuvo completamente seca se retiró a descansar y se quedó
dormida.
Al otro día despertó temprano y como
siempre se dirigió al jardín, pero ¡qué distinto era todo! Los animales la
saludaban alegremente y por todas partes se escuchaba el trino de los pájaros
que anunciaba la primavera. Aleteando
con fuerza fue a posarse en la rosa Roja, quedó sorprendida,
¡allí estaba la gota de lluvia otra vez!
─¿Te asombra volver a al verme? Pues te
explicaré. Cuando llegué a las nubes, reuní a mi familia, le conté lo que
sucedía y tomamos un acuerdo. Todos los días una de nosotras hará guardia desde
este jardín, así cuando necesiten regar los campos tú vienes, avisas y la que
esté aquí va hasta las demás, así todas juntas lograremos que este lugar esté
lleno de belleza y colorido. ¿Qué te parece?
La mariposa no dijo nada, pero batió
las alas varias veces como si asintiera, mientras resplandecía de alegría.
Comentarios
Publicar un comentario