Del olvido
Raymundo
Hernández Silva.
Ya sabía
yo que después de las 10 am, el teléfono de mi casa comenzaría a sonar, pero estoy en el baño con
la cara enjabonada, esperando que estos pelos duros que no paran de crecer en
orejas y nariz, se ablanden un poco. Mis manos ya no tienen la precisión de antes,
pierdo el pulso, me corto. La sangre entre los pliegues de las arrugas es
difícil de limpiar. Maldito teléfono que me ha hecho pegar un brinco.
No me
gustan los diez de enero, pero llegan desde 1932, cada vez con menos sentido.
Qué puedo celebrar? Los recuerdos infantiles, la inocencia perdida ? Las
imprecisiones de la memoria ? Los viejos no tenemos ya tiempo para esas
celebraciones.
Recuerdo
cuando cumplí 15 y el regalo de mi viejo fue llevarme a un barrio de putas. Me
puso en manos de una mujer de 30 y
tantos años, con el rostro compasivo y brilloso. ─Devuélvemelo más hombre ─le
dijo mi viejo, y metió un billete entre sus senos . Pero mis hormonas de
adolescente hicieron que acabara tan pronto que le dijo a mi viejo ─La próxima
vez corre por la casa ... buena mujer aquella puta .
Luego
recorrí medio mundo. Me casé tres veces, tuve hijos con cada esposa y varios
nietos que ya se hicieron grandes. "
Los días se arrastran y los años vuelan " , reza el dicho y es cierto.
Un día murió mi última mujer y me quedé solo. Algunas veces vienen mis hijos a
saludarme pero siempre terminan pidiéndome algún favor o algún dinero que jamás
devuelven y a mí me gusta que vengan, y verlos, pero luego de darles lo que
piden, no se quedan más de 5 minutos y ya cerca de la despedida, repiten la
letanía: - Vende los muebles de estilo,
la porcelana, mira que la cosa está mala y un día te van a robar, a matar (y
toda suerte de pronósticos tremebundos) como si además de viejo fuera yo
tonto. Ya harán con mis cosas lo que
quieran pero cuando me haya muerto !
Bueno,
pienso mientras me miro al espejo, el afeitado no quedó mal, aunque este rostro
ya no tiene remedio. Y salgo mientras el teléfono sigue sonando. Me voy al
parque con los míos, los como yo, los de antes, los de los buenos tiempos. Me
voy con los viejos del barrio a tomar el sol, a dormitar con la boca desdentada
y abierta . Me voy donde no me piden nada, al banco del parque donde cada año
falta otro viejo. Quizá el próximo 10 de enero me toque faltar a mí.
Las obras publicadas en el blog no han sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son responsables de las erratas que puedan aparecer.
El Concurso Internacional de Cuento Primigenios ha recibido más de 50 obras que he ido publicando paulatinamente en el blog “Memorias del hombre nuevo”, para que los lectores puedan acceder a todos los cuentos concursantes. Además se publicarán las estadísticas de lectores por obra y otros datos de interés que nos permitirán promover la lectura y el amor por la nueva literatura, esa que se escribe desde cualquier lugar del mundo.
Exquisito.
ResponderEliminarMe encantó, muy bien logrado
ResponderEliminarUna historia sobre la soledad de la vejez, muy común. Hijos, nietos y amigos tenemos que hacer más por aquellos que hicieron antes por nosotros.
ResponderEliminarUn retrato sobre la soledad en la vejez. Me dió una fuerte tristeza...
ResponderEliminarMuy realmente triste
ResponderEliminar