Yok
Seudónimo: Brisas y garúas
Zeheb era muy aventurero por naturaleza. Y no era solo por tener 18 años, él realmente deseaba vivir en grande y aprovechar todo lo que la vida le ofreciera, y tenía muchas expectativas respecto a todo lo que podía aprender y vivir porque su amigo Yok le contaba maravillosas historias de otras épocas y otros lugares, que dejaban a Zeheb queriendo protagonizar algún relato épico digno de ser contado, para lo cual Zeheb ya había planeado irse lo antes posible de su natal Estambul a conocer el mundo con Yok, tanto para que su amigo fuera el encargado de difundir sus grandes aventuras, como también porque se había hecho muy amigo de Yok y no imaginaba tener que separarse de su querido compañero de aventuras con el cual siempre fueron muy amigos, casi desde el mismo instante en que se se vieron por primera vez (pese a que Yok era mucho menor que su gran amigo). Si consideramos que Yok no sabía hablar, era muy tímido y fue recogido de las calles, ya era todo un logro que forjaran la gran amistad que tenían; literalmente nadie creía que Yok hablara con Zeheb, pero realmente a ellos dos no les importaba lo que pensaran los demás, porque ambos sabían que, en tanto se tuvieran el uno al otro, serían felices. Alguna vez Zeheb escuchó que Estambul era la capital mundial de los gatos y que cualquier gato que fuera llevado a su ciudad caminaría naturalmente y se sentiría a gusto, porque todos ellos conocen Estambul desde antes de nacer; en gran medida esta historia motivó a Zeheb a detallar mejor a los gatos de su ciudad y estabas en ese descubrir y analizar la fauna gatuna de Estambul cuando descubrió que podía hablar con un gato, con Yok el gato.
La primera
pregunta que se le ocurrió para hacerle a Yok fue precisamente para confirmar
si esa historia de los gatos en Estambul era cierta. Yok solo esbozó una
sonrisa algo sardónica y omitió una respuesta; sin embargo, este fue el único
secreto entre los dos, porque ambos estaban fascinados por el hecho de poderse
comunicar entre sí. Pese a sus largas charlas y a indagar mutuamente en sus
propias biografías, nunca encontraron un motivo convincente que explicara por
qué un joven y un gato se comunicaran y hablaran entendiéndose perfectamente,
de manera tal que, aunque nunca supieron por qué sucedía, lograron volverse
bastante unidos durante el proceso de conocerse y de indagar por el motivo del
inusual hecho comunicativo entre ellos. Se conocieron y se acercaron tanto entre
los dos que, en un buen día, si se concentraban lo suficiente, hasta podían ver
lo que el otro veía.
Pero
obviamente nadie les creía (ni humanos ni gatos) así que decidieron no esconder
ese lazo especial entre los dos, pero no comentarle a nadie este fenómeno más
allá de lo que fuera necesario, porque esa comunicación era real y no
necesitaban que nadie lo validara. Era algo que pasaba y que los hacía felices,
sin importar por qué sucedía. Y sucedió que cuando Zeheb decidió viajar, Yok
sugirió que viajaran a Granada, en España, ya que un gato amigo de él había
vivido con un granadino y le habló maravillas de esa ciudad, sus tradiciones,
sus personas y su gastronomía; no le costó mucho a Yok poder convencer a su
amigo, porque Zeheb logró ubicar a Onán, un pariente lejano suyo que resultó
estar residenciado en Granada y eso fue el detonante para la decisión:
Viajarían los dos a Granada, en el no tan lejano y también mediterráneo país de
España.
El gato
quería viajar y el humano tenía un contacto para no empezar desde cero, por lo
cual entre los dos planearon el viaje lo más pronto posible, llenos de emoción
y mucha ansiedad. Tan pronto llegaron a Granada fueron a la casa de Onán, pero
Yok estaba algo callado y taciturno, lo cual no fue demasiado evidente para
Zeheb, quien estaba tratando de asimilar la nueva ciudad y sus costumbres,
concentrando en ello su atención. En la noche, Yok trató de hablar seriamente
con Zeheb, pero él estaba demasiado sorprendido por el idioma (no dominaba el
español tanto como creía), las personas (sorprendentemente amables y hasta
solidarias), la descripción de los paisajes que le hacían y lo que él había
averiguado sobre la diversidad de fauna que había en Granada (que estaba
ansioso por conocer); en resumen, estaba absorto con la charla de Onán y su
hija Ana, a tal punto que casi se diría que ignoraba a Yok, lo cual hizo que su
gato no pudiera encontrar un buen momento para tener la charla que quería.
Al
despertar del día siguiente, Yok le dijo a Zeheb que necesitaba salir un
momento, así que Zeheb se excusó con sus anfitriones y salió un momento con su
gato. Tan pronto como salieron de la casa, Yok se adelantó un poco con un trote
suave e inseguro, se detuvo, olisqueó un poco el aire, repentinamente se
despidió de Zeheb y salió corriendo a toda velocidad antes de que su amigo
pudiera asimilar bien lo que había pasado. Ese fue un triste día para Zeheb,
quien a duras penas pudo explicar lo importante que era su gato. Sus parientes
estaban algo desconcertados y Ana se condolió tanto del evidente desespero de
Zeheb que se ofreció a ayudarle en la búsqueda del felino. Ni bien terminó de
hablar Ana, Zeheb notó su sincera preocupación por el gatito, pese a que ella
realmente no lo conocía bien; esto le agradó mucho y pensó que iba a ser una
buena aliada en la búsqueda de Yok. Ana llevó a Zeheb con unos amigos
dispuestos a colaborar e iniciaron las pesquisas para hallar a Yok lo antes
posible. Pero como Yok no quería ser encontrado, la labor fue realmente
frustrante y estéril, en cuanto al resultado principal de reunir al preocupado
humano con su querido gato; incluso Zeheb intentó comunicarse con Yok o tratar
de ver lo que estaba viendo, pero Yok no se lo permitió, porque solo pensaba en
una nueva misión en su vida, la cual intuyó desde que llegaron a Granada, que
era precisamente el tema que quiso tratar la noche anterior para advertirle a
Zeheb de la necesidad de separarse.
Para ser
justos, es necesario decir que Yok comprendió completamente su nueva prioridad
y su misión en España recién al amanecer de ese día, cuando salió y tenía la
sincera intención de hablar con su gran amigo y así poder solucionar entre los
dos este nuevo reto que la vida les planteaba. Lo que repentinamente fue claro
para Yok al salir a hablar era que había otro humano que lo necesitaba más que
el propio Zeheb, pero sintió que su viejo amigo se podía sentir traicionado y
si no entendía su misión, era posible que terminaran discutiendo; además,
estaba seguro que Zeheb necesitaba empezar una nueva vida en esa ciudad, que
para ello tenía que concentrarse en adaptarse a su nueva realidad, que su
presencia solo iba a impedirle un buen proceso de adaptación a su amigo y que,
a su vez, las peripecias de Zeheb le impedirían a él cumplir con su importante
misión, para la cual debía estar junto a otro humano. En resumen, Yok decidió
que, para cumplir con sus respectivos destinos, lo mejor era que se separaran y
cuando trató de hablarlo con su amigo fue ignorado, hasta que fue demasiado
tarde y tuvo que salir apresurado, con una despedida en la boca y unas lágrimas
en los ojos.
Yok corrió,
trotó y caminó por diversas calles y, con ayuda de otros gatos, pudo encontrar
a Helena, la humana que estaba necesitándolo, pero le costó unos 5 días llegar
hasta Helena, evadiendo a Zeheb y sus nuevos amigos que lo buscaban y que no le
dejarían volver a salir y menos aún ir donde su instinto felino le decía que
debería estar, es decir, junto a Helena. Una vez pudo reunirse con la niña que
buscaba, logró concentrarse y visualizar lo que estaba viviendo Zeheb; y lo vio
muy triste, con sus nuevos amigos y muy desconsolado por su viejo amigo perdido,
entonces Yok comprendió que había logrado uno de sus objetivos: Ahora Zeheb
tenía amigos, había mejorado su español de tanto hablar con personas para
encontrar su gato perdido y estaba totalmente dispuesto a recibir en su vida
nuevas experiencias. Así que decidió que sería prudente visitarlo solo después
de que pasaran algunos días y así explicarle lo que sucedió.
Un mes
después de su abrupta partida, Yok ya estaba adoptado por Helena, una niña
peruana que a su vez había sido también
adoptada por una familia española justo cuando contaba ya con la avanzada edad
de 9 años, que en la práctica la dejaba casi completamente descartada para ser
adoptada porque las familias adoptantes suelen buscar bebés o niños con menos
de la mitad de su edad; su llegada a España fue como abrirse a un nuevo mundo,
que le resultó demasiado grande y aterrador, en el cual fue un verdadero alivio
encontrar un gatico negro, amable y gracioso desde el primer día en que legó a
su nueva casa en su nueva ciudad que se llamaba “Granada”. Esto fue todo un
alivio para ella y se dio a la tarea de convencer a sus padres adoptivos de
poder quedarse con el tierno gatito; ellos accedieron gustosos, pensando que
ese afortunado suceso podía facilitar el proceso de adaptación de Helena, así
que lo tomaron como un buen augurio y le dieron acogida al gato para finalmente
adaptarlo también en su hogar.
En ese
proceso de adopción felina, Yok fue re-bautizado como “Tom”. Yok o, mejor
dicho, Tom y Helena pasaron un gran primer mes y, tal como esperaban sus nuevos
padres, eso facilitó mucho la llegada de la niña a su nueva familia y a su
nueva ciudad y país, algo que inicialmente se veía como un reto imposible para
Helena y que fue el sentimiento detonante para conectarla, sin saberlo, con
Tom. En ese momento Yok decidió volverse a comunicar con Zeheb y le permitió
acceder a sus visiones y fue así como Zeheb vio a la niña, a una familia
promedio de Granada y la felicidad que les brindaba el estar juntos. La niña,
el gato y los papás eran una mezcla perfecta y equilibrada. Pese a ello, Zeheb
se entristeció y lloró un rato por su gato; a la mañana siguiente Yok volvió a
escondidas con Zeheb y así finalmente pudieron hablar tranquilamente.
Yok le
explicó a Zeheb que los gatos son muy altruistas y que siempre hacen lo mejor
para todos, aun a su pesar, pero que tratan siempre de evitarle a los humanos
el dolor de sentirse responsables por ellos y por eso se muestran distantes,
soberbios y hasta auto suficientes, pero realmente están tomando decisiones que
mejoran la vida de todos a su alrededor, aun a costa de sus propias necesidades
o sentimientos. Una vez Zeheb comprendió todo esto, Yok se le acercó y
prometieron que siempre iban a estar en contacto, pero decidieron que, en esta
vida, Yok estaba destinado a ser Tom y a vivir con Helena y su familia. Que
nunca serían amo y gato, pero que siempre serían amigos y que se hablarían
periódicamente; que, de ser posible, se verían seguido y que, en la vida que le
tocó vivir a cada uno en este nuevo y exótico país, una amistad tan particular
como la de ellos no se podía desperdiciar, por lo cual darían gracias por
conocerse y tenerse mutuamente, sin sufrir por no poder estar juntos
permanentemente. Yok cerró el pacto, llevándole una pequeña avecilla muerta
como tributo a Zeheb, se reconciliaron y sanaron todas las heridas producidas
por la inminente separación.
Con el
tiempo, Ana y Zeheb se hicieron buenos amigos y ella se empeñó en buscarle una
pareja a él y finalmente lo logró con Teresa, una vecina que era perfecta para
Zeheb, porque tenían gustos similares, congeniaban en cosas fundamentales de la
vida, se complementaban en las cosas más triviales y sencillamente ambos tenían
historias similares, a tal punto que recientemente los dos habían perdido sus
gatos. Tan pronto como salieron, desde esa primera cita, la atracción fue
evidente e inmediata. Uno de los puntos que más los identificó fue que ambos
buscaban cosas sorprendentes en la vida y Teresa encontró fascinante todo sobre
Estambul y Turquía, en tanto que Zeheb halló irresistible el conocimiento de
Teresa en la truficultura, una actividad bastante novedosa pero interesante que
Teresa estaba empeñada en desarrollar en Granada. Inicialmente se hicieron
amigos, pero muy rápidamente se fueron a vivir juntos y se organizaron como
pareja, tanto en la vivienda como en el amor e incluso en el trabajo, porque
Zeheb se inició en el mundo de las trufas y consideró que esta actividad tenía
mucho que ofrecer, pero que a él particularmente le bastaba su nueva ciudad, su
actual pareja, su extraño y furtivo amigo felino, la exótica actividad con las
Tuber Melanosporum (Trufas), la naturaleza de los lugares donde trabajaban y
cosechaban trufas, los perros que les ayudaban... en resumen, estaba demasiado
satisfecho al comprobar que el mundo le dio muchas cosas que hacer, procesar,
sentir y vivir, y que esas cosas fueron tan completas y tan hechas a su medida
que sintió que su aventura en el mundo estaba haciéndose realidad sin necesidad
de desplazarse más.
Lo único
que quedaba por resolver era que Teresa no estaba convencida de la historia de
las visiones y charlas entre Zeheb y Yok, pero si estaba convencida del extraño
y fuerte lazo que los unía, porque cuando Zeheb se la presentó a Yok y se
convirtió en el intérprete entre ellos, el gato la rodeaba, ronroneaba junto a
ella y hasta durmió en su regazo; las cosas que Zeheb supuestamente traducía de
su amigo realmente parecían legítimamente las de alguien que por primera vez
conoce a la novia de su amigo. En ese relajado ambiente “conversaron” de muchas
cosas. Ella siempre pensó que era Zeheb quien inventaba todo, hasta que Yok le
contó cosas sobre su gata perdida, sobre estrellita; habló de cosas que nadie
conocía y menos Zeheb, así que desde ese momento Teresa dudó un poco, pero, tan
pragmática como era, optó por aceptar la posibilidad de que Yok se comunicara
con su prometido y que los dos constituían una excepción en la historia de mala
comunicación entre gatos y humanos. Yok le regaló de despedida a Teresa una de
sus sardónicas sonrisas, que terminaron de desconcertar a Teresa y que la
convencieron de lo maravillosos que son los animales, que nunca dejan de sorprendernos.
Con los
años, Yok logró incluso presentarle algunos de sus hijos a Zeheb y Teresa
(antes de ser esterilizado, obviamente) y ellos hicieron otro tanto,
presentándole a Alejandra y Hernando, sus dos hijos. Las familias crecían, las
cosas mejoraban y todo iba bien, así que ya era hora de la despedida. 10 años
después de desembarcar en una nueva ciudad, con familias ya establecidas y
mucha felicidad vivida, Yok visitó a sus amigos Zeheb y Teresa y a sus hijos
Hernando y Alejandra por última vez. Yok les comunicó mediante Zeheb (quien
seguía siendo el único capaz de hablar y escuchar a Yok) que ya se sentía
cansado, que sentía la hora de su muerte muy cercana y que ya no podría seguir
viniendo a visitarlos. Los humanos lloraron, Yok sonrió y con un arranque de
agilidad que hace mucho no exhibía, Yok corrió y le pidió a Zeheb que lo
siguiera. Corrieron los dos y llegaron hasta la rivera de un río, donde
abruptamente paró Yok. Allí le pidió a Zeheb que escribiera historias de gatos,
que recordara todo lo que mutuamente habían aprendido y que le divulgara al
mundo por escrito, verbalmente y por todos los medios que pudiera que los gatos
quieren demasiado a los humanos, que hacen las cosas por nuestro bien, aunque
no siempre lo entendamos, que tratemos de ser menos desagradecidos con los
gatos y que, así como los humanos le tenemos miedo a la muerte, los gatos temen
ser sacados de la vida de los humanos.
Después de
despedirse en unas escenas muy afectivas y emocionales que eran de esperarse en
dos seres que fueron amigos durante toda la vida, Zeheb abrazó y besó a su gato
Yok, Yok lamió y ronroneó a su amigo Zeheb y se separaron para siempre. Zeheb
siguió conectado con lo que veía en ese momento su amigo y claramente vio cómo
se dirigía a un lugar conocido para él y le mostraba un gran secreto: una trufa
negra enorme que ninguno de los perros había detectado porque Yok marcaba
constantemente el lugar con su olor y otras cosas para confundir a los perros y
que era el regalo de despedida para su amigo: ¡Una trufa encontrada por un
gato! Siguieron conectados y Zeheb vio cómo pacífica y amorosamente Tom moría
en brazos de la ahora señorita Helena y justo antes de perder la conexión con
su gran amigo, vio una pequeña criatura, un bebé humano y oyó claramente la voz
de Yok llamándola “Zeynep” y esa fue la última palabra que Yok pronunció en
este mundo.
Una semana
después de la muerte de Yok, Teresa le informó de su embarazo y Zeheb
comprendió todo: Supo que era una niña y que se llamaría Zeynep, como la propia
abuela de Zeheb. Y así fue, Zeynep nació sana y hermosa, creció con sus
hermanos y sus papás entre trufas, gatos y amor; una noche, en la víspera del
cumpleaños número 8 de Zeynep, una linda gatita llegó a su cuarto. No era Luna
ni Yok segundo que eran los gatos de la casa; esta era más pequeña y parecía
haberse entrado a la casa buscando un lugar fresco para dormir. Pero se quedó a
vivir con ellos y fue llamada Estrellita segunda; lo curioso es que, tras un
tiempo en el que estrellita segunda y Zeynep compartieron juntas muchas cosas,
la niña afirmó que podía hablar y comunicarse con su gata, quien decía ser
descendiente de un gato llamado Yok por el lado de su madre felina y de una
gata llamada Estrellita por el lado de su padre felino y que venía a esta casa
a continuar con una labor que estaba pendiente. Cuando sus padres la
escucharon, contrario a lo que ella esperaba, le creyeron totalmente, la
abrazaron y lloraron un poco de felicidad. En ese momento ambos creyeron ver un
gesto, una sardónica sonrisa en la cara de estrellita segunda que delataba sus
ancestros y daban credibilidad a toda la historia, que realmente era
innecesario porque las cosas verdaderamente ciertas y verdaderamente
importantes no necesitan de la validación de nadie más que de aquellos que las
viven.
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