Muñeca de trapo
Siliw”
─¡Madre,
devuélveme mi muñeca!
─¡Mira,
como llora Bomboncita! Pásame una gasa, voy a limpiarla, pobrecita.
─¡Pero,
mamá…!
Siempre
fue una situación invariable: lidiar por el cariño de su madre. Mirtha
recordaba poco a su papá, murió cuando tenía cuatro años. Pasados cinco meses
nació Paolo, su hermanito. Cambió toda su existencia. No concebía que ese
pequeño pedacito de carne rosada le quitara el cariño de su madre, que hasta
ese momento era sólo para ella. Para contentarla, su madre le obsequió una
preciosa muñeca de trapo. Se llamará Bomboncita,
Mirtha sentenció con decisión y fue la compañera de sus juegos: conversaban,
comían, dormían… era todo su existir, al punto que la madre y el hermano
quedaron a un lado.
Tienes muchísima imaginación, sueñas mucho, mi
querida hija. No mami, solamente trato de pasarla bien con Bomboncita. Pronto fue a estudiar y en su mochila iba siempre
la muñeca.
Años más
tarde, la madre le regaló a Paolo una bicicleta. ¿Y para mí, sólo será mi muñequita de trapo? Hijita, tu hermanito es
varón y necesita una bicicleta para desplazarse a su escuela. Comprendo, no te
preocupes. Se ensimismó más en su muñeca de trapo.
Cuando
Mirtha culminó la escuela sucedió una tragedia atroz que nuevamente cambiaría
su vida. ¡Por qué Cristo se empeña en
vernos sufrir! Paolo se dirigía por la avenida ancha, haciendo piruetas con
su bicicleta que tanto le gustaba; de pronto, en el menor descuido el niño
yacía tendido en el asfalto. El auto no se detuvo, siguió su camino…
─¡Eso te pasa por no prestarme tu odiosa bicicleta! ─Pensó inicialmente.
Luego le
ganó la tristeza. De todas maneras fue mi
hermanito, con quien no pude compartir muchas cosas, ahora es demasiado tarde
para jugar con él, reír con él, decirle que lo quiero... La profesora me dijo
que no tenga pena, que se fue para hacer compañía a mi padre.
Para la
madre fue un golpe mortal, decayó totalmente. Felizmente, tu padre nos dejó esta casa y mi pensión de viudez, fue lo
único bueno que pudo hacer en su vida. Se enfermó varios meses y estuvo
atendida por Mirtha y una vecina bondadosa.
Aquí
nació la predilección de la madre por la muñeca. Pedía que la dejara con ella,
por las noches se dormía abrazada a ella. Ilusionaba que era Paolito y le
hablaba con dulzura, llenándola de caricias. Mamá es mi muñeca, por qué me la tienes que quitar. Préstamela sólo por
hoy hijita, por favor. Así fue como la muñeca se quedó con la madre. Un día
y otro y todos los días. Perturbación entre madre e hija. No pudieron superar
este enfrentamiento. Pero la vida avanza, con sus alegrías y sinsabores, Mirtha
ya estudiaba en la secundaria. No podía concentrarse, era muy retraída, convirtiéndose
en mofa de sus compañeros ¡Qué saben!
¿Acaso conocen a Bomboncita y lo que me pasa, para que puedan juzgarme?
De
pronto, pareciera que el tiempo se detuvo, el destino se encaprichó nuevamente con
ella. Perdió a su madre. Una mañana cualquiera amaneció lívida, la encontraron
fuertemente abrazada de la muñeca de trapo, la pena pudo más que la vida, el
recuerdo se hizo presente y se llevó el cuerpo al olvido. Fue instantáneo, no sufrió nada, dijo el médico que vino a verla.
La vecina repitió que sucedió en la mañana y por mucha pena. Cuando tú te ibas al colegio, siempre la
encontraba conversando con Bomboncita, pero el inconveniente era que le llamaba
mi Paolito, mi bebé. En muchas oportunidades lloraba interminablemente,
quejándose de Mirtha, que la había abandonado y ya no deseaba vivir. Que esta
vida ya no era vida. ¿Sería posible que a
mí me culpen de la muerte de mi madre? Si supieran la verdad: fue su madre
quien arruinó su existencia al arrancarle a su objeto querido. Ahora sí,
realmente se quedaba muy sola. Ya ni pensaba en su otrora amada muñeca de
trapo.
Dispuso,
minuciosamente, todos los preparativos sin perder detalle alguno. Hizo un hoyo
regular en el jardín, en la parte trasera de la vivienda, donde ahora sólo
habitaban espectros. En ese hoyo levantó una pira menuda con pequeños maderos
que ella misma hizo con la hachuela que encontró en el depósito de su padre. Para
ello utilizó la mesa de la cocina. Ya
está muy vieja y apolillada, servirá como leña. Buscó aquellos diarios
antiguos que veía leer a su papá, para envolver a Bomboncita con ellos.
Cuando la
luna llena alumbraba fantasmagóricamente la noche, salió faltando pocos minutos
para las doce. Se sentó parsimoniosamente al borde del hoyo, con fina
delicadeza puso a la muñeca sobre la pira. Cogió un envase de gasolina,
rociándolo sobre los maderos. Rasgó un fósforo y con el chisporroteo producido,
se extrañó de ver los ojos de Bomboncita, fijos y melancólicos, con una mirada
de mudo reproche. ¡No puede ser! Si yo
misma la cubrí totalmente con los periódicos, será mi nerviosismo o estaré
viendo visiones. Encendió la fogata y con el crepitar del fuego, olvidó sus
pesares. Cruzando los pies, volvió a sentarse y esperó que se consuma todo lo
que estaba en el hoyo.
Culminado
el ritual, tomo una pala para devolver la tierra al hoyo. Lo apisonó saltando
sobre la tierra removida, cansada se volvió a sentar en el césped. No recuerda
cómo ni cuándo se quedó dormida. El rocío y el frío madrugador hicieron que
despertara y su reacción fue de confusión al ver donde estaba.
Se
encaminó hacia su dormitorio, aún el día no estaba lo suficientemente claro.
Sentía la sensación de que se había librado de encima una gran culpabilidad, un
enorme peso y haber dejado atrás esa muñeca de trapo que fue el estigma de su
existencia. ¿O era el cariño negado de su madre? Recuerda Bomboncita, que tú misma te la buscaste ¿Por qué tuviste que abandonarme
dejándome sola? Sintió un alivio enorme que ganaba su espíritu. Fue cuando
creyó escuchar voces en el cuarto de su progenitora. Eso es imposible, si no hay nadie en toda la vivienda. Sorprendida
y con mucho temor se dirigió hacia ese murmullo creciente. Abrió de un golpe la
puerta y se quedó totalmente asombrada al contemplar a su madre tendida en su
camastro, acurrucando a la muñeca de trapo, llenándola de mimos.
─¡Madre!
¿Qué haces aquí?
─Hijita,
mírala como llora. Pásame un poco de gasa y aceite de bebé, la voy a limpiar,
está todo negra y oliendo a humo, parece que se hubiese quemado la pobrecita _
─¡Pero!... ¡Madre, devuélveme mi muñeca!
NUEVAS ENTRADAS DE OBRAS AL II CONCURSO INTERNACIONAL DE CUENTO PRIMIGENIOS
El II Concurso Internacional de Cuento
Primigenios publica de manera exclusiva las obras concursantes en el blog de la
Editorial “Memorias del hombre nuevo”. En esta edición un jurado determinará el
cuento ganador, pero la interacción de los lectores con los cuentos publicados
es algo importante para la promoción y divulgación de la obra y los contenidos
editoriales de Primigenios, Lunetra e Isliada.org.
Las obras publicadas en el blog no han
sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son
responsables de las erratas que puedan aparecer.
El Concurso Internacional de Cuento
Primigenios ha recibido hasta la fecha más de 50 obras ya publicadas en el blog
“Memorias del hombre nuevo”, para que los lectores puedan acceder a todos los
cuentos concursantes. Además se publicarán las estadísticas de lectores por
obra y otros datos de interés que nos permitirán promover la lectura y el amor
por la nueva literatura, esa que se escribe desde cualquier lugar del mundo.
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