Bunker
Félix José Rosales Antúnez
He
vendido helados por todos los suburbios: barriadas con pasajes, ciudadelas,
cuarterías, recovecos, casas solitarias entre basureros, viviendas dentro de
tanques, manzanas misteriosas con muchos pasadizos secretos.
Un día
antes de mi oración de fe me fui deslizando con mi carrito por una pendiente,
de pronto sentí un olor a mar abierto por encima de los olores albañales
característico de estas riveras de cañada oscura pensé que me había extraviado
porque en una cuarta de tierra no tenía noción de los puntos cardinales;
pregunté a un niño que me parecía algo extraño por su alegría contagiosa y su
mirada inteligente ─¿Hacia dónde queda el zoo? Se rió y me dijo ─puro brinque
la calle y siga. Sabía que estaba perdido pero no podía creerle y tome el rumbo
opuesto. Subiendo la pendiente de un elevado; centrado en el esfuerzo de
empujar con mis piernas ya viejas la pendiente,
cuál fue mi sorpresa al ver la mar esplendida con su verde azul claro y
transparente lanzando olas suaves al paredón de hormigón. Me senté a respirar
profundo para no entrar en pánico frente aquel insólito paisaje, luego sin
pensarlo di vuelta al triciclo deslizándome cuesta abajo cuando se detuvo el
carro volví a respirar y nada aún estaba perdido.
A la
derecha del elevado había un callejón de casas empotradas en el muro de la
loma, salieron algunos niños y un anciano tras el pregón de mi campanita sin prisa, con pausa y precisión boleaba el
helado cubriendo los barquillos, alce la vista al sentir la mirada penetrante y
sabia del viejo que me dijo, siga hasta el final ─miré unas monedas extrañas de
plata, al volver la vista ya no estaba el señor, seguí hasta el final del
callejón, solo me encontré con una muralla a la derecha luego de la última casa
había un pasillo con escaleras echa de viejos arrecifes y lo que había sido una
puerta estaba clausurada con ladrillos bien alicatados. Al mirar atrás estaba
el viejo con una mano en su barbilla y en la otra un mando que hizo que se
abriera la puerta de ladrillos corrediza, me hizo una seña para que subiera los
escalones, a mi encuentro vino una muchacha bien conocida de mis años mozos
pero no recordaba quién era debía bajar otras escaleras ahora alfombradas en
rojo oscuro, a mi encuentro venía un personaje también ‘en archí conocido pero
ni atrás ni delante podía identificarles había pasado mucho tiempo y ellos
estaban iguales de jóvenes al mirar hacia uno de los grandes espejos vi que yo
era joven igual ─no te asombres nosotros ya estamos muertos para muchos, no le
hiciste caso a nuestro nieto y al llevarte por tu laguna mental cogiste el
norte y lo tuyo es al sur. No sabía que hacer pero estaba más consiente que
nunca, la primera opción era virar para atrás pensé en el triciclo y en las tinas
de helado; los di ya por perdidos pero la puerta quedó detrás de las cortinas y no
era sensato correr como una gallina sin el flujo de sangre a la cabeza; en
estos trances la curiosidad es más grande que el miedo.
El
recinto estaba iluminado por una extraña luz que no se sabía de donde venía, el
techo era oscuro como una noche sin estrellas, a un lateral se divisaban
compuertas herméticas y al norte el fondo del mar. De pronto se iluminó el
techo y comenzaron a aparecer planetas y otra y otra constelación de donde
llegaban señales acústicas, por extractores de aire, salía un aliento
reconfortante como si fuera el espíritu de vida eterna. _ acaba de pasar y
ponerte cómodo paisano nos conocemos de la infancia, tú fuiste a nuestra boda
cuando te quedaste dormido en un sillón y luego te perdiste en el patio y de
ahí siempre te perdías porque no tuviste orientación pero vuelves a la realidad
y te renuevas, esos también vale. ─ Todos pensaron que nos íbamos para Varadero
a pasar la luna de miel pero no vinimos a este paraje que la mujer soñó y es
real, nos dan por muertos algunos y la mayoría nos hace por los países. Pero
aquí estamos en tiempo real. Te explico: la misión era entrenarse como hombres
rana para burlar la contrainteligencia humana, hay un tiempo paralelo justo en
el fiel, el punto neutro que sostiene el peso de las dos sustancias, para que
entiendas, el bien y el mal tienen que tener la misma base y el mismo punto de
apoyo y deben de llegar a una altura y a un límite. Te recuerdas cuando creías
en la levitación y siempre soñabas con la ingravidez. Ah a nosotros nos
entrenaron en el cosmos y en el agua, hay planetas líquidos y gaseosos. ¿Crees
que somos inmortales? Pues no es posible para todos hay una sustancia material
indivisible con una misión casi divina pero no. Aquí estaremos hasta morir pero
no como el mundo cree; el afán y el miedo al cambio que puede ser lo último nos
abruman y nos petrifica o nos momifican pero eso es solo una misión de
testimonio y huellas de la concatenación universal. De nada le sirve al
mundano, si andan con los royos bajo del brazo y lo abren como mampara haciendo
un paisaje ficticio y la vanidad virtual pegados a una mano amarrada al dedo
índice de la otra; ya no tienen que mirar a ninguna parte, menos pueden insertarse
a ningún entorno al no estar para nadie ni para nada. Pero hasta ahí solo hace
falta que te formatees, la autenticación la recibirás al salir por donde
viniste tienes que personificar tu estancia porque esto es real. Si te da por
entender te va a pasar la catástrofe de la vida, la esclavitud de la muerte;
que somete a todo hombre sino se imanta en la latitud cero antes de creerse
poderoso. Yo y mi esposa fuimos al norte y no llegamos pues la aguja imantada
marca solo el límite de tu existencia fútil. Recuerda que estudié la carrera de
automática y si llegue y nos infiltramos a hacer aquellas maquinarias que hoy
son rudimentos de la historia, pues lo verdadero y esencial está aquí donde la
mente humana no concibe que pueda estar al que dan por muerto, todo fue un
verdadero simulacro. De este sitio te puede teles transportar a donde ellos
quieran tu solo debes dar tu fe para quedarte en lo tuyo en la casa.
Un
lapsus de tiempo que crees cronometrado puede transportarte a la muerte
espiritual o simplemente a la muerte física.
Miré
al niño al que había preguntado por el zoo y recordé a mis amigos de la
infancia en aquel bunker, solitarios con todo lo necesario para esperar la
muerte en su misión, recordé sus facciones en el rostro inteligente de aquel
niño. Todo dio un giro a la redonda y eso de creer que estaba perdido se esfumó
y le regalé a aquel niño el mejor barquillo con un supremo y milagroso helado.
Me encanta. Está entre lo oculto y lo sublime. Muy bien.
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