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El perro de orejas con manchas

 

Blanca Caballero Pacheco

 

 

Me casé a los treinta años. Quería a mi esposo y él me correspondía. Al año siguiente tuvimos una niña y nuestra felicidad se completó con la llegada de la pequeña criatura.

Compartíamos con amor su cuidado y enseñanza. Desgraciadamente nuestra alegría no duró mucho, cuando la niña cumplió los tres años su padre murió en un accidente, fue una muerte rápida y violenta.

Me envolvió la melancolía, una tristeza desbastadora con pensamientos autodestructivos. Si no hubiese sido por la pequeña no hubiera podido soportar el dolor que experimentaba.

Con la partida de mi esposo mi relación con ella se hizo más profunda. Me concentré en su educación, lo que mitigó algo la pérdida. Había estudiado magisterio y empleé mis conocimientos para darle una esmerada educación.

Contaba con la pensión de mi esposo y el dinero que había acumulado en sus negocios. Vivíamos en una hermosa mansión que heredamos su familia. Así que por la parte económica no tenía preocupación.

La casa fue construida para residieran dos familias. La otra habitaría el costado este con entrada completamente independiente, así nosotras no necesariamente tendríamos que interactuar con los potenciales inquilinos. La realidad fue que durante mucho tiempo estuvo sin ser alquilada.

La mansión tiene jardines de exóticas plantas. En primavera, cuando las flores brotan su aroma inunda la habitación donde solemos solazarnos: Tocamos el piano; yo leo y la niña juega.

Hace unos meses ella y yo nos enfermamos. Fueron días de gran incertidumbre. La enfermedad fue empeorando al transcurrir el tiempo, y llegó al punto que tenía que casi arrastrarme desde mi cama a la de mi hija para atenderla.

Estuvo muy mal. Su frente ardía, sus mejillas carecían de color y tenía los ojos hundidos, sin brillo. También yo tenía fiebre insistente y tos acompañada de dolor profundo en el pecho.

¡Me ponía tan nerviosa cuando mi niña tosía! Cuando la oía corría, con la poca fuerza que tenía, para darle el jarabe que el doctor le había recetado. Entonces la tos se calmaba, y yo me tranquilizaba. Los días pasaban y no veía que mejoráramos. Cada día perdía más la esperanza de recuperarnos.

Adelgazamos tanto que parecía que solo la piel cubría nuestros huesos. ¡Era terrible aquella enfermedad! Desesperaba le pedí al médico que buscara tratamientos alternativos. Él escuchaba con atención y me explicaba que la infección era muy traicionera. Finalmente un día trajo un nuevo antibiótico y poco a poco mejoramos.

Ya recuperadas llegó la primavera y pudimos disfrutar de nuestro jardín florecido. ¡Lo había ansiado tanto durante nuestra enfermedad!

Salíamos y nos sentábamos en el quicio de la puerta para aspirar el aroma de las flores y contemplar la gama de colores de todas las plantas y flores. Entre los árboles y las flores respirábamos aire puro y sentíamos que la vida renacía y nos invitaba a gozarla a plenitud.

En el jardín había todo tipo de flores, las plantas se daban de forma exuberante, y aunque estaba descuidado, aquella belleza natural y agreste nos envolvía. Las flores eran motivo de nuestras conversaciones y emulábamos para encontrar la más bella.

Sucedió un acontecimiento: se alquiló el ala este de la casa. Aún no he visto a los vecinos. Para ser franca lo he evitado. No he querido cambiar el ritmo de nuestra solitaria e idílica vida.

Mi hija ya cumplió seis años, la edad de la fantasía. Me gusta verla jugar con amigos imaginarios. Ahora juega con un perro al que llama Parche y lo describe con detalle. Dice que es lanudo con manchas marrones en las orejas, que mantiene su rabo enroscado parado y lo mueve sin cesar cuando ella se acerca.

Para no desilusionarla le sigo el juego. Le digo cosas al perro, le pongo comida en la cocina, junto al fregadero. Hay veces que la comida desaparece, lo cual explico por la presencia de alimañas.

Pienso que debe ser una rata grande la que se ocupa de vaciar el pozuelo de Parche. Estas mansiones antiguas están llenas de ellas y yo contribuyo con la comida que pongo al perro imaginario. Debería dejar de hacerlo, pero no quiero matar la quimera de mi hija.

Aún no conozco a los vecinos. No he querido; cada día me pongo más huraña y no deseo de entablar amistades. Ya ni el médico viene a casa. Después que nos curamos dejó de visitarnos.

Luego de la enfermedad he quedado con el corazón afectado. Me preocupa mi hija, si llegara a faltarle no sé qué sería de ella. Ayer tuve un dolor intenso en el pecho, pero no llamé al médico para no asustarla.

Hoy he tenido dolores terribles. Tengo las manos sudorosas y mi temperatura ha descendido mucho. Hago un gran esfuerzo y llamo a mi hija. Le pido que me traiga el teléfono. Ella, a pesar de su corta edad, lo hace con prontitud y llamo al médico. Mientras espero su llegada mi hija conversa con su perro imaginario. Le dice: ─No te preocupes Parche, todo va a estar bien.

El médico llegó a la casa muy sorprendido por la llamada. Entró en la sala, no lo esperaban. Recorrió toda la casa que tenía aspecto abandonado, como si hubiera estado deshabitada por largo tiempo.

Buscó en todas las habitaciones. No encontró a ninguna persona, sólo a un perro lanudo con manchas marrones en las orejas que se le acercó y lamió su mano. 



NUEVAS ENTRADAS DE OBRAS AL II CONCURSO INTERNACIONAL DE CUENTO PRIMIGENIOS

 

El II Concurso Internacional de Cuento Primigenios publica de manera exclusiva las obras concursantes en el blog de la Editorial “Memorias del hombre nuevo”. En esta edición un jurado determinará el cuento ganador, pero la interacción de los lectores con los cuentos publicados es algo importante para la promoción y divulgación de la obra y los contenidos editoriales de Primigenios, Lunetra e Isliada.org.

Las obras publicadas en el blog no han sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son responsables de las erratas que puedan aparecer.

El Concurso Internacional de Cuento Primigenios ha recibido hasta la fecha más de 50 obras ya publicadas en el blog “Memorias del hombre nuevo”, para que los lectores puedan acceder a todos los cuentos concursantes. Además se publicarán las estadísticas de lectores por obra y otros datos de interés que nos permitirán promover la lectura y el amor por la nueva literatura, esa que se escribe desde cualquier lugar del mundo. 



 

Comentarios

  1. El perro de orejas con manchas, por Blanca Caballero. Excelente idea y muy buena narrativa. ¡Felicitaciones!

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  2. Muy buena narrativa, el hilo conductor enducere los sentidos con tristeza, poco a poco , y su final es inesperado. Excelente manejo de las ilusiónes enmascaradas de realidad.

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  3. Bello Cuento buen sentido de la imaginación como ya nos tiene acostumbrados esta autora Felicidades

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