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Un guajiro rojillo en conversión a burgués verde

 

Mar Gómez

 

En memoria a un amado guajiro,

ahora mutado en ser etéreo

 

Nadie quería jugar conmigo, era demasiado precoz para mi edad, pensaba como adulto, hablaba mucho. Nací reaccionario, con privaciones y escasez, las qué nunca sentí por ser un niño feliz; ahora que soy adulto y me encuentro en este sitio, he conocido el rechazo, el desprecio, la deslealtad y traición.

Me llamaron Tito hasta los tres, después de los cuatro me convertí en Ernestito, de adulto soy Ernesto. Mi nombre completo es Ernesto Ramírez Ramírez, en honor al santo patrón de las Villas, lugar en que nací. Apelativo con el que estoy registrado en este patético lugar donde me encuentro disociado, convertido en lo que nunca quise ser.

De pequeño normalice las carencias de mí país. La desigualdad social no era vista como tal, parecía no existir. Cuando somos niños el amor es el mejor alimento, y estoy seguro que de ese no carecía.

Estrené la vida con aire saturado de poesía política. Fui parido con ideología de odio al genocida más respetado del mundo la burguesía capitalista. Así me formatearon en el vientre materno. Mi primera respiración fue un llanto de lucha y resistencia. Nada me ha doblado, nadie me doblegará; no lo pudo hacer una huelga de hambre, ni los golpes, ni las felonías de mis colegas, mucho menos la traición de mi mujer… esa es la que menos me duele, soy pragmático, la he tomado como el pago a las múltiples infidelidades que cometí en nuestra ex vida conyugal, consecuencia de mi proceder promiscuo ¡ah!, pero el llanto de mi madre… ese si me parte, ciertamente es lo único capaz de llevarme al quebranto.

Las familias de la municipalidad de Ranchelam eructamos socialismo, vivimos en la pobreza y no por ello dejamos de sonreír, bailar y cantar. Nací en la época de los sesenta cuando las mujeres parían muchos hijos, suponiendo como revolucionarias que era su obligación dar hijos a la patria, ¡muchos hijos! Y continuar con el canto de justicia y libertad, melodía tan rica como el boniato; creyendo que eso permitiría seguir la eterna insurrección. Esas eran las cavilaciones de mi padre y las de mi madre, embarazarse. Lo hizo tres veces, un trio más para fortalecer la revolución.

Un raro mal me aquejaba de pequeño, degustaba con velocidad la lectura de cuanto libro caía en mis manos, nunca me conformé con respuestas superficiales, ni explicaciones banales propias de mi edad. Brincaba de un lado a otro, aprendía a gran velocidad, me aburría rápido si no era alimentada mi necesidad de saber; cuestionaba e investigaba, por ello empezó el maltrato en el círculo de estudios infantiles a donde asistía. La frustrante incapacidad de la profesora Yurimia un mal día llegó a su límite.

El alter ego que me abraza, recuerda con precisión ese traumático trozo de mi historia que cambio el rumbo de mi vida:

 

Ernestito Llegó llorando a casa de la abuela, quien vivía a dos kilómetros de Ranchelam. La palma lacerada de su mano izquierda  sangraba. ¿Qué te pasó mi vida, quien carajos te hizo esto?, —reparó la abuela alarmada. La maestra Yuri se enojó conmigoentre sollozos narraba el pequeño. Dice que debo escribir con la otra mano, que es como Dios manda y portarme bien, igual que los demás. Me pegó con su regla muchas veces y me paró en la esquina del salón, dice, que ese va a ser mi lugar hasta que aprenda a escribir con la derecha y deje de ser un izquierdoso. ¡escapé abuela, no la obedecí!, vine corriendo contigo respondió con pueril sonrisa, mientras los mocos subían y bajaban acompañados de una dulce y acelerada voz; en su mirar resaltaba el cándido de su rostro, reafirmando con ello, el acto heroico que acababa de concretar.

¡Maldita mal parida!, no sabe lo que hizo la muy bestia expreso iracunda la abuela. Le consoló primero con un abrazo, lavó la herida con agua, una compresa de hierbas amarrada con un trapo ayudaría a sanar, besándolo con ternura esto te va a curar mi vida, dijo, tomando la otra mano empezó a caminar junto a él con pasos agigantados rumbo al círculo infantil. Ahora mismo vamos a arreglar este asunto cariño. Abuela ¿sabes cómo me dice la profesora?, ella se detuvo en seco para preguntar ¿Cómo?, deseosa de saber. Me dice zapato verde. — ¿Qué querrá decir con eso? ¡Hay Abu!, no sabes que los zapatos verdes son raros, casi no existen contestó sonriendo al chiste. Maldita bruja replicó la abuela, reacomodando el cuerpo, enfilo nuevamente hacia la ruta que los llevaría a la escuela, con un suave estirón de brazo ajusto a Ernestito a la par.

Llegaron agitados, habían ocupado la mitad del tiempo que normalmente empleaban para llegar a la escuela. La entrada al salón fue violenta, sin solicitar permiso, nunca soltó la mano del nieto, el que parecía un papalote volador. Se plantó amenazante frente a la profesora, reclamando en tono rudo y firme, desafiándola con la mirada, elevando el brazo. ¡Oiga bien señorita! a mi nieto, ni usted ni nadie lo vuelve a tocar, ¿le queda claro? gritó enojada con mirada encendida. La maestra enrosco su cuerpo y protegió el rosto que esperaba ser abofeteado. Su mulato rostro se tornó pálido, intimidada enmudeció. La abuela bajo la mano para rematar con un: ¡No somos de la misma calaña! no la voy a golpear… Va a quedar reportada, por mis muertos le juro que nunca volverá a pisar un aula. Usted es una enferma, no está apta para tratar con niños y mucho menos con pequeños tan especiales, con genios como mi nietecito. No sabe distinguir lo que es una criatura de alta capacidad intelectual, ¿verdad?, le cuestionó. Lo voy a llevar a casa, ahí será mejor educado, mientras usted es removida, porque de eso me encargo yo. Radio rebelde y mi comandante se van a enterar, ¡ya verá usted, deseará no haber nacido nunca, mal parida! remato enfática al salir del salón.

Mi abuela materna preocupada por la rara enfermedad que decían me aquejaba, optó por retirarme del círculo infantil. Debido a ese incidente, argumento que como nadie podría enseñarme mejor que ella, sería mejor acoger un programa de educación para padres que existía en esa época llamado “educa a tu hijo”, de esa forma me mantuvo en casa durante años. De la profesora ustedes supongan su triste final. Mi madre no tenía tiempo para atenderme, trabajaba en una mercería, mi padre en la central azucarera, ambos trabajos apenas alcanzaba para completar la comida del racionamiento. Desde ese momento pase a vivir de fijo con la abuela, quien se encargó en tiempo completo de mí. Ella me había enseñado a  leer y escribir desde los tres años, pasaba con ella la mayor parte del día, por lo que no fue ningún trauma dejar la casa materna, ni la escuela.

Mi padre y mi abuelo, campesinos que vivían en las plantaciones azucareras, salían los fines de semana a visitar a la familia, ahora yo también hacía lo mismo, ya éramos tres fantasmas periféricos en la familia. Sábados y domingos convivíamos con gran alegría todos juntos, comiendo  arroz congrí y yuca frita. Eran días festivos para jugar con mi hermana mayor y mi hermanito el gordo.

Viví infancia y pubertad con la abuela, regresé a la secundaria a los doce años, ya había leído cuatro veces “El Quijote”, pues, cuando me gusta algo, suelo repetirlo hasta el cansancio, igual que el sexo. Lo que es exquisito, lo disfruto hasta convertirlo en una obsesión. Desde pequeño he sido precoz también con temas sexuales. A los dieciocho años había perdido la cuenta de con cuantas mujeres había fornicado; qué le voy a hacer, así soy de temperamental y apasionado con mi cuerpo y con  mis ideas. En mis gustos por la lectura no podía ser diferente. Todos los clásicos ya habían sido leídos y analizados críticamente, y por supuesto mi novela favorita “Los miserables” de Víctor Hugo, llevaban el record de cinco veces leída. Ningún libro es mío, son de la revolución y ella es de todos. Uno de mis grandes sueños es tener en casa una gran biblioteca, algún día lo lograré.

A los quince, con cuerpo y pensamientos de hombre mayor, inicié mi carrera política como dirigente estudiantil, recluido y preparado para militar en el partido comunista. En mi adolescencia y primera madurez fui reseteado con precisión para defender las ideas de mi pueblo, esas que ya traía en la sangre. Trabajé duro hasta los treinta y ocho años sirviendo a la revolución, mano a mano de mi comandante. Conocí el mundo, salí y volví a mi tierra infinidad de veces enviado por mi partido, abanderando la ideología revolucionaria; un privilegio del que gozábamos los más cercanos al régimen. A la par de mi formación política me preparé en la facultad de ingeniería, para seguir perpetuando en mi vida cotidiana la actitud heroica de la insurrección como buen dirigente revolucionario de vida austera. Los grandes logros en salud, educación y seguridad producto de la revolución había que presumirlos al caótico orden mundial que solo conocíamos los que lográbamos salir del nuestro país a esas misiones. Así me convertí en el verdadero hombre nuevo, el idealizado desde pequeño, y nunca, jamás paso por mi mente traicionar a mi patria quedándome en esos lugares, como lo hacían algunos.

¡Despierta asere!, me sacudió una mano, hoy es el gran día, te vas. Abre los ojos, recoge tus cosas, hora de regresar a casa. Una voz, que hoy escuchaba dulcificada me sacó de esos pensamientos. ¿Dime que es verdad cabrón?. Si lo es socio. Abracé a mi carcelero como un niño con hambre abraza la mamila, sin tanto aspaviento, más bien con frialdad, pero con la fuerza que da una noticia de tal calibre. Afuera está tu madre esperando, muévete ¿o quieres quedarte otra temporada? sentenció con ironía Claro que no. Sonreí desdibujadamente, con los residuos de lo que había sido mi poca alegría, con lo que aún quedaban de ella, la única que podía salir de la piltrafa humana en la que me había convertido. Estaba con treinta kilos menos, en una especie de cuerpo humano con huesos envueltos en pellejos, con pensamientos abstractos,  típicos de un prisionero predicador de libertad; algunos lazos emocionales aún me cobijaban,  sintiéndome como molécula liquida, flotando sin un centro de fuerza fijo para retenerme.  El amor de mi madre era una excepción. Estaba renaciendo en un segundo parto. Uno nace dos veces, como bien dice Savater, la primera en el útero biológicamente natural y la segunda, un nacimiento social. Así salió mi nuevo Ernesto de ese lugar, un nuevo ser humano.

La cobardía de unos cuantos iguanodontes en el poder, la envidia, y el miedo a los diferentes como yo, hace que las cúpulas generen estrategia políticas represivas con aquellos que pueden ser un peligro para sus fines, había que aquietarlos, inmovilizarlos. Yo fui uno de ellos, de los acallados; ese fue uno de los motivos del anquilosamiento por siete años en este lugar, donde he tenido suficiente tiempo para analizar si la revolución me traiciono o yo a ella…

Al salir, mami estaba ahí, como todas las semana, con la bolsa de comida que me proveía cada siete días. El abrazo y el llanto mutuo de amor incondicional, son indescriptibles.  Esperamos cerca de dos horas la guagua y dos más para llegar a casa sin separarnos, abrazados, dando y recibiendo caricias mutuas que tanta falta nos hacían.

Mami, ¿recuerdas cuando te pedí me hicieras una bata como esas que se ponen los artistas al salir del baño? Si, como olvidarlo ¿y tú recuerdas, amor que yo te decía que con trabajo teníamos una toalla para toda la familia? Pero, que algún día la tendrías. Me lo volvió a decir con la más hermosa sonrisa enmarcada en sus ojos humedecidos en un llanto agridulce. Hablamos de esos temas y de más, cerca doce horas seguidas, hasta quedarme dormido como un bebe en su regazo.

Ella murió poco tiempo después, creo solo esperaba mi salida para descansar. Esos hijos de puta la enfermaron para matarla con tanto sufrimiento. Solo así pude tomar la decisión de salir de la patria que me parió.

Los nuevos amigos que tengo en este  también nuevo País, dicen en tono de broma que soy un  capitalista comunista,  porque  aunque no lo crean mi corazón sigue siendo fiel a mi comandante, de quién soy la hechura de este nuevo hombre, más no a ese puñado de hijos de puta, utopistas mentiroso, los que en pleno siglo veintiuno siguen soñando con el hombre ideal para una sociedad ideal, de aquellos que obedecen al partido y a sus jerarcas, que son capaces de matar a sus mismos compatriotas. Claro que el dinero corrompe, ellos lo poseen, el pueblo que se joda. Como no recordar las escuelas de campesinos, los ejércitos juveniles, disimulados campos de trabajo forzado. El hombre nuevo debe ser capaz de sacrificarse por un dólar al día por la revolución, privándoles de las libertades modernas, obvio que tienen bien desarrollada la doble moral, miente y disimulan, porque ellos son burgueses encubiertos.

Es día de mi cumpleaños, despierto y a mi lado hay un gran regalo que me sonríe, lo abro con el gusto que cualquiera tiene por las sorpresas. Ahí está la bata de baño en color azul, como la que mami nunca me pudo dar y tres grandes tomos de los miserables, que será el inicio de mi biblioteca. El hada madrina con la que ahora vivo y con la que me doy grandes besos me la obsequio para alegrar mi cansada vida, para darle paz a mi atormentada alma. Por las noches soy acariciado por ella y mi sistema nervioso deja de brincotear, los movimientos involuntarios heredados de mi estadía por siete años en  la prisión, parecen calmarse a su lado.

Decidí vivir fuera de la subcultura de mi isla, la que dicen tiene rasgos medievales complejos, para reconfortarme en la adoración al dinero, como algo necesario para el bien vivir. Las luces y la abundancia de los centros comerciales siguen sorprendiéndome, adoro esta libertad con la que vivo. Todos tenemos el legítimo derecho a vivir en un mundo globalizado. Ya daré tiempo para acomodar mis dogmas, ahora solo deseo ser menos iracundo, dejar de comer soya, gozar de buenos atracones de toda esta comida globalizada que miran mis ojos y puedo comprar con mi primera tarjeta de crédito. Necesito eso… seguro estoy la disfrutaré en compañía de los cuerpos de cuanta pitonisa de este nuevo país se acerque al mío. Me aseguraré de tener infinitos placeres con todo ello.

Mi conversión de guajiro rojillo a burgués verde va a en ascenso. Sueño en ser un daddy sugar, porqué eso de hacer nidito con una sola mujer hará perder mis locas ansias de libertad, lo que no deseo ocurra. De camino en mi conversión, la historia juzgara a mi comandante y a los hijos de la revolución.

“Hasta La Victoria Siempre”.

Nunca más Patria o Muerte, ahora Patria y Vida.

Viva el dinero, llámenme por favor míster Ernesto.



NUEVAS ENTRADAS DE OBRAS AL II CONCURSO INTERNACIONAL DE CUENTO PRIMIGENIOS

 

El II Concurso Internacional de Cuento Primigenios publica de manera exclusiva las obras concursantes en el blog de la Editorial “Memorias del hombre nuevo”. En esta edición un jurado determinará el cuento ganador, pero la interacción de los lectores con los cuentos publicados es algo importante para la promoción y divulgación de la obra y los contenidos editoriales de Primigenios, Lunetra e Isliada.org.

Las obras publicadas en el blog no han sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son responsables de las erratas que puedan aparecer.

El Concurso Internacional de Cuento Primigenios ha recibido hasta la fecha más de 50 obras ya publicadas en el blog “Memorias del hombre nuevo”, para que los lectores puedan acceder a todos los cuentos concursantes. Además se publicarán las estadísticas de lectores por obra y otros datos de interés que nos permitirán promover la lectura y el amor por la nueva literatura, esa que se escribe desde cualquier lugar del mundo. 



 

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