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El ajolotito blanco

 

 

Seudónimo: “Primitivo”

 

 

– 1 –

 

La chinampa parecía una gigante cama de tierra suspendida en las aguas entre los canales de Xochimilco. En una de sus orillas de colindancia acuática, el niño recostado miraba el reflejo de su rostro en el cristalino espejo de las aguas mansas, que fragmentaba sus rasgos en un vaivén ondulante que rompía la calma con el golpe de sus pequeñas lágrimas al caer negándose a ser parte de su reflejo. Lágrimas acompañando el sollozo en intervalos rítmicos, confundidos con los miles de sonidos de la naturaleza en coro de criaturas que cantan a la vida, en ese pequeño paraíso flotante como isla dentro de la urbe, con incansable y frenético ritmo en el que se mezclan las palabras dolidas de un niño.

–No quiero irme de aquí, me gusta vivir en este lugar y mi papá lo sabe, no entiendo porque dice que no podemos quedarnos–

Pequeñas lágrimas que al caer describen ondas que se amplían rompiendo la quietud, sin embargo, no es impedimento para que el pequeño siga con la mirada fija en el reflejo de su rostro; de pronto emerge de las profundidades la carita aún más pequeña de un ajolote blanco que lo mira mientras asciende hasta quedar suspendido con leves movimientos de sus manitas y su cola, los dos rostros se superponen haciendo un solo reflejo, pareciera que el niño se transforma en un animal que sonríe sin pestañar siquiera.

–Tú que me miras desde allá abajo ¿verdad que no podrías vivir en otra parte?–

La quietud es rota por el anfibio que comienza a describir evoluciones juguetonas, para luego sumergirse de golpe a las profundidades, distrayendo al niño del llanto, quien ahora se concentra en descubrir la razón de la mágica aparición, mientras trata de permanecer quieto lo más posible para no espantarlo. Con la curiosidad propia de la infancia disfruta de la sorpresa de verlo aparecer y desaparecer en cortos intervalos, lo mira fijamente como lo hiciera un momento antes y así repetidas veces, lo que interpreta como la señal inequívoca de que desea comunicarle un mensaje.

–Estoy seguro que entiendes lo que te digo y por eso seguro me quieres llevar a mostrarme algo–

Con lentitud se incorpora y con movimientos suaves se despoja de sus ropas que caen sin orden a sus pies, semidesnudo se inclina hasta quedar en cuclillas y luego de un momento de espera con un movimiento rápido se sienta al borde terminal de la chinampa, y con cuidado sumerge sus pies en el agua quebrantada pues el calor del sol matutino a retirado la frialdad con la que amanece, resultado de las bajas temperaturas nocturnas.

–Si entro con cuidado al agua, estoy seguro que no te voy a espantar–

Estando sumergido hasta el cuello, observa con deleite que el ajolote sigue ahí al lado de los dedos de sus pies a los que rodea produciendo un cosquilleo suave, señal de que puede zambullirse por completo sin el temor de que su nuevo amigo se asuste y huya. Antes de hacerlo le dirige sus últimas palabras.

–Me encantaría que fuéramos amigos y venirte a ver diariamente al regreso de la escuela, y poder platicar contigo de lo que haré para convencer a mi papá, cuando le diga que somos una familia feliz en este lugar–

Se sumerge por completo, el agua cubre su cabeza y se mueve con sumo cuidado evitando enturbiarla; acostumbrado desde su tierna infancia a nadar en los canales, sabe que la calma resulta provechosa si se trata de atisbar el mundo de las profundidades con los ojos bien abiertos. Así lo hace y descubre que su nuevo amigo lo observa a poca distancia, como si esperara ser visto. El niño impedido de hablar piensa intensamente como si fuera la forma de emitir mensajes telepáticos, por lo menos eso cree que puede hacerlo.

–Deseas que te siga ¿verdad?–

La criatura parece entender su mensaje telepático, gira en redondo y como si hubiera establecido un acuerdo con su acompañante, nada a la vanguardia con gran velocidad sin voltear y percatarse los esfuerzos que realiza el niño para no perderlo de vista. No pasa mucho tiempo para que el ajolotito blanco se detenga en señal de que han llegado a su destino. Describiendo pequeñas espirales, con cierta gracia se interna en un hueco natural, entre las profundas raíces de un añoso y sagrado ahuejote.

–¿Es tu cueva? Espero que no me hagas esperar mucho, ya que comienza a faltarme el aire–

Saliendo y entrando en repetidas ocasiones en su guarida, la pequeña criatura parece invitar a que el niño introduzca su mano al fondo de su casa.

–Me tendré que arriesgar y meter la mano, ya que si entraste ahí sin problema, no existe peligro alguno–

Tomado una de sus manos del nudo de una de las pronunciadas raíces del ahuejote, mientras con la otra tanteando llego al fondo donde siente un objeto largo y plano, lo coge y sin detenerse a mirarlo, se apresura a salir a la superficie pues siente que sus pulmones han quedado vacíos. Así lo hace, y lo primero que alcanza a vislumbrar es el cielo azul que se mueve, con reverberante luz que se filtra entre las gotas de agua que se escurren por su rostro y entran en sus ojos.

–Un poquito más y me hubiera desmayado, nunca había logrado aguantar tanto tiempo sumergido, quizás se deba, a que estuve menos pendiente del aire y entretenido en seguir al ajolotito blanco–

Vuelve a zambullirse para despedirse y poder hacerle una caricia en su rostro de eterna sonrisa, pero no logra a ver a su nuevo amigo, por lo que decide emprender el regreso, y con  pequeñas brazadas regresa al punto inicial de su aventura a la orilla del canal muy cerca de donde se encuentra su casa. Antes de trepar a tierra firme lanza el objeto a la orilla para no dificultar sus movimientos, estando afuera sin mucho esfuerzo localiza entre las yerbas el objeto e inmediatamente después de cogerlo, se recuesta boca arriba, extendiendo el brazo para poder ver con atención de lo que se trata, con la otra mano lo limpia del sedimento que todavía lo cubre y cuando pasa la palma húmeda sobre una de las superficies planas se sorprende al descubrir sus secretos.

Se trata de una tablilla de barro a primera vista se nota su antigüedad, y al seguir limpiando el lodo de los extremos con la mano que luego prosigue con los pliegues de su estomago mojado, conforme queda libre del lodo van surgiendo ante su vista cuatro bajo relieves en sus cuatro esquinas cada uno con una marca distintiva.

 –¡Chispas! ¿qué es esto? Parecen cuerpecitos de ajolotes y cada uno tiene color: rojo, blanco, negro y café; ¡uchale! ¿será que los ajolotes tienen inteligencia como nosotros? Si es así, entonces, mi amigo el blanquito quiere que yo descubra lo que significa, y ¡desde ahora es nuestro secreto!–

Sentado calcula que el día de mañana, luego de regresar a la escuela volverá a meterse al agua para buscar a su amigo, pero resultó tan repentino el encuentro comienza a creer que se trata de un sueño, ya que duda todavía de lo ocurrido y solo el objeto le ofrece certeza del encuentro, ante la incredulidad de que dichas creaturas puedan tener inteligencia similar a la de los humanos. Tan abstraído se encuentra en sus reflexiones, que no se percata de que su padre se encuentra parado justo de tras de él, resultando imposible ocultar el objeto encontrado.

 

– 2 –

 

Los padres poseen un sexto sentido para captar los cambios que sus hijos tienen frente a los problemas que enfrentan en su cortada vida; y la revelación escuchada con sorpresa por el niño recientemente, había causado una honda pena en el alma del pequeño, aunque lo dejaba a solas buscar respuestas, cuando las circunstancias lo permitían buscaba establecer contacto por si el reproche se convertía en pregunta y la duda en acercamiento. Las mismas actividades cotidianas darían pie a un acercamiento cordial y afectivo.

–Hace rato que tu madre espera con la mesa lista para sentarnos a comer, y como solo faltas tú, he venido a ver qué es lo que te retrasa–

El niño se levanta movido por un resorte invisible y sin pronunciar palabra, comienza presuroso a vestirse y luego sin más camina rumbo a la casa, mientras el padre le cruza el brazo, colocando su mano amorosa en el hombro, al tiempo que repara en el objeto que llevaba en la mano, y para romper el frio silencio le formula la esperada pregunta.

–¿Qué es lo que traes ahí, puedo verlo?

El pequeño extiende su pequeño brazo y deposita la tablilla en la mano de su padre, quien muestra sorpresa frente al extraño objeto, mientras lo inspecciona dándole vueltas y pasan sus dedos por encima de los abultados cuerpos de las criaturas acuáticas en bajo relieve, y a manera de reflejo lleva el objeto hasta la manga de su camisa, con ella la frota hasta retirar los restos de lodo que aún conserva. Lo observa detenimiento sin dejar de caminar, de pronto se detiene justo al llegar a la puerta de la cocina cuya protección de mosquitera y el resorte que le hace cerrarse de forma automática, exige halar con ambas manos para lo cual tiene que devolver el objeto a su hijo.

–Toma, nunca había visto algo tan extraño, si quieres mientras comemos nos cuentas a tu mamá y a mí, ¿dónde lo sacaste o cómo lo conseguiste? ¿qué te parece? –

El niño mueve afirmativamente la cabeza, a su paso hacia el lavamanos coloca la arcilla en un mueble cercano a la mesa del comedor y próximo a la estufa donde su madre termina de dar los toques finales a la comida. Mientras ella afanosamente sirve un caldoso puchero en sendos tazones, mientras calienta las tortillas de mano en un enorme comal de barro colocado en tres grandes piedras de río, entre las cuales se logran apreciar las brazas de leña que arde. Conociendo el estado de su hijo procuraba no entorpecer sus pensamientos haciéndole preguntas que pudieran inquietarlo más, pero al ver la tablilla considera que podía ser el motivo de conversación a la hora de compartir los sagrados alimentos, mientras lo invita a sumarse en las actividades de preparación de la mesa.

–Cuando termines de secarte las manos, llevas la servilleta con las tortillas calientes y las colocas en su sitio acostumbrado, mientras que tu papá me ayude a llevar los tazones de caldo y se sientan para comenzar a comer; mientras tanto yo terminaré de servir el agua de frutas–

Estando acomodados en sus respectivos lugares frente a la pequeña mesa redonda del comedor, comienzan su acostumbrado ritmo de convivencia, solicitando alcanzar la sal o una tortilla caliente, más agua o las servilletas de papel; el ambiente familiar de momento propicio para abordar temas varios de sobremesa. La madre resulta la más animada quien de inmediato aborda lo relacionado con el objeto depositado en el mueble.

–Pude ver la tablilla de barro que trajiste, me pareció similar a los objetos sagrados que se exhiben en las vitrinas del Museo Nacional de Antropología ¿no lo crees? –

Sus palabras despiertan el interés del padre y el niño al mismo tiempo, ambos se animan a comentar, pues han picado como inocentes peces el anzuelo de la curiosidad, y fue el pequeño quien dejando de lado cualquier recelo, se anima a contar la aventura que recién había vivido. La madre no oculta su asombro, mismo que se refleja vivamente en su rostro y que contrasta con su cuerpo quieto; mientras el papá guarda silencio, sin chistar se nota molesto pero marcado por su semblante serio, lanza miradas de reproche por el entusiasmo mostrado por la madre quien no pierde detalles de la crónica.

–… el ajolotito blanco desapareció antes de que yo pudiera despedirme y agradecer que me lo haya regalado–

El padre aprovecho la oportunidad para expresar su contrariedad, y lo encuentra al momento en que se refiere a la criatura acuática como si tuviera razonamiento humano.

–De dónde sacas que un animal haga regalos, eso sería tanto como sostener que piensan al igual que nosotros…–

Interviene entonces la madre, con lo que considera es una manera más juiciosa de tratar el tema, sin cortar las alas de la imaginación y sobre todo la fantasía del niño, segura de que tales conductas son propias de la infancia y que a nadie hacen daño.

–Desde el momento en que el ajolotito blanco te condujo hasta él, no podemos decir que se trate de algo en lo que no podamos creer, si salía y entraba para indicar el lugar, no eran necesarias las palabras y mucho menos razonamientos. Veamos de qué se trata, tráela y por ahí arrimas esa silla junto a mí para que juntos la analicemos, en todo caso veamos si efectivamente se trata de un valioso hallazgo–

El niño cumple con gusto el mandato y pone la tablilla en la mano de su madre quien no separa la vista del objeto, mientras su rostro adopta un gesto reflexivo, sumida en sus profundos reflexiones que de inmediato externa.

–¡Que cosa tan hermosa! Las imágenes me hicieron recordar la antigua leyenda que escuchaba contar a los viejos, referente a los antiguos pobladores de Xochimilco, relacionado a los cuatro ajolotes creados por los dioses para que cumplieran su misión como protectores de las aguas, así como lo dejaron expuesto en este fragmento de historia, que sin duda cuenta la manera en que los habitantes tenían idea de su entorno. Como lo encontraste en el fondo de los canales estoy segura que se trata de los restos de una ofrenda–

El padre al parecer contrariado con el comentario, decide resolver el misterio alrededor del objeto recurriendo a la inmediatez informativa, trayendo a cuentas la historia más reciente de los canales a punto de ser tragados por el monstruo de la mancha urbana que todo devora a su paso.

–A mi me parece que se trata de los restos decorados de una alfarería rota, y bien sabemos los tres que los canales están llenos de cosas inservibles, recuerden que en temporada de limpieza se sacan toneladas de basura, ¡no se nos debe olvidar eso!–

Sin perder la calma, aunque reprochando su proceder, la madre laza una mirada inquisitiva a su imprudente marido que no repara en las consecuencias que sus palabras producen en el semblante, mismas que se traslucen en desencanto en el rostro de su pequeño, quien no deja de mirar fijamente la tablilla, acariciándola con la palma de su mano, como intentando descubrir algún signo que le permita desentrañar los secretos de un objeto que ya comienza a estimar, por su contenido y por haber sido entregado por su amigo acuático, quien de seguro espera recibir algo de ayuda.

–Pues a mi me parece que se trata de una revelación, tomando en cuenta que  de no haber salido entre tantas toneladas de basura cada vez que se hace limpieza, es un signo que tenía un destinatario ¿no lo creen así?–

Con una sonrisa de confianza a flor de labios, el niño decide por fin a dejar a un lado su silencio, mismo que había mantenido durante todo ese tiempo, y es cuando se atreve a preguntar a cerca de todo lo antes dicho por su madre relacionado a los antiguos rituales y ofrendas indígenas, especialmente en lo referente a la leyenda de los cuatro ajolotes.

–¿Existe una leyenda y tú la conoces verdad? Me gustaría mucho escucharla, estoy seguro que ella puede revelar la una razón de haber encontrado la tablilla–

Los tres se arrellanan en sus sillas sabiendo que el relato será largo y que es mejor ponerse cómodos.

–Cuando todo esto que conocemos se encontraba en un estado lacustre o acuático, los dioses vieron necesario que alguien se encargara de su cuidado, y como era tan extenso su territorio rodeado de agua, ellos tenían que elegir a un ser con virtudes divinas; pues se requería tener la habilidad de mantener las aguas limpias y claras, sin ese requisito los animales que lo poblaban no podría continuar reproduciéndose–

Levanta la jarra de agua de frutas y vierte su contenido en los tres vasos sin interrumpir su relato, pero comprobando que al padre e hijo los mantenía clavados en la silla, con el efecto esperado de echar a volar la imaginación.

–Los dioses de las cuatro regiones del mundo, vieron la necesidad de proteger el liquido vital, para la reproducción de las especies y por esa razón tenían que custodiar especialmente la gran zona lacustre que era un espejo donde ellos desde su reino celeste solían solazarse contemplando su rostro, y donde podían ver cómo florecían los pueblos de sus hijos los hombres. Reunidos alrededor del fuego creador, se dieron a la tarea de llegar a un acuerdo para crear a la creatura digna de ocupar el cargo, para lo cual tenían que mencionar las virtudes que le otorgarían, todos a su tiempo les correspondió opinar.

El dios del norte opinaba que debía ser un animal grande y fuerte para que fuera respetado logrando imponerse por condición de su tamaño. Mientras que el del sur opinaba que sería mejor crear a un grupo numeroso, de una especie que pudiera moverse rápido y que tuviera capacidad de convencer poniendo el ejemplo con sus actos, ya que no existe mejor formula que predicar con el ejemplo. El dios del oriente dijo que tenía que ser como los tonos diarios del sol, es decir, tenues y suaves al aparecer y vigorosos al mediar el día, sosegados al tarde y tranquilos al declinar el día; en una palabra, todas juntas en un solo ser. Al último que le tocó hablar fue al dios viejo precisamente el que vive en el poniente, donde las fuerzas del sol declinan, su opinión era respetada considerando el tiempo de su existencia: él quería conjuntar todas las opiniones sin excepción, pues consideraba que juntas serían más provechosas y efectivas para lograr los objetivos esperados: tenía entonces que ser una creatura que si bien podía ser pequeña, únicamente con su presencia y noble conducta, debía ser el ejemplo para que los otros animales lo respetaran y obedecieran, su mayor virtud sería la regeneración de su cuerpo, como el mismo sol que nace tierno y se oculta maduro, regenerando sus rayos en un nuevo amanecer y será ejemplo de que todo tiene una solución si se realizan las acciones necesarias, y por rasgo distintivo estaría acompañado siempre por el penacho de las plumas divinas y al centro de su rostro para que ninguno osara dudar de su bondad la eterna sonrisa de los dioses. Este rasgo será acompañado por la distinción de su dominio y cada dios le otorgara su color: el negro y su descendencia en el predominio acompañamiento del dios del norte; el blanco al lado sur, el dorado será el de oriente por el lugar donde sale el padre sol y será como el color de sus rayos, que surge tierno en su recorrido diurno, hasta el momento en que desaparece entre la carne de la tierra, y finalmente el rosado será el sol poniente, cuando sus rayos pierden algo de fuerza al declinar el día.

Cuando los dioses con sus propias manos modelaron en barro a cada criatura, lo hicieron escogiendo el color correspondiente de arcilla, soplaron para insuflarle vida y al sentir que se movían, y desde lo alto del cielo los arrojaron a las aguas, mientras que los cuatro gritaron al unísono el nombre de la creatura, “desde este momento serás conocido como Axolotl”–

Era el aparente final del relato, hizo una pausa aprovechando para beber un poco de agua, durante ese tiempo reinaba un silencio que de pronto fue roto por las preguntas de rigor sobre la variedad de pequeñas criaturas, que poblaron alguna vez los canales. El padre comenzó a hablar desde lo más profundo de la memoria, y trajo de su infancia un recuerdo.

–Mis abuelitos al igual que mis padres y yo nacimos en este territorio, solían contar de la época en que el dominio de la naturaleza era definitivo, cuando la gente tenía respeto por su medio, eran tiempos en que los canales eran sinónimo de vida, de ahí sacaban la tierra del fondo para las chinampas, y la abundancia de comida para sus mantenimientos. En los momentos de descanso luego de una ardua jornada, disfrutaban nadar con denuedo en largas travesías entre canales, que con sus cuidados y respeto, tenían aguas cristalinas y por esa razón, era posible ver otra clase de ajolotes con variedad de colores, ¿será que de ellos no habla la leyenda–

Ella parecía esperar que su marido lanzara la pregunta y con amplia sonrisa que avizoraba contar con una contundente respuesta, se prepara para acometer lo que sin duda él no esperaba escuchar.

–Cuando los dioses lanzaron desde el territorio celestial a las cuatro criaturas recién creadas, como eran de arcilla sin cocer varias destiñeron un poco; por ejemplo, el rosado perdió algo de su color y se volvió de color tenue, y cuando el blanco penetró en las aguas comenzó a desteñirse un poco hasta tornarse albino; luego su descendencia al contacto con el sedimento al pegárseles menuditas tiras vegetales encarnaron hasta fusionarse con su piel suave de barro sin cocimiento y su coloración se tornó marmolea. Lo mismo pasó con los negros que fueron los que más notorio fue su decoloración hasta casi quedar en grises, y entre la multiplicación producida por los tiempos, podemos imaginar las variedades que fueron surgiendo–

El niño intentaba con gran esfuerzo conectar el contenido de la leyenda con el de la tablilla, y lo único que alcanzaba a entender era lo referente a la división del territorio de la cuenca lacustre; y que los ajolotes creados eran una suerte de guardianes, pero las preguntas que surgían al escuchar el relato, eran interrogantes quizás mayores que las anteriores; de todas formas se animaba a preguntar.

–Entonces ¿los ajolotes que aparecen en la tablilla, son los de la leyenda? No me explico la razón de colocarla junto a la ofrenda dentro de los canales–

La respuesta de su padre no se hizo esperar, y recordando las consejas antiguas de Xochimilco, encuentra una clase de lógica en el hecho de estar asociado a las ofrendas dedicadas a los espíritus del agua.

–Antiguamente, cuando se tenía un problema se intentaba resolver con ayuda divina, en ese entonces el hombre recurría a las peticiones y lo hacían a manera de mensaje que tenía que llegar a las entidades creadoras habitantes de los reinos celestiales, quienes fungían como protectores de la naturaleza. Una de las diferentes formas de mandar mensajes, era la de anotar la petición modelado en diferentes materiales como el barro, eso creo que debieron haber pensado para lograr su preservación sin deterioro dentro del agua. Pudiera tratarse por ejemplo, de recordar a los dioses que el esfuerzo depositado por ellos en las pequeñas creaturas en algún momento se tornó insuficiente. Yo imagino que se refiere a la reducción de su hábitat; ya que por siglos los humanos nos empeñamos en destruir nuestros ecosistemas, y lo hacemos desecando los canales, para después rellenarlos hasta desaparecerlos completamente; cambiando la forma de sustento de muchas familias, por caminos asfaltados que sirven únicamente para conectar un espacio devastado con otro igual o peor. Todo parece indicar que en aquellos tiempos, los habitantes de las chinampas decidieron mandar un recordatorio a los seres divinos creadores originales de los ajolotes, a quienes no podían dejar solos frente a un problema que ya no estaba en sus capacidades resolver, y con la ofrenda se mandó un mensaje, cuya respuesta quizás hizo que se detuviera su deterioro por algún tiempo. Y porque no, pensar que hoy resurge el mensaje para que seamos nosotros los que vivimos en este sitio, los que debemos plantear soluciones–

El niño encontrando asidero necesario para defender su permanencia en aquel sitio que sentía con todo su corazón, era el hogar de la familia, con ingenuo razonamiento propio de su edad, logra poner en aprietos a sus padres.

–Entonces no podemos irnos ahora y abandonar a los ajolotes a su suerte, imagino que yo teniendo diez años de vida, estoy muy arraigado a este sitio, ustedes más que aquí se conocieron y sus familias nunca salieron de este sitio, pues no necesitaron ir a buscar en otros lugares una nueva forma de vida; tenemos que encontrar soluciones para los ajolotes y para nosotros–

La tarde siguió su rumbo y casi sin sentirlo, entregó la estafeta a la noche que extendió repentinamente su manto. Durante la cena no volvieron a tocar el asunto y se fueron a dormir con la esperanza de ver un nuevo día, como el sol de la leyenda que renace con fuerzas renovadas al disiparse el manto oscuro.

 

– 3 –

 

Al día siguiente el niño sintió que el tiempo transcurría muy lento en la escuela, a pesar de distraerse en el recreo por un rato jugando con sus amigos, esperaba con ansia que el timbre sonara señalando la hora de regresar al hogar. No había podido dejar de pensar en su nuevo amigo el ajolotito blanco, abrigando el temor de que en esta ocasión no se presentara y se cumpliera lo que su padre había comentado de que no podía engañarse en creer que “podía razonar como los humanos y que el hallazgo de la tablilla había sido una simple casualidad”, por esa razón no lo había comentado con ninguno de sus amigos, lo que pensaba le garantizaría no ser motivo de burla infundada. Prefería esperar a comprobar por sí mismo los resultados en la nueva zambullida en el canal; por eso la ansiedad de que terminara las actividades en el horario escolar y retornar para explorar lo que le deparaba el destino. Al regreso respondió con rapidez a los saludos de sus padres, colocó su mochila en el escritorio donde cada tarde hacía la tarea, y a todo correr salió de casa mientras gritaba.

–¡Ahorita vengo, voy a saludar al ajolotito blanco!

Corrió sin parar hasta llegar a la orilla, su centro de atención durante ese larga mañana, temeroso se asoma en el sitio mismo en donde todo comenzó el día anterior.

–Espero que de nuevo pueda ver al ajolotito blanco, será muy triste no encontrarlo y que la idea del regalo sea producto de mi imaginación. Los adultos siempre dicen que no creen en estas cosas, pero yo estoy decidido a demostrarles que puede existir comunicación con las criaturitas del agua–

Mientras hablaba se fue despojando de la ropa hasta quedar únicamente con la trusa, se recostó de manera similar que el día anterior esperando que el ajolote hiciera acto de presencia. Pasaron unos minutos que le hicieron sentir larga la espera, y para matar el tiempo, con la punta de una varita comenzó a trazar espirales en el espejo de agua, luego pensó que podía funcionar si escribía “ajolotito blanco” directamente en el agua como una llamada a su nuevo amigo, deletreando el alias con el que lo había bautizado en su primer encuentro. Cuando estaba terminando de escribir se sorprendió al descubrir que efectivamente había dado resultado, surgiendo de pronto el pequeño ajolote y asomando su amplia sonrisa a manera de saludo.

–Hola ajolotito blanco que bueno que apareces de nuevo, eres la mayor prueba de que yo no estaba equivocado, y sobre todo de que no había imaginado los sucesos de ayer. Voy a zambullirme y nadar junto a ti, por lo que desde ese momento únicamente podré comunicarme con el pensamiento ¿te parece bien? Creo que estás de acuerdo pues describes la misma espiral que realizaste ayer–

Se zambullo de golpe y cuando abrió los ojos, el rostro de su amigo estaba muy cerca del suyo, sin temor levantó una mano aprovechando su flotación para sostenerlo dentro de su palma, con la otra llevó su dedo índice haciendo pequeñas caricias desde su frente y pasando por sobre sus pilosas antenas en cada recorrido. Las caricias parecían gustarle al ajolotito; notando como se ampliaba su sonrisa en agradecimiento a las muestras de cariño. El niño intentó formas de juego que de inmediato fueron captadas por el ajolotito blanco; lo encerraba con ambas manos y dejaba que se escurriera por entre las rendijas de sus dedos; luego hacía espirales y acto seguido el niño utilizando su mano la revoloteaba en círculos, produciendo un torbellino en el cual el ajolote desaparecía y emergiendo grácilmente. Así estuvieron descubriendo nuevos juegos por largo rato, el niño decidió retirarse convencido de que era la muestra suficiente para dormir tranquilo esa noche. Se despidió con lo que consideró la mayor muestra de cariño, llevando de nueva cuenta el dedo índice por su cabeza, para repetir las caricias desde su frente y pasando en su recorrido de nuevo por sobre sus pilosas antenas. Se despidió con un mensaje telepático antes de salir del agua.

–Me gustó mucho que hayas venido, nos reuniremos mañana a la misma hora para seguir jugando y conociéndonos, y ver si vamos a explorar tus territorios–

Se vistió lo más rápido que pudo y corrió a ocupar su sitio en la mesa, con preocupación reflejada en su rostro esperaba la reprimenda, aunque reinaba la calma y todo sucedió sin contratiempos, lo único que cambió es la obligación de preparar la mesa a la que había llegado tarde, por la de tener que lavar los trastes cosa que hizo sin emitir protesta, pues se encontraba contento y sus padres lo notaban. Cuando se quedo a solas con su madre, quien se acercó a ayudar a secar los trastes y cubiertos, comenzaron a platicar sobre lo ocurrido, aprovechando la ocasión para acomodarlos en su sitio.

–Por lo contento que estás es de seguro que volviste a ver a tu nuevo amigo, me da gusto que haya sido así, pero recuerda que no puedes pasar por alto las reglas de la casa y que somos como los tres mosqueteros: “todos para uno y uno para todos”. Cumple con puntualidad tus obligaciones para que todo se conserve en calma. Las preocupaciones de uno son la de todos, pero tu incumplimiento no tiene porque ser responsabilidad de nosotros–

Moviendo afirmativamente la cabeza vio alejarse a su madre rumbo a los otros quehaceres de la casa, los que para ella nunca terminaban y por eso no se le veía tranquila hasta que vencida por el cansancio, dormía plácidamente. Vino el tiempo de hacer la tarea, acompañado de sus padres que aprovechaban para terminar algunas pendiente y finalmente sentarse a leer el periódico del día, o la novela a la que dedicaban pequeños momentos al inicio de la noche. Esperando ser útiles en caso de que algo en las tareas escolares pudiera ofrecer dificultades y precisamente era uno de esos días para el niño.

–En el proyecto de ciencias, la maestra nos pidió que hiciéramos una propuesta ambiental que promoviera su cuidado, de hecho se formaron grupos de cinco niños para desarrollarlo y se escogerán las mejores propuestas para trabajarlas… ¡pero nada se me ocurre!–

Juntos hablaron de un sinnúmero de temas y ninguno lograba ser de interés para el niño, y sin querer la charla fue deslizándose a los canales de Xochimilco y al encuentro con el ajolotito blanco, de pronto su mamá expuso con gran ánimo una idea que a ambos pareció genial.

–Puedes proponer por ejemplo, hacer una campaña de ambiental, invitando a tus compañeros del grupo, para que realicen recorridos virtuales grabando pequeños videos con el celular, en los que juntos expliquen lo que significa vivir en este sitio, y luego que ellos complementen expresando su testimonio, hablando de los resultados que en su ánimo de ayuda al medio ambiente. Será una propuesta que les gustará mucho, ya que estoy segura no conocen Xochimilco–

 Le pareció estupenda la idea que se veía expresada en el rostro iluminado por el interés, sobre todo porque el pequeño finalmente encontraba el pretexto para comunicar al grupo de amigos su espectacular hallazgo, y de paso darlo a conocer a todos sus compañeros de clase.

–Me gusta mucho la idea, espero que sea la que escojan al final de las presentaciones. Voy a escribir que este sitio ha sido el hogar de nuestra familia por siempre, y que para poder hacer una propuesta es necesario conocer dónde vives… justo eso voy a anotar para el reporte inicial que se leerá mañana–

Sin agregar más, se puso a trabajar afanosamente en la propuesta, a veces detenía su frenética carrera por escribir lo que le venía a la mente, o negaba y en otras afirmaba con un movimiento de su cabeza, acompañada de sonora carcajada, ilusionado por lo que pensaba se trataba de la mejor idea que se le hubiera ocurrido a alguien. Esto no le permitía escuchar la discusión que sus padres habían iniciado en su recámara. El padre molesto anunciaba las tempestades emocionales que eso traería para el niño.

–¡Te das cuenta que así menos va a querer que nos vayamos de aquí! Entiendo que para nadie va resultar fácil hacerse a la idea de recomenzar en otro sitio, pero debes comprender que de votar por su propuesta, al hablar de las maravillas que este lugar tienen para él, y contar con la participación de los otros niños, únicamente se afianzara su deseo de permanecer–

Ella guardaba una opinión distinta de lo que significaba la defensa de una idea sobre lo que era su hogar.

–Tú mismo has dicho que tiene que ser consecuente con su realidad, y su proyecto refleja el amor que tiene por este lugar. No puedes negarle la oportunidad de guardar en su memoria infantil el deseo de ayudar a salvar el ecosistema. En caso de no contar con otra alternativa que irnos a vivir a otra parte, por lo menos podrá atesorar en su corazón, el recuerdo de su paraíso infantil–

Las dos opiniones diferían en el sentido que impactarían en el corazón y el talante del pequeño, y cada uno argumentaba con base a lo que pensaba serían sus resultados.

–Pues creo que eso lo hará sufrir mucho…–

Sentenciosa lo interrumpió, argumentando lo que serían las repercusiones para el futuro.

–Será entonces un recuerdo agridulce, al haber empeñado todo su amor y su esfuerzo por tratar de cambiar las cosas. Si impides enfrentar su prueba de fuego, entonces a sus ojos serás culpable de su desgracia–

No había más palabras que agregar, ambos dijeron lo que en ese momento sentían, en lo único en que coincidían, era en el punto de que juntos buscarían procurar una vida de felicidad para su hijo. Esa noche, la cena estuvo presidida por el silencio, y los tres se fueron a dormir, sin poder evitar soñar con lo que había sido el punto central de su plática.

 

– 4 –

 

La mañana siguiente algo se rompió dentro del alma del niño, la estancia en la escuela resultó un martirio para sus ilusiones infantiles, sobre todo cuando expuso su relato acompañando a su propuesta de proyecto de ciencias, ya que pensaba que de inmediato sus amigos y compañeros de salón apoyarían incondicionalmente la idea de llevarlo a cabo. En cambio todo fueron burlas, ya que naturalmente cada uno estaría dispuesto a defender con todas sus fuerzas su propia propuesta. En su equipo, fueron dos los proyectos seleccionados y la maestra les pidió llevarse a casa la idea a pensarla con calma; para regresar al siguiente día y votar por el que les pareciera más viable llevar a cabo. Y con esa amargura llegó a buscar a su amigo acuático y cumplir el nuevo ritual que le permitía un rato de felicidad; repitió el juego de mover la rama para escribir el nombre de su amigo “ajolotito blanco” anteponiendo la palabra “hola”, recién terminaba cuando hizo su aparición el pequeño anfibio

–Hola ajolotito blanco, estoy muy contento de verte de nuevo, ya estoy listo para que podamos nadar juntos un rato, pero lo de conocer tus territorios lo tendremos que dejar para otro ocasión; tengo que buscar la forma de convencer a mis compañeros del salón, lo importante que resulta poner en marcha el proyecto de defender nuestro hogar. debo pensar una forma en que al exponer no me tomen como un loco que piensa que puede comunicarse con los animalitos como tú; pero dejaré de platicar y pensar en esas cosas, mejor voy a meterme a nadar; será mejor disfrutar por un momento de tu compañía–

Descubrieron juntos nuevos juegos, haciendo más difícil la separación, el niño sabía que debía tomar muy en cuenta las palabras de su madre relacionados con la orden expresa de cumplir con sus obligaciones, y por esa razón se despidió con la caricia acostumbrada en la frente y las antenas del ajolotito blanco, salir y vestirse antes de emprender la carrera hacia la cocina donde sus padres ya lo esperaban para comer. Cumplió cabalmente sus obligaciones, como la de colocar cubiertos y trastes necesarios en la mesa del comedor, y antes de sentarse colocar más servilletas de papel, en el centro de la mesa junto a la servilleta con las tortillas de mano recién calentadas en el comal del brasero. Cuando todo estuvo en su lugar, los tres pasaron a sentarse y mientras disfrutaban de su opípara comida, platicaron de lo sucedido en la escuela.

–… Traes una cara de tristeza que a leguas deja ver que no son buenas noticias ¿Cómo te fue con el proyecto?–

Con la candidez de la infancia, miró a su madre a los ojos y sólo pudo mover afirmativamente la cabeza, mientras que las comisuras de su boca adoptaban un rictus semejante al de los pucheros que solía hacer de bebé.

–Todavía no se escoge uno en definitiva, cada quien expuso su proyecto como si fuera el mejor, aunque dijo la maestra que tenía que ser el más “viable”, como no entendí que es lo que quiso decir, preferí venirles a preguntar–

La madre prefería contestar a esa clase de preguntas relacionadas con la escuela acompañando al niño a que buscara en el diccionario, aunque le molestaba la facilidad con el que los mentores pasaban por alto sus responsabilidades, al considerar que le correspondía a la misma profesora en el salón de clases, aclarar las dudas de sus alumnos.

–En el diccionario de tu escritorio consultaremos lo que significa la palabra y juntos despejaremos esa duda. Abres en la V y buscas la palabra… aquí dice “viable… que puede ser realizado”, lo que indica que por buena que sea la idea presentada, es necesario escoger aquel proyecto posible de llegar a efectuarse; y en conclusión, tienen posibilidades de defender cada proyecto, buscando presentar mayores y más solidos argumentos–

El niño guardó silencio y comprendiendo el significado de la palabra, no podía comprender porque razón su propuesta pudiera ser rechazada.

–Expuse cada uno de mis razones y se burlaron de todo lo que decía, así que la maestra nos pidió de tarea que analizáramos los argumentos de los dos proyectos escogidos en votación, uno de ellos es el mío, y contamos con la última oportunidad mañana–

Viendo la tristeza reflejada en el rostro del pequeño, lo motivó a que hablara de las cosas que más le gustaba del lugar, y que sus compañeros lo sintieran como una invitación a explorar un lugar lleno de sorpresas.

–Tienes la ventaja de conocer muy donde vives y explicar con detalles la importancia del tema, entonces dependerá de tu propia confianza, eso será la única cosa capaz de convencerlos a que se animen a venir a recorrer el lugar y conocer los motivos que te hacen amarlo tanto, sin duda, al final sumarán sus esfuerzos para preservarlo–

Cuando la noche cerro su manto, con las tareas cumplidas y los cuerpos cansados por la actividad diaria, dormir plácidamente era la mejor recompensa a todos sus esfuerzos, sin embargo en la mente del pequeño seguía dando vueltas el mismo asunto de lograr ser lo más convincente para motivar a sus compañeros del salón a realizar primero un recorrido y luego programar actividades sencillas y directas de cómo lograr preservar el medio ambiente de los canales de Xochimilco. El sueño resultó el antídoto para encontrarlas, mezcla de realidad e imaginación como son todos los sueños, y la fantasía que es materia del mundo del niño; la tranquilidad vino en la madrugada, cuando su rostro infantil lucia una sonrisa de oreja a oreja, parecida a la de los ajolotes que en su recinto dormían con la calma de sus siglos de vida.

En el sueño se revelaron las portentosas imágenes de los dioses de la leyenda escuchada en labios de su madre, con la diferencia de que en la escena, él mismo se encontraba presente como protagonista de los hechos, incluso le era permitido participar de las opiniones de las divinidades y charlar como lo hacía con sus amigos en el descanso de actividades, donde muchas veces disfrutaban en construir historias en las que defendían los reinos de la fantasía frente a los seres que deseaban apoderarse por la fuerza de ellos. La reunión con los dioses parecía llevar algo de tiempo, y en el sueño él mismo les recriminaba lo que consideraba el abandono y lo que venía sucediendo.

–… ustedes que los crearon se olvidaron para siempre de los ajolotes, ellos solos no podían hacer todo por conservar el reino del agua–

Los dioses no mostraron molestia por lo que escuchaban y dándose el tiempo necesario para responder, sus palabras dejaron en claro lo que ocurría; el dios viejo tomando la palabra le contestó.

–Cada ser creado tiene un compromiso único en la vida: cumplir con su importante misión en el mundo. Los axolotl nacieron para resguardar las aguas, pero el compromiso lo era de los hombres, quienes se olvidaron de hacerlo, dejando de lado el respeto que le tenían que ofrecer a la madre naturaleza, y sin embargo, eso no le resta compromiso al pequeño axolotl–

Los otros dioses guardaron silencio, pues sintieron que el dios viejo hablaba con verdad y su opinión era la de todos juntos. Dejaron que las preguntas surgieran como borbotones de agua en el nacimiento de la curiosidad de la mente del pequeño que representaba a los hombres.

–¿Cómo podríamos lograrlo nosotros? Muchas familias vivimos de lo que nos proporcionan los canales y lo que producen las chinampas, y respetamos la vida de muchos animalitos que ahí viven–

Los dioses pueden saber del mundo y de las criaturas que lo pueblan, pero del corazón tierno de un niño, sus pensamientos y de la mágica fuerza de sus deseos, poco entienden; al estar hechos de un material posible de moldear con la misma ternura de su ingenua inexperiencia.

–Tú no puedes mirar todo lo que nosotros vemos, no eres culpable de nada ya que las cosas vinieron sucediendo por largo tiempo, fueron siglos en los que los hombres en su ambición, comenzaron la paulatina desaparición de las extensiones acuáticas, desecando todo a su paso y tapando nuestro gran espejo de agua–

Al pequeño le pareció justo el momento para expresar sus afanes de ayudar a los ajolotes, y con gran entusiasmo expuso su idea, pero los dioses no parecieron conmovidos, pues siguieron impasibles sin mostrar ninguna reacción a sus palabras.

–… con la ayuda de mis amigos, estoy seguro que podemos mejorar y lograr defender lo poquito que se ha podido mantener hasta ahora–

Los dioses eran la configuración misma de las dudas y del pesimismo del niño, es por eso que cuando hablaba el dios viejo, él mismo parecía escuchar sus propias conclusiones.

–Antes que tú, muchos han tenido el deseo ayudar pero logran poco, ya que es necesario más que la voluntad. Ahora mismo no estás seguro de lograr convencer a tus compañeros de la importancia que tiene la preservación de un espacio acuático donde conviven personas y animales, entre ellos tu amigo el ajolotito blanco como lo llamas; la única solución que nosotros vemos es “que los seres humanos se transformen en ajolotes y vivan en carne propia la perdida que apunta a ser irreparable”–

Y con esas palabras se desvanecía el recuerdo que poseía de su sueño, al que no recordaba cabalmente su final, pues se sucedieron otros sueños en uno de los cuales se veía exponiendo su defensa del proyecto frente a sus compañeros del salón de clase. La mañana hizo su arribo y sin probar nada del desayuno que prepara su madre, recordando el sueño se encaminó a la escuela convencido de que era un mal día para él. Ni el recreo logró distraer su atención sobre lo que pensaba podía hacerse para salvar su hogar y a sus habitantes. Luego de sonar el timbre e incorporarse a las actividades, llegó la hora de la verdad y luego de que su compañero expusiera la defensa del otro proyecto, que fue recibido con ovaciones y acalorados aplausos; llegó su turno y la maestra le pidió que pasara al frente.

–Se que los proyectos deben estar basados en propuestas viables como nos dijo la maestra, que las acciones que proponemos emprender deben buscar obtener resultados concretos, y a pesar de que es así lo que ya conocen en general de mi propuesta, hoy me gustaría exponer un sueño que tuve anoche, donde los dioses de la leyenda de Xochimilco me dijeron que la única solución que ellos veían es, “que los humanos nos transformemos en ajolotes y vivamos en carne propia la irremediable”… desaparición de Xochimilco–

Las risas de sus compañeros cortaron de tajo sus palabras y a pesar de que la maestra les pedía guardar silencio, comenzaron las burlas haciendo una extraña imitación de lo que ellos interpretaban de la narración de la leyenda; imitaron con imágenes grotescas a los ajolotes que nadaban hasta quedar encuclillados a los pies de aquellos compañeros del salón que habían adoptando la seriedad de un dios antiguo con los brazos cruzados y sin expresión de su rostro. El niño quedó helado al invadirle el recuerdo de las palabras con las que los dioses expresaron su sentencia y que antes no había podido recordar el final de su sueño.

–… para los humanos todo está perdido y el lugar en que vives únicamente sirve para la diversión, pronto será un lugar en el recuerdo y todo esfuerzo te hará sufrir–

Pensaba que todo estaba perdido pues lo mismo opinaba su padre, por eso ya no quiso seguir más y se encamino a su asiento, seguro que ninguno de sus compañeros pensaba seriamente en el tema de los ajolotes y en el último espacio lacustre existente como una isla en medio de la ciudad. Cuando tomó asiento, sabía que sería interpretado como la renuncia a la defensa de su propuesta. Sin poder contener sus lágrimas, escondió entre sus brazos el rostro enrojecido mezcla de dolor y vergüenza; aunque no levantó la cabeza en el resto de la clase, escuchó con tristeza como se eligió con aplausos al ganador y volvió a escuchar las burlas de aquellos que repetían entre risas las acciones que ridiculizaban sus propias palabras. La maestra comprendió que debía dejarlo enfrentar solo su desafortunada exposición y luego de sonar el timbre indicando el fin de labores, esperó a despedir al último, para acercarse a tratar de consolarlo; poco logró, pues ella misma consideraba que poco se podía hacer al respecto.

–… Xochimilco está condenado a desparecer, eso debes entenderlo bien… que bueno que tu idea no fue secundada por tus compañeros; es preferible derramar unas cuantas lágrimas ahora y soportar el disgusto que eso te causa, pero que pasará en pocos días, luego vendrá un remanso al enfrentar la terrible frustración de no poder lograr salvar lo insalvable, ese sentimiento de culpabilidad lo cargarías por toda la vida…–

El pequeño cerró sus ojos y oídos a todo lo que siguió diciendo su maestra, mientras una idea se iba clavado en su mente y no estaba dispuesto a renunciar a su proyecto, menos ahora que lo necesitaba su nuevo amigo. Incluso permitió que la maestra pasara su mano por sobre su cabeza en señal de un consuelo que él no lograba sentir, y tomando su mochila corrió sin parar hasta llegar a la orilla de la chinampa, asomó su rostro que se reflejó en el espejo del canal, mientras abundantes lágrimas rompían la quietud de las aguas, como si se repitiera la ocasión del encuentro con su nuevo amigo.

 

 

 

 

– 5 –

 

La tristeza del niño se desvaneció cuando vio aparecer el rostro sonriente del ajolotito blanco, que a manera de saludo movía rítmicamente su cabeza, haciendo que su peculiar penachito de plumas divinas se agitara de un lado al otro.

–¡Hola ajolotito blanco! Tú eres mi único y verdadero amigo por eso me gusta jugar contigo. Sin hablar entiendes mi gusto por este lugar y la idea de conservarlo; los niños de mi escuela, incluidos mis amigos, se burlaron de mi porque no creen lo importante de conservar el lugar, no toman en cuenta que al desaparecer también lo hacen todos ustedes los que dependen del agua de los canales–

Mientras platica introduce su mano al agua para acariciar la cabecita del ajolote y mesar sus diminuto plumaje, guarda silencio por un rato y vuelve a comentar lo que en su cabeza resulta un caos y al que busca dar orden.

–El día en que te conocí mis padres discutieron y ahora entiendo que no es por gusto que han decidido vivir en otro lugar, desean que no sufra con lo que va ocurriendo al paso del tiempo con este sitio, que va despareciendo irremediablemente sin que podamos hacer nada para detener la perdida. Quieren lo mejor para mi, pero no se dan cuenta que no quiero irme a pesar de las cosas que pasan y menos ahora que te conozco, por eso quiero ayudarte a salvar nuestro hogar–

Mientras habla se va despojando con rapidez del uniforme escolar y sin orden deja caer las prendas encima de la mochila. Ya en trusa se sumerge en el canal y las aguas mansas rompen por un instante su tranquila pausa. El niño se olvida por un instante de lo sucedido y vuelve a comunicarse telepáticamente con su albo amigo, con el se dispone a disfrutar de su mundo acuático del que espera no tener que abandonar jamás.

–Anoche entre sueños platiqué con los dioses creadores, ellos me explicaron las cosas y pude entender entonces que no podemos esperar a recibir ayuda para salvar nuestro hogar, tendrías que haber visto las burlas de mis amigos por lo que les conté; incluso la maestra se negó a escuchar todas mis razones. No tenemos tiempo que perder, necesitamos actuar rápido, poniendo en práctica lo dicho por el Dios Viejo, ¿sabes lo que me dijo? Te cuento: “el deseo no es suficiente para ayudar y que la única solución es, que los humanos nos transformemos en ajolotes para vivir de cerca la pesadilla de la perdida”… y por esa razón vengo dispuesto a transformarme en otro de ustedes–

Al zambullirse toca con la punta de sus pies el fondo que levanta algo de su sedimento, se queda quieto aguantando la respiración por largo tiempo, mientras el ajolote revolotea alrededor de su cabeza, con ello parecía demostrar que entiende lo que el niño le confesó antes, por lo que en un instante también se detuvo frente a sus ojos y la sonrisa tan de cerca del pequeño le pareció el acuerdo y bienvenida a su mundo acuático, poco a poco sintió que la vista se le nublaba, por un momento escuchó el zumbido de las aguas que lo llamaban, y no supo lo que vino después. 

La madre interpretó su tardanza como un mal augurio, y luego de asomarse desde la puerta a mirar si podía ver llegar al pequeño, finalmente se enfiló al canal, desde lejos distinguió la mochila y sobre ella las ropas del niño, sintió que un negro presentimiento se apoderaba de ella abrazándola desde su interior y apresurando su paso llegó a la orilla, al no distinguir nada en el agua, sin pensarlo dos veces se arrojó al agua, y de inmediato distinguió su cuerpo inerme en el fondo, con los brazos sueltos y flotantes, mientras se aproximaba, logró ver como se alejaba el pequeño anfibio. Sin vacilar lo cogió del pelo y uno de los brazos y lo condujo a la superficie; estando fuera del agua, sin tardanza aplicó los primeros auxilios como muchas veces lo había hecho a lo largo de su vida, con aquellos que en la confianza de las aguas mansas, no medían el peligro de las plantas que en el fondo crecían y con el aleteo de las piernas se enredaban impidiéndoles zafarse, sin embargo, sabía que ese no era el caso de su hijo que conocía de los peligros. El niño arrojó una gran cantidad de agua por nariz y boca; cuando lo vio toser y abrir los ojos por sí mismo, la madre corrió con el pequeño en brazos hasta las calles aledañas y de ahí por fortuna fue auxiliada por un taxista quien los llevó al hospital más cercano, donde inmediatamente fue internado.

 

– 6 –

 

Por la noche, los padres pudieron estar junto a su hijo que se recuperaba del susto. A esa hora la historia alrededor de un niño que deseaba transformarse en ajolote ya era ampliamente conocida. En el hospital lo habían contada en voz en cuello sus compañeros de la escuela, mismos que habían acudido acompañados de sus padres y la maestra, quienes enterados por las noticias, habían corrido a conocer las condiciones en que se encontraba su compañero y alumno, respectivamente. Cada uno a su manera en la sala de espera, se acercaron a disculparse por su conducta al haberse burlado él, que estaban dispuestos a apoyarlo todos juntos, que incluso lo harían junto con sus padres para lograr realizar el proyecto de salvar el hábitat del ajolote. La maestra por su parte, se disculpó por haber sido tan insensible y haber comentado lo que ahora le parecía inadecuado, agregando su disposición de apoyar también a la realización del proyecto. Esa noche, los medios de comunicación ampliaron la información, ofreciendo detalles del incidente, se dejaron sentir muestras de simpatía en la gran mayoría de los comunicados a la recepción, mientras que otros ofrecieron recursos y compañía para realizar una campaña de concientización en la importancia de salvar las chinampas y canales de Xochimilco.

Por fortuna fueron algunas horas las que estuvo en el hospital, y en su retorno a casa fue recibido como un héroe, aplaudieron y gritando vivas y porras. Al parecer, las cosas no habían llegado a la tragedia, incluso se podía decir que todos podrían esperar un final feliz. De una manera dramática aunque poco recomendable, había logrado que mucha gente se enterara del problema y hasta sumar a la causa a quienes ni siquiera sabían de la existencia de los ajolotes, y otros que por vez primera escuchaban hablar de Xochimilco.

Con los pies dentro del agua, los tres comentaban lo ocurrido y se encontraban satisfechos por que las cosas hubieran terminado sin nada que lamentar. El pequeño sentado enmedio de sus padres sostenía entre sus manos la tablilla y fue entonces que su madre se atrevió a preguntar.

–¿Y qué decidiste hacer con la tablilla? Recuerda que con ella se originó todo este embrollo–

El padre pensó que era oportuno decir lo que pensaba al respecto y sin más expuso  que también existía algo de culpabilidad en ellos.

–Reconozco que fui un necio en la idea de no buscar una solución que nos permitiera quedarnos en el que ha sido nuestro hogar, y de ahora en adelante trabajaremos fuerte por mantenernos como una familia unida en este lugar–

Las cosas parecían volver a la normalidad, ahora quedaba por resolver el futuro de la pieza de arcilla; la madre fue la que ofreció la solución.

–De mi parte, la culpa consistió en no haberte explicado que las leyendas poseen un gran valor, pero que no deben ser interpretados al pie de la letra como tú lo hiciste, al grado de haber soñado con los dioses creadores y seguir sus palabras como si fuesen mandatos.

El niño interrumpiendo, y mostrando una seguridad que había adquirido con lo ocurrido en los días recientes, añadió sin vacilar.

–Sera mejor devolver la tablilla a su sitio original, como algo sagrado y por esa razón no debió ser arrancada del lugar que le corresponde. Me gustaría que fuéramos los tres juntos y con eso dar por terminada esta historia–

La aceptación fue tácita y sin ponerse de acuerdo se lanzaron juntos al agua. Luego de haber cumplido la misión como los tres mosqueteros, entre juegos acompañados de risas, vieron pasar la tarde. Antes de salir del agua, el niño sintió que el ajolotito blanco se despedía de él con una cara que cualquiera podía interpretar como agradecimiento, como si supiera que vendrían buenos tiempos para todos. Y como el más pequeño de los mosqueteros hizo su caravana de despedida, revoloteando entre sus piernas, despareció como un suspiro divino.

 

– 7 –

 

Era de noche en el hospital, los padres pudieron estar junto a su hijo esperando ocurriera un milagro, habían encomendado sus ruegos a la providencial intercesión de la Virgen de Guadalupe, sin embargo, no había señales de que mejorara su hijo quien seguía como había llegado en estado de coma. Los padres fundidos en un abrazo seguían en la espera sentados en una de las bancas del nosocomio, y de cuando en cuando rompían el pesado silencio en que los tenía amarrados el temor de perder a su hijo. Las palabras surgían con dificultad de sus bocas, que parecían haber olvidado cómo expresar sus más profundos sentimientos; temerosos de emitir un pensamiento que los sumiera más en el desasosiego. Los recuerdos de la madre la hicieron hablar mecánicamente como si de pronto se destrabaran los pensamientos y se articularan las palabras.

Bien me lo decía mi corazón que lo encontraría en el canal, buscando respuestas a todas esas dudas que se le habían acumulado desde hace poco. Cuando lo tuve en mis brazos fuera del agua e inmediatamente después de reanimarlo expulsando de su cuerpo toda el agua que había tragado…

Hizo una pausa, mientras que su esposo la apretaba contra su pecho tratando de calmarla, pero sin poder conseguir retenerla, se le escapaba en frenéticos movimientos parecidos a los de un pez cuyo instinto de sobrevivencia lo hace quebrar su cuerpo en convulsivos movimientos pretendiendo regresar a las aguas.

… de manera inconexa y entrecortada les hablaba a los habitantes del agua, intentando convencerlos de que se transformaría en ajolote para ayudarlos en su lucha por defender su hogar… repetía “ya nadie les hará daño” y que “juntos seguirían viviendo en ese sitio” ... cuando de pronto todo su cuerpo dejó de moverse.

El silencio volvió a reinar entre ellos, y a pesar de estar abrazados, cada uno enfrentaba su propia lucha interior, en la espera de que se presentara el milagro.

 

FIN


NUEVAS ENTRADAS DE OBRAS AL II CONCURSO INTERNACIONAL DE CUENTO PRIMIGENIOS

 

El II Concurso Internacional de Cuento Primigenios publica de manera exclusiva las obras concursantes en el blog de la Editorial “Memorias del hombre nuevo”. En esta edición un jurado determinará el cuento ganador, pero la interacción de los lectores con los cuentos publicados es algo importante para la promoción y divulgación de la obra y los contenidos editoriales de Primigenios, Lunetra e Isliada.org.

Las obras publicadas en el blog no han sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son responsables de las erratas que puedan aparecer.

El Concurso Internacional de Cuento Primigenios ha recibido más de una veintena de obras que publicaremos en el blog “Memorias del hombre nuevo”, para que los lectores puedan acceder a todos los cuentos concursantes. Además se publicarán las estadísticas de lectores por obra y otros datos de interés que nos permitirán promover la lectura y el amor por la nueva literatura, esa que se escribe desde cualquier lugar del mundo. 



 

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