Ir al contenido principal



Testimonio

Eliane Acosta Moreira

 

 

Un buche de ira puede llegar a ser mucho más tóxico que hasta diez de cualquier matarrata. Solo Dios puede salvarnos de los estragos de esa emoción. ¡Si lo sabré yo!

Era normal que llegara a deshoras, perfumado con una mezcla de gasolina y cerveza. Llegué a familiarizarme tanto con ese olor, que hasta me gustaba. Su carácter variable era parte también del ritual. Lo esperaba con la mesa servida, combinando las ensaladas y recetas novedosas para disfrutarlas juntos. Eso fue al principio. Luego de quedarme sin comer unas cuantas veces entendí que por ese camino no iba a llegar a Roma, sino al hueso mismo.

Más tarde tocó cambiar el menú en el instante de su llegada. Si había pescado frito, quería pollo o cualquier otra cosa. Hasta el día en que mi paciencia empezó a agrietarse y le pedí que tirara el plato si no le parecía atractiva la cena. Fue una buena solución para el tedio de cocinar, pasadas las once de la noche, cualquier antojo de Mi amor. Poco a poco fueron sucediendo una y otra cosa. Una de esas llegadas, en que olía además a perfume de mujer, traía una furia extra en sus impulsos que casi me deja sin aliento entre la meseta de la cocina y sus brazos. ¿Recuerdan lo que les decía de la ira? Una avalancha de miedo me recorrió de pies a cabeza y me armó de una fuerza desconocida. En ese mismo instante supe por qué la gente mata.

 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

  Verónica vence el miedo   Manuel Eduardo Jiménez   Verónica es una jovencita de 18 años. Ella y su novio llevan ya 17 meses juntos. La relación ha sido afectiva en todo momento, claro, con sus altas y sus bajas como suele ocurrirle a la mayor cantidad de parejas. En las últimas dos semanas Verónica no es la misma, no sabe que le sucede a su cuerpo. Se siente agotada, cree que no puede con el cansancio que le da de momentos. Los deseos de vomitar no se le quitan cada vez que intenta comer algo. Piensa ser demasiado lo que tiene arriba. Y en realidad quiere ir al médico, pero teme solo algo, estar embarazada. No quiere platicar con nadie, su madre aprecia su hija un tanto rara, pero no logra entender lo que ocurre… Camilo, su novio, interrumpe la conversación cuando ella empieza a contarle a su amiga lo que pasa. Unas horas antes llegó con un test rápido de embarazo, entonces no quedaba más remedios que contarle a su amiga lo sucedido y esperar el resultado ...
  Ratoncito Pedro Antonio Castelán Castillo Ciudad de México Ratoncito vivió en la calidez de mi sala, durante mucho tiempo. En el cual compartimos historias y vivencias en nuestros momentos de ocio, como la que a continuación les cuento. Pasó su niñez en una vieja granja en el poblado de queso, estado de mozzarella, donde vivió y creció como cualquiera otro pequeño. Conociendo amigos pasajeros, compañeros de vida y a quién por algún tiempo fue su esposa, en fin. En aquellos tiempos ratoncito solía dormir hasta después del mediodía como rutina diaria, con sus algunas excepciones como lo fue aquel día. Esa mañana la familia decidió salir de compras, aprovechando que apenas amanecía y el pequeño aún roncaba. Tendrían suficiente tiempo para volver antes de que ratoncito despertará. Así salieron mamá ratoncita, papá ratoncito y hermano mayor ratoncito, volviendo 30 minutos después como lo planeado. La sorpresa al llegar fue encontrar la puerta entreabierta, y al pequeño...
  La cola de Lola Nuris Quintero Cuellar   A mí sí que no me van a comer los perros, dijo la anciana no tan desvencijada pero agresiva. Tenía un pañuelo en la cabeza o más bien una redecilla negra que disimulaba un poco la calvicie y el maltrato de los años. Achacosa esclava de la máquina de coser y doliente de una voz casi nula. Como toda señora marcada por el quinto infierno, soledad y otros detalles del no hay y el no tengo, llevaba la desconfianza tatuada en los ojos. Miembro mayor de una familia rara, corta, disfuncional. Unos primos en el extranjero y cuatro gatos distantes al doblar de su casa. Familia de encuentros obligados en la Funeraria pero fue deseo de su sobrina Caro, contemporánea con ella regresar a Cuba. Vivir lo mucho o lo poco que depara la suerte en la tierra que la vio nacer. Gozar la tranquilidad de no sentirse ajena. Esa decisión preocupó sobremanera a la pirámide absoluta y el día de los Fieles Difuntos, no fue al cementerio. Nadie la vio por tod...