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Seis

Ana Lisandra López Méndez

 

Dice que al bajarse del avión la llamaron aparte y le pidieron sus documentos seguido de una serie de preguntas incómodas. Imagino que fueron las de costumbres, puesto que era la primera vez que entraba a Cuba. Se sintió acosada, ofendida y empezó a hablar de mi país: esto es una porquería, por poco no me dejan salir del aeropuerto, qué extremismo por dios. No me saludó siquiera, seguía:  seis de la mañana y con la preguntadera si era policía y cuál era el motivo de mi visita, que dónde me iba a quedar… y no sé cuánto más.

A esa hora estaba mi tía tocando la puerta con una lágrima pequeñísima colgándole de un ojo. Acababa de morir mi madre. Sabía que llegaría el momento, pero no esperaba que fuera justamente el mismo día que llegaba Angélica. Quedé congelada, era una sensación confusa, alegre-triste, qué se yo.  Me dejé caer en el sofá. Llega una y se me va la otra, pensé, al menos ya no estará sufriendo más ni yo preocupada de que está mal atendida. Me puse en pie muy serena y le dije a tía que estaría allá en cinco minutos.

Al ver a mi madre muerta en la cama sentí dolor, calma, alivio, luego culpa. Llevaba semanas diciéndole que debía ponerse fuerte y pensar positivo porque esperaba visita y estaría ausente por quince días. Le cambié la ropa, acaricié su rostro y me dejé llevar por un llanto espontáneo y efímero.

En el patio estaba Roilán con su lloradera y Amelia que aún no asomaba el culo, igual que siempre. Recordé que eran cuatro horas hacia el aeropuerto. Me despedí de mi madre, te amo mi vieja. Lo dije en voz alta y con tanto sentimiento como si me estuviera escuchando. Afuera todos a la expectativa, como auras, unos primos que nunca han sido primos y otros más extraños aún. A mí me importó una mierda. Volví para la casa, agarré la cartera y salí a coger carro.

Si Angélica tuviera un móvil o pidiera alguno prestado y me llamara, podría decirle lo sucedido y que necesito que espere... Analizaba algunas opciones a orillas de la carretera cuando escuché la voz de tía. ¡Lisa, Lisa no te puedes ir, ven, corre! Complicaciones, pensé.

Es que no hay médico en el consultorio, la doctora salió de vacaciones y hay que hacerle el alta de defunción a tu mamá. Recordé un viejo amigo que se había graduado recién y era el médico estrella del pueblo. Bastó un simple mensaje. Enseguida respondió: no hay problemas amiga, en cuanto termine con este paciente voy para allá. Tía me miró con desprecio. Toda la vida había sido igual, la tortillera lo resuelve todo, pero seguía siendo la despreciable tortillera. Le di la espalda con una serenidad irreconocible y le saqué el brazo a un camión que se acercaba.

A las dos horas de camino sentí ganas de volver, de estar al lado de la caja sin mirar a nadie, solo por cumplir, o tal vez ir un momento y verla una vez más. Dirán que soy una desalmada, quizás, pero también muy realista. El amor y el apoyo se da en vida, después que alguien se va, lo que uno hace no es por complacer al muerto sino a los demás, simplemente por el qué dirán o por hacer lo que no se hizo antes.

Lo que sí deseaba era estar en mi casa, sola, con la mente en blanco, fumándome un cigarro en la cama mirando al techo. No inmersa en el show de la familia, de una extraña familia. Tampoco sentirme desesperada por llegar a un lugar al cual sabía de antemano que llegaría atrasada.

Pensaba en las diferentes caras de la mexicana al verme: feliz, brava, eufórica. Imaginaba el ambiente en la funeraria, unos llorando un poco y otros hablando de mí: la tortillera fue recibir a la otra, a la noviecita, y dejó a la madre tirada.

Una llamada telefónica me sacó de mis pensamientos. Buenos días Lisandra, aquí están Amelia y Roilán, dicen que la necro está abarrotada y deberán enterrar a su madre temprano ¿Les digo que esperen por usted?

Buen día pastor. Dígale a mis hermanos que ellos son los mayores y saben lo que hacen, ya yo cumplí mi misión. Gracias por llamar.

 

Él, seis años mayor que yo, ella, seis mayor que él. Tal parecía que nuestra madre se había planificado su maternidad. Ellos hijos de otro hombre, yo, el patito feo, la media hermana, la tortillera. Tantas vivencias, tanto rencor. Las imágenes caían atropelladas unas sobre otra. Supongo que los que iban sentados veían los latidos en mi sien y las lágrimas corriéndome por el rostro.

Apagué el móvil y me aparté de toda aquella gente que hablaban como gallinas. Me perdí en el vapor que manaba de la carretera. Inconscientemente anduve por la sonrisa y las bromas de mi vieja ¿Cuándo le vas a traer malta y galleticas a tu hija eh? Y se ponía malcriada como si realmente yo fuera su madre. Le decía que le iba a dar una pela cada vez que se le resbalaba el vaso de las manos, dámela chica, respondía confiada con una risa a medias, cansada. También recordé la única vez que la vi con mi padre, yo tendría unos tres años, él la golpeaba en medio de la calle y abuela me apretaba el brazo.

 

Oye Cheli hace rato estoy llamando a tu mamá. Dile a mi hermana que me compre un boleto del aeropuerto de Holguín o de Santiago de Cuba directo a México. La tarjeta no me funciona, parece que el banco la bloqueó porque estoy en esta isla que es el fin del mundo. Sí, ya llamé sobri, me dicen que llame otra vez al banco. Compré el boleto cuatro veces y luego no me mandan el email de confirmación, o dicen que no se puede cobrar de esa tarjeta. ¡No manches! Que aquí ni el pescado se encuentra. Dile eso a tu mamá. Las llamo mañana. Besos.

 

Le pagué al chofer y salí a paso ligero hacia la multitud. Iba llegando a la puerta de Arrivals sin divisar entre la gente a la mexicana. Miré a un costado y allí estaba, en una mesa del pequeño restaurant, con su pelo corto suelto al descuido y su cara de yuma. Sentí una sensación rara, alegre, al fin iba poder abrazar a mi novia.

Estuvimos en silencio por unos segundos, como si escaneáramos nuestros pensamientos a través de las miradas. Me adelanté y fui a darle un abrazo. Ella se quedó inmóvil. Hace horas estoy aquí Lisi, sabías que llegaba temprano y mira a la hora que apareces, estoy muy enfadada. Esas gentes allá adentro me hicieron muchas preguntas, esto es una porquería...

Dijo todo sin parar, sin coger aire, sin darme chance a responder. Nervios, rabia, tristeza, todo mezclado y mi cabeza a punto de estallar. Este debía ser un momento especial. Tener físicamente a la persona que me hablaba por la cámara del WhatsApp y que con tanta magia lograba mis orgasmos.

Me senté y por más que traté no pude aguantar el llanto. Sentí ganas de agarrar el mismo carro y volver, no para la funeraria sino para cualquier lugar muy lejos, desértico, donde pudiera gritar hasta quedarme sin voz.

¿Qué te ocurre Lisi? Dime qué te pasa. Mi madre murió Angélica, hoy a las seis de la mañana, a la misma hora en que llegaste tú. Ay Lisi no me digas, lo siento, vamos para el velorio, vamos. Sería un escándalo. Además, sabía que no nos daría tiempo llegar, como también sentí que nada iría bien a partir de ese momento. 

¿Tienes hambre? Pues sí tengo, llevo horas esperándote. Voy a ver que ofertan aquí y te digo, ¿ok?

Pollo guisado y ropa vieja, dice una muchacha con actitud de practicante.

¿Quieres probar a ver? ¿La ropa vieja es carne de res? . Pide eso a ver.

La comida estaba mala, sin sazón, casi fría. Empezó a protestar en voz alta. La muchacha se acercó y le ofreció algo más. Mientras comía me miraba como si no encontrara la belleza que había visto en las fotos y en la cámara del Whats. Fumamos y bebimos par de cervezas en silencio. Era silencio del malo, del que deja sinsabor y vacío.

Seguro estás cansada ¿Quieres buscar un lugar cercano para dormir? Estuvo de acuerdo. Al pararnos de la mesa la vi cambiar la expresión, me miraba el trasero. Busqué un taxi. Fuimos directo a una casa de renta sugerida por el mismo taxista, en el centro de la ciudad de Holguín. Ella con su andar desesperado le pidió ayuda al hombre para subir las maletas, como si yo no existiera.

Sentadas en la cama una frente a la otra no sabíamos que decir ni qué hacer. Me voy a dar un baño. Le pareció excelente idea. Sentí que la frustración y la carga de emociones del día se iban refrescando bajo de la ducha. Mi madre ya no sufría, los demás me importaban un carajo y estaba cerca de saber quién era Angélica.

Salí envuelta en la toalla. Rebuscó en sus cosas, mira esta chamarra te queda. No era de mi estilo, pero me pareció perfecta. Abrió la maleta más grande, te traje perfumes, loción para la piel, quieres que te la ponga. Seguía sacando ropa, zapatos y cosas que según ella me había comprado, todo ancho y corto igual a ella. Yo no quería nada, solo cariño y descansar. Mi cuerpo pedía a gritos un abrazo, ella seguía en su parloteo.

Tenía que haber venido por México, fue una locura brincar de Washington a Miami, si me ficharon ya no podré volver a USA a trabajar, ese aeropuerto aquí es un infierno... Me voy a dar una ducha.

No sé cuánto dormí. Me despertó algo tieso en mis nalgas y sus brazos encima. Me di vuelta y nos miramos por largo rato, su mirada llena de deseos le había hecho cambiar su aspecto grotesco, ahora veía par de ojos azules comiéndome la boca. Debo admitir, también sentí ganas, fueron meses de calenturas por la internet. Nos besamos, fue un beso corto, de reconocimiento, de aprobación. Apagó la luz de la mesita de noche y volvió. Yo encendí la que estaba de mi lado, quería verla.  Otra vez sentí aquello duro. ¿Eso es lo que imagino? Ella asintió con la cabeza. Por primera vez la vi sonreír desde su llegada.

Jamás en mi vida lo he hecho con eso, no hace falta. A mí me gusta Lisi, no te haré daño. Se puso en pie agarrándoselo hacia abajo por encima del pijama, cogió un pomo pequeño, se quitó el pantalón y se metió rápido entre las sábanas. Si no estoy con hombres es porque no me gusta su sexo, pensé, esta mujer va a acabar conmigo.

Me sentí perdida. Me preguntaba cómo era posible que una se enamore de otra persona sin conocerla. Hasta ese momento no existía lo más mínimo en común entre nosotras.

La dejé que me besara. De a poco fui relajando los músculos, ya no sentía dolor de cabeza y lo único que pasaba por mi mente era lo que estaba viviendo en ese preciso instante.

Correspondí a sus besos, a sus caricias, me sentí excitada. Se quedó un rato entre mis piernas, sabía lo que hacía ¿Quieres ya? Preguntaba sin soltar el pene de silicona. Abrió el pomo, se puso lubricante y lo acercó desesperada.

Un cubo de agua fría, literal, pero sí que estaba fría la silicona. Entraba tiesa, raspante. Era algo nuevo y extraño. Solo me dio por cerrar los ojos y apretarla contra mí. Empezó a moverse despacio, parecía disfrutarlo mucho. Mi vagina se fue adaptando de cierto modo me excitaba verla con su prototipo de machito sexy, su firmeza al hablar, los gestos, hasta morbo me causaban sus brinquitos y su ahorita de mexicana.

Nos acostamos una frente a la otra, mirándonos en silencio, esta vez era del bueno, en el que los ojos hablan y ríen. Ella se quedó dormida, yo volví a mi angustia. En el fondo me sentí culpable por darme el lujo de disfrutar de ese momento, no tan emocionante, pero si esperado.

 

Desayunamos en la habitación. Yo le miraba su carita de piel tersa, de mujer madura con sobrada juventud, feliz, hasta que empezó a hablar. En Seattle la vida es muy agitada Lisi, salgo a las seis de la mañana para el trabajo y regreso casi a las siete de la noche. Cuando no compro comida hecha tengo que ponerme a cocinar, bueno ya viste cuando hablábamos que a veces se me cerraban los ojos comiendo. Pero gano casi mil dólares a la semana. Oye, hay que ver dónde puedo cambiar dinero.  ¿Y si mi tarjeta no funciona? Oye Lisi tengo miedo, y si los cajeros me roban el dinero ¿Donde tú vives hay cajeros?  

Comía y seguía en su monólogo como si yo, el único espectador, tuviera que escuchar obligatoriamente sobre sus paseos por Washington y los planes para cuando estuviéramos en México, sin preguntar qué quería yo. Dejé el pan con mantequilla sobre el plato y me tiré en la cama.

Lisi allá se trabaja duro, yo lo mismo siembro que cargo las macetas de manzanas en el tractor, hago de todo. La dueña de la granja es mi amiga, ojalá y pudieras cruzar la frontera conmigo, pero tú no tienes visa de turista y en México eso cuesta mucho dinero. Ahorita le estoy pagando los papeles a mi mamá para que vaya a visitarnos a mí y a mi hermana.

Sentí deseos de decirle ¡Cállate cojoooone! Pero me contuve y empecé a escucharla como la voz del radio de mi vecina, lejos, poco audible, sin importancia. Cerré los ojos y volví junto a la cama de mi madre; imaginé a Amalia y a Roilán lloriqueando y hablando mierda de mí.

¿Lisi te dormiste otra vez? Se recostó a mi espalda. Discúlpame Lisi había olvidado que estás triste.  Pero yo ya no quería estar triste ni alegre, simplemente no estar, ni escuchar esa manera de decir tanto mi nombre soplando la ese. Tampoco oírla hablar, quería sentir que estar allí valía la pena. Me volteé con deseos de decirle que me dejara tranquila, pero le vi los ojos tan lindos, no porque eran azules sino por la mirada de quien quiere a alguien y desea cuidarla. Me pareció natural y le sonreí. Nos besamos tratando de buscar el mismo deseo que nos comía cuando hablábamos por el WhatsApp. Me gustó su delicadeza al acariciarme y la fuerza con que me hacía el amor. Esta vez sin el pene de silicona. Fue bueno, muy bueno.

 

Sobrina, ¿tu mamá llegó del trabajo? Llévale el teléfono corre, necesito hablar con ella. Lisi espérame ahí, es que la wifi está mejor para acá y quiero hablar a solas con mi hermana. Mi hermana no vas a creer lo que me ha sucedido, ahorita estoy que me vuelvo loca, no encuentro mi pasaporte. No sé si fue ayer cuando vine al parque a llamarte, no sé. Cancela el boleto que te dije y cómprame uno para la semana que viene de la Habana directo a Mazatlán. La tarjeta no me funciona. Quién me mandaría venir a esta porquería de país, esto es el fin del mundo. ¿Que me calme? Tenía que haberme ido de USA directo para la casa. Cómprame el boleto. Mañana salgo para La Habana. En cuanto me den el papel para irme te llamo.

 

Llamé al mismo taxista y nos llevó hasta mi pueblo.  Bienvenida a mi casa, no tiene lujos pero está cómoda. Miró cada rincón. Yo pensé que tu casa era más grande Lisi, ¿Y por qué tienes las paredes pintadas de rojo? ¿Y ese cuadro te lo pintó un hombre? Vive en Estados Unidos en un tráiler que parece una caja de fósforos y sale con esto. No quise contestarle.

Ahí traigo mi detector de metales, ese es mi hobby. Preguntaba por ramblas y ferias. El mío es leer pero lo que más hago es escribir. Ay Lisi eres una aburrida, mientras yo esté aquí no estaremos un día en casa.

Pasaron tres días, yo cocinando y ella quejándose de la comida, del tedio, de no tener su carro. Extraño mis tacos Lisi. No hagas tanto arroz, allá no se come eso ¿No tienes carne roja? ¿Y pescado?

La llevé al río. Exploró todos los alrededores con su detector de metales y me llamaba para ver las monedas mohosas que encontraba. Yo moría de ganas de tener un libro y un poco de silencio.

De vuelta, ya de noche, hallamos una citación de las Oficinas de Inmigración y Extranjerías de Santiago de Cuba. Debíamos estar en Santiago a las nueve de la mañana. Fueron los noventa kilómetros más largos de mi vida. ¿Y para que será? Viste Lisi te lo dije, que en el aeropuerto me habían fichado, y si me deportan…

Ella había dicho en el aeropuerto que se quedaría en mi casa, pero lo que no me había contado era, que tenía que buscar y pagar un permiso. Claro que yo lo sabía, pero traía la cabeza en las nubes, recordaba a mi madre y a la vez hacía todo por complacer a Angélica, tenía la esperanza de ser feliz.

Salimos de Inmigración y la llevé a un cajero. La tarjeta solo le permitía extraer ochenta cuc. Probamos en dos cajeros más y fue lo mismo. Esa tarde se rentó en una casa particular. Los hoteles son muy caros Lisi, además estoy cerca de la wifi y de tu casa. En la noche quiso que me quedara en la renta. Espérame aquí, necesito hablar con mi hermana a solas, regreso en cinco minutos.

 

Cheli ponme a tu mamá por favor. ¿Tú sabes si ella me compró el boleto? Ya me dieron el papel y ella no me coge la llamada. La Habana es linda ¿Quieres ver?  Mira eso allá es el malecón. No, Lisi no quiso venir conmigo, y es mejor, a mí me gusta conectarme solas. Dile a tu mamá que me saque el boleto hoy por la noche, voy a estar esperando la confirmación. Ya me quiero ir de aquííí. Como extraño los tacos por dios. Ya, ya la oí, dile que cuando salga del baño compre mi boleto para mañana, sí, de la Habana a Mazatlán, no quiero hacer escala. Un besito para la sobrina más linda del mundo.

 

Esa mañana se levantó animada. Tuvimos sexo, demasiado normal para mi gusto. Acomodando se percató de que su pasaporte no estaba. Se alteró de mala manera. Búscalo Lisi, y ahora cómo vuelvo, tú me lo escondiste ¡No juegues! Casi desarmó los muebles, lanzó las cosas del closet al piso. ¡Angélica para! ¡Te estoy diciendo que no he cogido tu pasaporte! Se tumbó en la cama con las manos en la cabeza. Y si lo dejé en el parque cuando fui a hablar con mi hermana, ay no, no puede ser Lisi.

No lo encontramos en el parque. Fui a la policía, a la farmacia, en la calle. Nadie encontró su pasaporte. Ese mismo día salimos para la habana y al siguiente, era la primera frente a la Embajada de México. Habló con el portero y la hicieron pasar. A las dos horas salió con un documento en sus manos que le permitía volver a su país de origen.

¡Mira Lisi me lo dieron! Me mostró feliz su papel y sopló la ese de Lisi más que de costumbre. Entonces mañana podremos ir al aeropuerto para que cojas el primer vuelo a México. No puedo ir al aeropuerto si no tengo mi boleto, no logro comprarlo por internet y aquí debe costar carísimo, sabes que no quiero entrar más mi tarjeta en estos cajeros, ¿Entiendes?

Subiendo Infanta me cogió de la mano. Yo te quiero mucho Lisi, pero no me gusta tu país. Llegamos a la renta y Alex, el dueño, estaba haciendo café. Nos alumbró con su cara de pájaro contento. ¡Hola chicas! ¿Van a tomar café? Angélica bebió su café y habló desaforadamente de lo mismo, de su vida en Estados Unidos y que quería llevarme para no tener que volver a esta miseria de país.

Yo quiero ir de visita primero, hay cosas de las que debemos hablar. ¿Cómo que de visita Lisi? ¿Y no nos íbamos a casar allá? Porque aquí ni eso, y si nos casamos quiero que estés con mi familia hasta que yo vuelva de USA.

Chicas yo tengo una amiga que las puede ayudar. Dijo Alex y buscó en su agenda. Mira, se llama Gloria, dile que es de parte mía. La visa te sale en quinientos, pero es seguro, ella es seria y le ha resuelto a una pila de gente.

En la tarde habló otra vez con su hermana y volvió dando brinquitos, besándome por dondequiera. Lisi mañana nos vamos temprano para el aeropuerto, mi hermana me está comprando el boleto. No voy a negar que sentí un bálsamo sobre mis hombros.  Esa noche fue la única vez que hicimos el amor con deseos y entrega, ella también se percató, lo vi en sus ojos.

En la terminal tres del Aeropuerto Internacional José Martí esperábamos el email con el boleto y la confirmación que debía mandarle su hermana.  Mediodía y nada. Angélica caminaba de un lado para otro, miraba el teléfono cada segundo. Llamó a su hermana por enésima vez, nadie contestó.

Una hora más tarde, al ver su desespero me dio por preguntar el precio de los boletos a México. La muchacha dijo que era un vuelo especial, a ciento setenta y cinco cuc en efectivo y que quedaba solo uno. Si lo va a comprar debe ser ya porque el avión sale en cuarenta minutos.

A la mexicana se le encendió el rostro. Lisi creo que tengo cien dólares americanos, si los cambio y saco los ochenta de mi tarjeta puedo comprarlo. Me quedé cuidando el equipaje. Ella bajó y rápido regresó con el dinero en las manos junto al papel que suplía su pasaporte. La muchacha revisó el documento, contó el dinero y la mandó a que fuera urgente a hacer el checking. Nos abrazamos, fue el abrazo más fuerte y alegre que me había dado. Entró por la puerta, dijo adiós Lisi y no la vi más.

Días después envió este mensaje: Lisi contacta a la mujer que te dijo Alex, te mandaré el dinero. Aunque dice mi otra hermana que desde aquí de México no se puede enviar dinero para Cuba. No importa, buscaré la forma, o cuando llegue a USA el mes que viene te lo mando. Tendré que pedir favores porque soy indocumentada y me pueden fichar al enviar por la Western. Quiero casarme contigo Lisi.

Hoy en la mañana desinstalé el WhatsApp y todas las demás aplicaciones que tienen que ver con las redes sociales. Salí a la calle con intenciones de ir al cementerio. Iba recordando mis quince años cuando volví a ver a mi madre después de aquella golpiza que le dio mi padre. Recordé sus palabras al verme, con ellos estabas mejor que conmigo mija. Nunca le dije que él me miraba por la celosía del baño ni que me tocaba la entrepierna mientras mi abuela dormía. Nunca me preguntó por qué siempre traía la mirada triste. Frente a la puerta del cementerio sentí como si hubiera llegado a un lugar desconocido, por azar, perdida. Di media vuelta, tomé la acera contraria y volví para la casa. Apenas cerré mi tía tocó la puerta, ¿Lisa estás ahí? Su voz era igual a la que sale del radio de mi vecina, lejos, poco audible, sin importancia.

Entré al cuarto, encendí un cigarro y me tiré bocarriba a mirar al techo. Empecé a contar mis momentos felices. El primero cuando conocí a Angélica por las redes. El segundo, la segunda noche en que hablé con Angélica y la vi por la cámara del WhatsApp. El tercero sucedió al percatarme que estaba enamorada de ella. El cuarto, ese momento fue especial, me dijo que vendría a mi país a conocerme. La quinta vez que fui feliz fue cuando hizo el checking y me dijo adiós. En mi memoria forzosamente buscaba un momento feliz con mi madre y lo encontré, ella estaba ahí, comiendo galleticas como una pequeña caprichosa y tierna pero de ojos tristes y cansados.  La vi en el techo con cara de quien necesita un perdón. La miré de igual manera, apagué el cigarro y me quedé dormida.

 

 

 


Comentarios

  1. Excelente cuento. Las miserias humanas y el sentimiento de soledad traducidos en repulsivos acompañantes como escape a la pérdida de fe en el "otro".

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  2. Excelente cuento, la soledad, las miserias humanas y la pérdida de la fe en el "otro" traducidos en la compañía de diminutos seres repulsivos.

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  3. Super genial, me encanto, quiero leer mas de ti, donde te busco? Tienes una limpieza extraordinaria a la hora de interpretar, me encantaaaaaaaa

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  4. ❤❤❤👍👍👍👍,me encantó,continué haciendo este excelente trabajo para los amantes de la literatura...saludos..

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  5. Excelente cuento, me encanto. Tienes un arte increíble para la narración. Espero y puedas ganar el concurso. Felicidades de antemano.

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  6. Sin dudas, muy bueno tu cuento. Felicidades!!!

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