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La casa del mudo

Por: Kevin Soto Perdomo

Árido, mágico, silencioso. Así es y siempre ha sido Pueblo Baraja, ese pequeño pedazo de tierra apartado de las grandes ciudades, enajenado del “mundo real” de los citadinos, o de “las cosas de afuera”, como dicen los barajeños con cierta puerilidad, y donde se practica el ejercicio antidepresivo de soltar la lengua para aniquilar el tiempo que parece sobrar.

La tarde se queda suspendida en el calor y la aridez. Marcos y Ofelia practican el afamado ejercicio antidepresivo en un bar.

–En este pueblo la gente dice cada cosa…

–¿De qué te enteraste Marquito?

–Me dijeron que la casa de piedra con las tejas rojas está hechizada.

–¿Sí? ¿Desde cuándo? Esa es la casa del señor Arsenio Segundo, el viudo.

–Bueno, no sé desde cuándo, pero ahora que me recuerdas lo de la fallecida, tal vez, sea desde hace diez años.

–¿Y por qué desde hace tanto?

–Porque es el tiempo que hace de la viudez de Arsenio.

–Ay, chico, no todos los muertos habitan una casa justo cuando mueren. Además, me hablaste de hechizo, no de embrujo.

–Aj, es lo mismo…

–Nooo, no es lo mismo. Un hechizo lo lanza alguien, pero un embrujo, aunque también puede ser lanzado por alguien, la mayoría de las veces se trata de la actuación autónoma y deliberada de los espíritus.

–Si tú lo dices…

–¿Y qué le sucede a la casa?

–Pues tiene loco al pobre viejo. Todos los días las habitaciones cambian de lugar.

–Aaaah, pero eso no es nada del otro mundo. De hecho, eso no es embrujo, ni hechizo, ni nada. Eso es un problemita arquitectónico que se resuelve en un dos por tres. A mi prima Begoña le pasó lo mismo con su casa dos años atrás.

–Ofe, ¿a quién tu prima fue a ver para solucionar su problema?

–Al arquitecto del pueblo.

–¡¿Aquí hay arquitecto?! Esas son cosas de afuera, Ofe.

–¿Cómo no va a haber? ¿En dónde tú vives, Marqui? Aquí siempre ha habido arquitecto.

–Ahora me entero… Pensándolo bien, tú te asombrarás de que yo no sepa hasta hoy de la existencia de un arquitecto, pero, tal vez, Arsenio tampoco sepa. ¿O por qué crees que su casa sigue así?

–Marcos, el problema es que el pobre Arsenio es sordomudo y aquí nadie domina el lenguaje de señas.

–¿Sí? ¿Cómo tú sabes eso del viudo?

–¿Alguna vez has oído la voz de ese hombre?

–No, pero es que yo nunca he hablado con él.

–Yo tampoco. Pero este pueblo es tan pequeño que, si en tu casa te caes o te das un golpe doloroso, el grito lo siento en la mía, y yo nunca lo he oído a él, quien vive aún más cerca. Por lo que, si no es mudo, es demasiado ágil para nunca tropezar. Además, Margot, la esposa de Narciso, me dijo que ese señor nunca ha hablado con nadie, y tú sabes que ella es gente seria y no anda diciendo mentiras por ahí.

–Mmm, ya… ¿Sabes? Yo puedo ayudar a Arsenio. Tengo un primo en la gran ciudad que domina el lenguaje de señas. Si lo traigo para acá, podrá ayudar al viejo a comunicarse con el arquitecto.

–¡Qué bien! Pues ponte ya en contacto con tu primo.

Parados frente a la puerta de la casa de piedra con las tejas rojas se encuentran Marcos, Ofelia y el primo de Marcos un poco nerviosos ante la imponente casa. Había pasado una semana. Marcos, el mismo día que tuvo la conversación con su amiga, contactó con su primo, quien aceptó prestar su ayuda después de oír la situación del pobre viudo. Ahora, frente a la morada de Arsenio los tres planean su presentación.

–Ofe, ¿tú estás segura que esto es solo un problemita de arquitectura? Yo siento un escalofrío…

–Claro que sí Marquito. Qué miedoso tú eres…

–Bueno, está bien. A ver, primo, ¿cómo hacemos esto de hablar con un sordomudo?

–Fácil, quien vaya a hablar dice una frase, se detiene y yo hago lo mío, luego dice algo más, se detiene y yo hago lo mío, y así sucesivamente…

Ofelia toca el timbre. Pasan unos larguísimos segundos y finalmente la puerta se abre dejando ver a un señor de rostro afable. Marcos comienza a hablar, hace la recomendada pausa y, cuando el primo comienza con sus murumacas, el viudo abre aún más los ojos y arquea las cejas.

–Qué bien, al fin alguien se interesa por mi problema.

Los tres se quedan pasmados. Un silencio incómodo se apodera del lugar. Arsenio Segundo los mira sonriente. El primo de Marcos se queda tieso como una estatua a mitad de su pantomima.

–Usted habla– dice finalmente Ofelia aún estupefacta.

–Sí, todavía no he perdido esa capacidad–dice Arsenio jocosamente– Pero, ¿cómo se enteraron de mi situación con esta casa? Porque ustedes claramente no son de aquí.

–Nos hemos enterado por los comentarios de varias personas del barrio. Y sí, somos nacidos y criados en este pueblo. No sé qué le hace pensar lo contrario– explica Marcos confundido.

–¡¿En serio?! Dios mío, he vivido aquí cincuenta años pensando que todos mis vecinos eran sordomudos.

5-10-2020.

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