Seudónimo:
Hada madrina
Descubrí que tengo una
pelotica ahí, por donde entran y salen los bebecitos. Busqué un espejo. ¡Alabao! Simulaba un
mamoncillo sin cáscara. ¡Qué susto! Corrí por mi ginecólogo. Él recibió a mis
dos hijos y medio; perdí un embarazo de veinte semanas. Al mostrarle, no le dio
ni frio ni calor. Es un cistocele, una
hernia. Tranquila, no te crecerá, tampoco molesta para tener sexo. Acostúmbrate
a vivir con ella. Eres hipertensa, diabética, ¿y con cincuenta y ocho?, hay que
pasar por alto una cirugía. Tienes que evitar hacer pesos. Bajarte de la bicicleta.
Esa fue la retahíla del médico con el cuajo típico de un galápago. Está
bien. Me fui.
Hurgué en el estante de
Ginecología. Nada grave. Todo lo que leí me tiene sin cuidado. Soy una mujer
abandonada hace siete años. Mis hijos: solo el día de las madres, en mi cumple,
o el treintaiuno. Hago miles de disparates. El motor del pozo se quemó. No se
sabe para cuándo. La pipa de agua, dos veces por semana. ¿Qué agua es esa para
una casa? Me vuelvo un pulpo con cubos, tanquetas, disímiles pomos, cazuelas,
en fin, la debacle. Recorro en bici unos cuantos kilómetros: unos, para llegar
a la Biblioteca donde trabajo, otros, en la cacería de alimentos por los puntos
de venta de cualquier especie o especia. Por eso concluí: “No temáis una muerte gloriosa”, Lucía.
Ahora bien, desde que
sustituyeron al administrador de la bodega las cosas cambiaron. ¡Qué atento es!
¡Me da unas miradas! El otro día, en medio de la cola del picadillo me recitó
un piropo, cortésmente. Y la gente en el: ¡Vaya,
Lucía! Pero yo, más seria que un peleador gris de pecera. ¡Me dio un
vértigo!, no me acordaba que tenía sangre.
Aracelio: un tin gordo,
medio calvo, muy enérgico, usa vidrios con fondo de botella, ropa de señor,
limpiecito siempre. Supe que es viudo, tiene nietos, y es masón; con puntos o
grados en esa logia. ¡Caballero, es que la gente lo sabe todo! Me he fijado cuando
está en otros jelengues de la bodega,
no enseña un diente. Noto que cuando coincidimos le cambia la cara, trata de
sacarme, aunque sea una. ¿Serán ideas mías? No es fácil encontrar gente seria
en este pueblo.
Aracelio se me metió entre
ceja y ceja. Mi titingó era: ¿Si le
da por buscarme? Y aquello atravesao’, ya bastante tengo con mis senos
desplomados y la celulitis.
Corrí de nuevo al médico.
Le dije que los dolores y molestias me estaban matando, que me daba febrícula
crepuscular, al oírme soltó una risotada, y que tenía que quitármela. Él
aceptó, pero ¡qué suerte la mía!, se complicó el salón.
Cuando sacaba los mandados
del mes, él me despachaba de más. Un día (solos en lo del pan), me dijo que ya
sabía cuál era mi casa, que si podía pasar cuando terminara. Me estalló un
salto en el estómago. Le dije que sí con la cabeza porque se me perdió la voz.
Me mandé para la casa. ¡Le di un baldeo! Quité cortinas y todo. A las siete:
limpiecita, empapada con Agua de Violetas, comida dispuesta, y ¡con un hambre!
Con todo, me arrancaron los calambres, es que son mis parientes más cercanos;
supuse que por el arrebato de la limpieza.
Llegó en su bicicleta. Me
trajo dos latas de refresco cachito.
Conversamos lo justo en la sala. Con una de ellas, unos hielos, un poco de vino
tinto (que uso para cocinar), un chorrito de limón y una cucharadita de azúcar
improvisé dos vasos de sangría (le puse removedores de los que exhibo arriba
del refrigerador). No había para saladito. Arrancó la noche. No quiso
comer. Me invito a conocer su familia, y
que quería intimar. Oyéndolo, me corría el sudor por la espalda. Tuve que
buscar una toallita para secarme la cara. Llegué a pensar que el recalentamiento
planetario había comenzado por Artemisa. A lo mejor por el trago se me asomaba
una hipoglicemia porque sentía puntillazos en el pecho. Caballero, ¿acabaré
infartada? Mi estómago, batiendo alas. Él se reía prudente. Me dijo que yo era
una mujer especial. Ahí mismo le solté: Figúrate, toda mi vida trabajando en
comedores obreros; debe ser por el vapor de la leña. Carcajeándose me
dijo: Toda tu vida has sido bibliotecaria.
Oye, debiste trabajar en la televisión. Volví yo: ¿Mijo, tengo cara de mona? De
eso nada, me encanta tu cara, tu carácter nunca estás brava. ¡Escucha eso!, si
tú supieras de los berrinches que padezco. Cuando fue a irse me rozó la cara.
Reculé un pasito. ¡Qué barbaridad, si ya era una rana! Entonces, me atrajo con sus
dos manos por los hombros, y me puso un beso en la frente. Vaya, que me sentí
La Belleza Latina. Mi víscera acorazada por poco la escupo. Quedé sembrada en
la puerta diciéndole adiós. Cuando desapareció, me despetronqué hacia los calderos y mi, refresquito.
Han pasado tres semanas de
acercamiento. No hay manera que logre adelantar en la lista de espera para las
cirugías ni con regalos, y los días corriendo.
Nos hemos embuchado de besos. Se excita de
maravilla. He comprobado que está loco por la quimbadera. Pero yo, demorando el evento a ver si avanza lo del
salón.
El domingo en la cocina cogimos un calentón de: “quítate tú pa’ ponerme yo”. Tocó todas mis esquinas. Me enseñó su “mandado”; lo halagué con aplomo. Asimismo, le facilité que se “manifestara”. Antes de irse, abrazándome me dijo a media voz: El domingo que viene me voy a quedar ¿puedo? Intentando rebajar la frase le dije: Ara, tengo miedo que te vayas a impresionar, tengo una pelotica… En ese segundo me cortó el aliento con: Tú tienes una, yo dos, además, de que ya la toqué y estoy loco por verla.
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sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son
responsables de las erratas que puedan aparecer.
¡Me gustó! El amor no tiene edad y cuerpos perfectos como nos hacen creer desde hace siglos. ❤
ResponderEliminarBuen cuento me hizo reirme sola con jijij y todo, esa es la realidad de tantas mujeres...no se mucho de literatura pero me parece perfecto, felicidades a la autora
EliminarEste cuento me ha encantado me parece que veo una peli, de verdad, éxitos a la autora
ResponderEliminarMe gustó, creo bien presentados los personajes y el conflicto, no todos los cuentos tiene ante el dolor de alguien o de algo cierta bis cómica , por eso lo disfruté mucho y ademas asi somos casi todas las mujeres cubanas exitos a la escritora, creo que gente latina tambien pueden disfrutarlo como yo
ResponderEliminarEste cuento si no es premiado estoy seguro que sera de los finalistas, es agradable su lectura, en las palabras se ven la imgenes perfectas de lo que esta pasando, excelente escritora, le deseo mucha suerte
ResponderEliminarHola, mis saludos a la escritora, soy camagueyana, hay literatura para pensar, para sufrir, para disfrutar, como soy mujer he experimentado las tres cosas leyendo este cuento, ademas de que soy cubana, y si de pronto me veo una pelotica ahiiiiiiii, y como esta la cosa aqui con los hospitales ,creo que me da un infarto, si le ocurrio de verdad a la autora, me gustaria que me dijera por aqui, si pudo quitarsela, vaya, por curiosidad, y si fue a una amistad de ella, que me diga tambien en que paró la historia, ya que supongo que todo esto se dessarrolla en cuba, exitos y mis respetos.
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