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La caída

Seudónimo: Henry Nazario

 

El doctor abrió la puerta del Consultorio Médico y los cuatro pacientes entraron apresurados al higiénico salón de espera. La embarazada, el viejo con ámpulas y el joven del brazo enyesado, se sentaron, mientras que la chica del vestido ceñido se quedó parada frente al mural clínico y quizás por la creación del cuadro informativo o el martirio de la espera, se dedicó a leer en silencio: horario de consulta, el nombre del doctor, el enfermero, cintillos obviando los consejos de ciertas enfermedades… Sonrió ante la ocurrencia del cartel que reproducía el sport de la televisión en que el condón gana la carrera mientras a lo largo del trecho quedaban jóvenes desfallecidos.   

—La embarazada por favor –se oyó la voz del doctor.

Se detuvo en la sesión: ¿Sabías qué?: las I.T.S... ¿Qué son las...? Ah, el texto esclarece... Infecciones de transmisión sexual que sólo son evitables si se cumplen...

—El próximo –avisó la embarazada al salir de la consulta.

…los herpes simples y la hepatitis B… incurables... como el SIDA, aunque las manifestaciones externas desaparecen bajo tratamiento..., el virus se mantiene en sangre...

—Por favor, usted espere a que llegue el enfermero –le pidió el doctor al viejo de las ámpulas que se había parado en la puerta de la consulta.

—Compañera le toca a usted –advirtió a la chica el joven del brazo inmovilizado interrumpiendo su lectura.

—No, entra tú primero... –le respondió ella a la vez que señalaba el yeso y los dedos ennegrecidos–, puedo esperar.

—Gracias –agradeció el joven y entró.

¿Qué es el SIDA? Continuó leyendo la joven. …la forma más seria y grave de la enfermedad causada por... Este virus ataca

—¡Buenos días! –interrumpió Rupert, el enfermero, que entró corriendo con pasitos cortos a la sala de espera y la consulta– Lo atiendo en un minuto, Virgilio...

el sistema inmunitario o de defensa… se transmite por…, algunos contagiados no presentan síntomas algunos…

—Le toca a usted ahora –le indicó el del yeso a la chica que leía cuando salió de la consulta.

…los síntomas de una infección viral…, se caracteriza por fiebre, ganglios inflamados, falta de apetito, cuerpo fatigado, tos… –alcanzó a leer.   

—Adelante, adelante... –insistió el doctor sin levantar la vista de los papeles que revisaba.

—¡Hola, doctor Gonzalo González...! –saludó con desmedido énfasis la joven.

—Buenas… –le miró extrañado el doctor– ¿Y usted de dónde..., cayó?

—Soy su paciente.

—¡Ey, yo pensaba que conocía a todas y cada una de las familias que atiendo! –especuló el doctor.

—Pues mire, yo vivo a cuadra y pico de aquí…

—¡Ah, tú eres la hija de María..., que viaja mucho! –espetó Rupert sin reservas.

—Sí, soy yo, Estrella, la hija de María –respondió la muchacha con cierta contrariedad.

—Entonces mantengo mi récord... –afirmó satisfecho el doctor González.

—Sí, tienes mucho prestigio en la zona, sobre todo con los enfermos –corroboró la chica sonriente.

—Siéntese por favor. ¿Cómo te llamas? –le interrogó para escribir su nombre en el registro– Adelaida Estrella Duvals –signó además la edad y la dirección.

—¿Qué tienes, Estrella? –se interesó el doctor.

—Pensé que me ibas a preguntar el número de carnet de identidad y mi estado civil.

—Es que esas preguntas podían hacerse si el diagnóstico lo exige. Depende de ti… –coqueteó Gonzalo.

—Sí, doctor –dejó de sonreír ella cuando miró el cristal de la vitrina que le quedaba de frente y a espaldas del doctor, reflejaba al enfermero insistiendo en comunicar algo al doctor adoptando la pose del que cabalga. Tosió contrariada– …no, no sé cómo explicarle lo que tengo, doctor: falta de voluntad, decaimiento, estoy comiendo sin apetito... no sé, malestar general.

—Parece que estás incubando un virus. ¿Sientes molestia en la garganta? –interrogó el doctor al tiempo que se ponía de pie y se paraba delante de la joven paleta en mano.

—No doctor, lo que sí toso mucho, tos hueca..., sin expectoración.

—Abre la boca. ¿Has tenido fiebre? –dijo Gonzalo mientras alzaba el bello rostro de la muchacha por la barbilla y se inclinaba para observar su garganta con ayuda de la lamparilla de pie que le enfocó en la boca abierta y una paleta que la hizo asquear.

–El cuerpo cortado, pero no sé –dijo en cuanto pudo–; no me he puesto el termómetro. De noche siento frío y tengo que taparme, aunque ponga el aire bajito o lo apague. Toso mucho.

El galeno se quedó pensativo y continuó el examen; cuello, axilas, ingle. Prefirió no comentar sobre el resultado, consciente de que Rupert acodado en su mesa no perdía un solo detalle del reconocimiento. Se sentó y reflexionó por un instante.

—…parece que vas a padecer un estado gripal fuerte y por el momento no te puedo indicar medicamentos, sólo mucho líquido y calmante para la cefalea. Debes hacerte estos análisis en el hospital... –y le entregó la indicación del análisis y las recetas dobladas.

—¡Ok! –dijo Estrella a penas y se movió intranquila cuando entreabrió el recetario y vio– Chao, doctor González. ¿Puedo volver si sigo así de malita...? –dijo como si actuara por gravedad, se esforzó aún y ofreció su mano al doctor a modo de despedida.

—¡Ah! Espera... –le interpeló el doctor, pluma en mano dispuesto a escribir– ¿Me dice usted su estado civil, por favor?

—Anote para que quede constancia; sol-te-ra y sin compromiso –enfatizó reprimiendo la tos e intentó sonreír.

Al salir de la consulta le sorprendió la cantidad de pacientes que aguardaban en la sala de espera. Sin saber cómo, zigzagueando entre el gentío, fue a parar frente al dichoso mural, allí donde ella había esperado su turno, …se caracteriza por fiebre, ganglios inflamados, cuerpo fatigado, tos…, le advertía, y las palabras del doctor, …hacerte estos análisis en el hospital. Sentenciaba el cuadro informativo, …el virus ataca el sistema inmunitario o de defensa…, se transmite por… ¡¿Será posible?! ¡No! Debo estar loca. ¡No, no…, yo uso condón doble! …y mamá que llega el viernes, por Dios. Desordenaba los nervios, …hacerte estos análisis en el hospital. ¿Una Elisa…? ¡No, no puede ser! …el virus se mantiene en sangre… Y el jinete de la vitrina imitando al que cabalga… El estúpido cartel capturaba su vista, el condón reía, reía mientras a lo largo de la pista caía desfallecida…

—¿Le pasa algo joven? –creyó escuchar mientras perdía el conocimiento, derribando el mural en la caída.

 

 

El II Concurso Internacional de Cuento Primigenios publica de manera exclusiva las obras concursantes en el blog de la Editorial “Memorias del hombre nuevo”. En esta edición un jurado determinará el cuento ganador, pero la interacción de los lectores con los cuentos publicados es algo importante para la promoción y divulgación de la obra y los contenidos editoriales de Primigenios, Lunetra e Isliada.org.

Las obras publicadas en el blog no han sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son responsables de las erratas que puedan aparecer.




 

Comentarios

  1. Me encantó,está muy interesante,y educativo,muchas gracias al autor,bendiciones🥰

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