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Accidente

 

Acero Toledano

 

 

Si no se mueren hoy se mueren en una semana. Por más agua que les echen, los filodendros no te aguantan interiores oscuros y yo no tengo tiempo de venir a darles un baño de sol, lo único que me falta. Yo vengo hoy y listo, ya cumplí, Marielita. Cuando vuelvan de Bariloche van a encontrar todo muerto y él seguro que me va a culpar a mí, como siempre, porque eso es lo que hacemos él y yo desde que éramos chicos: competir, pelearnos, no entendernos. Con Fede siempre hemos tenido poco y nada en común, y ahora menos que antes.

Y ella no es mala, pobre. Ella quiere llevarse bien con la cuñada, se cree que ha encontrado un tesoro en mi hermano (tan lindo, tan soltero) y debe haber leído por ahí que pedirme favores va a hacer que me caiga simpática. Pero el efecto Benjamin Franklin no funciona conmigo, al contrario, me llena de hastío. Que la acompañe al supermercado, que le recomiende un dentista, que nos hagamos juntas las uñas… todo es forzado entre ella y yo y no sé si el tiempo va a lograr que esto cambie. Yo la extraño a Natalia, aunque no diga nada.

Y tienen el descaro de quedarse acá, yo me habría mudado. Si no me equivoco, la mayoría de estos muebles él los compró con Nati: esa mesita oscura, el televisor de la habitación, el juego de sillones del living. Es raro que mi hermano la haya superado tan pronto, él que era tan fiel, él que manejaba el auto del suegro y lo llevaba al médico porque era “el” yerno, el único. Como todo el mundo, yo pensé que Fede y Natalia se iban a quedar juntos por siempre, que ese noviazgo que empezaron a los quince años no tenía fecha de vencimiento. Pero después del accidente todo se enfrió y poco a poco mi hermano dejó de ser bienvenido en la casa de los Ramírez; Carlos ya no le prestó el auto (después de arreglarlo, porque quedó destrozado) ni lo invitó a hacer asados en la terraza de su casa. De un día para el otro, Natalia dejó de venir, dejó de llamar y todos nos fuimos acostumbrando a no nombrarla, a evitar las anécdotas en las que ella participaba y a cambiar las fotos de los portarretratos en los que ella aparecía.

Esta alfombrita de bienvenida se las regalé yo cuando se mudaron juntos, se la regalé a Nati, no a Mariela. Antes de ser su novia ella fue mi amiga. Teníamos casi la misma edad, pasamos juntas por las mismas etapas, engordamos y adelgazamos juntas, veíamos las mismas series y nos prestábamos la ropa. Ahora esta top model diez años menor que nosotras viene a reemplazarla. Es injusto que Fede esté solo, ya es hora de que siga adelante. Eso dicen todos, pero nadie piensa en lo injusto de todo esto para mí, que me quedé sin mi amiga, tal vez la única verdadera que he tenido. A nadie le importa y a mí nadie me consuela.

Qué silencio hay en esta casa, qué poco aire entra por la ventana entreabierta en la cocina. No sé cómo pueden vivir en esta oscuridad tan pesada, tan llena de recuerdos de Nati.

Ya regué las plantas y guardé las facturas de luz y gas en el recibidor. No quiero estar más acá, me pone de mal humor esta casita de recién casados, así que me lavo las manos y me voy. Entre las dos habitaciones está el baño, igual de oscuro que el resto de la casa. Mientras me seco, el espejo me llama la atención, porque a mis espaldas me muestra que la cortina de baño está corrida, como si alguien ocupara la bañadera. Esto me pone muy incómoda, porque yo ya sé quién está allí y ella también sabe quién soy, así que corro apenas la cortina tratando de que mi sonrisita cordial no resulte demasiado falsa. De todas maneras ella ya la conoce, teníamos la misma y la usábamos en complicidad.

—Hola, Nati, Fede está de viaje, vuelve recién la semana que viene… y no está solo.

—Ya sé amiga, lo voy a esperar lo mismo.

Le sonreí como una estúpida porque realmente no sabía qué decirle. Solo corrí de nuevo la cortina y salí del baño en silencio. Hacía tanto que no la veía que me dieron ganas de abrazarla, pero estaba desnuda y mojada y me dio vergüenza. Pálida ha sido siempre, hermosa también. Incluso ahora se ve bien, después de tantos meses y teniendo en cuenta que perdió el 80 por ciento de masa encefálica cuando salió despedida por el parabrisas la noche del accidente. 



El II Concurso Internacional de Cuento Primigenios publica de manera exclusiva las obras concursantes en el blog de la Editorial “Memorias del hombre nuevo”. En esta edición un jurado determinará el cuento ganador, pero la interacción de los lectores con los cuentos publicados es algo importante para la promoción y divulgación de la obra y los contenidos editoriales de Primigenios, Lunetra e Isliada.org.

Las obras publicadas en el blog no han sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son responsables de las erratas que puedan aparecer.




 

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