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Chiraposa

 

Autor: Fernando Huali Vilcahuamán

 

 

El lucero de alba fue asomándose pasivamente como de costumbre cada mañana. Los rocíos de las flores silvestres iban cayendo a medida que la brisa del viento iba golpeando sus tiernos tallos. Y el silencio fue bruscamente interrumpido por los cacareos de unos cuantos gallos provectos; que con esa melodía irritante, uno que otros iban despertando.

La poca iluminación hacia correr a unos granjeros a acomodar sus carruajes que iban llenando las jaulas llenos de gallinas, patos, gansos y uno que otros conejos y cuyes, para llevarlos al mercado central para sus ventas correspondiente. Al ganar, cada uno corría raudamente a su granja – algunos hasta sudaban por la tardanza - iban y traían los cajones que acomodaban sin previa coordinación en el remolque. Para luego comenzar la carrera hacia la plaza para ganar el mejor puesto.

Fue así que la luz del amanecer fue tomando su posición en todo el valle de Adelicia mientras partían uno tras otro.

Don Herminio muy madrugador qué todos del pueblo, ya tenía listo su equipaje y partió hacia la plaza para ganar un buen lugar y así vender unos cuantos animales, o quizás hacer un buen intercambio por algo que viera conveniente. Ya en la cima giro la mirada hacia el pequeño pueblo y vio a sus competencias que apenas iban partiendo revueltos.

Al llegar a la plaza observo que apenas unos cuantos mercaderes iban tomando su espacio. Así que se apresuró en tomar un buen lugar.

Los rayos solares fueron entibiando y pronto eliminaron el frío que hacia tiritar a cualquiera acurrucado entre mantas. Pero así la muchedumbre comenzaba su día de feria. Para Don Herminio fue placentero el llegar temprano; ya que fue acorralado por unos grupos de personas que iban vigilando cada jaula y apuntado para su posterior compra. Mientras sus competidores iban vendiendo un tercio de sus ganados, Don Herminio ya iba acopiando sus jaulas vacías formando torres.

Alrededor de las ocho de la mañana, apenas tenía dos jaulas semivacías. Fue un éxito madrugar. Por lo cual decidió intercambiar lo que le restaba por unas cuantas gallinas ponedoras o incubadoras. Para su buena suerte – o mala suerte porque le dio una gallina que no producía -  a su costado izquierdo un joven se iba acercando ofreciendo intercambiar sus gallinas por otros animalitos, fue así que se apresuró a su encuentro y lo llamo con denuedo.

–¡Joven, ven, acércate! – ¿Qué es lo que pides por tus gallinas?

El joven no dudo y frunciendo la mirada – el brillo del sol interrumpía su vista -  buscaba a su casero.

–¡Muy buenos días, caserito!  - Tengo diez gallinas entre ponedoras e incubadoras y estoy pidiendo la misma cantidad; ya sea de conejos o cuyes.

Don Herminio ofreció mitad y mitad de los dos animales, ya que él estaba dedicándose a la crianza de aves de corral. Así que no dudo y saco de las jaulas e hizo el intercambio. El joven inspeccionaba a cada animal y lo mismo hacia Don Herminio. Ambos quedaron satisfechos y cerraron el trueque con un apretón de manos. Al voltear a ver cuánto restaba en la jaula; observo que solo quedaba dos conejos, así que decidió intercambiarlo por una muñeca y golosinas para su nieta Andrea de diez años – ella cuidaba de él en sus vacaciones – que le esperaba con el desayuno en casa.

En su trayectoria, mientras Lucas jalaba el carruaje, Don Herminio iba contando el dinero que posteriormente guardo en su pequeño morral de cuero que su nieta le regalo cuando cumplía hace dos meses sesenta años.

Al escuchar el rebuzno cerca de la puerta, Andrea fue corriendo abrir la puerta del corral para que ingresara su abuelo con Lucas. Anhelosa fue sacando uno por uno de la jaula a cada gallina, a su vez le fue poniendo su nombre. Algo que le lleno de felicidad era ver a una gallina medianita y diferente a todas las demás y que pronto se encariño mucho hasta el punto de jugar y cuidarle como un bebe.

–Andreita, ¡Adivina que es lo que tengo entre las manos detrás de mí! -  Dijo su abuelo risueño a la vez que arrugaba su carita.

–¡Me trajiste algo! – respondió dando pirueta de felicidad. Fue corriendo y abrazó a su papito, y esté se delato al recibir el gesto.

–¡Qué pícara eres!  Saliste igual a tu abue.

Andrea gozosa corrió y guardo el regalo, luego atendió a su abuelo y quedaron satisfechos con la barriga llena.

Cada día ella se ocupaba de las gallinas; les daba su comida y aseaba el corral donde Vivian. Su abuelo mientras eso iba al pequeño huerto que tenían; para sembrar y cosechar algunas frutas, verduras o hortalizas.

Los días iban pasando y se acortaron las vacaciones de Andrea. Pronto partió hacia la ciudad, pero antes se despidió de cada una de las gallinas y más de la extraña ave a quien llamo;- Chiraposa, por su peculiar plumaje-. También abrazo mucho a su abue y ante sus ojos, una madrugada se fue despidiendo con el brazo extendido haciendo ademanes.

Don Herminio fue extendiendo su corral más y más debido a que las gallinas fueron multiplicándose. Sonreía cada día al término de su faena viendo las cestas llenas de huevos. Respetaba los nombres de cada gallina que su nieta les había puesto y cada mañana llamaba lista al momento de sacarles al patio para que puedan correr libremente.

Al pasar las semanas. Al seguir su rutina, una mañana yendo a acopiar en los cestos los huevos, se percató que la gallina Chiraposa no ponía huevos a pesar que ya estaba mediamente crecida y que sus comadres – con las que llegó – ya ponían huevos desde hace tres días. Pensó que quizás el gallo no hizo su faena, así que les encerró todo un día. Pronto paso dos semanas y aún no había ningún huevo en su nido.

–¡Qué pasó gallito! Es complicado la Chiraposa – dijo en tono sarcástico y acariciándole.

Les dejó más días juntos y el resultado siempre era el mismo. Analizo la situación y creyó que esta gallina era estéril, o a menos que haya sufrido daños dentro de su aparato reproductor por un golpe, o algo similar. Pensó en venderlo o hacer algún trueque. Mientras pensaba le vino la imagen de su nieta y recordó que a ella le encantaba mucho, así que decidió seguir cuidándola.

Mientras que Don Herminio iba a cosechar maíz de su terreno para luego ir a molerlos y  acopiar comida para las gallinas. Las aves de corral se burlaban de Chiraposa debido a que no engendraba ningún huevo. El ludibrio fue haciendo continuo y a gran escala hacia Chiraposa, y esta a su vez huía fuera del corral para dejar caer sus lágrimas mientras contemplaba el campo lleno de flores.

La huida fue dándose cada día, así que cuando eso ocurría; ella permanecía hasta que el ocaso se iba perdiendo entre las colinas. Al retornar y con el buche vacío; iba directo hacia las bandejas – que por lo general siempre sobraba comida –, pero no encontró ningún grano partido y es más, ni agua encontraba para remate. Si tenía suerte hallaba unos que otros granos, pero embarrados con las heces de las gallinas – esto lo hacían a propósito – que le hacía perder el apetito. Como cada día fue sucediendo lo mismo, ella para saciar su hambre; rascaba el terreno en busca de granos, raíces o lombrices que por lo general la última solo comía cuando no hallaba las dos primeras, que rara vez ocurría.

Don Herminio dejo los huevos con sus madres para que estas los incuben y pronto tengan polluelos para que así aumenten.

Una noche, cuando las nubes dejaban caer sus emociones alegres sobre los campos para que estos puedan saciarse y así adornar los campo de flores coloridas. Dos gallinas – Martha y María decidieron hacerle una broma a Chiraposa – robaron sutilmente un huevo de Ana mientras ella dormía y todos los demás. Al lograr su cometido lo llevaron al nido de Chiraposa; delicadamente lo pusieron entre su pecho cubriendo con su ala. Al finalizar su faena, retornaron a sus nidos caminado entre puntitas y aguantando su mofa.

La noche se deslizo rápidamente como de costumbre cuando alguien duerme muy reventado. Y como para ponerle más emoción al sueño; los cantos de los gallos no se hicieron esperar y retumbaron los sueños. Las aves antes de acostarse miran sus huevos y al despertar también los hacen. Se fijan si hubo cambio entre ellos; descontando cada día con la esperanza de ver salir a sus polluelos. Fue así que Ana entre sueños fue tanteando sus huevos y notó un espacio libre. Deslizo sus alas para buscarlo hacia sus lados, pensado que quizás lo haya movido mientras dormía. El sueño se le esfumo de golpe, salto cacaraqueando al no hallarlo. Dio vueltas alrededor de su nido y no había, sus cacaraqueo pronto retumbo el silencio del gallinero. Alterada en señal de ataque fue retando a sus dos comadres de sus costados para que le devuelva. Aturdidas ambas le fueron diciendo que no sabían de que les acusaba. Su alterado comportamiento hacia que las otras gallinas inútilmente intentaran calmarla. En eso María aparentando su asombro se acercó a Ana y le señalo a Chiraposa – que se encontraba soñando placenteramente entre los campos – que se hallaba en la penúltima fila descansando. Le dijo que la escucho levantarse a ella y que quizás ella lo tenga entre sus senos. En eso se dirigió al fondo y sin preguntar lanzo una combinación de aleteo con patadas directo hacia Chiraposa, que a su vez la lanzo fuera de su nido, cayendo y chocando brutalmente contra la viga vertical que sostenía el techo. Aturdida por el gran golpe se quedó recostada entre la viga, tratando de entender que es lo que está pasando. En eso Martha gritó:

–¡Miren, el huevo de Ana!

–¡Sí, es de ella! María tenía razón, ella la tomo. ¡Cómo no puede tener uno, que más le queda que robarnos!

Al escuchar eso, Ana se enfadó a un más, por lo cual le proporciono unos cuantos golpes más dejándola tirada – retorciéndose de dolor y llorando sin entender – y diciéndole; si lo vuelves hacer, tenlo seguro que no volverás a respirar. En eso tomo su huevo y mirándola fijamente se retiró hacia su nido.

Martha y María se rieron y entre sus cuchicheos dijeron que la broma les salió más de lo que esperaban – ellas les tenia envía por ser diferente – y que pronto le harían otro igual.

Al levantarse suavemente se percató que su pierna había sido arañada igual que su ala y además el fuerte choque violento le dejo con un dolor muy fuerte en su espalda. Mientras se dirigía hacia su nido, vio bastante plumas caídas entre su pecho y unos cuantos en sus alas. Con lágrimas entre sus ojos decidió salir de ahí para irse al campo.

El lucero del alba apenas se iba disipando. Mientras recorría el coral miró hacia el cielo despejado que le hizo cambiar su estado de ánimo. Se abalanzó entre los cajones y pronto salió hacia el exterior.

Al tocar el suelo, dio unos gemidos de dolor y retrocediendo se recostó en el muro. Al ver los rocíos acumulados en las hojas se levantó y fue a tomar, y a lavar sus mejillas. En ese momento una paloma - blanca - que estaba buscando agua estancada para darse un chapuzón, escucho unos pequeños gemido que venía cerca de ella, así que decidió elevarse. Al hallar que el sonido emitía una gallina decidió acercarse.

–¡Hola, buenos días! Mi nombre es Perla.

–Hola, soy Chiraposa.

–Disculpa, pero ¿A qué se debe tus lágrimas? O ¿Acaso te has caído mientras bordeabas el muro?

Chiraposa le relató lo ocurrido. Al escuchar atentamente le dijo que por qué no devolvió el ataque y además por qué se quedó callada ante tal acusación. Ella solo se limitó a decir; que todos se burlan de su desgracia. Perla al saber más sobre su pena, se acercó y le abrazo. En eso le dijo que nunca debe darse por vencida y que la naturaleza se encargaría de darle lo que más quiere si ella lo desea con todo su corazón. Al escuchar eso, pidió consejos de cómo debería de hacer para que eso ocurra. Perla le dijo que a media noche; cuando la luna y las estrellas estén desnudas hacia su mirada, ella podría pedir su deseo con todo su espíritu, y que lo haga hasta que las constelaciones respondan a su petición.

Lo tomó apecho las palabras de Perla, así que cada día fue haciendo su pedido con o sin que la ventana del cielo estuviera abierta. Se decía así misma que la magia podría ocurrir en cualquier momento, por lo que siempre dejaba unas flores en el muro de tapia para que cuando regrese a media noche; los pueda tomar entre las alas y clamar desde su corazón, el favor de las nebulosidades.

Los días se fueron haciendo largos y rutinarios, pero su deseo no se consumía de su propósito.

Pronto llego los días de vacaciones de Andreita, y está a su vez regreso a la granja a cuidar de su abue y gozosa para ver a su gallina. Cierto día, cuando dio los granos a las gallinas; observó que todas impedían que comiera algo Chiraposa, e incluso les picoteaban. Por lo que decidió llevársela a su lado mientras hacías los caseres del hogar. 

Durante el almuerzo, Andreita pregunto a su abuelito sobre los huevos de Chiraposa -ya que ella había observado que muchas gallinas tenían sus polluelos y otras que estaban empollando – si los vendía o los comía; porque no hallaba ninguna en su nido. Su abue le explico sobre ese asunto detalladamente. Se puso triste al escuchar que Chiraposa no podía engendrar vida – ella anhelaba ver sus polluelos erizados y extraños- por lo que decidió conservarla hasta que ella se duerma para siempre. A lo que accedió asintiendo alegremente su abue.

Cuando Andreita iba a caminar y explorar los pequeños bosques que se situaban cerca al pueblo; se aseguraba de llevar a Chiraposa cargada entre su dorso, junto con algunas golosinas y frutas.

Tanto se había encariñado con ella; hasta el punto de llevarla a su dormitorio para que descasaran juntas. En estos días, Chiraposa no podía zafarse de los brazos de su ama, por lo que se tranquilizaba cuando dejaba abierto la ventana. Cuando eso sucedía; miraba fijamente las constelaciones y cerrando sus ojos pedía su deseo con vehemencia.

Llego domingo de feria y Don Herminio cumplió su palabra en llevar a su nieta a la plaza, para que participe en la venta de unos cuyes, conejos y unas cuantas gallinas criollas y algunos huevos. Por ello se despertó al rayar el alba y acomodo el carruaje. Al tener todo listo, se dirigió hacia el patio y llamo a la ventana de su nieta para que despertara. Dio un gran salto de alegría, se alisto y tomo a Chiraposa entre sus manos y salió. Al ver que su nieta llevaba a la gallina, le pidió que lo dejara, a lo cual ella le hizo saber que las otras gallinas le picoteaban y no la dejaban comer. Al escuchar eso accedió a llevarla.

Se sorprendió mucho al ver la feria lleno de artesanos, comerciantes, ganaderos, vendedores de comida, y muchas más. Tomaron el puesto que les correspondía y empezaron con su venta. Muchos compradores consultaban por la extraña gallina, – algunos hasta ponían buen precio por el ave - pero siempre la respuesta era que no estaba en venta. La venta fue un gran éxito. Su abuelo dejó el carruaje en el depósito y llevo a pasear por toda la feria a su nieta. Todo lo que veía la emocionaba, decía que esto le faltaba en la ciudad e incluso los grandes mercados no se comparaban a la gran feria. Al llegar a la sección de comida; su abue le pidió que eligiera lo que le apetecía. Eligió un buen caldo y para remate, la cocinera miraba fijamente a Chiraposa e incluso se animó a decir que ella produciría un buen caldo. En ese momento, Chiraposa dio unas cuantas cacareadas, - los comensales se carcajearon al escuchar al ave-  por lo que todos asumieron que respondió al comentario.

Las cortas vacaciones pasaron rápido y otra vez, Andreita partió, pero, no sin antes despedirse de Chiraposa y encargar a su abue que le cuidase de las demás gallinas.

Chiraposa fue enjaulada para que nadie la tocara, pero ella escapaba con las demás y al ver eso Don Herminio; ya no la encerró más.

Cuando los primeros rayos solares iban reflejando en el gallinero, Chiraposa partía hacia el campo para no ser víctima de las gallinas.

Ya fuera de la casa, se reunía con Perla. Ambas buscaban su alimento por el campo y algunas veces cerca del bosque. Fue allí que Perla le conto que durante su ausencia, ella puso un huevo. Chiraposa le alegro mucho por ella y a la vez que se sentía herida dentro. Le pondré Sofía si es hembra, ¿te gusta ese nombre, Chiraposa? - ¡Claro que sí!

Las noches se pusieron más extendidas a medida que se fue quedando encima de la tapia pidiendo su deseo, e incluso había días que se quedaba dormida a la intemperie de la noche fría.

Lo que no sabía ella era que su petición fue escuchada y que ya se iba formando un pequeño huevecillo dentro de su vientre, que pronto iba a salir.

Una mañana el dulce cacareo de la gallina Chiraposa emplumada como virutas mal calculadas y puestas sobre su cuerpo, y su plumaje de color plomo salpicados al contorno con negro. Salía a travesando la pequeña valla que decoraba la jaula. La excitada euforia del canto era porque era la primera puesta que salió desde sus entrañas. Parecía imposible haber hecho tal proyecto, ya que se llegaba a escuchar murmuraciones de sus competencias; que ella nunca producirá vida. Además porque también ya estaba vieja. Y, cuando sucedido; se sintió muy fausta desde ese momento hacia adelante, su pena se fue y cuido mucho al pequeño huevecillo hasta que este pueda formarse y salir del cascaron. Y mientas eso sucedía; ella no se despegaba de su huevecillo por temor a que alguien pueda robarle o romperlo por envidia. Así mismo, despejo el techo de paja que le cubría a ella directamente; esto lo hizo para contemplar las constelaciones y agradecer el gesto que tuvo hacia ella.

Cada día era un descuento para la gallina, marcaba con su pico unas líneas en su pared que le pertenecía en la jaula de madera: para así llevar su cuenta. Cuando llego la fecha para el gran suceso, la angustia mataba las emociones del ave. Sus comadres formaron un círculo al lado del nido de paja. Miraron fijamente juntando las cejas. Pero nada, no había ninguna señal. No había movimiento en su interior. Los murmullos comenzaron a romper el gran silencio que se había formado.

–¡No hay nada adentro! - Dijo una.

–¡No fecundo, ya que no sabe, era muy obvio, ya es vieja! -  Dijo otra.

–¡Para la otra será! -  Dijo alguien más.

–¡Vámonos, dejemos que se las arregle! - ¡No debía de encapricharse así! Siguieron llegando los comentarios fuera de sitio.

La hora oscura pronto hacia su aparición y tapo todo el pueblo, solo dejando abiertas las ventanas de las estrellas para que puedan brillar. El plañir del ave fue sosegándose en el frio de la noche, guardo entre su pecho el dolor profundo y cobijo a su huevo entre su seno, derramo su pena empapando la corteza del huevo y suspiro profundamente y cayó dormida, porque su pena le gano.

En la mañana cuando los rocíos del alba besaban suavemente los prados del pueblo. La gallina sintió un alboroto entre su pecho, no le dio la atención apropiada y siguió con su aflicción. Nuevamente sintió unas pataditas, pero esta vez cerca de su gollete, el polluelo hacia lo posible para respirar bien, su madre sin darse cuenta la estaba sofocando; apretándole con sus alas. En eso logro deslizarse y llegar a estar parado delante de su madre. Y de pronto le dio unos ligeros picotazos de amor en su mejilla, para que despertarla. Con mucho esfuerzo deslizo la membrana nictitante, borrosamente fue percibiendo una sombra enfrente y atónita gritó: ¡mi hijooo! ¡Mi pequeño bebééé! ¡Mi amooor! ¡Estas aquííí! Excitada hasta las plumas echo a correr por todo la granja volcando todo a su paso y llevando entre las alas a su polluelo. Lo besó hasta saciar su felicidad y lo llamó; ¡Bronco! Porque era igual a ella.

–¡Mírala, cree que ya nos ganó a todas en empollar! – dijo Martha enojosa.

Los murmullos fueron tomando lugar en todo la jaula e hizo que muchas le mirasen con pesadez.

Don Herminio se despertó bruscamente cuando las puertas de latas de la jaula caían con estrépito. Salió empuñando su vara hacia el patio: porque pensó que un zorrito ingreso a cazar sus gallinas. Pero esa sensación creció aún más, cuando vio todo el lugar revuelto, y el sonido escandaloso que se aproximaba del corral. Empuño con ambas manos la vara y lentamente se aproximó hacia la puerta, introdujo la mirada lentamente para sorprender al intruso, pero no hallo nada. No vio nada de sangre o rastros de ataque, por lo que pensó que habían peleado entre ellas. Justo cuando iba a retornar a su dormitorio; Chiraposa volvía raudamente que a su ingreso tempestivo asusto a su amo y este cayó entre las cajas.  Al incorporarse se río mirándole, y al ver que llevaba entre sus alas a su polluelo se sorprendió mucho, y se acercó y sintió gran aprecio por este. Durante el día hizo una nueva jaula para ambos. Así impediría que ambos sean víctimas de los ataques de las gallinas.

Chiraposa llevaba Bronco al campo cada día. Le enseñaba a escarbar y a buscar su propio alimento. Le iba explicando cada detalle de la naturaleza y de la magia que este producía para aquellos que confiaran con el corazón. A Bronco le gustaba mucho explorar los campos y el pequeño bosque, aunque a menudo se metía en problemas mientras caminaba, su madre estaba ahí para ayudarle. Al pasar los días ya iba aprendiendo algunas cosas. Chiraposa buscaba a Perla, para que le mostrara a su retoño, pero Perla nunca apareció – fue víctima de un cazador – por lo que sintió mucha tristeza por lo contarle la nueva etapa que vivía.

Los días siguieron su destino y los meses fueron dando la transformación a Bronco. Ya era un pollo bello. Su madre le fue criando de buena manera y un día le dijo: Bronco, pronto yo me iré y tú tienes que seguir tu destino, ¡mira a los cielos! ¡Es allí donde estaré yo! ¡No podrás seguirme por ahora, pero pronto lo harás! ¡Mira a las aves, tú eres mejor que ellas, tu vuelas mucho más alto y cuando lo hagas, me veras allí, y yo besaré tus mejillas al momento que roces por las nubes! No te acongojes por mi partida, demuéstrame que tú eres valeroso y nada ni nadie podrá desbaratar tu destino. (Justo unos días antes de esa charla entre los dos: Andreita estaba enferma, la noticia llegó en una carta y Don Herminio buscaba ayuda entre los abuelos del pueblo. Fue así que llegó una anciana a la casa, Chiraposa al percatarse que ingresaron a la cocina, fue a escuchar la gravedad del daño de su ama. En eso Chiraposa se sintió aludida entre el intercambio de palabras, por lo que sabía que vivía los últimos días). Mientras cacaraqueaba a Bronco, este tomo valor y guardo cada palabra en su corazón; no obvio nada y sonrió abrazando a su madre…, el día temible llegó. Mamá partió y quedo solo Bronco.

Pasando los meses, el dolor se aguzo del corazón del mancebo pollo. Tenía puesta la mente en los cielos. ¡Si mamá está allí, por qué no ir a verla! Pronto eso se hizo más fuerte que le abrió camino a los bosques. Trepó como pueda un árbol, se alineo en una rama y planeo. Pronto beso el suelo, se sacudió, pero esto no lo detuvo, siguió una y otra vez, pero el resultado no fue favorable. Retorno a casa para descansar y continuar los días siguientes. Rápidamente pasó una semana, los resultaron no fueron positivos. Lo que no sabía era que durante esos días, había un ave que se reía desdeñosamente de él. Pero pronto tuvieron un encuentro. La tarde del sábado cuando el zagal pollo comenzó su faena, en la tercera oportunidad de su fracaso, vio aterrizar a un ángel, rápidamente le ofreció unas hojas con unos granos que llevaba para matar el hambre. Entonces pronuncio el ángel.

–¡Nunca he visto a un ave de corral tan obstinado en querer volar! ¿Por qué lo haces? – pregunto sonriendo.

Y esté rápidamente le refirió todo lo que su mamá le dijo. Mientras hablaba, Sofía notó que este pollo era muy inocente, no se dio cuenta de lo que le ocurrió a su madre. Ella sabía lo que les sucedía a las aves de corral, pero no hizo comentario del asunto para no abrir el corazón cicatrizado del pollo. Así que dijo:

─¡Es excelente lo que haces! ¡Es más, yo opino que si te casas con un ave, ella te enseñará a volar muy pronto y podrás besar a madre!

Al oír esas palabras; los ojos de Bronco se empaparon de lágrimas que pronto rebalsaron.

–¡Es una buena idea! ¡Cómo no se me había ocurrido antes! Dijo muy jubiloso. Sofía se presentó correctamente y bronco de igual manera. Se hicieron amigos y cada día siguió yendo a la misma hora y al mismo árbol durante un mes. Llevaba su fiambré en hojas atada sobre su lomo para Sofía y para él. Y cierta tarde le dijo:

─¡Sabes, Sofía! yo he ido aprendiendo mucho desde que te conocí, si antes volaba veinte metros, ¡Ahora planeo cincuenta metros! estoy seguro que si me caso contigo, ¡Podré volar como tú, por las nubes!

Sofía se pasmo por unos instantes y recobrando la actitud, solo atino a reírse… Y es así como se conocieron Sofía y Bronco, se hicieron buenos amigos, y él le iba a buscar cada mañana para cantarle algo como dándole los buenos días, para luego emprender el vuelo hacia las nubes. 


El Concurso Internacional de Cuento Primigenios ha recibido más de una veintena de obras que publicaremos en el blog “Memorias del hombre nuevo”, para que los lectores puedan acceder a todos los cuentos concursantes. Además se publicarán las estadísticas de lectores por obra y otros datos de interés que nos permitirán promover la lectura y el amor por la nueva literatura, esa que se escribe desde cualquier lugar del mundo.

El II Concurso Internacional de Cuento Primigenios publica de manera exclusiva las obras concursantes en el blog de la Editorial “Memorias del hombre nuevo”. En esta edición un jurado determinará el cuento ganador, pero la interacción de los lectores con los cuentos publicados es algo importante para la promoción y divulgación de la obra y los contenidos editoriales de Primigenios, Lunetra e Isliada.org.

Las obras publicadas en el blog no han sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son responsables de las erratas que puedan aparecer.


 



 

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