Hoyo 14
Assandira
Cumplí cuarenta y decidí festejarlo con amigos en el jardín de casa.
Siempre me gustó bailar y noviembre es un mes ideal para hacer fiestas. La
noche estuvo increíble. Vinieron mamis del cole, compañeros del secundario, de
la facultad, y de la vida. Lautaro contrató un disc jockey, un catering
de ricas pizzas y helados, además de una surtida barra de tragos. Varios
terminaron en la pileta. Me divertí muchísimo bailando con una peluca infernal
de color naranja, unos anteojos enormes y millones de collares y pulseras de
neón. Lautaro estuvo en todos los detalles menos conmigo. Lo noté un poco tenso
y lo atribuí a sus preocupaciones laborales que últimamente lo tenían disperso
o de mal humor. No pensaba darle importancia, era mi noche y quería disfrutarla
a pleno. Me fui a dormir bastante alegre y amanecí al mediodía con un tremendo
dolor de cabeza. Cuando bajé a la cocina, Lautaro me esperaba con cara de
circunstancia.
─Tenemos que hablar, Gloria.
─¿Me tengo que preocupar, Lautaro? ─Me senté intrigada por entender
qué sucedía.
─El lunes viajo a una reunión en Nueva York y a la vuelta me mudo solo
a un departamento.
─¿Qué decís?
─Lo que escuchás. Hace rato que entre nosotros las cosas no funcionan.
Lo pensé bastante y creo que necesito tomarme un tiempo. Ya veré cómo
se los digo a los chicos. ─Fue como un baldazo de agua helada. Anoche yo
bailaba como una loca y
ahora él se iba. No podía pensar con claridad y menos hablar. Me levanté y,
hecha un trapo, me fui al baño a vomitar para luego darme una ducha y llorar
como una condenada.
Cuando me vestía, escuché su auto salir de casa. Me pasé el domingo
sola, hecha un bollito. Los chicos
estaban en el campo con los abuelos. No quería enfrentarlos tan frágil.
* * *
Tuve que inventarme una rutina de mujer separada. No era fácil luego
de tantos años de esposa y madre abnegada. A instancias de Patricia, retomé las
clases de golf con Matías, el profesor de nuestros hijos. Era super jovial y
muy paciente con una negada para el deporte como yo.
─El flaco te tira onda ─se burlaba Patricia al terminar la clase. Yo
me hacía la distraída aunque, en el fondo, un poco me divertía el coqueteo.
Cuando me acerqué a la caja a pagar el café, me tropecé con un señor alto y
canoso. Le pedí disculpas y levanté la vista: ─Gloria, ¿qué hacés por acá? No
sabía que jugabas al golf y menos en este club. ¡Qué alegría verte! ─Era Pedro,
uno de mis exjefes del estudio de abogados en el que había trabajado hasta
antes de casarme. Sorprendida ante su efusividad me acerqué. Me abrazó muy
cariñoso y nos quedamos conversando un largo rato. Patricia, al ver que no iba
al estacionamiento, me vino a buscar y se sorprendió de encontrarme charlando
tan animadamente. Se lo presenté, intercambiamos teléfonos y me fui con una
promesa de café.
─Te dejo un minuto sola y enseguida te levantás a uno. Lo veo medio
anciano. Yo que vos me quedo con Mati, más joven y seguramente fogoso.
─¿Qué? estoy totalmente fuera de práctica ─atiné a responder roja como
un tomate. Había sido un día intenso. Aparecieron los chicos y me distraje con
los cuentos del picadito que habían jugado al terminar la vuelta.
Pasaron los meses, yo me sentía un poco mejor. Matías ya no hacía
esfuerzos por disimular las ganas que me tenía. A mí me costaba tirarme a la
pileta, sentía que iba a ser la comidilla del club. Mientras seguía haciendo
malabares para tomar las clases y salir incólume, reapareció Pedro y me invitó
a comer una noche. Me contó que sus hijos ya estaban casados y que tenía tres
nietos y dos divorcios a cuestas que lo obligaban a trabajar mucho a pesar de
tener sesenta años. Yo resumí bastante mi propia situación y él no indagó
demasiado. Fue una linda salida y quedamos en volver a vernos.
***
─Patricia me avisó que hoy no viene a la clase. Pensé que podríamos
salir a la cancha, para variar ─sugirió Matías. Acepté resignada y partimos los
dos. Traté de concentrarme y pegarle lo mejor posible. Al principio él fingió
seriedad y después, al ver que no había nadie en las inmediaciones, empezó a
tirar indirectas muy directas. Cuando llegamos al hoyo catorce, me puse super
nerviosa y le dije que necesitaba ir al baño. Entré y me mojé la cara. Me
sentía una adolescente inexperta. Cuando salí me choqué con Matías y ahí mismo
me abrazó y me dio un beso que me dejó sin aliento. Todo fue veloz y confuso,
entramos al baño e hicimos el amor con ansiedad y con escándalo.
Cuando me subí al auto, aún aturdida, tenía en el celular un mensaje de
Pedro. Quería invitarme a comer. Le contesté que mejor al día siguiente. Hoy ya había
sido demasiado.
Con Pedro salí una semana después y
también terminamos en la cama. Todo más prolijo pero muy intenso. Pedro me
confesó que siempre le había gustado pero que en aquella época yo era una
chiquilina y parecía muy enamorada de Lautaro. Cuando me dejó en casa, vi que
Matías me había dejado un largo mensaje.
A partir de ahí empecé a vivir al mejor estilo Doña Flor y sus dos
maridos. Los martes y jueves me encontraba con Matías: juventud e
inexperiencia. Me dejaba agotada entre el golf y las cabalgatas desenfrenadas
en el asiento del auto, el baño del hoyo catorce o mi casa cuando los chicos
estaban en lo del padre. Los lunes y miércoles, con el geronte avezado. Se
notaba que tenía muchas horas de vuelo y yo la pasaba mejor. Rezaba para que
ellos no se cruzaran conmigo en el club. Vivía entre la agonía y el éxtasis.
Al principio no me animé a contarle a Patricia. Pero ella solita se
dio cuenta al ver mi cara de felicidad permanente. Le confesé que estaba
agotada y que no podía decidirme por ninguno de los dos. ─Parecería que estás
recuperando el tiempo perdido, pero tarde o temprano hay que elegir ─se rio
divertida y me sugirió que fuera cuidadosa por los chicos.
Así seguí varios meses, hasta que un miércoles, cuando estábamos a los
arrumacos en la cancha de golf, escondidos en el baño, mi celular empezó a
sonar insistente. Matías me lo quitó y quiso saber quién llamaba. Cuando vio el
mensaje de Pedro, que me esperaba en el estacionamiento para llevarme al cine y
al telo, se volvió loco. Salió disparado al parking, lo encaró y le clavó una
trompada directa a la mandíbula. Pedro cayó seco. La ambulancia llegó al rato.
El golpe lo había desmayado y le rompió el maxilar. La comisión directiva
suspendió a Matías hasta nuevo aviso y yo no volví a pisar el club ni a ver a
ninguno de ellos dos.
El II Concurso
Internacional de Cuento Primigenios publica de manera exclusiva las obras
concursantes en el blog de la Editorial “Memorias del hombre nuevo”. En esta
edición un jurado determinará el cuento ganador, pero la interacción de los
lectores con los cuentos publicados es algo importante para la promoción y
divulgación de la obra y los contenidos editoriales de Primigenios, Lunetra e
Isliada.org.
Las obras publicadas en el blog no han
sido editadas ni corregidas, según la regla del Concurso. Los autores son
responsables de las erratas que puedan aparecer.
El Concurso Internacional de Cuento Primigenios ha recibido más de una veintena de obras que publicaremos en el blog “Memorias del hombre nuevo”, para que los lectores puedan acceder a todos los cuentos concursantes. Además se publicarán las estadísticas de lectores por obra y otros datos de interés que nos permitirán promover la lectura y el amor por la nueva literatura, esa que se escribe desde cualquier lugar del mundo.
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