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Una familia, una tragedia

 

Nixon Saavedra Vela

 

4:38 am.

Despertó hambriento y con un vacío en el estomago tan fuerte como el frío sabanero. Intuitivamente y a oscuras se puso su viejo sombrero. Salió del metro cuadrado que abarcaba su cuarto y se dirigió a la cocina. Puso una olleta con agua, un terrón de panela y tres cucharadas de café molido a fuego alto en la estufa. En lo que se puso el reloj en la muñeca izquierda, encendió la radio y se enjuagó la cara en la alberca, se sirvió un tinto sin colar acompañado de un Malboro que disfrutó bajo el umbral de la puerta, puso entonces la mirada fija en la única estrella que saludaba todas las mañanas desde que fue asesinada su esposa, vistió de buen semblante su cara y se apresuró a comenzar el día.

Primero llenó cuatro baldes de agua y uno de concentrado vacuno, luego reunió las ocho vacas llamándolas por su nombre y una a una las maneó para ordeñar. Cincuenta minutos después sacó las cantinas rebosadas de leche al paso de un camión militar en los linderos de su predio recibiendo tan solo unos míseros pesos. Maldiciendo por lo poco recibido, cuestionó seriamente el arduo trabajo y lo costoso que comenzaba a salir el mantenimiento de las ocho bestias y sus tres terneros.

«Será mejor sembrar arveja o maíz» pensó.

De regreso a casa encendió otro cigarro escoltado por Betún y Mona: dos perros que llegaron al tiempo una noche de lluvia, luego recogió un viejo lazo que halló en el camino, el mismo escollo que su esposa había extraviado la semana antes de ser asesinada y por el que terminaron en una energúmena discusión. Era usual sacarse las frustraciones mutuas con irrisorios pleitos, pero aquella había rebosado la copa del irrespeto, aunque él nunca se atrevió a maltratarla físicamente, sacarle en cara que el predio y la casa donde vivían era una herencia suya y no de ella, bastó para descorazonarla y cortarle el habla tres días seguidos. Pese al calor de la disputa, no sintió remordimiento del recuerdo, puesto que haciendo el amor la noche anterior de su muerte habían arreglado sus diferencias. En cambio; sintió que después de su injusta partida a manos de la guerrilla, más la amaba. El dulce olor de la leche en sus manos, la textura lodosa del suelo, el sol iluminando el rocío sobre el pasto mal mordido por el ganado, le evocaron su calor, su voz, su tesón para el trabajo y lo más importante, su compañía.

¾¡Ay vieja! ¾exclamó en un susurro más frio que el viento.

6:45 am.

Llegando a casa saludó

¾Hola mija, ¿está lista?

¾Ya casi pa’ ¾respondió una niña morena peinada con dos trenzas mal enredadas.

¾¡Ufff…! ¾exhaló muy fuerte sentándose en un taburete junto a la estufa ¾¿Ya desayunó mija? ¾quiso saber.

¾Sí pa’ ¾respondió de inmediato la niña pasándole una taza de café, pan y un pedazo de queso agrio.

¾Bueno, aliste la maleta mija, salimos rápido antes que se haga tarde.

¾Ya está lista pa’ ¾respondió muy diligente ¾. Hoy debo llevar una foto de la familia, ¿puedo llevar una pa’? ¾preguntó parada frente a él y mirándole a los ojos.

Él parecía ido, sumergido en el recuerdo de su vieja, lejos de este mundo, tenía el rostro arrugado y su piel tostada por el sol, las mejillas coloradas y sus ojos clavados en un vacío distante que lo había tenido, en lo corrido de la mañana, más que pensativo, preocupado.

¾¡Pa’! qué si… ¿puedo llevar una foto de la familia al colegio? ¾Subió la voz aterrizándolo.  

¾Sí mija, ya miro dónde las guardaba su mamá ¾le respondió dándole un mordisco grande al pan, el cual mojó en la boca con el café caliente, terminando su desayuno en tres sorbos.

Entró a la alcoba principal de la casa. Un cuarto modesto, cama doble de pino tendida con un cobertor celeste, dos mesas de noche, una a cada lado de la cama, un closet en cedro sin manijas ni espejo, un tocador con un costurero lleno de hilos, dos moñas para el pelo y un cuadro del Sagrado Corazón en la pared de la cabecera. Luego del entierro no sintió deseos de volver a dormir sobre esa cama, así que; acomodó una estera sencilla en el cuarto pequeño donde guardaban la herramienta y se enterró él allí. Pese a que no lloró, ni hizo duelo; no por que no la quisiera, sino porque no era hombre de expresar emociones, su dolor lo manifestaba con la excusa de conservar inocuo el recuerdo de su esposa y eso incluía sus aposentos. El cuarto aún olía a ella, el peine custodiaba celoso sus cabellos quebrados y el barro en sus botas de caucho, sinónimo de su ahínco, le recordaba lo mucho que había valido la pena enemistarse con su familia por ella.

Esculcó en los cajones hasta que encontró las fotos dentro del closet. Evitando perderse en los recuerdos, no se atrevió a abrirlo, en cambio, se lo pasó a su hija tan rápido como pudo. Ella, sin disimular la tristeza dejó caer dos diáfanas lágrimas sobre el álbum mientras escogía la indicada.

¾Ya podemos irnos pa’ ¾le dijo cargándose la maleta en la espalda, con un férreo temple heredado de su mamá que le secó el llanto en solo segundos.

 

7:15 am.

De camino al colegio le compró dos panes y unas galletas. Acompasados de la mano como enamorados intentando sonreírle al sol que comenzaba a disipar la neblina. Diez minutos después estaban a tiempo frente a la puerta del plantel. Ella cerró los ojos e inclinó la cabeza para recibir la bendición. Los terrosos dedos de su padre le dibujaron una cruz desde su pequeña frente hasta los hombros, y con un: “Dios la bendiga mija” la despidió sintiendo el vacío de preocupación más grande en sus entrañas.

Inquieto por la sensación, resolvió ir a la capilla a desahogarse un poco, contó algunas monedas para llevar un cirio y encendérselo al Divino Niño. No pasaron más de diez minutos cuando se llenó el templo de vecinos del pueblo asediando al padre para que intermediara por ellos frente a los dos grupos armados presentes en la zona, al que ahora había que sumarle la robusta presencia del ejercito nacional.

Boicoteado por la bulla, dejó el lugar sin haber encendido el cirio, entonces prefirió fiar unos cigarros, algo de melaza y gasolina para la estufa de camino a casa. 

 

8:12 am.

Pasó casi toda la mañana arreglando una cerca, moviendo las mangueras de riego, fumigando el tomate de árbol, arrancando lechugas y limpiando la herramienta. Hacía cualquier cosa que lo mantubese ocupado para no pensar en ella y su partida, sin embargo, no siempre lograba eludir sus propios pensamientos.

Cerca del medio día se dio un respiro con un baso de guarapo. Puso a fuego alto papas saladas, un pocillo de arroz y descansó unos minutos hasta que el ladrido de los perros y el infausto golpe de la puerta lo sacudió.

¾Buenas tardes sumercé. ¾Saludó exaltado al recién llegado fingiendo simpatía al verle el fusil al hombro.

¾Buenas tardes camarada ¾Respondió enérgico el visitante dando un paso dentro de la casa.

¾Sumercé para que soy bueno ¿qué se le ofrece?

¾¡Amigo! paso revista, nada más ¾contestó husmeando con la mirada a todos los rincones de la humilde casa.

¾Bueno. Aquí estamos sin novedades afortunadamente. ¿Le provoca un guarapito? ¾Le ofreció haciéndolo sentir tranquilo y en confianza.

¾No, no se esfuerce, descuide, solo estoy de pasada. ¾dijo complacido por lo que veía asintiendo con la cabeza y acomodándose el chaleco del que le colgaban algunas granadas. ¾En unos minutos se van a cerrar las carreteras y el paso de aquí arriba también, así que, el comandante necesita guardar unas cosas aquí. ¿estamos? ¾le intimidó alzando la voz.  

¾Disculpe sumercé ¿puedo saber por qué? ¾con una cándida inocencia lo interrogó.

¾Camarada, estamos en guerra, ¿no sabía? ¾le dijo amenazante, esta vez mirándolo a los ojos. ¾Más vale que ninguno salga, porque a partir de este momento comienza el toque de queda.

Aquella vedada lo descompuso de inmediato hasta casi hacerle escupir el guarapo, sin embargo, no dijo nada frente al desconocido.

 

12:17 pm.

Desesperado dio vueltas en la casa, apagó los fogones de la estufa mirando por las ventanas con la esperanza de no ver a nadie alrededor de la casa y dando tiempo a que el visitante se alejara lo suficiente. Por su cabeza pasaban las recomendaciones que le hacía su esposa cuando estaba al cuidado de la niña, como: abrigarla, no exponerla a la lluvia, o simplemente no albergar gatos en la casa, no solo porque los odiaba, sino porque la niña había nacido de seis meses y el pelo del gato le podía hacer daño en sus pulmones. “Una madre siempre sabe” solía decirle. «un padre también» pensó dándole crédito a la mala sensación que lo había acompañado desde que abrió los ojos esa mañana.

Sacó un fosforo de madera y encendió el cirio que había comprado para el divino niño, cerró los ojos, se persigno y finalizó dándose un beso en el pulgar como no lo había hecho desde que su hija salió del hospital en brazos de su madre. «perdón por acordarme du usted solo cuando lo necesito, pero así es esto sumercé, ¡ayúdeme!» fue su única plegaria.

Corrió tan rápido como pudo hacia el pueblo para sacar a su hija de allí. Tan pronto alcanzó la carretera escuchó intercambio de disparos desde las montañas. Su corazón comenzó a saltar de angustia porque no parecía un enfrentamiento cualquiera del que ya se habían acostumbrado, esta vez, los gritos y heridos venían de muy cerca, inclusive percibió algunos del pueblo. Se le hacía un nudo en la garganta de tan solo pensar en perder también a su pequeña. Aventado sin mirar a ningún lado, sin ponerse a cubierto corrió impávido como un condenado hasta ver la escuela. Su fachada blanca igual que las almas dentro, oscurecida por el denso humo que provocaban las explosiones y disparos ocultando el horror de una masacre más. Pensando en su pequeña, no vaciló ni un momento en cruzar las calles saltando heridos y caídos manteniendo la cabeza intuitivamente agachada y una navaja empuñada. Zigzagueó hasta ubicarse enfrente cubriéndose la nariz y la boca con el antebrazo izquierdo, cuando en solo un segundo el mundo se le pausó. El silbido de la metralla, las súplicas de ayuda, hasta el olor a pólvora y sangre desaparecieron mientras vio un artefacto entrar por el techo de la escuela. Su corazón se desmoronó y su cordura lo abandonó al escuchar el desgarrador grito de los niños silenciados por una explosión que no dejó pared en pie de la escuela.   

Los viscosos restos de los infantes y profesores hicieron detener el accionar militar, las ordenes de alto al fuego fueron audibles y solo quedó el silencio. Como si comprendieran que el apagar la luz de un decimal de niños era motivo suficiente para una tregua. Dispusieron, en ese mismo solemne silencio, de sus heridos y muertos. Lo propio hicieron los hijos con sus padres, las esposas con sus esposos, o los esposos con sus esposas, pero los que además eran padres de un rescoldo carmesí en el suelo, llegaron arrastrados por el dolor y el desespero al ver lo que vieron.

Sentado en la acera donde presenció el horror, absorto, tuvo sus ojos desorbitados divagando en todo lo que su mente le mostró; su niñez, su campo, su matrimonio, el amor por los gallos, el nacimiento de su hija, la posesión legal del lote en que habitaba, hasta las rencillas con su familia y la de su esposa. Se vio trabajoso, gustoso de proveer para ellas; repitiéndose siempre el lema: “para que no les falte nada” faltándoles ahora todo, incluyendo sus vidas.

Que insignificante resultaba ahora cualquier timorata que lo mantuviera allí. El campo era todo lo que había visto en su vida y para lo único que servía, no tenía recursos para invertir en otras tierras, mucho menos pensaba en vender las suyas porque su valor se podía resumir en un par de cabezas de ganado, su enemistad con la familia lo mantenía lejos de una opción de ayuda, por ello, salir y comenzar de cero nunca había sido opción para ellos.

De apoco, gordas lágrimas lavaron su cara, y lo que comenzó en un sollozo, terminó en gritos de desesperación y locura. Apretaba los escombros que sepultaban su pequeña y a otros pueriles ángeles hasta rasgarse las manos. «hijueputas» gritaba desahogando un llanto que mantuvo encerrado desde que era niño.

Fastidiado por el pésame de la policía, los bomberos y la cruz roja que había llegado al lugar, decidió ir a acabar con sus penas en casa. De camino, como un zombi tambaleándose de un lado a otro, cantó la única canción que había dedicado a su esposa, Camino Lugares del maestro Piero. Al llegar al lindero de sus terrenos, trémulo y desconcertado enrojeció su rostro cuando fue saludado por el extraño que le anunció el inicio del toque de queda acompañado de tres cancerberos más.

¾Camarada, ¿por qué no acató la orden de quedarse en casa? La cosa estuvo fea, ¿también lo hirieron o qué? ¾le interrogó empujándolo con el fusil.

¾A mí no, ¾respondió sereno ¾pero a mi hija la mataron ¡hijueputas! ¾explotó apretando los dientes descargando la navaja en el cuello del extraño, quien blanqueó los ojos de inmediato, y no satisfecho, le apuñaló el pecho tantas veces como pudo hasta que los otros guardias lo apartaron con una ráfaga de fusil reduciendo su vida a tres inhaladas y dos exhaladas más, no sin antes haberle removido el seguro a una de las granadas que portaba orgulloso el extraño fertilizando el campo con su sangre y la de los tres guardias con él.

¾¡Ay vieja! ¾exclamó de nuevo y sonrió con el estallido.

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Buen cuento "excelente "

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    2. Muy bueno papá lindo la historia lo felicito

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  2. Wooo qué dolor, quedé estremecida, quedan mis quejas y penurias reducidas a nada frente a una situación que pese a que nunca la he vivido cerca, es de conocimiento público que estamos aún inmersos en una sociedad de mierda... Excelente narrativa y gracias por recordarme que son justo quienes producen nuestros alimentos los más vulnerables ante una realidad en la que me siento torpe e inoperante, solo me resta incluirlos en mis oraciones diarias, sin perder la esperanza de que ya vendrán tiempos mejores en un mundo que tal vez no esté acá abajo, si no en el Reino de Dios.

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  3. Excelente discurso, lástima lo poco.

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  4. Waoooooo, que impresionante cuento, te felicito

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  5. Felicitaciones. Muy bueno

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  6. Es increíble como la literatura puede abrir nuestras mentes y expandir nuestra imaginación. Es un texto conmovedor, lleno de verdad.

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  7. Espectacular!! Me encantó!! Es increible còmo se conectan sueños y emociones al mismo tiempo felicitaciones !!!

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  8. Increible como una narrativa nos abre la imaginación y nos lleva al sitio y al momento! Saber tambien que es la situación muy vivida en estos tiempos por muchas familias no solo en Colombia sino en todo el mundo! Gracias por compartir tu trabajo. Excelente!

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  9. Hola a todos ... Es increíble la facilidad de conectar la mente con lo leído ....de apropiarse he identificarse con las situaciones que allí suceden ...muy bueno ...recomendado , y un abrazo al escritor ..

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  10. Felicitaciones que bueno, sueños y emociones... Excelente

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  11. Un gran relato que lleva, a quienes lo leemos, a sentir con gran emoción cada una de las vivencias allí narradas como casi propias. Cada uno se puede identificar con algún momento de esta gran historia. Felicitaciones estimado Nixon y que Dios permita que puedas seguir escribiendo para llevarnos a mundos mágicos y reales al mismo tiempo. Un abrazo.
    Edison Perez.

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  12. Buen trabajo....lenguaje coloquial que permite al lector comprender e imaginar el sentir del personaje.. excelente cuento....felicitaciones

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  13. Excelente Narrativa, felicitaciones

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  14. Exelente felicitaciones Nixon

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  15. Espectacular, me sumergí en el relato de comienzo a fin.👏

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  16. Excelente narración…no lejos de la realidad que se vivió hace tiempo.

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  17. Excelente cuento. Inmersión total a una situación que viven cientos de familias en nuestro país. Es un grito de desesperación pero simultáneamente una súplica de paz para todos.

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  18. Carmen Rosa Bohorquez19 de abril de 2022, 10:37

    Emotivo, viví en minutos las ráfagas de fuego y el dolor, gracias por sacarme de lo cotidiano y felicitaciones que sigan los éxitos.

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  19. Impresionante lo que una persona puede hacer con las palabras ...espero puedas cosechar el éxito que mereces un abrazo

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  20. Es cierto...como un escritor puede hacernos sentir con sus palabras lo que escribe...maravilloso nixon un abrazo

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  21. ¡¡Impresionante!! Nixón, te felicito por lo que transmites en cada historia. Definitivamente tienes un don muy especial. Sigue así. Un abrazo desde Perú 🇵🇪📚

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  22. Una de tantas historias que están en los recuerdos y en el viento de este país, que no están escritas aún, pero que tú reconstruyes. Cada detalle, cada adjetivo, logra cautivar y enamorar al lector, tanto que este logra al final sentir la tristeza.

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