Síndrome
Guillermina Consuelo Sansaricq González
Tía nunca ha creído esto que cuento.
Se burla.
Todos dormimos en la misma habitación.
Tan pronto mi cabeza se recuesta,
alguien viene a buscarme. Aunque grito y me opongo nadie escucha, nadie interviene
en la batalla que sostengo, para evitar ese maldito viaje que noche tras noche
se me impone.
Forcejeo. Su atracción es más fuerte
que mi resistencia.
Aunque cubra mi cabeza, aunque cierre
los ojos, aunque me sostenga fuertemente de la cama, siempre logra llevarme más
despierta que dormida, envuelta en un terrible ambiente rojo.
El camino es rojo.
Un intenso calor penetra mi cuerpo,
elevándolo hacia ese extraño lugar.
De pequeña pedía a los Reyes Magos una
muñeca que dijera mamá y que caminara; Nunca la tuve. Le pedía a Dios el
retorno de papá; Jamás lo hizo. Añoré oír cantar a mamá; Siempre estuvo triste.
No me gustan los aviones. Los aviones vuelan
hacia otros mundos. En avión se fueron mis muletas.
Hace rato no me obligan a viajar al
Mundo Rojo. Nunca vi claramente su faz.
Presiento que quiere volver, ahora que
padezco el síndrome del nido vacío.
Comentarios
Publicar un comentario