En su piel…
Seudónimo:
Dayorca.
dedicado
a las mujeres mastectomizadas
La
mano enjabonada se deslizó por todo su cuerpo para satisfacer la necesidad de
sentirse limpia y mientras lo hacía, su memoria la llevó por todos sus
accidentes a una ineludible comparación con aquella otra piel…fresca, rosada,
tersa.
Pasó
su mano por su cara y reconoció los nuevos senderos hacia su vejez, aunque
faltaba aún tiempo y mayores opciones en el camino hacia sus sienes, bordeando
las comisuras de sus labios notó la rebeldía de sus mejillas por seguir firmes.
Bajó
a su cuello en un desliz fugaz como quien no quiere hacer un alto en unos
pliegues que aún no cuelgan, pero…y siguió directo a sus pechos, donde un
huracán destronó la montaña mágica de una de sus mellizas para recordarle que
la vida es dura, nace, crece y se desarrolla en un cuerpo sin su permiso.
Hubo
quien pensó que no volvería a ser la misma, que no lograría recuperare de un
abrupto accidente del terreno en su piel, justo en la línea definida de su busto,
mas no fue así; se reinventó, asumió la partida de su piel de aquella otra mama
que a veces sudaba, haciéndole compañía a la estoica veterana superviviente,
mas con la mente en otra geografía marcada por los vericuetos de la existencia.
Se
dijo: mirar otros paisajes no es pecado, pero desdeñar el que te dio tantas
satisfacciones por haber sido mutilado por las emociones, es desdén…deslealtad
y por tanto, no merece perdón, se repitió, en tanto seguía lavando cada
centímetro de su piel.
Mientras
rozaba su pubis reparó en que el deseo por otra piel permanecía intacto, amén
de su nuevo mapa y frotó fuertemente sus muslos y piernas aún firmes, en espera
de los mismos piropos de 20 años atrás.
Con
las manos en su espalda exprimió el jabón, recorriendo sus vértebras hasta el
nacimiento de sus glúteos y expandiéndose a sus majestuosas caderas, para
sentir que aún su piel guardaba un cuerpo deseable y por tanto, no había cabida
para el llanto, la lástima, ni se había perdido la guerra.
El
agua caída de la ducha caliente por todas sus curvas, tibiando sus deseos de
mujer como antes y fue entonces cuando, terminando de enjuagar sus pies, sintió
que pisaban la tierra…aún estaba sobre ella…aún podía secar su piel para que su
olor de mujer emanara sus hormonas sin reparar en la venida abajo de la montaña
mágica, donde Thomas Mann había ubicado un sanatorio y donde la mente sanaba el
cuerpo.
Envuelta
en la toalla salió de la bañera, se paró delante del espejo reafirmándose como
mujer y sentenciando: no soy una mama.
Estaba
en la segunda edad, aún en su piel había mucha bondad y en su cuerpo nuevas
aventuras de Amazona.
Bello , sensual y muy intetesante. Felicito a la autora.
ResponderEliminarGracias!!
Enamorado ❤️
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