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La muerte avisa

 

MARCOS FIERO

 

 

Esa mañana de sábado ya estaba más prendido que un ocho de diciembre, creo que fue a principio de marzo, maletiado, con buena merca y sentado en una tienda de la tercera esperando al man y tomándome una poker; más relajado que ni pa' que le cuento.

El pelao estaba en el taller haciéndole un gallito a la moto, y me timbro y me dijo que ya caía.

Hacía meses no pillaba al pelao, el man era re bien, fue mi lanza en la armada y en ese tiempo se portó como un hermano protector, mejor dicho, parecía mi guardaespaldas, ni que escolta, una llave real.

En la civil fuimos socios mucho tiempo, camellamos la rusa, pintura, acueducto, vendimos mecha, que no hicimos, no le medíamos a lo que fuera, menos a los negocios que el chino cada rato me pintaba; porque yo le decía: - ¡parce cambie! , o es que le gusta mucho dormir en el cambuche y soyarse el patio, relájese, camelle, honrado, que tengo mecha pa' que hagamos corto circuito, ¿o es que vivía muy amañado en la 40 tirando pasillo?, usted sabe que la cana es dura, así caciquie y frentie la movida como un parao, es mejor la calle-, y el man me hacía caso, me respetaba, me estimaba y entonces nos poníamos a camellar relajados, laboriosos, ese man era más torcido que el putas.

─Por eso me le abrí─

Al tío le mataron el hijo, estaba en la casa como a las 7 de la noche y desde afuera alguien lo llamó con un grito y el salió y le descargaron un 38 ahí en la puerta, que pesar, era un niño, 18 añitos, lo mato un vecino, y por nada, a la final.

Entonces él chino me dijo que necesitaba que le hiciera una vuelta bien fina, que como yo sabía en donde se parqueaba ese man, que el tío me tiraba la liga si yo le mostraba donde camellaba el implicado pa' ellos darle piso.

Yo me puse frío, sentí la muerte jugueteando en la atmósfera y le dije que no, que yo no iba pa' esa vuelta, que la amistad era una cosa y esos negocios ajenos otra, que como me iba a entrar en ese baile sin yo tener velas en ese entierro.

El chino ahí mismo botó el cambio, se indignó, y me dijo que yo no era amigo, que yo era una cagalera, que mejor me abriera, y yo me le abrí, no lo volví a buscar, ni el a mí.

Pasaron por ahí nueve meses y ese sábado me timbro sorpresivamente y me pregunto que donde andaba, y yo ya más prendo que un prendo con unas birras que me estaba tomando desde temprano, entonces le dije: caiga que estoy en el centro, lo invito a unas polas.

─Después de tanto tiempo una llamada nos volvía a juntar─

El chino llegó en chimba de moto, la parqueo en la esquina con ese aire de gatillero que se gastaba, pero era el, era el parcero con el que había estado en la contraguerrilla por allá en los montes de María y en el Cerro de Maco, el mismo que portaba la M-60, con el que había parchado en la civil tantos años, el que me cuidaba la espalda y yo a él, con el que había aprendido a torear calle en días en los que a lo bien yo me estaba medio torciendo.

Entró al lugar y se me vino encima con un abrazo muy fuerte, porque el man era grande, re-cuajo; a mí me dio alegría verlo después de tanto tiempo y le dije: ─parcerito hoy nos emborrachamos por la amistad─.

Se sentó pelando esos medios dientecitos que le tocaron; con una sonrisita de oreja a oreja y más trabado que un cajón de anzuelos, pero eso sí, "en sus cabales" ...

Yo en la armada lo bauticé, le puse como tres chapas, le decía Bóxer, o Rottweiler o a veces care perro, el chino tenía carita de bestia, y apenas tiraba caja y me decía, pantera no chimbie marica... y se relajaba fumando porro detrás de las barracas del Bafim 3 : (Batallón de fusileros Infantería Marina número 3, Malagana Bolívar), mera zona roja, que calentura, ─de allá quedaron historias, pero vamos al grano dijo el gallo─

Nos des atrasamos de cuentos con par cervezas, lo note cambiado, distinto, más maduro, ya no tan loco, hasta estaba camellando de cuenta de él en algo serio, dedicado a la hija, pero eso sí, más marihuanero que nunca.

Nos dimos el último sorbo y me dijo: ─camine pal' cementerio y nos pegamos unos bareticos─, y yo le dije: ─no señor, no estoy fumando, ya lo dejé, estoy viviendo con una hembra y me tiene re juicioso, mera birra no más- El chino se reía...

Apenas me dice dizque: ─uy marica pa que se casó huevón ─y yo le dije, ─no me casé, pero estoy más tragado que un putas loco─ y apenas se seguía riendo todo malicioso el parcerito.

Entonces me dijo que lo acompañara y que nos lleváramos unas cervezas que él se trababa solo, que nos parcháramos un rato en el barrio de los acostados.

Esa era una costumbre que nosotros teníamos en las andanzas de antes, siempre caíamos al cementerio San Camilo con la excusa de visitar a mi papá, lo visitábamos y nos íbamos por las tumbas de tierra y en unas escalitas nos sentábamos a fumar marihuana toda la tarde, a tomar pola, a leer a Nietzsche y a tocar guitarra, porque nos sonábamos chimbas de rítmicas y yo sacaba la voz.

Entonces prendió la moto y llegamos.

Nos instalamos en unas gradas junto a las bóvedas de concreto, en la parte alta, con vista hacia las tumbas de tierra, como si estuviéramos parchados en las poltronas de la casa, más relajados que un putas, tranquilos y gozando el momento, el parcero se quitó las zapatillas, unas Conversé blancas nuevecitas, y me dijo: ─pantera, estos tenis me están tallado huevón, que gonorrea, los compre pequeños, se los vendo, me los va comprar o que─, y yo apenas solté fue la carcajada y le dije: ─este huevón parece un niño, porque no los compro de su talla marica, este man es como bien huevón─

Y nos toteábamos de la risa, y apenas me dice el chino: ─marica no hagamos tanta bulla huevón que se despiertan todos esos muertos─ y no parábamos de reír, el pegando sus baretos y sahumeriando y yo bogando fría. Todos reídos...

De un momento a otro, nos invadió un total silencio, como si saliera de las tumbas, lo vi ponerse lentes oscuros y se mandaba unas bocanadas profundas de humo espeso como mirando el horizonte, callado, reflexionando y yo lo observaba como en pregunta pero sin decir nada.

Al rato rompió el silencio, pero sin dejar de mirar al frente, con el mentón erguido y dejando salir por boca y nariz la humareda desaforada y espesa de la yerba, como hipnotizado, entonces me dijo con voz sigililosa, todo misterioso el parcero, panterita: ─a mi me da como la impresión de que yo en la otra vida, fui alguien muy grande, muy poderoso, pero en esta que estoy viviendo no me ha llegado el momento todavía de ser lo que yo realmente soy, algo me falta, pero si a mí me sale una vuelta que estoy craneando, nos tapamos marica, y usted parcerito, es al primerito que pongo a vivir bien bueno, como un rey, lo saco de pobre marica─...

El chino hablaba como alienado, sin dejar de mirar el firmamento a través de sus lentes oscuros, como fuera de si, en otro estado.

─¡Pero si me pelan, paila marica, perdí!─ dijo el chino en medio de una reflexión más profunda, exhalando humo por su boca como una chimenea, sin dejar de observar el horizonte...

Sus palabras me dejaron pensando, y en ese momento sentí que se me subía el alcohol a la cabeza, me dejaron pensando sus palabras, porque mientras las expresaba el ambiente se fue tornando tenso, no parecía de este mundo esa energía...

Paso el tiempo, dos meses después no volví a verlo, vivía mi vida normal, tratando de ser mejor persona, dedicado al comercio, a los libros y a la hembra...

Un amanecer como de costumbre, el vecino del patio de al lado, a las seis de la mañana prendió el radio, a un volumen que siempre nos despertaba, y el primer titular que anunciaba las noticias, me dejó frío, sorprendido, estupefacto, me tiré de la cama, con las dos manos me cogí la cabeza, ¡escuché clarititico!, eran los nombres y apellidos del parcero, era el chino, uy sopas que impresión...

Nadie más me avisó, me avisó el radio, a las seis de la tarde del día anterior había sido acribillado en un barrio muy caliente y perdió la vida en el instante.

Me tire de la cama, no me cabía duda, era el, con esos nombres tan extraños y con los mismos apellidos no podía existir otro llamado igual.

Le dije a mi mujer desconsolado, ─¡mataron a mi amigo mi amor!─

No me cabía duda, era el, vaya extraña manera de enterarme, y recordé que como por esas casualidades del destino, dos meses atrás, me habló de la muerte, de la otra vida, y paradójicamente sin imaginarlo, el mismo me había llamado para despedirse.

 


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