De
cómo la perra Mamacusa frustró la sorpresa del ataque al cuartel de la guardia
rural de mi pueblo
Seudónimo: El ingeniero
Esta historia no estaba en
mis planes hacerla pública, me la contó un viejo, que tenía el don de
comunicarse con los animales. El pobre ya descansa en el viejo cementerio del
pueblo.
Esta es la historia.
En el
poblado existía una perra negra de patas y hocico blanco, orejas puntiagudas y
cola corta sin pelo, la llamaban por Pelusa, a lo cual ella respondía muy bien.
Vivía por el barrio que se
conoce por la Carretera en una casa que la acogió desde pequeña al lado del
viejo cuartel de la guardia rural .
Aunque tenía su casa de adopción
podía decirse que era una perra libre y callejera. Salía todas las mañanas con
los claros del sol, con lluvia o con frío, y se encaminaba a la plaza del
mercado del pueblo. Allí era muy bien conocida, principalmente por los
carniceros que le daban un pedazo de piltrafa fresca para el desayuno, el cual
ingería con placer y se echaba a dormir un rato en un rincón donde nadie la
molestaba.
Pasada las 11 de la mañana
salía de la plaza, se dirigía al parque, recorriendo antes, todos los portales
donde estaban los comercios y cafeterías del pueblo, por allá siempre le era dada
alguna merienda.
En el atardecer cogía el
mismo camino de regreso a la Carretera, colándose al llegar a su casa, en el
cuartel de la guardia rural, donde tenía su cena asegurada todas las tardes, acompañada
por el gato negro y mocho, de nombre Bigotes, mascota del cuartel.
Pelusa en su rutina diaria
pasaba frente a la casa de un viejo matrimonio que tenía un enorme perro pastor
alemán, y que siempre estaba tras la baranda del portal de la casa con quien
tenía una estrecha satería perruna.
Una mañana temprano,
cuando hacía su recorrido habitual que pasaba, por el taller y solar de los
dueños del pastor, se lo encuentra suelto en el solar, al que ella como
callejera sabía entrar. En el acto entablan un largo romance en aquella
arboleda, rompiéndose ese día su habitual rutina .
Entrada la tarde regresa a
la carretera cansada pero felizmente preñada de Yaqui que así se llamaba el
pastor.
Pasado los 63 días de
gestación nacen dos cachorros uno macho parecido al majestuoso pastor alemán y
otra hembra grande pero de corte sato como la madre, negra con las patas y
hocico blancos igual que Pelusa .
El macho rápidamente
encontró un hogar con unos campesinos de la loma cercana a la entrada del
pueblo. La hembra poco agraciada nadie la quería, los guardias comenzaron a
llamarla Mamacusa por aquel programa de la tv y se quedó definitivamente a
vivir en el patio del cuartel.
Su madre Pelusa, vieja y
enferma dejó de dar los recorridos, no sin antes enseñar estos recorridos a
Mamacusa.
Cuando Mamacusa tiene
alrededor de seis años. Pelusa muere y el guardia Teodoro la entierra en el
patio del cuartel.
En su rutina diaria a
Mamacusa le iba bien, fue aceptada con cariño por carniceros y comerciantes, excepto
por un individuo que frecuentaba el bar a darse unos tragos todas las tardes, este
le daba de patadas y le tiraba agua, a lo que ella le respondía siempre con un
ladrido amenazador enseñando sus blancos colmillos.
Este individuo un buen día
no la molesto más, Se escuchaban rumores de que se había alzado contra el
gobierno.
Una fresca noche de abril
dormía plácidamente cerca del cuartel en unos matorrales y siente un leve ruido,
en ese instante le llega a su fino olfato heredado de su padre, un olor
característico, el olor del hombre que más odiaba por los maltratos a que la
había sometido .Se pone en alerta lista para defenderse y cuando el individuo
que venía armado se acerca a su matorral, salta rápidamente mordiéndolo en sus
huevos, Así pudo Mamacusa tomar venganza sobre aquel abusador. Me contó el
viejo que del dolor, al tipo se le escapó un tiro, frustrando de esa forma la
sorpresa del ataque al cuartel de la guardia rural .Por esa certera mordida que
provocó el disparo, de esa escaramuza no resultaron muertos ni guardias ni
asaltantes.
Al otro día los guardias
le doblaron el rancho a Mamacusa, pero esta viendo cómo se estaba complicando
la vida del cuartel se mudó para casa de un amigo carnicero, que fue donde la
conocí ya vieja, Ahí murió feliz. Una de sus hijas, sata negra de patas y
hocico blanco de padre desconocido, siguió con la tradición heredada de su
abuela y de su madre, hasta que un día no existió más plaza de mercado ni más
piltrafa para desayunar .El hombre mordido cuando terminó la guerra regresó al
pueblo sin huevos. Un día sus amigos de guerra se lo llevaron a otra provincia
y nunca más se supo de él. Esta parte la viví antes de irme del pueblo.
Me cuentan que hoy vagando
por el parque se ve un perro viejo flaco de color negro, con hocico y patas
negras, que solo se levanta de su banco para ir a cagar y mear a un feo porrón
con cabeza de hombre que colocaron en el parque
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