Por un beso
Seudónimo: Vida
Qué ridiculez, pensó, tenía
tanto deseo de comer pescado que por un momento creyó que un pescado hembra le había
sonreído con su boca gruesa pintada de rojo intenso. No pudo evitar sentir una
leve risa asomar en su rostro ante el absurdo. ¿Qué cosa me sucede? Sólo es un
deseo.
La vida es caprichosa y atrapa
el lado más débil, primero porque para nadie es un misterio que siempre se
desea aquello que no se tiene, aunque no sea importante. Pero para ser justos,
a ella siempre le gustó mucho el pescado.
Gracias a dios tenía pollo,
picadillo, huevo y otros platos fuertes, pero no pescado. El que solo se
anunciaba por WhatsApp o en conversaciones de quienes lo disfrutaban en mesas
bendecidas. Las fotos de pargos, camarones y langostas, entre otras ofertas al
pedido y envío en poco tiempo, podía cumplir el deseo. Así que muerto el perro
se acabó la rabia.
Cerró la puerta y salió sin
rumbo fijo, caminó durante un tiempo largo. Un hombre gritaba pescado, pescado.
Se miraron, pero ella dijo un no cerrado y siguió de largo con pasos más
rápidos.
Puede que no entiendas, es
contradictorio, ella ni siquiera se tomó el trabajo de detenerse, preguntar y
ver que traía. Unos años atrás, cuando buscar y comprar pescado era una
necesidad para alimentar y complacer el gusto de sus hijas fue engañada con un
suntuoso paquete de ruedas de aguja. ¡QUÉ AGUJA NI OCHO CUARTO! Se trataba de una
tenca llena de espinas en forma de Y con un sabor a rayo. Supo que los sujetos
eran muy hábiles en preparar lo paquetes. Los sumergían en agua de mar mucho
tiempo, después los congelaban para evitar el olor a agua de rio y ganar a la
vista y el olfato. Recordó que ese dia varios vecinos compraron; pero el fraude
se multiplicó pues volvieron por la carnada. Así que en la cuenta del engaño su
hija la esperaba con un paquete de aguja; estaba tan contenta de que fue
imposible matar la fe hasta que se cocinó y enterró la pena.
En realidad, aquel pescado que
ella hacía para sus hijas ahora le tiraba un beso como las mujeres de cabaret
que coquetean con los hombres, o como mujeres que retan a aquellas que pierden
la partida.
Por eso escogió ignorar el
deseo, el pescado y la mesa; guardó el dinero que no alcanzaba para comprar
pargo y mucho menos camarones o langosta. Se preparó un té y lo tomó después de
un buen baño; se quedó así, desnuda, fresca de deseos y libre de engaño.
Escribió por largo rato, sintió que el peso de su pluma aligeraba su
pensamiento que se había quedado quieto. Entonces decidió abrir la puerta y
caminar para despedir la tarde y abrazar la noche.
En su andar advirtió que ella
solo evitaba ser pescada por la añoranza.
Bueno, estoy contenta con este cuento. Espero que les guste. Gracias a la Editorial Primigenios, a todos los que de una forma u otra apoyan este proyecto.
ResponderEliminarSer parte de la memoria del hombre nuevo es dejar mis huellas en tus huellas de mañana, es seguir las huellas del hombre de ayer.