El perdón
Pedro Antonio
Jiménez Bravo
―¡Lo que él me hizo
no tiene perdón!
―Paco, mira que es
tu hijo ―dijo la esposa.
―Por eso es que lo perdoné;
¡pero no me pidas que olvide lo que hizo, porque eso sí que no!
―Mandó a decir que
venía a pasarse unos días por acá con los niños… ¡viejo por favor, no le vayas
a decir nada!
―No prometo nada;
pero haré lo posible, a fin de cuentas, sus hijos no tienen ninguna culpa.
―¿Mamá, y como está
todo por acá, cómo les ha ido?
―Bueno mijo’ en la
verdad verdadera, dispués de lo que pasó, a pesar del tiempo, más nunca hemos
podío' levantar cabeza.
―¿Y cómo puede un
descabezao' levantar la cabeza? ―dijo el padre.
―¡Viejo!
―¡Sí, ya sé Otilia!
―¿Papá cuando vamos
a ir a pescar al rio? ―preguntó uno de los pequeños.
―Bueno mis nietos
eso es si los dejan porque un HP se adueñó del rio, y hasta para eso hay que
tener papeles.
―¡Papá, que ellos no
entienden de esas cosas! ―dijo Alberto el Capitán del ministerio del interior,
padre de los niños e hijo de Pepe, ex dueño de una bodega.
―No se preocupen
niños que yo los voy a llevar luego ―dijo Alberto.
―Yo espero que
aunque sea eso te permitan después que tanto les has olido el culo.
―¡Pepe, está bueno
ya viejo, coño que no dejas pasar una!
―¡Ya, ya me callé!...
¿Quién quiere montar a caballo? ―dijo el viejo mirando hacia los niños.
―¡Yo quiero
manejarlo! ―dijo el mayor.
―¡Y yo también! ―dijo
el menor.
―Papá, ¿después de
tantos años y aún no has podido perdonarme? ―le dijo Alberto al padre sentados
debajo de la mata de mango del patio.
―Si no lo hubiera
hecho no estuvieras en mi casa.
―Pero bueno, no has
podido olvidarlo ―dijo el hijo.
―Perdonar, o no, si
es cosa mía, pero mi memoria si no obedece a mis sentimientos ―dijo el padre.
―Nunca quisiste
entender que todo fue por un motivo noble.
―¿¡Cómo voy a entender;
sea por el motivo que sea, que se aparezca un hijo de puta y sin preguntar de
que manera tengo lo que tengo, te lo quita todo y te deja con una mano en el
rabo y otra en el culo y?!…
―Vamos papá que
tampoco fue tan así. Todo lo que te quitaron te lo pagaron.
―¡Le ronca los
cojones que un hijo que uno crió y lo educó para que le diera un futuro a sus
hijos, a estas alturas con el trabajo que está pasando y todavía se pone, del
lado de un puñado de hijos de puta que un día nos pusieron una soga al cuello y
cada día la aprietan más!
―¿Vas a decirme que
no te pagaron cada céntimo de lo que te quitaron? ―dijo el hijo.
―Es verdad que la
desvergüenza se pega ―dijo el padre
―¿Por qué dices eso?
―¿Cómo puedes
llamarle pagar cuando no te permiten ponerle el precio a lo que es tuyo, o
decidir si quieres venderlo o no?
―Pero las
intenciones eran buenas, donde estaba tu bodega pusieron una escuela.
―Y eso le daba el
soberano derecho de hacer lo que le saliera de los cojones con lo que no era de
ellos.
―Algún día te vas a
dar cuenta que estabas equivocado ―dijo el hijo.
―¿¡Tú crees que
algún día llegue a ser equivocación que un singao' hijo de puta te robe todo lo
que es tuyo y que después de eso el hijo que tú criaste te apuñale por la
espalda yéndose detrás del ladrón pa' comerse su baba y lamerle las botas?!...
porque esa es la vida de los que ostentan con tanto orgullo ese apestoso
uniforme.
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