Persona que quizá conozcas
Autor: Serapio (pseudónimo)
Por saber de tu vida
No creo que vulnere ningún mandamiento…
Luis Eduardo Aute
¡Me cago en Bill ¨Geyes¨, ¨Zuquerrember¨, y hasta en el chino que inventó
los celulares! Dije ¨chino¨, porque segurito la idea vino de allá, ¡a esa gente
se le ocurre cada cosa! Creo que el dominó también se lo heredamos, aunque la
verdad es que no me imagino cuatro tipos serios y ¨bolaos¨ en kárate echando
una data dura, como las de mi barrio… mi antiguo barrio, en un pueblito donde
hasta la cerveza se sale por cualquier hueco, y viene a parar derechito en la
¨batidora bruta del norte¨ .Yo también aproveché uno de esos ¨salideros¨, y
desde entonces no pienso en la cola del pollo, la libreta, el chivato que me vio
con carne de res… ¡Vivo, y sin ¨rabiar¨!, como decía el abuelo cada vez que iba
a buscar algo ¡y ni con un saco de dinero lo encontraba!
Todo quedó atrás… menos la cara que estoy mirando ahora mismo: una que
pensé morirme sin ver de nuevo.
Llevo más de veinte años aquí, pero entre trabajo y familia nunca me dio
por meterme con los ¨chupacerebros¨ esos que todo el mundo carga en las manos.
Yo digo que el celular se usa para lo que se inventó: ¡Llamar por teléfono! Eso
de las ¨redes¨ me suena a pesquería, y el pescado hasta frito me da alergia. La
¨chama¨ fue quien vino con la pejiguera de que ¨tienes que darte promoción,
dad¨, hasta que terminó haciéndome una cuenta de esas. Suerte que entre ella y
¨ la mujer¨ me tuvieron paciencia, ¡porque al principio ni atrás ni alante daba
pie con bola! Ahora tengo cayos en los dedos, pero ya no estoy tan perdido:
Aprendí a mandar y abrir mensajes, a ¨publicar¨ (Como si fuera un libro, ¡qué
cosa!), y a buscar con la ¨lupita¨. Clientes era el objetivo, pero en el camino
fueron apareciendo familiares, vecinos, amigos,
gente de ¨allᨠ(¿cuándo les pusieron internet?), socios de juventud… y
la China.
¡Cómo no la iba a reconocer, si tiene la misma sonrisa! No hay quién
esconda los años, ¡pero ni aunque pasen miles se te despinta la cara de alguien
que…! Bueno, ya no importa. ¿Por dónde
andará esa cabrona...? ¡Na, esa no ¨anda¨! Seguro la cogieron los cuarenta en
el mismo pueblito, disfrutando la miseria y los apagones, y esquivando los
huecos ¨imperialistas¨ que siempre te sueltan aquí. ¡La misma de siempre!
Feliz, como puerco criado en un corral, que no sabe de otro mudo más allá del
sancocho.
—Yo me muero aquí, Tato, ¿tú crees que puedo dejar a mis viejos atrás?
—¡No seas guanaja, chica! Ellos ya hicieron su vida y seguro no le pidieron
permiso a nadie. Lo que pasa es que tienes miedo.
—¿Miedo yo? ¡Ni a las ranas!
—¡Verdad que sí! Eso es lo que me empinga, que una chiquita cojonúa y
luchadora se conforme viviendo en esta mierda.
—Para ti será una mierda, pero yo nunca he soñado en grande ni se me ha
perdido nada en el imperio...
—¡Naaaa, pareces el eco del viejo tuyo! Ahorita te pones a ver la mesa
redonda...
—¡Anormal! Mejor que andarme quejando de todo, como tú. Si no te gusta
esto, ¿qué esperas para irte?
¡Y ahí acababa la conversación! Casi siempre porque le metía un "mate”
pa callarle esa bocaza que tanto me gustaba, pero también un poco por no tener
la respuesta a su pregunta... ¿Por qué no me había ido todavía?
El viejo llevaba años preguntándome si quería que me pusiera la
reunificación familiar, pero yo siempre le daba curva con un ¨más adelante¨. No
niego que dejar a mis abuelos (que me criaron cuando la pura se murió) pesaba
mucho, o que también hubiera un poquito de ¨susto¨ por el avión, el inglés,
tener que trabajar duro (que nunca lo había hecho); pero al final todo eso ocupaba una esquinita del cajón donde estaban las
razones para ese ¨más adelante¨: el resto tenía cuerpo de sirena y la misma sonrisa que ahora veo dentro de la
pantallita. Yo guardaba la estúpida esperanza de que iba a convencerla para
venir conmigo: Soñaba con hacer una vida aquí, juntos; lejos de
sus viejos comunistas, la escuela, los amiguitos del taller, los
libritos...
Ahora que lo pienso, ¿cómo fue que nos empatamos? Aceite y vinagre tenían
más en común que La China y El Tato, ¡pero qué rico sabía todo cuando dejábamos
el mundo atrás, y se cerraba la puerta del cuarto con nosotros dos adentro! Ahí
no se hablaba de la yuma, ni de los carnets rojos, ¡ni de nada! Solo el sudor
cayendo por mi espalda, o en la ¨zanjita¨ que marcaban aquellas tetas que me
endulzaban la lengua, y hacían crecer las razones para otro ¨más adelante¨...
pero no podía durar.
—¿Seis meses? Chica, ¿y no había otro ¨centro¨ de esos un poquito más
cerca?
—Tato, ¡tú sabes lo que he tenido que guapear para ganarme esta beca! Mi
sueño es poder escribir, publicar un libro... ¡No puedo perder esa oportunidad!
—Y tienes que irte pa La Habana, ¡obligao carabina!
—Sí, el centro Onelio está allá...
—¡Claro! También una pila de machos que van a llenarte la cabeza con las
mierdas poéticas esas que tanto te gustan, ¡y yo aquí de cabrón!
—¿Eso es lo que piensas de mí? Pues te cuento que si quisiera pegarte los
tarros, no tenía que irme tan lejos...
—¿Qué coño me quieres decir con eso?
—No sé...
—¡Ahora no te calles! Por algo me empingaba tanto cada vez que ibas a los
tallercitos literarios, ¡allí tienes a los moscones!
—Chico, ¿y si fuera así? ¿Tú piensas que yo no sé de todas las que te
pintan gracias?
—¡Dale pa allá, China, que no es lo mismo!
—¡No, porque tú eres un ¨hombrote fuerte al que no le entran ni las balas¨!
La ¨floja¨ de tu novia si puede caer...
—Tampoco así...
—¿Qué no? Si piensas que por irme seis meses voy a empatarme con el primero
que aparezca, ¡pues mejor lo dejamos ahora, y ya!
—Mira, China... ¡Tú sabes lo que hay con nosotros! Pero también me conoces,
y no soy tan moderno como para aguantar que mi jeba se pase una pila de tiempo
por ahí, lejos del ojo del amo...
—¡Na, na...! ¿El ojo del qué?
—¡Frena un momento, vieja! Tú me entendiste, no fue metía de pie... ¡o sí,
velo como te dé la gana! Lo que quiero decir es que tienes que escoger: ¡O la
guanajería esa de La Habana, o la relación y todos los planes que tenemos!
—¿Planes? Parece que son muy diferentes los tuyos de los míos, pues yo
quiero estudiar y cumplir mis metas contigo, ¡pero sin que te conviertas en un
obstáculo!
—¡Ay, China!, ¿de qué sueños y metas tú me hablas? ¿En este país de mierda?
Vas a estudiar, a hacer no sé cuántas maestrías y doctorados, ¡Hasta puede que
saques un libro!, pero igual te veré vendiendo croquetas pa llegar a fin de
mes...
—¡Y seguro en tu "Yuma adorada" no tienen dos y tres trabajos!
—Es verdad, ¡pero alcanza para vivir como la gente! Uno no tiene que
escoger si viste o come...
—¿Por qué no te has ido, si eso es lo que quieres?
—...
—¿Te callas? ¡Por mí no lo hagas! Luego vas a decir que fui yo la que te
obligó a quedarte...
—¡No tiene que ser así! Si tú me esperas, yo salgo por la reclamación del
viejo y en un año y pico estás allá conmigo...
—¿Un año y pico, Tato Pérez? Mucho más que los seis meses que yo te pido...
—¡Pero lo mío es por algo bueno para los dos!
—Ya...y lo mío es una bobería...
—Mira, China...no pongas esa cara...
—¡Mira tú! Yo creo que estamos patinando en el fango, y de aquí no va a
salir nada bueno.
—¿Qué tú dices?
—¡Qué somos agua y candela! Si seguimos juntos lo único que vamos a lograr
es hacernos mierda la vida...
—Y eso lo vienes a notar ahora...
—No...Pero es difícil salir de un problema cuando este te da ratos
felices...
—¿Ratos? ¡Menos mal que aunque sea te di "ratos"!
—¿Fue más que eso? ¡Porque del cuarto para fuera nunca nos entendimos!
—Lo que tú digas, China...
—¿Te vas?
—¿Es obligado que oiga a mi novia...a mi "ex" diciendo que yo
nada más le di "ratos" buenos? ¡Me parece que no!
¡Y ahí se rompió el corojo! Mientras caminaba sentía sus ojos en mi
espalda, como esperando a que yo me diera la vuelta y le rogara pa volver y
seguir con los..."ratos" ¡Qué jodienda enamorarse, y luego tener que
oír algo así!
Llegan los cuarenta, y entiendo qué tal vez lo dijo sin pensar, molesta con
mi machismo que no aceptaba sus planes. Pero eso lo pienso ahora, cuando canas
y razón llegaron a esta cabeza bruta de nacimiento: Aquel día me juré que era
la última vez e que aguantaba su mala crianza, ¡Y que si quería volver conmigo,
tendría que llorarme más de lo que yo la había llorado, en todos los años que
llevábamos de ¨estira y encoge¨!
—Tato, ¿tú supiste de la China?
—No, socio. Ella se fue pal curso ese en la Habana, y… nos peleamos.
—¡Menos mal!
—¿Y eso?
—Porque la tipa ya te buscó repuesto...
—¡Aguanta ahí! ¿De dónde sacaste eso?
—Tú sabes que voy a buscar mercancía todas las semanas allá, y… vaya, ¡que
me la encontré con un tipo en el Coppelia! Ella ni me vio, pero mejor así
porque pude echarme el pase completo...
—Dime que viste...
—¡Calma, yunta! No vale la pena que te pongas así...
—¡Habla y deja la intriga!
—¿Qué tú crees? Bracito pasao, manito en la cintura...
—¿Beso?
—En la boca no...Pero sí le daba piquitos en la frente, el pelo... ¡Oye!,
¿a dónde tú vas?
Hasta ese día tuve la esperanza (casi certeza) de que íbamos a terminar
volviendo después que regresara. ¡Pensar que yo no había mirado ni pa los
lados! Me sentí un anormal, un cabrón, y lo más lógico fue lo último que me pasó por la cabeza: esperar
que volviera, para que me contara las cosas a su forma... ¡Pero no! Había que
quitarse rápido el cartelito de tarrú: Una semana después del chisme, ya andaba
de brazo con una chiquita de las buenas, ¡y hasta pidiendo permiso en su casa!
Todo el mundo me felicitaba, decían que había cambiado la ¨chiva por la vaca¨…
pero lo cierto es que faltaba ¨aquello¨
que me tuvo con el "más adelante" en la boca durante tanto
tiempo...
¡Qué importa! La otra ¨me la hizo¨, así que no hay que seguir quemándose la
cabeza.
—¡Tato!
—No tengo tiempo, China...
—¡Espérate ahí! Tienes que oírme.
—¿Tengo? No, corazón, lo único que yo "tengo" que hacer es no
perder la guagua de las cinco...
—¿Para ir con "la sustituta"?
—Para ir con mi novia, Chinita.
—¡Qué rápido se te fue el amor!
—Un poquito menos que a ti, quedé en segundo lugar...
—¡De eso mismo tenemos que hablar! Párate un momento...
—¿Tú no entiendes el cubano? No tengo tiempo, ni me interesa el tema...
—¿Pero no vas ni a dejarme explicar lo que pasó?
—¡Es que no me interesa! Yo estoy bien, con una mujer que me sirve, ¡y sin
ganas de virar pa atrás...!
—¡Eso es cuento tuyo!
—Lo que tú quieras...
—¡Te vas a arrepentir, Tato, no seas bruto! Por favor...
—Hija, si estás tan mal búscate un psiquiatra... ¡Mira, creo que mi suegro
conoce a uno! ¿Te lo resuelvo?
—¡Tú madre, cabrón!
¿Qué importaba su ofensa a mi vieja muerta?
Quería retenerme allí con rabia, para luego calmarme a su manera... pero
no le funcionó. Aún no sé cómo entendí que era mejor dejar el mango más grande
pudriéndose en el pico de la mata, y no partirte la columna por intentar subir
a comértelo, ¡sobre todo si no tienes alas, ni sabes trepar! Hay otros igual de
buenos más cerca del piso, para las manos de este burro que no entiende de
poesía, pero sí de cuando tienes que seguir pa adelante y no darte la vuelta.
Quedaba esperar que la herida se hiciera costra con el tiempo, y buscar
algo en que ocupar la cabeza: los papeles para irme (se acabó el ¨más
adelante¨): Dos años de espera, un viaje, un matrimonio (con la ¨sustituta¨,
como decía la China), una hija, y todo lo que me he ganado trabajando como mulo
en este país han llenado el espacio de aquella caja que fue solo suya… o casi,
porque los otros antiguos ocupantes (mis abuelos) ya no están en este
mundo; pero al menos tengo la paz de
haberlos ayudado hasta el final, para que no salieran de casa a buscar algo y
viraran con las manos vacías.
—¡Viejo! Dale, que ya está la comida.
¡Esa mujer vale lo que pesa! Gracias a ella todo me ha ido bien, y no estoy
solo, ¡porque difícil que otra aguante tantos resabios! Es la jefa de la casa,
y me ha visto llenarme de arrugas, canas, una panza ¨medio tiempo¨ (por culpa
de la cerveza) y dolores de espalda…pero dentro de toda esa ¨ruina¨ sigue Tato
el ¨bruto¨, mirando como bobo a la China sonreír desde el cuadrito en el
teléfono… ¿se habrá casado, tendrá hijos? Ya tengo su ¨perfil¨ abierto (así se
dice, ¿no?), pero aparte de una foto ¨medio busto¨, y otra de unos libros con
su nombre no hay mucho más…
¿Y si se me hubiera ido la guagua aquel día…? ¡Estoy comiendo mierda! ¡Ya
sabía yo que tanto feibu y mensajes nada más traían problemas! El pasado,
¡pisado! Al final, estoy donde tengo que estar, y con mi gente. No cambiaría
nada de la vida que tengo ahora mismo, y menos por una vieja que seguro está
teticaída y gorda…
—¿Dad? ¿Qué haces aquí solo?
—Na, mija…
—¡En Facebook! ¿Y esa mujer quién es, sinvergüenza?
—¡Deja la bobería, que luego tu madre se pone como se pone! Creo que… ¡se
parece a una vecina de allá, del pueblo donde yo vivía!
—¡Ah! Pues entonces…
—¿Qué tú hiciste, muchacha?
—¡Le pedí solicitud de amistad! ¿Tú no dices que era vecina tuya?
—¡Ay, mi madre! ¿Tú estás loca, chiquilla?
—¿Qué tiene de malo…? ¡Mira, si ya te confirmó y todo! ¿Le vas a escribir
un mensaje?
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