El último emisario
Delsa López Lorenzo
Jamás he abandonado la
casa de mis padres. No entiendo por qué han venido tantos emisarios a
desalojarme. Los muy necios alegan:
—Este lugar ya no te
pertenece. Márchate. No debes continuar insistiendo ¿O acaso no crees lo que te
decimos? ¿No sientes que ya has perdido
demasiado tiempo? Lo que quieres no está aquí. ¿Por qué tanto apego a este
lugar?
Al quedarme solo trato de
comprender sus razones sin que logre encontrarle explicación. Lo único que
tengo bien claro es mi obsesión por estar dentro de estas cuatro paredes y bien
sabe Dios que es tan solo por su valor sentimental.
Vago noche y día. Vuelvo
a la época en que papá y mamá me abrazaban. Me traslado al tiempo donde todos
juntos éramos una familia feliz. Los extraño tanto que me consuela oler sus
ropas, ver sus fotografías, incluso tocar los mismos objetos que ellos tocaron
cuando su presencia me llenaba de regocijo.
La casa, abandonada
apenas se mantiene en pie. Por el hueco de la ventana he despedido a todos los
que han venido a persuadirme. Al parecer no se cansan. Ahora mismo ha llegado otro. Es el halcón. No
me da opción a despedirlo. Me transporta entre la niebla y su influjo es más
fuerte que mi resistencia.
El lugar al que hemos llegado
es el último donde quisiera estar. El ave plomiza con manchas negras en la
espalda se posa sobre las alas de un ángel que está fijado sobre una lápida de
mármol. El epitafio que ostenta es el siguiente:
A nuestro querido hijo: 1-2-1914 a 7-3-1924
No comprendo por qué el
halcón me ha traído hasta aquí. Ya es demasiada la insistencia. Debo hacer algo
para alejarlos de mi casa y de mi vida. Tiritando de frío y miedo vuelo hacia
la carretera, mientras, el halcón desaparece sin dejar rastros.
Llego a casa y por más
que pienso no entiendo su mensaje. Debo encontrar la causa por la que pretenden
que me marche. ¿Tendrán algún interés específico por este lugar? ¿Existirá
algún tesoro en un escondrijo que desconozco? ¿Una señal explicando dónde?
Recorro palmo a palmo el
hogar donde siempre he vivido. Observo de nuevo el retrato de mis
padres. Sonríen mientras me abrazan. Me invade
una curiosidad que no había tenido nunca. Busco algún detalle en el
reverso de la fotografía. Mi perplejidad llega a sus
límites cuando leo la pequeña caligrafía de mi madre:
Recuerdo de nuestro único hijito fallecido en 1924.
Tembloroso devuelvo el cuadro a su lugar de origen. El halcón ha
sido… el último emisario.
Me encantó. Me gustaría poder ver las cosas que usted ve pero más aún poder decirla como las dice. Felicidades!
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