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Complot en el útero

Antonio Santana Pérez

 

Recién atraídos por las contracciones del útero, los espermatozoides quedaron indecisos ante la presencia seductora del óvulo en la Trompa de Falopio.

—Y bien compañeros, ¿A cuál de nosotros seleccionamos? —preguntó el espermatozoide 235.

—Debemos deshacernos del más inútil. —sugirió el 48.

—Estoy de acuerdo. —el 106 apoyó la idea con su criterio. —Pensemos en el que por ser menos desenvuelto perjudica al grupo.

—Según percepción generalizada—acotó el 327—el espermatozoide con más problemas en su equilibrio psíquico es el 59. ¡El tiene que ser el sacrificado!

Al escuchar su número y ver la aceptación unánime de los demás, el minúsculo gameto masculino quiso escapar hacia la vagina, pero la turba de semen ya enardecida lo atrapó, y sin escuchar sus ruegos piadosos, los colegas lo lanzaron de cabeza hacia el óvulo que, en pose erótica, ansiaba ser fecundado.

Nueve meses después de ese complot intrauterino nació un varón. Sus padres lo nombraron Albert.

Al transcurrir el tiempo el niño aprendió a firmar. Entonces agregó su apellido: Einstein.

 

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