Pogo
Jonathán Montelongo Plasencia (J.W. Riter)
Timothy miraba una y otra vez las
vendas blancas que le cubrían las manos, su padre, el señor McCoy había pedido
al doctor que usara las rosadas, pero por suerte se habían agotado. “Quizás
si te hubiesen vestido las manos como a Barbie todos se burlarían de ti como
mereces” repetía su viejo y es que Timothy y el resto de la pandilla habían
encendido dos juegos de pirotecnia en Nochevieja. Casi dos docenas de petardos,
tracas y cohetes que prendieron en las ruinas del parque salieron volando y se
colaron en el hogar de ancianos que estaba al otro lado de la cerca incendiando
par de cortinas e induciendo un caos cuando sus residentes y el personal de
servicio terminaban el conteo regresivo de medianoche. Solo Timothy había
sufrido quemaduras con los explosivos, pero eso no era nada malo comparado con
el castigo de pasar el resto de las vacaciones de invierno encerrado. Nada de
salidas con los chicos, no visitaría la feria y por si fuera poco le habían
quitado de su cuarto el telescopio con el que fingía que miraba las estrellas
cuando en realidad lo utilizaba para comerse con la vista a July Barlow, la vecina
de enfrente que daba los mejores espectáculos desnuda frente al espejo y aunque
sabía que la espiaban ponía el mejor empeño haciendo que Timothy pasara menos
tiempo con las viejas Playboy y más con el telescopio en la mano (claro
que ahora eso era lo de menos porque no podía utilizar las manos para nada).
Era casi la una de la madrugada y Timmy
estaba solo en casa, sus padres iban todas las noches desde el día del incendio
al hogar de ancianos a (como solían decir) barrer su culpa y llevaban
más de cuatro horas fuera. Esa sería la última vez que Timothy tendría
hambre, estaba a punto de pedir una pizza a domicilio que traía algo más que
queso extra. Marcar el número de Pizza Delivery fue una epopeya, más de una
vez tuvo que colgar para marcar el número correcto hasta que la operadora lo
atendió, hizo el pedido y se sentó frente a la tele a librar otra épica batalla
contra el mando a distancia en busca del canal de deportes, aun no se
acostumbraba a la invalidez, pero eso ya no importaba porque nunca más un
petardo le cagaría las manos así.
Había tres cosas que amaba de Pizza
Delivery. Uno, servicio 24 horas, dos, los cromos de los Chicago Bears y tres
la rapidez de las entregas. Claro que en esta ocasión se superaron, apenas
pasaron siete minutos desde que colgó el teléfono y ya el repartidor esperaba
en el porche insistiendo al timbre. Corrió a la entrada, abrió la puerta y el
“chico de las pizzas” lo sorprendió. Una de la madrugada y lo que vio al otro
lado del umbral le puso los pelos de punta, sintió como si todo el hielo del
Ártico se deslizara por su nuca y se le colara entre las nalgas. ¿Era una broma
o habían enviado su pedido con un loco disfrazado? Aquel sujeto tenía la boca
llena de pintura roja, alrededor de sus ojos se dibujaban dos rombos azules y
decenas de arrugas le surcaban la cara.
—Pogo- dijo aquella especie de payaso
mientras le tendía la mano al chico.
Timothy estaba paralizado, no entendía
que hacia aquel personaje frente a él. ¿Dónde estaba su pizza? ¿Por qué no
llegaban sus padres? ¿Qué tienes que hacer cuando le abres la puerta a un
extraño en medio de la noche? El miedo reía a
sus espaldas y le rozaba con el índice cada una de sus vértebras. Entonces,
como preso de hipnosis miró el saludo del payaso y estrecho su mano. Timmy
sintió la mano inmensa de Pogo abrazando la suya, estrujando aquel manojo de
carne quemada entre vendas, estaba aumentando la presión poco a poco. Alzo la
mirada y vio como en la boca llena de pintura escarlata se asomaban un puñado
de dientes afilados y amarillos. ¿Qué coño le pasaba a aquel tipo? Se estaba
riendo en su cara mientras le rompía los dedos. ¿Cómo se puede ser tan cruel?
¿Cómo le podía hacer eso a un chico de quince años? Timothy no soportó más
dolor, cayo de rodillas y se le escapó un chillido femenino que inundo la
noche. —¡Corre, quizás bajo la cama no pueda atraparte! —. Pensó el chico y al
mismo tiempo sintió como si le dieran con un martillo en el pecho. Pogo le
había dado una patada y lo había lanzado hasta la alfombra de la sala. Ya no
estaba preso entre las garras del payaso, tenía las manos destrozadas, pero era
libre así que se puso de pie y corrió a la cocina. La puerta aún estaba abierta
y Timothy sabía que aquel tipo vendría tras él, hacerle frente era imposible
con los brazos inválidos así que se escurrió hasta la despensa, se escondería
allí hasta que llegara alguien, pero cuando abrió la puerta de la alacena lo
sorprendió un cilindro de metal que lo golpeo en medio de la frente. —¡Mierda!
¿Por qué sus padres habían guardado el telescopio allí? —pensó mientras perdía
el conocimiento. En aquel limbo Timmy sintió como Pogo lo arrastraba, era un
saco de huesos, un cerdo que llevan al matadero. El payaso cruzó la puerta y
lanzó al chico en el porche. Timothy abrió los ojos por última vez para ver
como aquella criatura con la cara pintada se reía y le asestaba con el
telescopio el primer golpe. Le rompió la nariz como si fuese un lápiz, la
sangre empezó a salir y vino entonces el segundo golpe, directo a los ojos que
explotaron como huevos en el microondas, luego otro golpe y dos de sus dientes
se desprendieron y bajaron por su garganta. El telescopio subió y bajó un
montón de veces, un golpe tras otro y la cara del chico se convirtió en un géiser
de sangre, una bolita de papel estrujado llena de tinta carmesí. Timothy se
ahogaba con su sangre y Pogo dejaba en el porche una mancha que la madre de
Timmy tardaría meses en quitar. El payaso estrechó con fuerza las manos del
muchacho como si se despidiera, lastimando las quemaduras y manchando el vendaje
que ahora si parecían vestidos de Barbie, quizás así le gustaran al
señor McCoy.
Eres el mejor escribiendo y esta es d tus mejores cuentos.
ResponderEliminarMuy buena narrativa. Me encantó la historia. Saludos y felicitaciones al autor
ResponderEliminarExcelente cuento hermano me encantó, tiene una buena trama. Felicidades
ResponderEliminarBuenísimo...me quedé comooo ¿Qué?😱 Maravilloso el cuento...digno de su final !!!
ResponderEliminarMe encantó, siempre me ha gustado mucho lo que escribes y siempre tiene ese color que lo identifica como tuyo. Felicidades.
ResponderEliminarExcelente narrativa. Sencilla, directa, nada rebuscado ni puesto a la fuerza. Fluye sola, te atrapa desde el inicio y te va guiando a un final digno.
ResponderEliminarFelicidades... No tenía ni idea de q tuvieras este arte... De veras muy bueno... Soy bastante crítica con lo q a la lectura respecta, pero, a decir verdad, estoy sin palabras... Muy buen trabajo
ResponderEliminarMuy bueno sigue así excelente cuento, Felicidades 👍👍👏👏
ResponderEliminarBuena historia sigue así,tu puedes.
ResponderEliminarMuy buen cuento
ResponderEliminarExcelente cuento. Felicitaciones al autor.
ResponderEliminarEn mi criterio, el mejor cuento del concurso. Mi voto y saludos para el autor.
ResponderEliminarComo no comentar si me encantooo 😍😍😍😍. Súper bueno
ResponderEliminarDefinitivamente este cuento debería ganar el concurso. Mis felicitaciones al escritor
ResponderEliminarMuy bueno 😀
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