UN MUNDO PARA LOS ANIMALES
Hoy mi madre, en medio de su neblina, se despertó llamando a mis abuelos. Todos en la familia saben que ellos hace mucho tiempo no están en esta tierra. Me tocó la parte más dura: sentarme a su lado, tomarle la mano y explicarle otra vez que ya habían fallecido… y verla llorar como si fuera la primera vez que lo escuchaba.
No es casualidad que lleve días trabajando, precisamente ahora, en el nuevo libro de Mathías de Jesús (¿se acuerdan de él, el joven de Costa Rica a quien le publicamos la novela ilustrada Más allá de la galaxia?). Mathías ha dedicado este libro a su abuelo fallecido, con estas palabras:
“A la memoria de mi querido abuelo,
que siempre fue una figura de sabiduría para mí,
un hombre muy querido por toda nuestra familia
y a quien sigo admirando incluso hoy,
porque hasta viendo caminar hormigas sabía si iba a llover.”
Qué de cosas hace la ternura y la tristeza cuando se mezclan en nuestro cerebro.
El nuevo libro se titula “Un mundo para los animales”:
una novela donde un simple día de oficina se convierte en una marcha imposible de animales que lo dejan todo atrás y ponen al mundo patas arriba. La seguimos a través de Diego y su perra Luna, arrastrados (literalmente) por una caravana de perros, leones, elefantes, tigres y hasta vagabundos, familias, ciclistas y vaqueros que deciden escuchar a los animales y caminar con ellos.
Es una historia llena de humor, de diálogos disparatados y, al mismo tiempo, de preguntas muy serias:
¿quiénes son realmente los salvajes?, ¿qué hemos hecho con el planeta?, ¿qué significa ser “humano” cuando los animales muestran más lealtad y compasión que nosotros?
El libro viene acompañado de ilustraciones preciosas, en un estilo cercano al de los álbumes infantiles contemporáneos: escenas llenas de movimiento, animales marchando por ciudades, carreteras y montañas, y pequeños detalles que cuentan otra historia en cada página.
Muy pronto “Un mundo para los animales” verá la luz bajo el sello de Editorial Primigenios.
Será, también, un homenaje silencioso a todos esos abuelos y abuelas que nos enseñaron a mirar el cielo, las nubes… o hasta las hormigas, para entender un poco mejor el mundo.


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