Periodismo al límite: la crónica como testimonio eterno
José Martí apoya la
frente contra el cristal. Afuera, la bruma del Hudson arrastra los barcos con
la paciencia de quien sabe que todo en la vida se mueve, aunque parezca quieto.
A lo lejos, las campanas de la ciudad marcan las horas de un mundo que avanza
sin miramientos. Sus ojos, cargados de vigilia, recorren la danza de las luces
en la noche neoyorquina. Es un océano de sombras y destellos donde cada hombre,
cada mujer, cada niño que camina apurado por las aceras, lleva en el alma un
trozo de patria.
Se aparta de la
ventana y enciende la lámpara. La luz dibuja un círculo sobre la madera y las
hojas en blanco. Su pluma, testigo incansable, espera. Esta noche, como tantas
otras, debe escribir para la prensa, para aquellos que aún creen que las
palabras pueden fundar realidades, para quienes buscan en la crónica el pulso
de su tiempo. Y lo hará con la certeza de que narrar la vida es también una
forma de hacerla justicia.
Piensa en los
cronistas que vendrán. En aquellos que, como él, andarán la senda de la pluma y
el compromiso. Froilán Escobar lo sabrá. Algún día, desde otro siglo, su
palabra iluminará las rutas del nuevo periodismo latinoamericano, ese que nació
entre Rubén Darío y la fiebre de una América que lucha por contarse a sí misma.
Pensará en cómo la crónica, hija del asombro y la verdad, ha sido siempre el
recurso de los que se niegan a aceptar la historia en los términos en que la
escriben los vencedores.
La pluma se desliza
sobre el papel. Hoy escribirá sobre el dolor y la grandeza. Sobre la urgencia
de entender que el periodismo no es un oficio menor, sino un arte de lo
inmediato, un testimonio del instante que se vuelve eterno. Tal vez alguien, en
una América futura, lea estas líneas y comprenda que entre la literatura y la
crónica hay un pacto sagrado: contar el mundo como si acabara de ser inventado.
Fuera, la ciudad
sigue su curso. Martí vuelve a mirar por la ventana. La vida se escribe a cada
momento. Y él, en su modesto escritorio, es parte de esa escritura infinita.
El libro Periodismo
al límite, crónicas latinoamericanas de Froilán Escobar y Ernesto Rivera, recoge ese pacto sagrado de la crónica con la
verdad. En sus páginas, desfilan los grandes nombres que forjaron el nuevo
periodismo latinoamericano, desde Martí hasta Gabriel García Márquez. Es un
recorrido por la historia de un género que no solo informa, sino que da vida a
los hechos con el pulso narrativo de la literatura. A través de sus análisis y
recopilaciones, el libro traza la evolución de la crónica, demostrando cómo se
convirtió en un pilar del periodismo y en un espejo de nuestra realidad.
Algún día, cuando
esta modesta editorial y este hombre ya no existan, alguien tendrá que resumir
cuáles fueron los libros más importantes que se publicaron. Periodismo al
límite de Froilán Escobar estará entre esos libros.
La libertad es el derecho que todos hombre tiene a ser honrado y humilde en está vida y pensar y a hablar sin hipocresía. La fama suele ser tan vocinglera y caprichosa como esquira e injusta.
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