"Con la naranja de Félix Luis Viera rumbo a Mérida"
México no es solo un destino en mi itinerario; es una presencia que ya habita en mí desde hace tiempo. A través de la literatura, de la historia compartida y de la memoria de otros exiliados que encontraron refugio en su vastedad, México se ha instalado en mi pensamiento como una patria interpuesta, una tierra que no es la mía, pero que en la poesía de otros cubanos se vuelve familiar. Viajar a la Feria del Libro de Mérida es más que asistir a un evento literario: es un acto de reconocimiento, un diálogo con un país que ha albergado tantas voces desterradas.
Entre las páginas que me han llevado hasta este viaje, La patria es una naranja de Félix Luis Viera resplandece con su aliento sostenido, con su inmensa respiración de versos que trazan un puente entre Cuba y México, entre el país natal y el país de adopción, entre la nostalgia y la reconstrucción de una vida en el exilio. Como editor de la más reciente edición publicada por Editorial Primigenios, tuve el privilegio de sumergirme en estos poemas que no solo evocan el dolor de la separación, sino que también descubren la posibilidad de una nueva raíz en la tierra extranjera.
La metáfora de la naranja en el título es un enigma en sí mismo. La patria es una esfera de jugos y amargores, una fruta que se abre en gajos de recuerdos y cicatrices. Félix Luis Viera nos entrega una visión en la que Cuba es el origen ineludible, pero México es el territorio donde ese origen se reinventa. En sus versos, las calles de la Ciudad de México se confunden con los paisajes de la infancia cubana, y la historia de un país se entrelaza con la del otro a través de los despojos del exilio y las luces de la supervivencia.
Recorrer este libro fue un viaje en sí mismo. Como editor, trabajé con la conciencia de que cada poema era un testimonio de lo irreparable, de lo que se deja atrás sin posibilidad de regreso. Félix Luis Viera no solo habla de su propia experiencia, sino de una diáspora entera, de generaciones marcadas por la ruptura, por la imposibilidad de reconciliarse completamente con un pasado que sigue pesando en cada palabra. Y al mismo tiempo, hay en estos poemas un amor sin ingenuidades, un apego feroz tanto a la patria perdida como a la adoptada, como si ambas se miraran en un espejo roto.
Ahora, al preparar mi viaje a México, llevo en la maleta este libro como quien transporta un mapa de emociones compartidas. Pienso en Mérida, en su luz amarilla, en su calor que a veces parece sofocar y en su brisa que de pronto lo alivia todo. Pienso en los lectores que encontrarán en La patria es una naranja un eco de sus propias pérdidas y hallazgos. Y pienso en Félix Luis Viera, en su voz que sigue vibrando entre páginas que, al igual que las calles de una ciudad extranjera, siempre invitan a ser recorridas de nuevo.
En cada feria del libro, en cada presentación, descubro que la literatura es también una forma de reencontrar la patria, no solo la física, sino la imaginada, la que se construye en la memoria y en el lenguaje. En Mérida, compartiré la obra de Félix con nuevos lectores, y en sus ojos intentaré ver los reflejos de quienes, como él, han cruzado fronteras con su poesía a cuestas. Hablar de este libro es hablar de la universalidad del desarraigo, pero también de la posibilidad de reinventarse, de encontrar sentido y pertenencia en lugares inesperados.
Tal vez la patria no sea solo un punto en el mapa, sino un compendio de historias, de voces que se entrelazan más allá del tiempo y el espacio. Al llegar a México, sentiré que, de algún modo, estoy regresando a una patria ampliada, a un territorio que, aunque no sea mío de nacimiento, me recibe con la calidez de sus letras, de su gente, de su historia. Y en ese encuentro, la literatura volverá a hacer su trabajo: tender puentes, salvar distancias, iluminar lo que creíamos perdido.
Comentarios
Publicar un comentario