Nuevos títulos de la Editorial Primigenios
En De tanto haber sido prisa, del reconocido poeta cubano Efraín Riverón, van desfilando,
como a modo de biografía o de memoria, los temas, los asuntos, los sucesos que han
caracterizado su lírica. Con un tenue sabor a despedida, transcurre la niñez, la
juventud, la adultez y la vejez del poeta; aunque esta vez todo va transido por
un toque de nostalgia, de alejamiento, de adiós. Su capacidad para sintetizar la
vida, o más bien, el paso de la vida, es de una proverbial agudeza, pero con la
propiedad de ser inadvertida. Pareciera que los versos brotan desde la simple naturalidad,
cuando, realmente, ocurre todo lo contrario: Mi amigo
pasó a ser humo / y desde entonces le muerdo / las entrañas al recuerdo / y solo
sombras consumo. / La soledad riega un zumo / de amarillez en las fotos, / y remos
roncos, remotos, / rasos, reman sin remar / en un nostálgico mar / de azules y grises
rotos. El dolor se hace presente, no solo por el contenido, por lo que
significa la pérdida del amigo, sino también— y sobre todo—, por esa aliteración
de erres, que dejan un desgarrón en el alma del más simple de los lectores.
Memoria hecha versos,
“De tanto haber sido prisa”, se inscribe entre lo mejor de la poesía —en especial
de la décima— cubana contemporánea.
Sindo Pacheco
¡Otra vez Isla!
¡Qué pena!
¡Qué lloviznar espineros sobre el alma!
Tus costeros paisajes sufren de arena triste.
Se te desordena la imagen.
Meditabundo te recorro lento.
Abundo en cada pulgada tuya.
¡Ay, en la sangre me aúlla
tu dolor me hace errabundo
de tus llagas, de tus idos entusiasmos.
De las flechas que te desangran las fechas
y hasta los sueños perdidos.
La multitud de los ruidos
creciendo donde te ajan,
y mientras suben y bajan
las olas de los disturbios
al fondo de los suburbios
sombras y enigmas se fajan.
Ah, te rozo con un vuelo
de yemas asustadizas
y te escarbo en la cenizas
lo que fue carne de cielo.
Te voy del último abuelo
al preludio de otra cuna.
Y en el temblor aceituna
de los recuerdos de ayer me arribas:
Anochecer siempre con la misma luna.
Ardo en tus vísceras como
una parte singular de tus entrañas.
Un mar parece el aire de plomo
deambulando sobre el lomo
de un mediodía de queja,
y aprisa por todo deja
el olor de una pregunta sin respuesta.
-Miel difunta con seriedades de abeja. -
Se sienten como punzadas
de vidrio en rotos abriles
y un cansancio de albañiles
sin quehacer en las miradas.
Del sudor y sus jornadas
las lenguas enmudecieron.
Los símbolos perecieron;
y hay un hormiguear de dudas,
en las maderas desnudas
de los árboles que fueron.
Eco de pregones yertos
en oscuras callejuelas.
Altares nobles sin velas
para apaciguar los muertos.
Ídolos. Cánceres. Tuertos.
Mendigos de mano lenta.
Ciertos ajustes de cuenta
y entre “un digo” y “un dirán”
un escándalo sin pan
en la mandíbula hambrienta.
Me docilizo al lloverte
en las más viejas esquinas.
Me burlo de las neblinas
y me río de la muerte.
Hablo de tu mala suerte
y se me arrecifa el habla,
y se astilla como tabla
el sonido de mi adiós.
¡Sigue de silencio Dios
y el tiempo corre y se endiabla!
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