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DE EDITORIAL PRIMIGENIOS
“Instinto de barricada: ¿una insurgencia del ethos?.
Con el sugerente y provocador título de
“Instinto de barricada”, título que alude a esa tensión recurrente de occidente
a la emancipación beligerante; el escritor, poeta, productor y cineasta Ernesto
Fundora, muestra todo su músculo intelectual, su abrumadora erudición, su
inquietante curiosidad histórica, su lucidez poética y su audacia como
observador consciente y despierto de esta época para cuestionarse no sin esa
rebeldía que acompaña su estupor, la raíz profunda del fracaso de aquellos
estallidos sociopolíticos y culturales que parecían una reacción espontánea y
orgánica a determinadas condiciones históricas de servidumbre y opresión;
cuestionándose así, la legitimidad de un paradigma emancipativo que, en sus
momentos más corales, sangrientos y delirantes; aquellas gestas que parecían
cambiar el curso de la historia, convulsionar acaso el estatus quo de un orden
social autoritario y despótico, más bien respondían a un ejercicio calculado de
ingeniería social en la sombra, a la agenda de élites en pugna por el control
del planeta, la humanidad y su consciencia.
Como en Marx, Nietzsche o Freud pero también
como en Antony Sutton, Salvador Freixedo o David Icke este ensayo nace de la
sospecha, de un inquietante recelo de la historia, de intuir el tufillo pestilente
que destilan sus grandes relatos redentores, del supuesto rasgo libertario de
sus gestas épicas y sus narrativas oficiales. En esto, Fundora es rotundamente
claro y tajante cuando afirma: “descubrimos que casi todas las revoluciones, si
no es que todas, son procesos manipulados, canalizados y reorientados por la
intervención volitiva de los poderes secretos en pugna”. Constatar esta verdad
produce vértigo. Es la razón por la que creo que este ensayo nace además del
desasosiego, del imperativo de preguntarse qué misterioso poder empuja la
humanidad hacia el perturbador abismo de sus asimetrías económicas, sociales y
morales; qué privilegia el bienestar y la dignidad de algunos en detrimento del
bienestar y la dignidad de otros, qué fuerzas parasitan la conciencia e impiden
que la humanidad pueda desplegar su inmenso potencial creativo en la
consagración plena de su espiritualidad y sus mejores facultades.
Como intelectual fascinado con los grandes
relatos redentores, como poeta comprometido con la hegemonía de la belleza,
Fundora no ha podido evitar preguntarse cómo la humanidad ha llegado a
engendrar un escenario existencial tan grotesco y distópico, tan orwelliano y
darwinista, tan huxleano y asfixiante a la vez; cómo este mundo ha terminado
convirtiéndose en un entramado de corporaciones dirigido por los estatutos de
la codicia (Banca), su maquinaria de propaganda mediática, su hedor
posthumanista, el consumismo masivo de la obsolescencia industrial y, por
supuesto, por un Estado servil a una agenda tan sombría como totalitaria cuyo
poder, corrompe y prostituye cuánta decencia de la vida pública Occidente ha
intentado construir. Curiosamente, aquí se da una afortunada e inquietante
sincronía; mientras Fundora revisa y escribe sobre el ethos insurgente y las
revoluciones, al mismo tiempo, es testigo de lo que, en mi opinión,
probablemente sea la mayor revolución de la historia humana; la operación de
inteligencia militar más grande de todos los tiempos en tanto, la alianza
patriota intenta el asalto final a la hegemonía globalista en lo que puede
considerarse una demolición controlada del sistema de dominación iluminatti o
cabalista
De ahí que explore acucioso esa tensión
recurrente en la historia entre espíritus opuestos, entre una cultura que
tiende hacia el control y una cultura que tiende hacia la libertad, una fuerza
que gravita hacia la oscuridad y otra que irradia hacia la luz. Tal vez, la
Historia, en alguno de sus episodios de arrebato redentor no fue sino la misma
bestia enmascarada o bicéfala en la que, una de sus cabezas pulsa hacia el
poder del miedo como autoridad y la otra simula que pulsa hacia la libertad
como fundamento de una socialidad feliz. Al final, la libertad no fue sino
papel higiénico; un pretexto para la dominación.
Esa inquietante presunción o más bien, la
preocupación por vislumbrar una salida posible al atolladero civilizatorio;
escenario de utopías que se atascan o colapsan, le impulsa a recorrer un amplio
arco temporal de oleadas redentoras. De las leyendas sumerias a los mitos
helénicos, de Prometeo a las sociedades matrísticas; de la rebelión de
Espartaco a Jesús de Nazaret, de la Reforma al Renacimiento, de las
revoluciones bolcheviques/comunistas, a las revoluciones suaves y hippies, de
las revoluciones industriales a Mayo del 68, de las revoluciones tecnológicas a
la metafísica del Tao. Es decir, Fundora sigue el rastro de lo que bien pudiera
definirse como ethos insurgente (en tanto propensión moral a hacer el bien como
premisa libertaria) o arquetipo insurgente. Reflexiona de modo exhaustivo y
crítico sobre las paradojas por las que este arquetipo ha terminado siendo un
espejismo; el holograma de una civilización que, como el euroboro, se devora
mientras pretende salvarse. Escritores como Kafka, Lezama o Spinosa
reflexionaron también sobre el absurdo que persigue al hombre occidental,
incapaz de comprender la naturaleza de su servidumbre; de ahí que adviertan la
aporía que, como síndrome de Sísifo, subyace a la idea de libertad, motivo por
el que aquella termina instrumentalizada, rendida a agendas secretas, a una
bitácora que no consigue descifrar.
Como si este tema no fuese ya controvertido
y complejo, Fundora se adentra en aguas más turbulentas y acaso sombrías,
atreviéndose incluso a pronosticar las consecuencias nocivas de aquellas
estrategias diseñadas en vertederos como el Foro de Davos o la agenda 2030. Es
así que examina el complicado escenario geopolítico contemporáneo, la
emergencia de un nuevo sujeto redentor y una nueva polaridad (globalismo vs
patriotismo), las tramas de ingeniería social que emergen de la mano de las Big
Tech, la Big Pharma mientras nos seducen con el culto al progreso y la
tecnocracia, las avanzadas tecnologías satelitales que espían, vigilan e
invaden lo poco que queda de vida privada, lo poco que queda de civismo;
vaticinio del que alardeó en su momento la antológica serie británica “Black
Mirror”. Es decir, la arquitectura de un mundo tecno-paranoico, más zombie y
transhumano; un mundo a la carta de una clientela, minoritaria, psicópata y
poderosa, que ya no puede ocultarse tras sus búnkeres supranacionales ni
camuflar su distopía.
Al mostrarnos la aterradora imagen de un
futuro engullido y sujeto a los dictados de una inteligencia artificial y
distinguir en ello, el fin de todo lo que nos hace humano, “Instinto de
barricada” consigue provocar un shock intelectual, una sacudida de la
conciencia, un cortocircuito de nuestro sistema de creencias y lo hace además
en la medida que invita a replantearnos nuestras representaciones y conceptos
sobre la historia de la humanidad (antigua y moderna), a resetear la idea que
teníamos de las revoluciones sociales y políticas incluso, la idea misma del
progreso.
Se trata pues, de un libro tan audaz como
imprescindible (mucho más para el lector cubano). Con este texto, Fundora
desborda el marco epistémico que caracterizó la tradición historiográfica y
ensayística cubana. Por eso mismo, no es ocioso afirmar que se trata de un
ensayo herético, heterodoxo y por tanto, polémico. Exige por ello, si no de un
exégeta erudito, al menos de un lector informado, curioso o dispuesto a salir
de las zonas de confort que prescriben las academias (al considerar qué es
historia y qué “teoría conspirativa”); un lector con apertura mental no solo
para asimilar tramas que pertenecen a la historia oculta o prohibida sino para
asimilar un glosario de términos y categorías de raíz exopolítica.
Probablemente, sin la asimilación de la terminología exopolítica (mátrix,
cabal, illuminati, club Bilderberg, estado profundo o deep state, NOM,
Annunaki, etc); no sería posible comprender a cabalidad ese encebollado
laberinto que es la historia, toda la odisea y las tramas que quedaron fuera de
su cenital así como la manipulación programada de los anhelos humanos.
Este ensayo que navega a contracorriente de
los dogmas históricos académicos, entre la filosofía, la sociología, la exopolítica
y la poesía; que se permite pensar la historia desde la ucronía y lo
contrafactual, atisbar el futuro posible de sus múltiples presentes y el
presente posible de sus múltiples futuros; que percibe, tras el repugnante
deterioro de la vida asociada y la insurgencia trunca, la mano oscura e
invisible que mueve el destino de pueblos y manipula el libre albedrío de la
humanidad, contiene sin embargo un mensaje esperanzador y, al mismo tiempo, un
llamado contundente al despertar de consciencia.
Es obvio que para Fundora es tiempo de
destruir aquellos epistemas sobre los que se erigió una sociedad traumada,
angustiada por una perspectiva materialista, por una precariedad deliberada,
fagocitada por deudas y el tributo permanente a un sistema ajeno a la magnificencia
humana. Es obvio que para Fundora es tiempo de abrazar nuevos paradigmas
espirituales y tecnológicos; motivo por el que nos advierte de la revolución
cuántica que ya prepara su aterrizaje sobre el sistema financiero y la sanidad
por ejemplo. Desde la convicción de que la humanidad puede escapar a ese
condicionamiento apocalíptico de la vida y fabricarse aquí y ahora, un futuro
menos distópico, Fundora examina no sin un entusiasmo ponderado, el
advenimiento de muchos de los hitos que están prefigurando la ciencia de nuevo
paradigma es decir, esa ciencia con consciencia que postulan genios como N.
Haramein, A. Goswamit, Joe Dispenza, R. Sheldrake o Bruce Lipton desde la
Física cuántica, la neurociencia, los análisis predictivos y la biología; una transformación
colosal que nos espera, a partir de la mutación de nuestro sistema de
creencias, de un cambio de software perceptual que impacte la consciencia
individual y colectiva y nos permita replantearnos el sentido de la vida,
desprogramarnos del egregor de falsa fraternidad que ha parasitado el
inconsciente colectivo humano, conectar con una metafísica de lo sagrado como
soporte de una vida digna y acaso feliz. Despertar del letargo es una
revolución en sí mismo, una revolución de la consciencia y este ensayo, es una
apuesta en ese sentido, una reivindicación de ese espíritu.
Por último, sospecho que Ernesto Fundora no
solo le rinde un venerable tributo al despertar de conciencia (como zeitgeist
de esta época), también le rinde culto al lenguaje, a la palabra. Quizás como
Pessoa, sea esa su patria más íntima, la patria de patrias. Tal vez, su
verdadero sacerdocio no sea a la palabra en sí sino a la VERDAD, la verdad con
mayúscula. Su filopoiesis no es un culto narcisista y excéntrico a la belleza
sino un medio para acceder a la verdad, un mapa para rastrear su heurística, su
arqueología, su gramática ontológica, epistémica, histórica allí donde la
palabra se arrodilló temerosa y evitó nombrarla. Ese es el verdadero sacerdocio
que despliega la palabra a lo largo de estas 300 páginas. Quizás sea ese el
legado que Ernesto Fundora nos ofrenda con este robusto y poliédrico ensayo;
una arqueología de la verdad; vestigios de una gnosis olvidada, necesaria,
vital para iluminar el mundo que vivimos en su momento más oscuro, pero
también, en su momento más prometedor.
Cuando el don de la palabra sirve con
soberana libertad a la verdad (histórica, antropológica, arqueológica,
cultural, social, geopolítica), la belleza alcanza como diría Lezama Lima, “su
definición mejor”.
Julio Fowler
Madrid/2021/
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