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 Tengo menos de un dólar en mi cuenta de banco y sigo publicando libros de otros.

 

A menudo me pregunto si vale la pena el tiempo que dedico a publicar libros de otros. Son muchas horas a la semana. Los días se repiten uno tras otro. A veces, en las madrugadas me despierto a leer correos, mensajes y comentarios en las redes sociales sobre esos libros, a los que he dedicado muchas horas. Algunos de esos comentarios me hacen dudar de si estoy haciendo lo correcto. No por las emociones negativas que generan algunos de esos comentarios, escritos por supuestos conocedores de la literatura y el mundo de los libros.

Desde hace mucho tiempo, estoy convencido de que existen dos tipos de personas en el mundo: los compasivos y los egoístas. Los compasivos (y me incluyo en ese grupo) vivimos en el lado de la luz, los egoístas no, por mucho que brillen en sus carreras, en sus vidas, o profesiones, son seres oscuros. Ayudar a otros, no pensar en uno, dedicar tiempo para que otros puedan lograr sus sueños genera felicidad. Pensar en ti, en tu obra, divertirte con tus conquistas, crecer sobre la burla a otros, menospreciar el intelecto de otros, genera una felicidad pasajera, pero en el fondo eres un gilipollas, un tipo sin futuro. Siempre van a ser infelices. Tendrán su pequeña victoria, su momento de gloria. Y es posible que obtengan un reconocimiento importante en sus vidas, pero, no llegarán al final del camino, donde siempre triunfan los compasivos.

Durante muchos años pude aprender y practicar diferentes profesiones. Estimo que cada una de ellas me ha servido como cimiento de este modesto edificio que es hoy Editorial Primigenios. Cuando me nombran editor reconozco la responsabilidad que esa palabra genera. De lo único que estoy seguro es del objetivo que me he propuesto y de que para lograrlo, debo seguir aprendiendo y practicando cuantas profesiones sean necesarias. Y lo más importante: soy lo que soy y estoy muy seguro de lo que he logrado y hacia donde seguiré al frente de este proyecto editorial.

Publicar libros es un poder. Los libros generan conocimientos. El conocimiento es democracia que empodera. Publico libros porque considero que es muy útil para muchos. Todo lo que sabemos puede ser encontrado en un libro. Las personas normales pocas veces se cuestionan cómo funciona un país, un televisor, un aparato de rayos x, o de cómo hemos sido capaces, en tan poco tiempo, de desarrollarnos como especie, desde los tiempos del hombre de las cavernas hasta el presente.

Soy un hombre sin credos. Mi esperanza se sienta en la ciencia y la tecnología. Solo las herramientas de la ciencia y la tecnología han propiciado los cambios sociales y económicos más importantes en nuestra historia.

A principios del siglo XIX, ocurrió la primera revolución científica: la energía térmica, la máquina de vapor, la locomotora. Fábricas y máquinas comenzaron a surgir. Luego vino la electricidad, el magnetismo, las ciudades se iluminaron. En poco tiempo tuvimos el invento de la radio, y de la televisión.

La tercera revolución científica fueron las computadoras. Gracias al invento de los transistores, del láser, de los microchips. La era de la internet arribó. La cuarta revolución la estamos viviendo ahora: la inteligencia artificial y la biotecnología.

La ciencia no se va a detener. Debemos aprender con cada revolución. Los libros seguirán jugando ese papel de herramientas del conocimiento, en cualquier formato que se impriman. Esta última revolución va a afectar a muchos, algunos perderán sus trabajos. Necesitarán reinventarse. Quizás algunos decidan auto superarse utilizando los libros o los e-books para adquirir los conocimientos con los cuales ganarse el sustento o mantener sus estilos de vida y sus lugares en la sociedad.

Hace más de 100 años inventaron el teléfono. Pueden buscar en las bibliotecas, los periódicos de aquellos tiempos. En casi todos hablaban mal del teléfono. Que ya no íbamos a hablar con nuestros hijos. Que las voces eran obra del demonio. El teléfono fue un artefacto bien criticado por muchos y tenían razón. Ya no hablamos tanto personalmente con nuestros hijos, amigos y familiares. Pero no podemos vivir sin nuestros teléfonos, porque expandieron nuestros horizontes. Esa expansión pronto alcanzará otros planetas del sistema solar. El mundo entero está al alcance de nuestros teléfonos inteligentes. Lo mismo sucederá con la Inteligencia Artificial, con los nano robots, con la realidad virtual y otras tecnologías.

Cabe preguntarse si cada nueva herramienta que inventan nos hace menos humanos. Si. Es cierto. Pero debemos cambiar la definición de lo que es ser un humano. O establecer nuevos protocolos para poder mantener nuestra condición de humanos. Los libros pueden ser una de las herramientas para lograrlo, en especial con los niños.  

En última instancia, el compromiso de publicar libros y difundir conocimiento encierra en sí mismo un poder transformador. Los libros trascienden el tiempo y el espacio, llevándonos a explorar las profundidades de la historia, la ciencia y la imaginación. Mientras avanzamos en la era de la inteligencia artificial y la revolución tecnológica, es vital recordar que nuestra humanidad no está en riesgo por las herramientas que creamos, sino por cómo elijamos utilizarlas. Los libros, como guardianes del conocimiento y la empatía, nos brindan la oportunidad de moldear un futuro en el que la compasión, el aprendizaje constante y el entendimiento mutuo sigan siendo los pilares que nos definen. Enseñemos a las generaciones venideras a abrazar el potencial de las herramientas tecnológicas sin perder de vista nuestra esencia humana. Así, podremos encarar cualquier revolución con la confianza de que, a medida que progresamos, también evolucionamos en nuestro sentido más profundo de humanidad.

De los gilipollas no nos preocupemos. Las actitudes egoístas y negativas no deberían distraernos de nuestro compromiso con la compasión y el progreso.

Eduardo René Casanova Ealo

Editorial Primigenios

  

 

 

 





 

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